El drama psicológico años después de una agresión sexual: "Te sientes sola, aislada y rota"
Dos mujeres han relatado a EL ESPAÑOL su experiencia, el proceso que han vivido después y las secuelas con las que han tenido que lidiar.
9 junio, 2024 02:01La burbuja de seguridad de Silvia (nombre ficticio para proteger su identidad) se rompió con tan solo 14 años, cuando un chico con el que había quedado un par de veces, la invitó a su casa "para ver una película, lo típico". Pero en este caso, no había nada de 'típico'. Al principio se besaron, pero, cuando ella le pidió que parase, él forzó la penetración y la violó. Cuando todo acabó, Silvia se lavó y se marchó.
Aunque cada caso es distinto y cada persona puede vivir la violencia sexual de forma completamente diferente, hay algunos síntomas que suelen ser comunes, expone Ana Santos, psicóloga de la asociación Cavias. Las víctimas pueden sentir tristeza y culpa y tienden a aislarse después de una agresión o abuso sexual, añade. Lo importante es normalizar cualquier respuesta que se pueda observar: "No podemos juzgar síntomas que veamos y que no nos parezcan los adecuados de la situación".
Al principio, Silvia ni siquiera reconocía que había sufrido una violación. "Para mí fue mi primera vez y ya está". Llegó a pensar que el dolor era frecuente las primeras veces que se mantienen relaciones sexuales. Normalizó que, en casos como el suyo, que se presentan problemas para la penetración, el chico continuara hasta conseguirlo, aunque ella le dijera que no.
Además, cuando fue a hablarlo con sus amigas, se encontró con juicios en lugar de la comprensión que esperaba. Aún hoy, las supervivientes de violencia sexual se encuentran con muchas personas que se preguntan qué llevaba puesto, con quién iba o si había o no consumido alcohol o drogas. La psicóloga habla de la victimización secundaria, que se produce cuando puede acabar pesando más la reacción y el juicio del entorno pesa más que el hecho de la agresión.
La historia de Eva tiene un comienzo semejante a la de Silvia. Ella también conocía a su agresor, era "un amigo muy cercano". Cuando ocurrió tenía 15 años y una década después aún recuerda esos momentos "como en fotos", aunque no es capaz de rememorar toda la secuencia de lo que pasó. Se conocían desde la infancia y, además, él era el novio de su mejor amiga. "Íbamos juntos a todas partes". Una noche, como otra cualquiera, estaban en un parque de la urbanización en la que residían, aunque esta vez era la primera que bebían alcohol. Cuando su amiga se marchó, él comenzó a besarla y a realizarle tocamientos. "Le decía todo el rato que no, como podía porque lo tenía encima. No me podía ni mover", recuerda.
En el 90% de los casos, ellas son las víctimas y, en el 95%, ellos los perpetradores, afirma el Ministerio del Interior en el último informe sobre delitos contra la libertad sexual. En España se denuncian ocho violaciones al día, pero suponen solo el 8% de las agresiones sexuales, según datos de los ministerios de Interior e Igualdad.
Aunque con el tiempo pudieron hablar del tema con sus amigas y con sus parejas, sus familias no tienen constancia de ello. "Te sientes sola, aislada y rota", lamenta Silvia. Y es que la culpa y la vergüenza de las que habla Santos han acompañado a las protagonistas de este reportaje.
La Guía de autoayuda para mujeres víctimas de una agresión sexual reciente, elaborada por el Hospital Clínic de Barcelona, indica que estas mujeres pueden vivir una reexperimentación del trauma (recordarlo una y otra vez), miedo o ansiedad, sensación de irrealidad y culpa o vergüenza. Además, pueden mostrar conductas evitativas con todo lo que les pueda recordar a ese momento. También pueden cambiar su propia imagen e, incluso, su funcionamiento diario. El documento sugiere aparcar las obligaciones durante unos días y rodearse de un entorno seguro para ir recuperando la confianza.
Las secuelas que soportan actualmente Silvia y Eva son, sobre todo, de ámbito sexual. El trauma ha provocado que Silvia tenga problemas cuando se acuesta por primera vez con un hombre. "No dejo que me toquen, me crea mucho reparo y rechazo". La joven explica que, más de una década después, no es capaz de tener sexo con otra persona si no hay confianza entre ellos. "Necesito sentir que nadie me va a volver a hacer daño en ese ámbito tan vulnerable".
Eva, directamente, no puede mantener relaciones sexuales y le cuesta mucho tener acercamientos con hombres, sobre todo si hay atracción de por medio. "Si un chico me gusta me cuesta mirarlo y hablar con él". Esto no ha sido siempre así. Antes de reconocer que había sufrido una violación, sí podía relacionarse con ellos en un plano afectivo-sexual. Lo hacía, aunque no le interesaba en absoluto, porque quería "ser normal", como sus amigas. "Algo dentro de mí estaba roto y mi forma de arreglarlo era taparlo, parecer que era como el resto".
A las dos les llevó años ser conscientes de lo que les había pasado y ponerle nombre. De hecho, Silvia se dio cuenta cuando comenzó a ir a terapia por otro motivo. En esa fase de negación, el consejo de Santos es acompañarlas, escucharlas y recomendarles que busquen ayuda de un profesional especializado en este tipo de casos. Bajo ningún concepto se le debe presionar o forzar para que reconozca algo para lo que no está lista, establece la psicóloga. "Ella es la que está en ese proceso y hay que respetar su ritmo y sus necesidades para no hacerle más daño".
Cuando el lobo está en casa
Tanto Silvia como Eva fueron agredidas por conocidos, como en el 80% de los casos, según Sexviol, una red de investigación científica sobre las violencias sexuales en España. Esto aumenta el sentimiento de inseguridad porque hace temblar los cimientos de su confianza, detalla Santos. "Si su amigo o, incluso, su novio les hace algo así, ¿en quién pueden confiar?".
En este sentido, otro aspecto importante es si tienen que volver a coincidir con su agresor. Silvia tuvo que seguir encontrándose con el suyo porque tenían amigos en común y, además, era conocido de su expareja. "Al principio era verlo y echarme a llorar", cuenta. Eso fue antes de reconocer lo que le había ocurrido. Una vez que le puso nombre lo que sentía era rabia: "Me preguntaba por qué me había pasado a mí, por qué le había dejado que me hiciera eso". Para protegerse acabó ignorándolo cuando se veían, le contestaba de forma cortante e intentaba evitar cualquier oportunidad de conversación. El trabajo con el psicólogo fue crucial para que pudiera superar esas ideas y tener compasión consigo misma.
El caso de Eva es parecido. Su violador era su amigo y siguió siéndolo durante bastante tiempo. En ese momento tenía "anestesiados" los sentimientos negativos que le había provocado esa persona. "Si sentía que la culpa era mía, ¿cómo le iba a decir algo a él?". Ya no mantiene ningún contacto con su agresor, pero cuando se lo cruza por la calle no es capaz de recriminarle lo sucedido o hacerle el vacío. "Mi cuerpo reacciona solo y respondo como si me cruzara con cualquier otro que conozco de siempre".
Cómo ayudarles a superarlo
Aunque la mujer afronte que ha sufrido un abuso o agresión sexual, la primera fase, puede que no termine de creérselo. Sin embargo, cuando se apropia de su historia y comienza a normalizar la situación, el tratamiento pasa a una siguiente etapa en la cual se le ofrece herramientas que trabajen las secuelas, expone la profesional. El resultado del proceso terapéutico dependerá de factores como la estrategia, problemas psicológicos previos o el entornos que rodea a la paciente, entre otros.
Santos hace hincapié en que lo más importante es escucharlas y, sobre todo, no poner nunca el foco en ellas y hacerles ver que no tienen ningún tipo de responsabilidad. "El único culpable es él y no hay nada que pueda justificar esa agresión".
Eva hace un apunte similar y subraya la importancia de enseñarles a las niñas a reconocer lo que les ha pasado para que no sientan culpa ni vergüenza y lo cuenten. "Si no, tú te ves sola con una situación que no entiendes, no sabes gestionar", explica. Y añade que "a la larga, con los años solo te produce un montón de consecuencias psicológicas y encima tienes que pagar tú para que alguien te las traten".
Aunque la psicóloga lamenta la falta de recursos especializados y gratuitos de los que disponen las supervivientes, afirma que, desde la consulta, el profesional puede trabajar con ellas para que la situación le afecte "lo menos posible".
Este apoyo y evitar que les cueste "un peregrinaje" encontrar ayuda, son elementos fundamentales para que, por un lado, la sociedad les quite la etiqueta y, por otro, ellas mismas no sientan que siempre serán las víctimas perpetuas, asegura Santos.