Doctor Hall, el sabio de la biomedicina: "Nunca curaremos el cáncer, será una enfermedad crónica"
"Lo óptimo será vivir muy sanos hasta los 85, cuando caigamos muertos" // "Si los negacionistas no ven la ventaja de la vacuna, nadie les convencerá" // "La vacunación en España es increíble, en Suiza es una vergüenza".
25 septiembre, 2021 02:17Noticias relacionadas
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Pocas horas después de aterrizar en Bilbao para recoger el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Biología y Biomedicina, Michael Hall, catedrático de Bioquímica en el Biozentrum de la Universidad de Basilea (Suiza), se hacía viral en las redes sociales por llamar "idiotas" a los antivacunas. Causó revuelo, pero fue una certera presentación de su discurso: preciso, directo y a veces socarrón, pronunciado en un perfecto español con acento de Puerto Rico, en donde nació en 1953.
Hall comparte el galardón con David Sabatini, catedrático del MIT, por descubrir la vía mTOR (mammalian Target of Rapamicyn), el mecanismo que regula el crecimiento de las células. Un hallazgo que partió de la rapamicina, un inmunosupresor sintetizado a partir de un hongo recogido por una expedición científica en los 60 a Rapa Nui, la Isla de Pascua. "Es una historia de bioquímica científica muy, muy interesante. ¡Y no lo digo solo porque yo sea el protagonista!", rememora Hall, gozoso. "Empezó en una tierra lejana, desconocida, y ha ido creciendo, desbordándose en otros campos hasta nuestros días".
Esas áreas incluyen posibles terapias contra enfermedades neurodegenerativas como el párkinson o el alzhéimer, la obesidad, la diabetes y especialmente, por su potencial para inhibir la reproducción celular, contra el cáncer. Pero Hall es el primero en enfriar las expectativas. "El cáncer cambia muy deprisa, los tumores se vuelven resistentes. Si un medicamento alarga la vida tres meses, ya lo consideramos un éxito. Por eso creo que nunca lo curaremos. Vamos a hacer de él una enfermedad crónica, cambiando de fármacos, de tratamientos y de dianas terapéuticas".
La vía mTOR se ha definido de una manera que nos entusiasma a los que trabajamos en Internet: el 'gestor de proyectos' -project manager- de la célula.
Yo lo veo más como su cerebro: capta los nutrientes que hay alrededor y decide a partir de ahí cómo se va a comportar la célula.
Antes de describir este mecanismo, ¿se consideraba que la célula usaba los nutrientes y crecía de forma un tanto arbitraria?
A grandes rasgos sí, y era una idea muy extraña: que el crecimiento celular no estuviera controlado, que fuera un sistema pasivo. Ahora sabemos que nada en la biología es arbitrario. Todo funciona según un mecanismo exacto, de precisión.
¿Cómo definiría usted su descubrimiento?
Primero, lo más importante que hemos descubierto es que el crecimiento está controlado por un mecanismo en todos los seres vivos: levaduras, plantas, animales y seres humanos. Esto es fundamental. Todos nos conocen por haber descubierto TOR, la proteína que funciona como 'interruptor' del sistema, pero eso es secundario para mí. No sabíamos por qué funcionaban fármacos inmunosupresores como la rapamicina. Nadie se había preguntado cómo se controlaba el crecimiento celular, porque no se pensaba que hubiera algo controlando.
Una de las dimensiones más interesantes del trabajo que describe es el salto de la ciencia básica a la práctica. ¿Lo considera una historia de éxito?
Sí. Nosotros empezamos lo que llamamos una curiosity driven research ("investigación guiada por la curiosidad"). No sabíamos a dónde íbamos a llegar, solo que teníamos un material muy interesante, aunque puede que no importante. Pero nos interesaba la relación con los fármacos inmunosupresores que nos habían permitido el trasplante de órganos, una revolución médica en los años 80-90. Nadie sabía cómo funcionaban, hasta que descubrimos que se fijaban a la proteína TOR.
El mecanismo también explica otro factor que obsesiona al planeta: cómo la restricción calórica está relacionada con la longevidad.
Es otro ejemplo de cómo la investigación sobre TOR nos ha abierto nuevas áreas. Descubrimos que lo que activa este interruptor son los nutrientes. Y al tratar las células con rapamicina, vimos que se comportaban como si estuvieran en ayunas. Así que podemos simular la restricción calórica usando este fármaco, sin necesidad de ayunar. Lo hemos observado en gusanos, en levadura, en moscas; después, como gran paso, en ratones. Ahora mucha gente está tomando rapamicina para vivir más tiempo, pero todavía no hemos hecho los ensayos en seres humanos. ¡Lo están haciendo ahora con monos y perros!
¿Usted cree que ésa es la vía, tomar fármacos para aumentar nuestra longevidad?
Yo creo que eso es precisamente lo que no debemos hacer. Yo pienso en el mito griego de Titono, el amante mortal de la diosa Eos: ella le pidió a Zeus que le concediese la inmortalidad, y lo hizo, pero resultó que envejecía eternamente, hasta el punto de desear morir sin poder hacerlo. Nosotros queremos lo contrario: lo óptimo será vivir muy sanos, sin necesidad de ir al médico, hasta el día, pongamos a los 85, en el que caigamos muertos. ¿Por qué íbamos a necesitar más gente en este mundo? ¿No hay suficientes problemas ya? ¿Y por qué necesitamos una vida más larga? Es más importante la calidad de vida.
¿La base para una vida longeva pero saludable pasa necesariamente por tomar menos calorías?
En los ratones, eso funciona. En los humanos, todavía no podemos asegurarlo. Pero desde 1935 ya se relaciona la restricción calórica con una vida más sana.
Los estudios observacionales parecen indicar que así es: las personas que ayunan tienden a vivir más, y sufren menos enfermedades degenerativas.
Pero son evidencias anecdóticas. Hay que estudiarlo en profundidad, y controlar la dieta en ensayos aleatorizados es muy difícil.
¿Cómo valora que, precisamente ahora que la ciencia ha hecho frente a un reto como la pandemia, proliferen movimientos hostiles y negacionistas?
Yo no entiendo a esta gente. No sé qué motivación tienen para engañar a los demás. ¿Lo hacen para ganar dinero? En EEUU están vendiendo productos y fármacos que dicen que funcionan mejor que las vacunas. ¡Y esos sí se los toman!
Es lo paradójico: muchos no ponen en dudas otras medicaciones, ni siquiera otras vacunas, solo las de la Covid que tienen una eficacia mucho mayor.
¡Y miles de millones las han tomado ya! Podemos decirlo: funcionan. Yo estoy vacunado, soy científico, entiendo como funcionan. Considero a las de ARN mensajero menos peligrosas todavía que las vacunas tradicionales, que te inyectan un virus. Esta gente es idiota.
A ese respecto, escuchamos a divulgadores y médicos abogar por no confrontar con los negacionistas, sino tratar de convencerlos con evidencias.
Los que yo he visto son gente que no se puede convencer. Las ventajas de la vacuna son tan obvias que si no lo ven ellos mismos, nadie les va a poder convencer.
¿Está a favor entonces de las restricciones de acceso a los no vacunados, en los lugares públicos y laborales? ¿Una forma de castigo, digamos?
Es la única manera. Pero en España funciona muy bien. ¡Es increíble! Los españoles han aceptado la vacunación de forma generalizada.
Un informe de la Fundación BBVA explicaba que los españoles son los europeos que más confían en la ciencia y en la Sanidad por venir de años de atraso, y por asociarlas al progreso que llegó después.
Por eso los países van así [ondea con la mano]. España va hacia arriba, Estados Unidos hacia abajo. En Suiza vamos por menos de un 60% de vacunados. Es una vergüenza, son casi los peores de Europa. Tenemos una imagen de un país muy organizado y responsable, pero son los españoles quienes realmente se están comportando así.
¿Cómo se apela a la vocación por la ciencia básica entre los jóvenes?
Hay que introducirles en la ciencia muy pronto, desde la escuela. La vida del científico no es fácil. Los jóvenes quieren ser ricos, y en general uno no se hace rico con la ciencia. Hay que amarla, tener curiosidad, y para quien tiene esa pasión, es una vida magnífica.
El problema de la precariedad entre los jóvenes científicos en España no es que no se hagan ricos, es que son pobres.
Sí, eso es verdad. Es un gran problema. Pero ahí es dónde el Gobierno tiene que intervenir. Suiza es un país muy pequeño, sin recursos naturales. ¡Es pura montaña! Debería ser pobre, pero ha invertido en educación, investigación e innovación. En el cerebro de la gente. Y por eso estoy aquí, porque le dedica mucho dinero. Es el modelo para otros países. Invertir dinero en la ciencia no tiene riesgo, siempre paga.