De todos es conocida la creciente importancia de la aportación de los autores alicantinos en el marco de las Fallas de Valencia. Una presencia que quizá entre los años 60 y los 90 no fueron demasiado significativa. Sin embargo, pocos conocen que durante la postguerra fallera el aporte de algunos artistas foguerers fue, cuanto menos, significativo.
Las fiestas del fuego valencianas se reactivaron en 1940 tras el paréntesis de la guerra civil, y en 1943 se iniciaría una larga andadura del alicantino Agustín Pantoja en aquel contexto. Es cierto que en esta primera ocasión lo haría con Manuel Baeza, en el último año de este magnífico tándem.
Fueron tres las fallas realizadas por ambos, destacando la de Calvo Sotelo-Martínez Cubells, que recibió el prestigioso Premio Cifesa en sección primera, auspiciado por la célebre compañía cinematográfica. El hecho de quedar desiertos los máximos galardones de la Junta Central Fallera en aquella sección, siempre los valoró Pantoja como una renuencia para no otorgar el triunfo a un alicantino.
A partir de 1944 Pantoja trabajará en solitario, realizando fallas en el taller que mantenía en Valencia. En octubre de 1946 se incorpora al Gremio de Artistas Falleros -sería el primer alicantino en hacerlo- y su producción se extendería en 21 fallas hasta 1951. Tres años después abandonaría durante una década Alicante, iniciando una larga estancia en Uruguay donde se especializaría en arte religioso, plantando en 1956 la falla de la Casa de Valencia en Uruguay.
De manera paralela un joven Pepe Gutiérrez dejaba a partir de 1948 de firmar hogueras con Jaime Giner, marchando a Valencia para realizar sus estudios, becado en la Academia de San Carlos. Como elemento de subsistencia se incorporará en diversos talleres falleros revelando pronto su valiosa condición escultórica. Nombres como Tortosa Biosca, Juan Huerta, Regino Más o Soriano Izquierdo contarán con el talento del que denominaban “el alicantinet”.
Sin embargo, pocos conocen que Gutiérrez y Giner firmaron en 1949 su única falla para la desaparecida comisión Avenida del Puerto-Eduardo Boscá. También el alicantino Julio Esplá alternaría sus primeras hogueras en solitario con periodos junto al ya citado Regino, donde desarrollaría tareas como carpintero, su fuerte en la profesión, a partir del otoño de 1950.
Serían tareas que prolongaría hasta su última falla -Convento Jerusalén, 1958- que logró el último triunfo de Mas en la sección especial. Un año atrás, Esplá formaría parte del equipo que viajó con Regino hasta la República Dominicana, donde realizaron un buen número de carrozas para unos festejos conmemorativos en el entorno gubernamental del dictador Trujillo.
Junto a estos nombres, destacará la aportación como artista fallero del ilicitano Garpar Jaén, trabajador del taller de Modesto González, cuya andadura en Valencia se prolongó hasta los primeros setenta. Curiosamente, apenas realizó cinco hogueras en Alicante entre 1948 y 1952.