Rajoy emprende el camino de vuelta a Moncloa entre momias
El PP arranca la campaña con una verbena rancia en el Templo de Debod: hits del verano pasado, perritos calientes y votantes estanco.
10 junio, 2016 02:48Noticias relacionadas
- La cultura se la juega el 26J, pero los partidos plagian el 20D
- La novela que explica por qué Francia ha muerto
- Un trabajo de fin de curso que salta a las salas de cine
- Hoy no firma nadie: la Feria de los escritores invisibles
- Mano a mano con Caravaggio
- José María Zavala: "La Memoria Histórica es electoralismo"
- El feminismo se pone flamenco
El Partido Popular se ha cansado de las plazas de toros: anoche inauguró su campaña en el Templo de Debod de Madrid, justo a los pies de Ferraz, casi tomando por asalto el cuartel general socialista con su legión de polos de Lacoste. El lugar elegido -más allá del chuleo estratégico- era también simbólico o, al menos, curioso: el alto donde se ubica el Templo es el mismo en el que un día se levantó el Cuartel de la Montaña. Allí -lo sabe quien revisa su memoria histórica- se inició la sublevación militar de julio de 1936. Allí la sangre desvirgó las paredes de la Guerra Civil española. Pero si nos quedamos con lo estético -con lo grosero de tan evidente- y subrayamos que el Templo de Debod guarda piezas del Antiguo Egipto, se da cuenta uno de que Rajoy ha pegado el primer cartel con su cara en un nido de momias. Con toda la carga poética que eso tiene.
Es verdad que el ambiente, al llegar, recordaba un poco a esas verbenas de pueblo con farolillos que sueñan con ser urbanas. A esas romerías sobadas que se lían el pañuelo de seda al cuello buscando sofisticación. Sin embargo, si se aguza la vista, se distingue a algún tiarrón escupiendo la flema al suelo o a alguna señora rascándose furiosamente el trasero cuando cree que nadie la mira. La musiquilla era también un guiño a la laxitud que redundaba en la nota casposa: se repitió hasta la saciedad el himno merengón, creando esa sensación -tan familiar- de la alarma del despertador del móvil que resucita cada dos minutos. Levántese y vótenos, hombre. Como un mantra jaranero. Luego empezaron a sonar temazos de masas como La Gozadera o Vivir mi vida: carne del verano pasado que incurre en este. Lo dicho: allí andaban todos los ritos viejos a los que les gustaría rebobinarse y hacerse pasar por frescos.
El PP ya 'cumple condena'
Había en el aire un choque de perfumes intensos y grasa de los perritos calientes que ofrecía un puestecillo. Los asistentes no sólo acudían muy arreglados, sino uniformados: abanicos, tacones bajos, trajes de chaqueta. Con esa elegancia y ese porte con el que se acude a los actos hermosos e innecesarios propios de clase social media-alta, como las fiestas de pedida de mano. Las ancianas del brazo de sus maridos eran todas una que se movía muy rápido: esa regia señora con bótox que almuerza sin pasión en restaurantes chic del barrio de Salamanca.
Muchos de los presentes -pocos curiosos había entre el fiel volumen votante- parecían conocerse entre sí y se saludaban como viejos compadres
Muchos de los presentes -pocos curiosos había entre el fiel volumen votante- parecían conocerse entre sí y se saludaban como viejos compadres: "¡Me alegro de verte! ¡Cuánto tiempo!". La media de edad rondaba los 50 años, aunque había diversas excepciones. Dos mujeres de unos 35 años cuchilleaban: "Oye, ¿has visto que Pedro Sánchez ha ido hoy a algo de los de Mongolia? Pobrecito, intentando hacerse el simpático", indicaba una. "Es que está desesperado ya", secundaba la otra. Y risitas cómplices.
Los asistentes más jóvenes iban acompañados de sus familias o pertenecían a las juventudes del PP. "Estamos con muchas ganas, con mucha ilusión. Ya en precampaña hemos estado dándolo todo informando a la gente de cómo tiene que votar". Francisco Cruz, presidente de las nuevas generaciones del PP por el distrito de Salamanca, se da cuenta de que eso último ha sonado raro y matiza: "Me refiero a voto por correo y demás", sonríe.
Yo cuando salgo a la calle y doy un paseo y veo cómo está Madrid y el resto de España... pues quiero que siga mejorando. Es una España mejor que la de hace cuatro años
"Yo cuando salgo a la calle y doy un paseo y veo cómo está Madrid y el resto de España... pues quiero que siga mejorando. Es una España mejor que la de hace cuatro años". Cruz no se fía de las encuestas y cree que hay que luchar "movilizando al electorado" y recordándole "que tiene que apostar por la experiencia" y buscar "la estabilidad". ¿Ha perdonado España las corruptelas de su partido? "No hay nada que perdonar", sostiene él. "Porque el PP ya está cumpliendo condena. Ya se nos ha castigado bastantes veces y muchas de ellas con razón, pero ya está un poco quemado el tema de la corrupción, ¿no?".
'Apuntados' al PP
Pedro tiene 72 años y se mueve por Debod con una banderita azul cubierta de plástico, como protegida de la polución por un enorme preservativo. "Yo no es sólo que haya venido aquí hoy, es que estoy apuntado al PP", me explica. "Desde hace seis o siete años". Los populares son importantes "porque España los necesita, ¿me entiendes? Y me gustan". ¿Cuáles son los puntos que observa en el programa del PP que no encuentra en otros? "Pues ahora no me viene nada..."- ríe nerviosamente-. "Pero yo creo que estos ganan. No con mayoría del todo, pero van a ganar".
José Luis, de 51 años, no tiene pelos en la lengua: "Mira, el único partido serio que hay es el PP: los demás son una pandilla de canallas. Ha bajado el paro... va mucho mejor en economía y yo he conseguido un trabajo indefinido gracias a ellos", relata. ¿Confía en que Ciudadanos apoyará su investidura en el caso de que sea la lista más votada? "Yo no me fío de Albert Rivera, que ése es un judas. Se agarra a lo que pilla y... ¡bum! No, no es de fiar".
Yo no me fío de Albert Rivera, que ése es un judas. Se agarra a lo que pilla y... ¡bum!
Ondean enormes banderas de España. Un tipo con trenza larga y botas me dice, tímido, que está harto de que "por tener el pelo largo se crean que voy con Podemos": "Pero es que yo no me lo pienso cortar", aclara. No hay que hacer drama de esto: todo el mundo tiene un homólogo en el PP. Por ahí va el de Jordi Évole, clavadito con sus gafas frágiles y su camisa de cuadros. Patricio tiene 24 años y milita desde los 18. "Hay que enterarse bien de lo que hace cada uno, ¿no? Y olvidarse de la corrupción, que es de todos los partidos". Lo que más le gusta del PP es "la libertad": "Es mucho más libre en educación, sanidad -siempre que no lo paren los tribunales-...", esboza, con media sonrisa. Le molesta que "por las ganas de sillón de unos pocos", haya políticas populares que se están ralentizando: "Hoy mismo salía la Ley de Adopción, y sigue paralizada porque no ha habido gobierno. Y muchos niños no están siendo adoptados por culpa de esos partidos, de Ciudadanos, Podemos y PSOE", achaca.
Las momias sonríen
El ecosistema tiene, en el fondo, un deje de guateque anticipado, un aquél de celebratorio. A algunos les da por bailar. Cuando se abre el paseíllo de sus políticos, el público arranca en aplausos, se aprieta la chapa contra el pecho y eleva los móviles para captarlo todo. El electorado del PP no es muy de cánticos: se oye, de lejos, algún escueto "¡presidente!", pero no más. Cifuentes, que descorcha el acto con su discurso, hace hincapié en que los populares quieren a este presidente, a éste y no otro.
Dice que votar a Ciudadanos es "votar hacia lo desconocido", que Pedro Sánchez se ha cargado el PSOE -"ahora es sólo PS, pero no por partido socialista, sino por Partido de Sánchez"- y que Unidos Podemos tiene tics de las ideologías totalitarias y son una amenaza para la libertad: "Por sus bolsillos, probablemente, corre el dinero de Venezuela". Se ríe ella de su socialdemocracia. "Y socialdemocracia nórdica, dicen. Lo único que tienen de nórdico es ese programa que han plagiado de Ikea", ironiza.
Socialdemocracia nórdica, dicen los de Podemos. Lo único que tienen de nórdico es ese programa que han plagiado de Ikea
Rajoy -con su corbata granate y los labios casi a juego- se erige como "un proyecto de futuro frente a los radicalismos". Y tiene hasta su momento campechano cuando cuenta que él empezó en política "con 22 años, pegando carteles". Sintetiza su ya celebérrimo programa electoral: "Nosotros no lo estamos cambiando cada cuarto de hora. Es idéntico al del 20-D". Las momias lo respaldan: están envueltas con sus mismos vendajes, los del pasado. Los de la conservación y la incapacidad de cambio, de avance, de limpieza con lejía. Hay desagradables reuniones de mosquitos: se mueven en manada durante toda la noche, hasta el fin del mitin. Andan buscando un gran partido en descomposición al que adherirse hasta nueva orden.