Susan Alberts, bióloga evolutiva: "La ciencia no es feminista, pero nos quita la venda de los ojos"
"Sobrevivimos mejor y tenemos una mayor longevidad si nuestras redes sociales son fuertes"/"Si no eres consciente de la desigualdad entre hombres y mujeres en el mundo, no vas a formular las preguntas correctas y no vas a ver los patrones"/"Jane Goodall y Diane Fossey nos abrieron camino".
24 junio, 2023 03:49Suzanne C. Alberts, catedrática de Biología y Antropología Evolutiva en la Universidad de Duke, pasea por Bilbao con el estupor de ver su retrato colgado de banderines y en las marquesinas de los autobuses. "Nos sentamos en un banco junto a la ría, miré hacia arriba, y ahí estaba mi foto. Mi pareja sacó una foto y se la mandó a mis hijas: '¡Tu madre es una rockstar!'". La ciudad se ha engalanado para conceder los Premios Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento, que Alberts ha ganado en su categoría de Ecología y Biología de la Conservación.
Comparte el galardón con otras dos investigadoras de gran significado para ella: Marlene Zuk, pionera en el estudio entre parasitismo y reproducción sexual, y Jeanne Altmann, su mentora. Ella le abrió las puertas del proyecto de investigación con los babuinos del Parque Nacional de Amboseli en Kenia, una comunidad de 2.000 individuos con los que compartimos el 94% del genoma. Ahí, Alberts y Altmann documentaron que los machos reconocían a sus crías pese a tener múltiples parejas, y cuidaban de ellas. O que las hembras tejían redes de apoyo y colaboración entre ellas, comportamientos considerados por la tradición como exclusivamente humanos.
¿Es necesario un mayor reconocimiento de la ciencia y celebraciones de esta envergadura para lograr que la sociedad la valore?
Por supuesto. La ciencia tiene una importancia superlativa para la sociedad, implica soluciones para todos nuestros problemas excepto los políticos. La ciencia no puede abordar la política de forma eficaz, pero nos proporciona el conocimiento que informa al discurso social. Y le estoy agradecida a la Fundación por la forma en la que elevan la creación científica y cultural. ¡Nunca podríamos elevarlas demasiado! Hablando como científica, creo que nuestros principales retos son el cambio climático y la inteligencia artificial. Y aunque esté provocando discordia ahora al menos en Estados Unidos, debemos contar con la ciencia para resolverlos a largo plazo.
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La imagen tradicional de la evolución daba el protagonismo al macho alfa que impone su voluntad sobre el resto. Su investigación cambió esto.
Bueno, había una idea prevalente hasta los años cincuenta que era la de Desmond Morris en El mono desnudo, donde todo era caza y opresión. Y era una visión demasiado simplista de un mundo complejo. Me gusta pensar que nuestra investigación ha añadido matices. Y creo que ya nadie cuestiona nuestra contribución a la comprensión de fenómenos como el cuidado paterno, cómo los machos pueden ser muy buenos padres. Por supuesto que tienen interés en que sus crías prosperen. Pero se asumía que, si la especie no es monógama, los ignorarían por sistema. Y para las hembras, creemos haber demostrado la profunda integración de los individuos en los sistemas sociales de sus grupos, y la importancia de los vínculos para la supervivencia que hemos heredado a través de la historia de la evolución humana.
Demostraron que cualidades como el amor paterno, el apoyo solidario o la compasión por los huérfanos no son exclusivas del ser humano.
Exactamente. Además, una de las cosas que ha ido quedando clara en las últimas tres o cuatro décadas es que los humanos prosperan más cuanto más integrados están socialmente. Sobrevivimos mejor a los ataques al corazón o a las operaciones, tenemos una mayor longevidad y con mejor salud, si nuestras redes sociales son fuertes. Y lo que nuestra investigación ha ayudado a demostrar es que múltiples primates no humanos también funcionan así, incluyendo a los babuinos.
Es una cuestión de extrema relevancia ahora que sufrimos una crisis de soledad y aislamiento no deseado en nuestras sociedades.
Sí. Y otra cosa que nuestra investigación ayudó a dilucidar fue que las redes sociales no solo afectan a la longevidad en la edad adulta. La adversidad en los primeros años de vida también determinará la supervivencia. Cuanto peor infancia tengas, más corta será tu vida. Los humanos somos longevos, y hay que plantearse cómo los factores interactúan: si los problemas con los vínculos sociales son consecuencias de las malas experiencias de la infancia, del desapego emocional provocado por los traumas, y si una intervención para mejorar las redes de apoyo del individuo podría corregir la tendencia. Con los babuinos, hemos podido confirmarlo: una hembra que tenga una sólida red social de adulta podrá reducir parte de esos efectos negativos. Para la conservación, las redes sociales son tan importantes de preservar como el entorno.
Un aspecto muy interesante es que el apoyo social no es solo cuestión de hembras: los machos que son aceptados en el círculo también viven más.
Exactamente, los lazos sociales son imprescindibles para la supervivencia independientemente del sexo.
Se ha definido a la comunidad de babuinos de Amboseli como un experimento en el que se puede contemplar la evolución en vivo.
Sí, es una bonita forma de decirlo. Es un experimento natural. Siempre ocurren cosas que te llevan a preguntarte: "¿Cómo van a reaccionar?". Los estudios observacionales tienen límites, porque no puedes realizar manipulaciones experimentales, pero también tienen ventajas enormes.
¿Es el cambio climático uno de los cambios a los que se enfrentan? ¿Podemos aprender algo de cómo lo afrontan?
Amboseli está sufriendo su segundo año consecutivo de una terrible sequía. Tanto la población humana como animal está sufriendo terriblemente. El cambio climático inducido por la actividad humana está afectándolo a todo, y hay más factores: explotación ganadera, desaparición de depredadores... Pero los babuinos, como nosotros, tienen una sociedad muy flexible. Donde otras especies simplemente se extinguirían, ellos están usando su capacidad para adaptarse y sus habilidades recolectoras, a pesar de sufrir cambios sociales como consecuencia. Siempre hay un intercambio: si te adaptas para sobrevivir, pierdes algo por el camino.
¿Se beneficiarán en estas circunstancias los babuinos de tener machos más cooperativos con las hembras como alternativa a los más dominantes?
Evolutivamente, no tiene por qué ser así. Puede que hacerse con los recursos por la fuerza sea lo que tienen que hacer para sobrevivir. En tiempos de escasez, la agresividad y la competitividad entre grupos tienden a aumentar. Pero puede ser que, a medida que el hábitat cambia, los individuos opten por apoyarse más en sus compañeros por los beneficios que reporta. Es una espada de doble filo, una tensión que considero que también se refleja en la sociedad humana.
Es inquietante pensar que tenemos ambos futuros por delante: cooperar para superar las dificultades, o aniquilarnos entre nosotros.
Ambas cosas pueden ser posibles. Podemos volvernos más cooperativos con nuestros socios más cercanos y más competitivos con aquellos que consideramos alejados de nosotros. Es un asunto muy complejo, y los babuinos son un modelo demasiado simple como para traducirlo directamente a la sociedad humana.
Uno de los aspectos más curiosos es el estudio de por qué los machos viven menos. ¿Tiene realmente que ver con que corren más riesgos físicos?
No solo es cierto, sino que es especialmente cierto en los hombres. Se puede ver en la mortalidad independientemente de la edad: los varones están constantemente expuestos a una mayor mortalidad de fondo asociada a la exposición al riesgo. Pero también parece que los hombres envejecen a un ritmo más rápido, y tiene una mortalidad inicial mayor. Parece haber algo biológico subyacente al comportamiento. Es un misterio, pero nos estamos acercando a la respuesta. Además, no pasa en todas las especies. En los pájaros monógamos, los machos viven más, por el coste fisiológico que tiene para las hembras gestar, poner e incubar los huevos. Y también ha habido épocas en la que la mortalidad de las mujeres superaba a la de los hombres, como la Edad Media. Hay múltiples factores implicados.
¿No cabría pensar que, a medida que los roles se vuelven más paritarios en la sociedad, la longevidad entre sexos se iría igualando?
Pero hay otros factores que se interponen. El tabaco, por ejemplo, que es el hábito más letal que el ser humano haya inventado nunca, y los hombres siguen fumando más que las mujeres.
En España, sin embargo, la tendencia es la contraria: las mujeres fumadoras crecen...
¡Me choca lo mucho que se fuma aquí! ¿Qué está haciendo el Gobierno? ¿Han puesto imágenes de advertencia en las cajetillas, han subido los impuestos? ¿Tenéis sanidad universal en España? ¿Sí? ¿Y cómo asumís la desproporción en el gasto sanitario? Aumentar los impuestos al tabaco sería lo mínimo. Si cada uno es libre de fumar, que por lo menos lo cubran contribuyendo al gasto público.
¿Considera que su investigación tiene una vertiente feminista, al reivindicar la organización social liderada por las hembras en la evolución humana?
Yo me considero feminista. Eso significa para mí que los hombres y las mujeres deben tener los mismos derechos, las mismas oportunidades y los mismos accesos. Que no debe existir la disparidad ni la falta de igualdad. No creo que haya una analogía que aplicar directamente a la ciencia, del mismo modo que no se puede aplicar un enfoque político a la investigación. Dicho esto, tanto los resultados científicos que obtenemos como las causas políticas en las que participamos nos informan mutuamente para configurar nuestra visión del mundo. Si no eres consciente de la desigualdad entre hombres y mujeres en el mundo, vas a ciegas en tu investigación. No vas a formular las preguntas correctas y no vas a ver los patrones. La ciencia no es feminista, pero la ciencia es lo que nos quita la venda de los ojos a las feministas.
Otro aspecto feminista indiscutible es que su proyecto de investigación ha estado siempre liderado por mujeres.
Sí, y de hecho las premiadas en este campo somos todas mujeres este año. Diría que en mi disciplina, la Biología Evolucionaria y del Comportamiento, las mujeres tienden a predominar. Hubo ciertos acontecimientos en las décadas de los sesenta, setenta y ochenta que la abrieron mucho más para nosotras, con figuras que nos dieron un sentido de lo posible. Marlene Zuk era una estudiante en los ochenta y acuñó junto a su mentor una de las herramientas más importantes, la hipótesis Hamilton-Zuk. Una investigadora muy joven obtenía así visibilidad. Yo tuve de mentora a Jeanne Altmann, también premiada, una precursora junto a grandes primatólogas como Jane Goodall y Diane Fossey... Mujeres que nos abrieron camino.
La paridad todavía no ha llegado a la conciliación familiar. Las investigadoras tienden a cargar con el peso de la baja, y su currículum se ve penalizado.
Ese es un problema muy grande. Yo no me tomé la baja cuando mis hijas eran pequeñas. Mi hija mayor nació justo cuando iba a ocupar la plaza en la universidad. Me tomé tres meses, pero a los dos ya estaba ansiosa por volver. Con la segunda, seis años después, me sentía constantemente desgarrada entre el trabajo y la crianza. Es un verdadero dilema, y me gustaría tener la respuesta. Pero creo que la sociedad tiene que empezar a ser menos inclemente. Y que cuando se diga que se apoyan las bajas de maternidad, se pongan medios, no solo buenas intenciones.