La novela que explica por qué Francia ha muerto
Siempre incorrecta para el canon, Virginie Despentes publica 'Vernon Subutex', un retrato polifónico de la ruina social y política por la que atraviesa el país.
9 junio, 2016 16:04Noticias relacionadas
No sé si es posible, pero imaginemos La Colmena, novela polifónica de referencia en la tradición literaria patria, escrita hoy. Hagamos que vibre con la verborrea de nuestros días, en un lenguaje directo y machacón. Por supuesto, la tercera persona casi desaparece para dejar paso a una voz aplastante en primera, que mientras habla, habla y habla, en un intenso bucle demoledor, descubre las intenciones del que escribe. La que escribe es Virginie Despentes (Nancy, Francia, 1969), que desde su primera novela, Fóllame, lleva la etiqueta de “incorrecta”. Con Vernon Subutex (Literatura Random House) arranca una trilogía en la que no renuncia a las apariencias. Pero hay más.
En Francia hemos aceptado el racismo sin rechistar
“Xavier nunca se ha acostado con Elsa. Él no engaña a su mujer. No es de esos a los que se les llena la boca, “yo soy un buen cristiano señor”, y luego se dedican a meterla en un chochete que no el de su legítima. Tiene una línea casado y es padre, se comporta. Pero con Elsa ha sido más difícil que con cualquier otra. No es solo que lo excite, es que lo trastorna”. Xavier es uno de los cerca de 20 personajes que entran y salen en esta novela, que lleva envoltorio de thriller y esconde un guantazo político.
Virginie Despentes no se plantea otra cosa que no sea la realidad. “Me interesa hacer una carta del ahora y cada libro es así”. Estar atenta a lo que pasa y cómo pasamos de un momento a otro. Y en estos momentos, explica a este periódico, le interesa el derrumbe del Estado del Bienestar y la llegada de la extrema derecha (no sólo a los votos). Su núcleo de acción es Francia, pero está hablando de cualquiera de nosotros, los europeos. Sea lo que sea eso. “Hemos aceptado el racismo sin rechistar”. Desde pequeña se preguntaba cómo fue posible la entrega de Francia a los nazis. “Ahora lo entiendo mejor. De repente, veo posible que nos convirtiésemos en unos salvajes contra los judíos y los comunistas”.
El rock se ha vaciado hasta convertirse en una herramienta de publicidad
Vernon Subutex es un tipo que ronda los cincuenta y se ha quedado sin curro, porque la tienda de discos en la que trabajaba ha cerrado. Año 2006, a las puertas de la Gran Debacle. Vernon está fuera del sistema, en los márgenes, no consigue reincorporarse a la rueda laboral y no tiene dónde dormir. De cama en cama, como tras la pista del criminal. Despentes se retuerce, no entiende cómo en unos pocos años han pasado tantos siglos. La crisis financiera ha inoculado el miedo al desahucio.
El rock es el ejemplo de todo lo que está ocurriendo. “Algo que estaba vivo ideológicamente se ha vaciado hasta convertirse en una herramienta de publicidad. El rock ha muerto, como la literatura y el cine. Ahora entendemos que todo ha sido un plan para acabar con nuestra seguridad”, cuenta, aunque asume sus 47 años. “No encuentro el cine de Occupy, ni la literatura, ni la música. ¿Quién es el escritor de Occupy?”. Entona algo de esperanza al hablar del movimiento Nuit Debout, una réplica tardía del 15M. “Hablan todo el rato de los indignados, es su sueño”.
Hasta Bukowski era un escritor político. No lo ha dejado de leer desde hace dos décadas. “El arte te permite pensar fuera de la propaganda, pero con urgencia política. No tienes por qué ser políticamente correcto”. Aspira a alterar a sus lectores, que salgan de sus libros siendo otros. ¿Cómo hacerlo? “Entro en mis personajes sin condenarlos. Intento evitar la moral. Espero que después de Vernon Subutex puedas entender cosas que han pasado en Francia”.
Los problemas crecen
“No hemos tenido inteligencia, ni sensibilidad, ni curiosidad. No nos interesó acercarnos a los barrios más pobres para comprobar cómo vivían los más pobres. Barrios muy precarios. Y cuando la realidad de los más pobres se impone, provoca un rechazo mucho más violento”, cuenta sobre las raíces de los problemas que padece el país.
Reconoce que su técnica es entrar por una esquina a los personajes, sin enjuiciarlos hasta que estalla en las manos del lector la violencia, el racismo, la depresión. “Y una vez relajado empiezas a sentir cosas más oscuras. Si desde el primer momento descubriese al personaje como un maltratador, no entrarías igual en él”, quiere que nos identifiquemos con los escombros. Porque nadie está libre. Ni siquiera los más privilegiados, porque en la novela se desata la lucha de clases, en la que la clase alta desprecia a las bajas “porque buscan culpables por su depresión”. “Los ricos están muy deprimidos y muy rabiosos en Francia”, resume.
Entretanto los vagos asquerosos de los moros deambulando por ahí, tranquilos, sin dar palo al agua
Otro fragmento que desvela su tono directo y desgarrador, para colocarse en el centro del problema: "¿No sería posible andar doscientos metros por la calle sin tener que soportar los velos, sus manos de Fátima en el retrovisor o la agresividad de sus hijos? ¡Raza de mierda, no me extraña que no los quieran! Él ha ido a hacer la compra en lugar de estar currando porque su mujer no quiere que la tomen por una chacha, y entretanto los vagos asquerosos de los moros deambulando por ahí, tranquilos, sin dar palo al agua, entre parados generosamente mantenidos por los subsidios, se pasan el día en el bar mientras sus mujeres pringan", escribe.
“La amenaza es un rodillo que lo aniquila todo”, dice. La novela rompe con el tópico liberal que encumbra al progreso como única fórmula para progresar. También acaba con el tópico literario. “Tengo ritmo y energía, pero no las herramientas para hacer alta literatura”. No es una novela rock, pero es una novela rap. “Me gusta que cualquier lector puede entrar, no necesita una educación de élite para leerla”. Que cualquiera reconozca el fascismo en sus acciones cotidianas. Y se eche a temblar.