Los llamados vinos de montaña proceden de viñedos en altitud y reflejan el carácter del terruño y del entorno que les rodea. Como respuesta al cambio climático, algunos viticultores españoles han comenzado a elevar las parcelas en busca de frescor y a recuperar variedades autóctonas ancestrales aclimatadas a las alturas. Pero hay mucha más enjundia alrededor de esta clase de vinos.
Los vinos de montaña provienen de lugares de viticultura difícil, a veces heroica, donde el incremento de las temperaturas se considera una bendición y no un inconveniente. Bierzo, Gredos, Priorat, Costers del Segre, Moncayo, Ribera del Duero o la serranía de Ronda, son algunos de los sistemas montañosos en los que se producen estos vinos, caracterizados por su frescura, su delicadeza y su elegancia.
Pero para formar parte de esta categoría única y singular no sólo importan los metros sobre el nivel del mar. Andreas Kubach (Península Vinicultores), Michael Cooper (Vinos del Viento) y Richi Arambarri (Proyecto Garnachas by Vintae) nos ayudan a descubrir qué son y, sobre todo, qué no son, los vinos de montaña.
No solo es cuestión de altura
“Que la altitud compensa la latitud y que a más altura se hacen vinos más elegantes es algo que se ha sabido siempre. En Piamonte, en Suiza y también en nuestro Sistema Central, encontramos viñedos viejísimos en altitud y en suelos pobres que no servían para otra cosa”, comenta el Master of Wine Andreas Kubach, co fundador de Península Vinicultores. “Ahora se está produciendo un redescubrimiento o un renovado interés por la altitud debido a los cambios en el clima”.
La personalidad de los vinos de montaña está marcada por la altitud. En general son vinos que sorprenden por su frescura y su elegancia, pero no es tan sencillo como afirmar que cuanto más alto esté el viñedo más fresco será el vino. El clima, el terroir o las variedades de uva que consiguen adaptarse a condiciones tan extremas, aportan matices diferenciadores.
“La altitud es muy importante como modulador del clima, pero es solo uno de los elementos que contribuyen a marcar el carácter de un vino. La orientación, la exposición y la composición del suelo tienen mucho que decir”, puntualiza Kubach. Y también la variedad. “Una garnacha en viñedos de menos altitud da vinos rústicos, pero en altitud tiene la capacidad de hacer vinos de cierta elegancia, algo que no aparece en territorios más bajos”.
La razón de ser de un vino de montaña, asegura el experto, es que refleje lo que la montaña le da a la uva. "Nuestra intención es no maquillar eso". Sus vinos de montaña mezclan la identidad de dos sierras, Gredos y Gata, y se basan fundamentalmente en viejas garnachas de suelos graníticos que destacan el carácter de los viñedos y pueblos de los que proceden.
Cadalso es delicado, floral, con mucha personalidad; Cebreros es poderoso, salvaje, con toques medicinales; y el Vino de Montaña de viñas viejas procedente de plantaciones 'asilvestradas' de garnacha, rufete y piñuela, es el paladín de esa naturaleza montañosa. Un vino que, sin necesidad de aporte de madera, evoluciona estupendamente. Tres vinos de altura, en el sentido más amplio de la palabra, que no superan, en ningún caso, los 10 €.
Vinos heroicos
Michael Cooper es natural de Santa Bárbara (California) pero lleva 20 en España y desde 2013 elabora vinos de terruño en las cuatro denominaciones de origen de Aragón: Somontano, Campo de Borja, Calatayud y Cariñena. Sus Vinos del Viento son el reflejo de la tipicidad y el suelo de cada zona, fruto de una elaboración biodinámica respetuosa con el medioambiente. Viñedos viejos, cepas singulares, mínima intervención. "Se trata de que los vinos se expresen de manera natural", defiende el productor. Una expresividad que responde a un trabajo en el campo especialmente complicado.
“Si hablamos de las virtudes de la viticultura de altura o de montaña, también hay que hablar de las dificultades. El cambio climático está afectando a todo tipo de cultivo, y los viñedos y las uvas no son una excepción”, explica. “En los últimos cinco años hemos visto más heladas en primavera y tormentas con granizo al principio del verano. Como los viñedos en altura suelen brotar ligeramente más tarde que los de zonas más bajas o mediterráneas, están más expuestos a este tipo de riesgos”.
Por no hablar de la fauna. “Algunos animales, como corzos, jabalíes y pájaros de todo tipo que viven en las zonas montañosas se comen las hojas, las uvas y generan múltiples destrozos en los viñedos”.
Sin embargo, a pesar de las complicaciones, elaborar en zonas altas tiene su recompensa. “Cuando cato los vinos que elaboro en zonas más bajas y los comparo con mis vinos de zonas altas, noto menor concentración de color en los primeros y más fruta roja y frutos rojos. Los vinos de altura suelen tener una capa más alta y expresan más la fruta negra, las bayas silvestres o el monte bajo. Tienen taninos más pronunciados y son más aptos para la guarda, mientras que los de zonas bajas resultan mejor para el consumo inmediato”.
El Garnacha Old Vine (11 €), el Ermita Santa Bárbara (16,90 €) o el Garnacha Blanca (7,90 €) de Vinos del Viento son tres buenos representantas de toda esta complejidad. Son vinos elaborados con cepas viejas plantadas a más de 600 m, y los viñedos de los dos últimos se encuentran realmente en las montañas, en valles entre picos.
Oda a la garnacha
El Proyecto Garnachas de la compañía de vinos Vintae rinde homenaje a una variedad históricamente denostada por su dura viticultura. Una uva por la que tanto Richi Arambarri, CEO de la 'cuadrilla', como Raúl Acha, director técnico, sienten auténtica devoción. Ambos crecieron en el Alto Najerilla, la zona riojana con mayor concentración de viñedos viejos de garnacha. Sus viñas familiares son el punto de partida para explorar el valle del Ebro en busca de las uvas que mejor trasladen a la copa el paisaje del que proceden.
“La garnacha es una variedad de primera clase mundial y queremos demostrarlo a partir de seis vinos elaborados en cinco zonas distintas de Aragón, Cataluña y Rioja, donde hemos buscado y recuperado viñedos antiguos”, explica Arambarri. “En un país donde hay dos climas dominantes, el mediterráneo y el continental, que se caracterizan por veranos muy calurosos, la altitud es una clave absolutamente fundamental a la hora de encontrar el equilibrio en los vinos”.
No en vano, las mejores regiones vitivinícolas de España están elevadas. Algo querrá decir eso. “En la meseta castellana, Ribera del Duero o Toro, los viñedos se encuentran a unos 700 m de altura. Y en zonas de Aragón como Cariñena o el Pirineo, se combina el estilo típico de los vinos aragoneses, licorosos y caramelizados, que tanto gusta al consumidor, con las notas frescas y balsámicas que surgen del equilibrio y la madurez que aporta la altura”.
De los seis vinos que conforman la gama, la Garnacha Perdida del Pirineo (20,50 €) proviene de un viñedo plantado entre 750 y 900 m de altura y pone de manifiesto esa estabilidad de frescura y acidez tan difícil de encontrar en otros puntos de España. Es un tinto que procede de una viña muy especial a poco más de 20 km en línea recta del Pirineo, en Uncastillo, localidad zaragozana de las Cinco Villas. Richi y Raúl la descubrieron por casualidad en 2015 y se enamoraron al momento de esta sutil garnacha de altura. “Está literalmente ‘perdida’ en la montaña, rodeada de bosque, tiene hasta un antiguo torreón medieval de vigilancia... Es una preciosidad”.