Germán Gullón
"Tras la crisis Holanda ya no es el país abierto y liberal de antes"
28 enero, 2013 01:00Germán Gullón
Acaba de publicar la novela 'La codicia de Guillermo de Orange'
Pregunta.- Por cierto, ¿dónde vio la final del mundial?
Respuesta.- Pues la vi en Holanda, en casa de mi cuñado. Nos dividimos en dos estancias, por un lado los que íbamos con España, por otro, los que iban con Holanda. No fue ese día cuando se me ocurrió. La historia la he ido rumiando a lo largo de los últimos años. Desde 2008, año en que comenzó la crisis, Holanda ha cambiado mucho. Ya no es el país ejemplo de libertad, civismo y apertura. Ha surgido un recelo hacia lo extranjero y en concreto hacia lo español.
P.- ¿Y en qué medida está extendido entre la gente ese sentimiento antiespañol?
R.- Bueno, lo cierto es que la mayor parte de la gente no se cree los múltiples prejuicios que muchos políticos y los medios están intentando crear contra España. Hay miles de holandeses que viven en España y saben que es un país con sus problemas pero muy agradable para vivir. En cambio, en el periódico más importante del país, el NRC las crónicas del corresponsal en España demuestran mucha mala fe y un gran desconocimiento de nuestro país. Cada semana puede leerse algo equivocado o destinado a manchar la imagen del país.
P.-¿Lo del cinturón del ajo es de su cosecha o es una expresión que se escucha allí?
R.- No, no. Es una expresión que se utiliza constantemente. En la radio, en la televisión, en los periódicos... Lo utilizan para referirse a España, Portugal e Italia. Es intolerable, aparte de que es un insulto absurdo. ¿Qué problema hay con el ajo? El ajo es buenísimo para el reúma y para preparar unas gambas o un conejo al ajillo. Es un insulto ridículo.
P.-¿Y llegan a remitirse expresamente a la Apología de Guillermo de Orange para descalificarnos?
R.- No expresamente. Pero por ahí colea, de fondo. Ese documento es el precursor de la guerra psicológica. Estaba plagado de prejuicios absurdos, en los que se pintaba a Felipe II como un fanático religioso, y a los españoles cómo árabes, judíos, marranos... Otra vez lo mismo. ¿Qué problema hay con esa mezcla cultural y racial? Es una riqueza de España. A Guillermo de Orange lo tenían un poco aparcado, porque querían parecer un país moderno y neutral. Pero con la crisis se ha vuelto a recuperar su discurso. Es algo que la ciudadanía europea no debe permitir y es lo que quiero precisamente transmitir en la novela: no podemos desenterrar las rencillas del pasado que tanto daño hicieron en nuestro continente.
P.-¿Y cree sinceramente que, como ocurre en el libro, existe una campaña perfectamente orquestada para dañar nuestra credibilidad?
R.- Es difícil afirmarlo. Yo sólo puedo decir que veo en Holanda, un país en el que vivo aproximadamente la mitad del año. Las críticas contra España son continuas y eso, no cabe duda, nos pasa factura. Y también provoca que nuestra prima de riesgo se dispare y que los inversores internacionales prefieran los países del norte de Europa a la hora de colocar su dinero.
P.-¿No le ha propiciado ningún conflicto doméstico este libro?
R.- No, porque no es un libro antiholandés ni mucho menos. A mi mujer y a mi les ha encantado. Hay dos editoriales holandesas de hecho que quieren traducirlo. Y la mayor parte de los holandeses, entre los que no han calado los prejuicios azuzados por la ultraderecha, están conmigo.