Dice Federico Oldenburg en su libro ‘Saber de vino en tres horas’ (Ed. Planeta) que, “quien necesite una buena razón para vivir en España, aquí la tiene: el vino”. Nuestro país es todo vino. Los viñedos asoman detrás de cada esquina hasta ocupar un largo millón de hectáreas que nos sitúan a la cabeza de los países con mayor extensión de viñedo. De ahí que se necesite tiempo para conocer a fondo todas y cada una de las regiones vitivinícolas.
En el caso de Galicia, parece que todo se reduzca a Rías Baixas y Ribeiro, o a una botella de albariño o de godello, para entendernos. Sin embargo, en esta tierra de vinos ‘imposibles’ coexisten otras tres denominaciones de origen más: Ribeira Sacra, Valdeorras y Monterrei. Como afirma el periodista: “La riqueza del vino gallego no se acaba en las Rías Baixas, aunque probablemente empieza por ahí”.
Pues por Rías Baixas comenzamos.
Rías Baixas, mucho más que albariño
El cultivo de la vid en Rías Baixas se debe a los monjes del monasterio cisterciense de Armenteira (Meis), y que la uva albariño llegó desde el Rin a través del Camino de Santiago. Al menos eso es lo que se ha dicho siempre, aunque la ciencia ha revelado que la viticultura ya existía mucho antes de la llegada de los monjes y que variedades como el albariño son originarias de esta zona.
Sea como fuere, las Rías Baixas son el reino de la albariño. Una uva que da lugar a vinos blancos frescos, fragantes y florales, que tienen la insospechada capacidad de envejecer con dignidad. Una variedad tan asociada a esta tierra que acapara aproximadamente el 95 % de la producción, dejando poco espacio a otras uvas blancas como la loureira blanca, la caiño branco o la treixadura, y que también se da muy bien en la zona de Ribeiro y hasta en Argentina. Pero también hay vinos tintos en Rías Baixas, y muy interesantes, elaborados con caiño tinto, espadeiro, loureira tinta o sousón.
Un vino para descubrir Rías Baixas: Albariño Do Ferreiro, de Bodegas Gerardo Méndez. Fresco, floral, sabroso, elegante y persistente. La marca original de la casa. P. V. P.: 13,50 €.
Ribeiro, demostrando el carácter
Situada en la parte más occidental de Ourense, en la confluencia de los valles de los ríos Miño, Avia, Arnoia y Barbantiño, los vinos de la D.O. Ribeiro están marcados por el singular paisaje de estas bellas tierras y los emparrados en pérgola, elevados del suelo, tan característicos de Galicia. Ahora bebemos Rías Baixas como hace unos años bebíamos Ribeiro. En tacita de porcelana, en la barra de una marisquería y como excusa para pedir otra ración de mejillones. “Los ribeiros han tenido que pagar muy cara su imagen de vino sencillito y popular”, destaca Oldenburg en el mismo libro. No le falta razón. Por suerte, hoy encontramos una nueva generación de viticultores dispuestos a demostrar que sus vinos son mucho más que eso.
Con un clima de influencia atlántica, de temperaturas suaves y una notable pluviometría, en O Ribeiro se cultivan sobre todo uvas blancas como treixadura, loureira, torrontés, albariño, albilla, godello y las foráneas macabeo y palomino, que dan lugar a vinos frescos y aromáticos. En tintas sobresale la caiño, pero también hay ferrón, sousón, brancellao, mencía, garnacha y tempranillo, con las que se elaboran tintos vivos, intensos en nariz y muy expresivos en boca.
Un vino para descubrir Ribeiro: Eduardo Peña 2020, Premio al Mejor Vino Blanco (categoría de Colleteiro -cosechero-) en la cata oficial de la D.O. Ribeiro. Un coupage de treixadura, godello, lado y loureira, sobre lías, sabroso, untuoso y equilibrado. P. V. P.: 14 €
Ribeira Sacra, tintos extremos
Dibujada por las curvas del Sil y del Miño, con un valioso patrimonio de monasterios, arte, cultura y progreso legado a toda Galicia, la Ribeira Sacra es uno de esos paraísos por descubrir. Esta comarca integra veinte municipios del sur de la provincia de Lugo y el norte de Ourense, en el interior de Galicia, en un imponente enclave de gargantas y cañones verticales en los que las viñas parecen querer romper las leyes de la física. Aquí surge la viticultura heroica. Un paisaje único y una tierra singular en la que nacen vinos tintos sumamente especiales.
Se trata de un territorio que guarda toda la esencia de los vinos gallegos, muy vinculados a los Caminos de Santiago. Las tradicionales uvas blancas autóctonas dejan paso aquí a tintas como la mencía, la brancellao y la merenzao, y también la garnacha y la mouratón o negreda. Los vinos blancos son afrutados, con un fino toque de acidez. Los tintos son elegantes e intensos, equilibrados y bien estructurados, redondos y amplios en boca.
Un vino para descubrir Ribeira Sacra: Vía Romana Mencía, el tinto más joven de la bodega en la que se inspiró Dolores Redondo para su Heroica en la novela ‘Todo esto te daré’, en la empinada ladera del Miño. P. V. P.: 8,50 €
Valdeorras, godello entre chimeneas
Hablar de Valdeorras es hablar de godello. A Rúa, O Barco, Rubiá, Petín, O Bolo, Carballeda, Larouco, Vilamartin y A Veiga, son los municipios que conforman esta región vitivinícola, la más oriental de la provincia de Ourense, lindando ya con León, en la que esta uva blanca es la reina, con la mencía sentada a su lado.
Si algo caracteriza a esta denominación es la elaboración tradicional de los vinos en las entrañas de la tierra, en cuevas excavadas en barro con singulares chimeneas de ventilación, conocidas como refugallos, que llaman poderosamente la atención del visitante y definen con su arquitectura la personalidad del paisaje. Valdeorras ha empezado a despertar el interés del mercado, pues sus vinos son la expresión máxima de la tierra. De la godello se obtienen unos blancos de intenso aroma frutal y floral, muy bien estructurados en boca. Y de la Mencía tintos púrpuras, de elegantes aromas a frutos del bosque y una suave cremosidad.
Un vino para descubrir Valdeorras: Godeval Revival Godello, un homenaje al programa de reestructuración de viñedos de Valdeorras, con el que esta bodega recuperó la variedad en los años 70. P. V. P.: 39 €
Monterrei, el resurgir de la comarca
Situada al sureste de Ourense, lindando con la frontera de Portugal y atravesada por la Ruta de La Plata del Camino de Santiago, la D.O. Monterrei basa su atractivo turístico en la riqueza de su patrimonio arquitectónico y en la belleza de su paisaje. El Castillo de los Condes de Monterrei, del siglo XII, merece una visita obligada.
Hoy se sabe que los romanos introdujeron el cultivo de la vid en esta región y, de aquí, se expandió por la comarca en manos de las órdenes religiosas. Entonces el vino servía como tributo para pagar a los monasterios y señores feudales. El viñedo está dividido en dos subzonas, el Valle y la Ladera de Monterrei, lo que da lugar a una gran variedad de suelos y orientaciones que, unido a los distintos microclimas, producen unos vinos muy diferentes entre sí, muy personales y con gran complejidad aromática. Blancos frescos y afrutados, pero también tintos jóvenes y expresivos y algunos más longevos con cierta complejidad, con una calidad cada vez más contrastada que está llevando al resurgir de la denominación.
Un vino para descubrir Monterrei: Souson, de Crego e Monaguillo. Una mezcla de sousón, caiño, merenzao y mencía bien estructurada, untuosa y fácil de beber. P. V. P.: 20 € (tamaño magnum)