Almudena Cid, sobre Christian Gálvez en su libro: "Hay finales que son los mejores principios posibles"
La exgimnasta ha compartido el camino que ha recorrido desde su separación en 'Caminar sin punteras'.
24 marzo, 2023 17:42Se conocieron en 2007 en el plató de Pasapalabra. Christian Gálvez (42 años) presentaba entonces aquel programa, al que Almudena Cid (42) acudió como concursante invitada. Lo suyo fue amor a primera vista. O al menos eso contaba a los medios el de Móstoles. "Espero que ella sea la mujer de cada momento de mi vida", aseguró una vez sobre la persona con la que al cabo de tres años se casó en una ceremonia civil celebrada en la finca Los Ángeles en Torrelodones.
Los dos triunfaban en esa época en sus respectivas carreras. Él, considerado uno de los presentadores de televisión más populares del país, también comenzaba a hacer sus pinitos en el mundo empresarial. Ella, que en 2008 se retiró de la gimnasia rítmica tras haber participado en cuatro Juegos Olímpicos, se tomaba cada vez más en serio una carrera como actriz que, tras la pandemia, la llevó a empezar a representar en los Teatros del Canal la obra Una historia de amor, escrita y dirigida por Alexis Michalik. Nada hacía presagiar por entonces que aquella relación amorosa ya hacía agua.
Fue en diciembre de 2021 cuando se hizo público que la pareja había decidido poner punto final a su matrimonio. A partir de ese momento, las especulaciones sobre lo que pudo haber pasado se dispararon, aunque sus protagonistas prefirieron no darles alas. "Decían que la clave era que yo no quería ser madre, o que la ruptura era de mutuo acuerdo, o que me iba a vivir a Italia, o que era él quien se había ido de nuestra casa… A veces me preguntaba qué se le pasaba por la cabeza a quien había firmado ese artículo. O a los paparazzis que me fotografiaron entrando en la casa donde iba a alojarme provisionalmente hasta tener un nuevo hogar", comenta Cid en Caminar sin punteras, un libro en el que, entre otras cosas, comparte sus herramientas para avanzar con equilibrio ante los giros de la vida.
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El ensayo repasa también la vida de la vitoriana, desde que a los seis años tuvo su primer contacto con la gimnasia rítmica en la ikastola y, a los catorce, tras pasar por varios clubes, salió de su ciudad natal para incorporarse al equipo nacional en Madrid. "Me separé de mi familia, de mis amigos, dejé mi instituto y emprendí un largo viaje que pasó por diez Campeonatos Europeos, nueve Mundiales, más de cien competiciones internacionales y cuatro Juegos Olímpicos: Atlanta, Sídney, Atenas y Pekín", explica. "Fueron años en los que tuve que enfrentarme a nuevos aprendizajes, a la férrea disciplina de un deporte de élite, al dolor de las lesiones, a la soledad y al rechazo, también a la inseguridad e incluso, al final, a conflictos con mi propia estructura federativa para definir el cierre de mi carrera".
Cuando decidió poner punto final a su vida deportiva, Cid pudo elaborar ese adiós durante meses. Hasta pensó que debía hacer un gesto que lo simbolizara, a modo de ritual de despedida, y fue aquel beso que en agosto de 2008 dio al tapiz del gimnasio de la Universidad de la Tecnología de Pekín. "Los finales sin despedida y sin sinceridad creo que son más difíciles de ordenar", reflexiona en el libro. "Lo que más me costó aceptar de la ruptura de mi matrimonio fue ese final tan brusco. Pasamos de hacer una obra en casa y otra en la parcela de enfrente, donde construíamos una oficina, a no estrenarla y a que me dejara [...]. Cuando vi que no tenía opciones —que no había posibilidad de luchar por nuestro matrimonio, porque me daban los hechos consumados—, sujeté el impulso, no corrí tras él, no lo disimulé y no traté de arreglar lo destruido. Solo continué en movimiento, ese reposo activo, porque es algo que ejercité durante años".
La decisión de Gálvez (que desde febrero de 2022 sale con la presentadora Patricia Pardo) dañó bastante la autoestima de Cid, que por lo visto encontró refugio en su círculo más íntimo (pese a no ser dada a pedir ayuda) y optó por volcar su energía en su ascendente carrera como actriz de teatro. "Nunca creí que mi trabajo sobre el escenario pudiese ayudarme tanto", confiesa. "Me costó considerarme actriz. Muchos años y mucho rechazo de la profesión al principio. Hubo quien me tachó de intrusa, y lo acepté porque la primera que se consideraba una intrusa era yo. Seguía teniendo el mismo concepto sobre mí que cuando era gimnasta: la presión por demostrar día tras día que podía hacerme un hueco, o que al menos tenía el derecho a intentarlo. Si empecé a creer en mí como actriz fue gracias también a la aprobación que comencé a sentir de mis compañeros".
Pero también le sirvió como terapia escribir su libro, donde asegura que recurrir a su experiencia en un ámbito distinto —el de la rítmica— le salvó de quedarse "enredada esperando" a que algo aliviara su dolor, y que hoy se encuentra en un "buen" momento. "Caminar sin punteras habla de cómo sentirte arrasada por un tsunami puede ser la mejor noticia, la oportunidad de volver a construir, pero esta vez en otro lugar y con mejores cimientos", afirma. "Y también de cómo es posible encontrar fuerzas donde no creías y de cómo, a veces, puedes redescubrirte a ti misma mientras tratas de deshacer el nudo en el que se ha convertido tu vida. Algunas relaciones acaban, y está bien así. Hay finales que son los mejores principios posibles y caídas que te enseñan a caminar".