El doctor que ha logrado que una mujer dé a luz con el útero de su madre: "Es como ir a la Luna"
"Maira estuvo dentro del útero que ahora está en su interior" / "Yo quería ser ginecólogo de pequeño porque no entendía cómo podía salir un bebé de una mamá" / "Hemos conseguido algo que parecía imposible" / "¿Por qué podemos trasplantar una cara a una persona que sufre pero no un útero a una mujer?"
24 enero, 2024 01:46Francisco Carmona es de esas personas cercanas, que contestan con efusividad y siempre dan alguna respuesta entre risas. Ese carácter se ha forjado después de estar más de 30 años con la bata puesta, cuidando pacientes. Es una autoridad mundial en el tratamiento de la endometriosis, pero este enero de 2024 se ha convertido en protagonista por un nuevo hito en su carrera: ha sido el responsable del nacimiento del segundo bebé de una mujer trasplantada de útero en España.
Un nacimiento que ha sido posible gracias a la donación del útero de la madre de la protagonista de esta historia. "Maira estuvo dentro del útero que ahora está en su interior", dice orgulloso Carmona. "Es un hito médico y científico que tiene mucho mérito. Es un cambio absoluto de paradigma médico", remacha.
El jefe del servicio de Ginecología del Hospital Clínic de Barcelona ha logrado esta proeza médica en compañía de Antonio Alcaraz, jefe del servicio de Urología y Trasplante Renal, y el resto de su equipo. Maira Montes es ya la segunda mujer que pasa por sus manos. Primero fue Tamara Franco, allá por 2022. En esa ocasión, el útero fue donando por su hermana. De aquella nació Jesús, y ahora le ha tocado el turno al pequeño Manuel.
[Hito de la medicina española: realizado con éxito el primer trasplante de útero en nuestro país]
Ambas sufren síndrome de Rokitansky, una enfermedad rara de origen genético que provoca que la mujer nazca sin útero, condición sine qua non marcada para que se pueda realizar un trasplante de útero.
La intervención se produjo el 4 de abril de 2022 y, como cuenta Carmona, desde entonces todo ha ido rodado. Que no se confunda el lector. Que algo vaya sobre ruedas no quiere decir que sea fácil. El trasplante de útero y el posterior embarazo y parto son procesos tremendamente complejos no exentos de grandes dilemas éticos.
¿Qué diferencias han existido entre el primer trasplante y el segundo?
Ha sido todo mucho más fácil. La cirugía fue muy compleja, como siempre, pero todo el proceso de después ha sido superfácil. Maira se quedó embarazada a la primera y el embarazo ha ido sin ningún problema.
¿Cómo está la paciente?
Maira está diciendo que cuándo se puede quedar embarazada por segunda vez.
¿Y podría haber un segundo embarazo?
Sí. De hecho, parece que lo va a haber. Ella tiene muchas ganas y por nosotros no hay problema.
En el caso de Tamara, el útero se le retiró después de dar a la luz. Esta vez ha sido distinto y la paciente se ha quedado con el órgano.
Exacto. El objetivo del trasplante es el embarazo. Conseguir que la mujer cumpla su deseo gestacional. Tamara tuvo muy claro que no se quería embarazar más veces y a nosotros nos pareció también muy bien. Cuando ella tuvo claro que no quería tener más niños, para evitar el riesgo de inmunosupresión, decidimos quitar el útero. En el caso de Maira, que ha ido muy bien y se plantea tener la parejita, en cuanto pase el tiempo mínimo prudencial, que es de un año, volveremos. Durante todo ese tiempo, por supuesto, la vigilaremos y la seguiremos teniendo controlada.
¿Cuál es el nivel de complejidad de esta operación?
Todo el proceso es muy complejo. Primero está la complejidad técnica que supone trasplantar un útero, que es muy grande. El útero es un órgano muy especial. Cuando una mujer no está embarazada, debe pesar 40 o 50 gramos, y al final del embarazo va a pesar entre kilo, kilo y medio. Es tremendo cómo cambia este órgano y cómo cambian sus arterias y sus venas.
Mientras, durante la operación, hay que ser extremadamente cuidadoso con esas venas, que son de mírame y no me toques. Cualquier cosa las puede lesionar y, si se lesionan, te quedas sin útero. Además, la anatomía de esas venas es tremendamente variable entre una mujer y otra. Hay que adaptar cada cirugía a cada caso. Se podría equiparar al trasplante de cara, que tiene muchas venas, pero en el útero es la ley del todo o nada. En la cara, si una vena no queda bien o se trombosada, pierdes un trocito. En el útero, pierdes el órgano.
Luego hay que conseguir que la mujer se embarace, vigilar de una manera muy cuidadosa y precisa a ese feto. Hay una gran complejidad añadida.
Con todo esto, cuando se consigue y se llega a término con éxito, ¿qué se le pasa por la cabeza a un médico como usted?
A nivel profesional, tienes una sensación de plenitud total. Yo quería ser ginecólogo de pequeño porque no entendía cómo podía salir un bebé de una mamá. Después de todos estos años, junto con el doctor Alcaraz y el resto del equipo, hemos conseguido algo que parecía imposible.
Hemos logrado ayudar a dos mujeres a alcanzar su sueño, pero ya no es sólo eso. Hemos contribuido a que la medicina avance. Aunque parezca que sólo hemos ayudado a esas dos mujeres, las técnicas que hemos aprendido se están aplicando a otras personas. Por ejemplo, el doctor Alcaraz, que es el cirujano de trasplantes en este proyecto, ha aprendido a anastomosar venas tremendamente frágiles. Eso ha hecho que puedan hacer trasplantes de riñón en niños de 15 kilos. Nosotros lo mismo. Lo que hemos aprendido en esas cirugías tan complejas ahora estamos intentando aplicarlo a mujeres con cáncer, con endometriosis, etc. Es decir, no sólo es para esas mujeres.
La sensación de haber hecho algo trascendente, que sirve para muchas personas, es muy especial, de orgullo, de felicidad. No sé cómo describirla.
En un futuro, ¿el trasplante de útero se podría realizar más allá de mujeres que sufran el síndrome de Rokitansky?
Ese es nuestro deseo. Una vez tengamos hechos los primeros casos, que son cinco, existen muchas más mujeres que pueden beneficiarse de esto, como mujeres que han perdido el útero porque han tenido un tumor uterino o que tienen úteros que no funcionan, por el motivo que sea. Es verdad que para ser madre hay otras soluciones, como la adopción, pero para embarazarse hace falta un útero.
Esto que plantea es justo la polémica que hay alrededor del trasplante de útero. Hay quien considera que no merece la pena correr los riesgos de esta intervención porque no es un órgano vital.
Es verdad, no es un órgano vital, pero la esterilidad es una enfermedad. Así lo reconoce la OMS. Nosotros, como técnicos, hemos demostrado que es posible, que hay una solución técnica para un problema médico. Ahora es la sociedad la que tiene que debatir, la que tiene que dar respuestas a las preguntas. ¿Por qué podemos trasplantar una cara a una persona que sufre muchísimo, pero no podemos trasplantar el útero a una mujer que sufre muchísimo? Las mujeres que no pueden quedarse embarazadas sufren muchísimo. Tenemos casos de suicidio. ¿Por qué no podemos trasplantar un útero? No lo sé, eh. No me estoy posicionando ni a favor ni en contra, simplemente estoy diciendo que esto es factible y que podemos ofrecer la posibilidad de gestar a mujeres que de otra manera no lo conseguirían.
Si se abrieran las restricciones que comentábamos antes, ¿podríamos tener un panorama en el que el trasplante de útero fuera tan habitual como el de corazón, por ejemplo?
Bueno, el de corazón tampoco es tan frecuente. Como el de riñón, seguramente no. La insuficiencia renal es un problema muy frecuente.
Casos potenciales hay muchos. El síndrome de Rokitansky es una enfermedad rara que afecta a una de cada 5.000 mujeres, pero si juntamos mujeres con malformaciones, que tienen úteros que no funcionan o que tienen ausencia por otros motivos, podría ser. No una solución frecuente, pero más frecuente de lo que es ahora.
Estamos en fases precursoras, pero esto ha venido para quedarse y creo que va a poder ser la solución para más mujeres de las que nos imaginamos ahora.
¿Cree que los xenotrasplantes se podrían llegar a aplicar al trasplante de útero?
Más que los xenotrasplantes, hablaría de un útero artificial. Hay equipos en Israel, y en Estados Unidos están también avanzando mucho y han sido capaces de mantener vivo en el laboratorio un embrión de rata 15 días. Teniendo en cuenta que el embarazo de la rata son 30 días, no está mal.
También hay equipos en Barcelona que están trabajando en placenta artificial y que están consiguiendo transferir embriones de oveja muy prematuros a la placenta. Puestos a soñar y a hacer ciencia ficción, ¿sería posible trasplantar a una placenta artificial un embrión de laboratorio? Ya lo veremos.
La tecnología avanza muy rápido y, de nuevo, insisto, es importante el debate social sobre todas estas tecnologías y su aplicación. Hasta dónde debemos llegar. Que lo tengamos presente y que no tengamos miedo a debatirlo.
Con estos dos éxitos, ¿España cómo se coloca en este campo?
Estamos en la Champions League (risas). En el mundo, hay ocho equipos que han sido capaces de hacer más de un caso. Está el equipo sueco, el equipo alemán, el equipo brasileño, tres equipos en Estados Unidos y nosotros. Para que nos hagamos una idea, quirúrgicamente hablando, es como ir a la Luna. Bueno, pues estamos en el grupo de países que la han pisado.
¿Tendremos más noticias del resto de mujeres del estudio?
Tendremos. No inmediatas, pero tendremos.
Ha conseguido un hito en la medicina pero, ¿qué otros retos tiene por delante?
Como cierre de mi carrera, que yo ya tengo mis años, me gustaría que el trasplante sea una técnica establecida, de la misma manera que hemos logrado que se hable de endometriosis y de la salud de la mujer. Que estuviese al alcance de todas las mujeres que deseen tener un embarazo. Dejarlo consolidado. Acabo de hacer 65 años y me quedan los años que me quedan. Por lo tanto, siendo realistas, consolidarlo es ya mucho.