Federico Andahazi
"Me resulta difícil escribir sobre la actualidad porque no la entiendo"
31 mayo, 2016 02:00Federico Andahazi. Foto: Aída Pippo
El escritor prublica Los amantes bajo el Danubio, novela autobiográfica dedicada a las vivencias personales de sus abuelos paternos durante la II Guerra Mundial.
Pregunta.- ¿Cuál es la historia tras Los amantes bajo el Danubio?
Respuesta.- Es mi novela más personal porque es la historia de mi familia paterna. A mi padre no lo conocí hasta que descubrí por accidente un libro de poesía en la biblioteca familiar que había escrito él. De adolescente le reconocí en la calle un día y me presenté. Y cuando llegué a mi casa después de ese encuentro, volví a revisar el libro de poemas, abrí la solapa y, como si ese libro fuese una caja de pandora, de él cayó un recorte de prensa de mi abuelo paterno, que había sido conocido por haber salvado judíos en Hungría. Esa noche me encontré con dos historias, una hacia adelante para reconstruir la relación con mi padre y otra hacia atrás, conocer la historia de mi abuelo, a quien sí veía pero que, como toda la gente que ha estado en la guerra, no hablaba del tema. Después de mucho indagar fue mi madre quien me lo contó, con cierto recelo, y es lo que narro en este libro.
Mi abuelo, durante la ocupación nazi en Hungría, escondió en el sótano de su casa a un matrimonio judío y ese matrimonio era su primera esposa y el hombre con quien ella le había engañado. Imagínate las tormentas personales que significaron esa situación, para mi abuelo revivir el engaño que había sufrido, para su segunda mujer, mi abuela, despertar los fantasmas del pasado, y para el matrimonio judío, vivir ocultos por la amenaza de la muerte, pero sobre todo para él, la vergüenza y la humillación de que le proteja su contrincante.
P.- La historia de su abuelo la conocía hace muchos años ¿por qué creyó que era este el momento adecuado para escribir sobre ella?
R.- Coincidieron tres factores que hicieron posible que escribiera esta novela. El primero que pasé la barrera de los 50 años y a esa edad uno empieza a tener noción de que es dueño de una biografía. Después sucedió que mi padre murió y eso me desembarazó de su mirada severa, no creo que él hubiera querido que yo contara esta historia porque no tenía buena relación con mi abuelo. Y finalmente, que yo mismo fui padre, y quería explicar, facilitarles un eslabón a mis hijos para que entendieran mejor la historia familiar.
P.- Las preguntas sin formular son la columna vertebral de la novela, ¿cree que tiende el hombre a no atreverse a preguntar ciertas cuestiones por miedo a la respuesta?
R.- Tal vez sea la pregunta que yo no le hice nunca a mi padre, que se proyecta de distintas formas en la novela. Hay respuestas que pueden ser peor que la peor de las hipótesis y antes que preguntar prefieres quedarte con las preguntas. Además son respuestas difíciles de dar, yo nunca le hice esa pregunta a mi padre porque no sé si él siquiera tenía respuesta y como estaba destinada al fracaso, decidí no hacerla. En el caso de Bora, él nunca hubiera conjeturado que su mujer pudiera engañarlo, por eso la pregunta era complicada porque se la debía hacer él.
P.- Sus novelas suelen situarse en contextos históricos pasados pero tratan temas actuales, ¿es necesaria la distancia temporal para poder reflexionar sobre ellos?
R.- Sí, porque sucede como la presbicia, cuando uno está muy cerca de algo es imposible ver. Para mí es más fácil, por ejemplo, entender la Edad Media que los dos últimos años de Argentina. Me resultaría muy difícil en ese momento escribir una novela que transcurra en un tiempo que yo todavía no termino de entender.
P.- El sexo y el erotismo vuelven a ser un tema central en su obra, ¿por convicción o por provocación?
R.- Creo que son inescindibles, la sexualidad y la literatura, los primeros libros sagrados hablaban de sexo, la gran pregunta es en qué momento el sexo dejó de ser algo sagrado para convertirse en algo pecaminoso, y en la novela Hanna reflexiona en torno a esto. Hay tres cosas que son más o menos difíciles de conseguir en la literatura: la más fácil es hacer llorar al lector, hacerlo reír es algo más complejo, pero hacer que tenga una reacción fisiológica eso sí es difícil porque el erotismo muchas veces es pariente del ridículo, y el erotismo mal llevado provoca risa.
P.- En el libro Hanna utiliza la escritura como recurso para sobrevivir, ¿tiene también para usted la literatura ese componente de refugio?
R.- Para mí la literatura es curiosa e incomprensible. Yo soy una persona escéptica, no soy religioso, intento no ser supersticioso, pero a veces la literatura te asombra. Mi hijo pequeño, Blas, nació con 25 semanas, y nadie sabía muy bien qué iba a pasar. Yo en ese momento estaba escribiendo El conquistador, y el protagonista era un chico azteca que describo con una enfermedad intestinal que más tarde padecerá mi hijo. Esa novela la terminé sin descanso en el bar del hospital durante seis meses y la hice con el propósito de escribirle un destino a mi hijo.
P.- Este último libro, más personal y casi biográfico, supone un cambio de registro en su obra reciente, ¿es una renovación que llega para quedarse en las próximas?
R.- No necesariamente, sí estoy pensando en trabajar en una saga, pero la vida tiene giros inesperados. Ahora estoy trabajando en radio en la que hago una columna diaria, en mi carácter de escritor un día, en mi carácter de psicoanalista en otro, en mi carácter de apasionado de la política… Y los oyentes me están pidiendo un libro en relación con esas columnas. Probablemente haga un mix de las columnas pero en una ficción, no en un libro recopilatorio sino hacer una novela que cuente la historia de un tipo que da su opinión en la radio.
P.- Hablando de futuras novelas, Los amantes bajo el Danubio tiene un final abierto, ¿significa que habrá otra oportunidad para Hanna y Bora?
R.- Sí, de hecho ya empecé a escribir esa historia, pero no sé si va a ser el siguiente libro porque intuyo que me va a llevar muchos años. Al ser una saga familiar aparecerá el encuentro entre mis dos familias y unos personajes parecidos a mi padre y a mí.