En una reconstrucción asombrosa y sin precedentes, el Real Madrid dominó la final afianzado en la voluntad imperecedera que defina a este club. Admirable en la fijeza de su ambición, el equipo de Laso y. Chus Mateo apenas concedió opciones a un Barcelona apabullado por la responsabilidad de una plantilla millonaria, conocedor de su fragilidad manifiesta,
Mientras los blancos se han hecho fuertes con cada dificultad hasta forjar un empeño hercúleo, los azulgranas se han disuelto en sus propias dudas, agotadas las soluciones de Jasikevicius, inferiores físicamente y fatigados por la insistencia de un técnico en exprimir a sus jugadores.
Un empeño modélico forjó una victoria brillante por inesperada, remota en el pensamiento de los aficionados y en las apuestas de los analistas. Nadie daba un euro por este equipo cuando los protagonistas del baloncesto europeo encararon la recta final, el trayecto que define la gloria y el fracaso. El Real Madrid caminaba de derrota en derrota, abatido por las circunstancias, apagado por los resultados.
El carácter que sostiene la confianza se tambaleó por semanas, hasta que hartos de perder por poquísimo o por algo más, los pupilos de Pablo Laso y Chus Mateo resurgieron por etapas. Primero, de forma tímida; más tarde, con zancadas de gigantes. El mérito de esta remontada roza lo inconcebible, pues tantas veces aceleró, las mismas fue traicionado por el destino, que le castigó hasta el final con todas las desdichas imaginables: el infarto de Pablo Laso y la grave lesión de Randolph.
Ajeno a la desesperanza, sin rechistar contra tanta desventura, este Real Madrid de hoy, de siempre, combatió las adversidades con humildad, con el ímpetu de los que buscan la gloria a toda costa. Por adaptarse, hasta lo hizo a jugar sin director de juego, caídos uno tras otro, Bien que se echó en falta en momentos concretos, mas la concentración de Hanga, Causeur y Deck apuntaló la estructura del bloque. Con momentos de fluidez notable, la defensa ganó en envergadura, algo fundamental a la hora de ocupar espacios en la zona propia para ahogar a Davies y a Mírotic.
Además, las variaciones tácticas para contrarrestar el potencial del Barcelona han funcionado con solvencia y la frecuencia precisa. Los pívots madridistas han dominado en fases amplias de la serie, y ayer, Tavares, exprimió su potencial al límite, replicando números del dios, Arvydas Sabonis. La polivalencia de Deck, la velocidad de Hanga y el corazón de. Causeur volvieron ayer a ser definitivos, cuando los azulgranas traspasaron al Madrid la presión de. jugar como locales.
El contraste entre ambos creció con el discurrir de la eliminatoria. El Madrid, exhibiendo su dignidad; el Barcelona, quebrándose paulatinamente. La brecha entre los jugadores y el entrenador la puso de manifiesto Mírotic con sus declaraciones: "No es falta de carácter – la razón esgrimida desde el principio por Jasikevicus. Hacemos lo que nos dicen".
Una frase lapidaria que condena de paso al interesado, porque uno no ha de limitarse a repetir la lección, sino a ofrecer más de lo que le exigen. Unas palabras que retratan a un equipo extraordinario en lo técnico, limitado en lo emocional. Una manifestación que muestra el contraste entre este Real Madrid y este Barcelona: uno, modélico en la adversidad; el otro, entregado a su suerte.