Momento de la interpretación de la pieza en el ADDA.

Momento de la interpretación de la pieza en el ADDA.

Música CRÍTICA

Muerte y Transfiguración

30 septiembre, 2023 16:46
Alicante

Con tan sugerente título, toda una declaración de intenciones, se presentó el 29 de septiembre el concierto de apertura de la nueva temporada de ADDA Simfònica en el auditorio de Alicante. Evento con el que, además, se dio la oportunidad de celebrar con todos los asistentes la nominación de nuestra sin par orquesta con el maestro Josep Vicent al frente, al mejor álbum instrumental a los Grammy Latino 2023, lo que supone posicionarla al más alto nivel de la órbita internacional. 

Se abrió la velada con el poema sinfónico de R. Strauss que daba título al concierto Muerte y transfiguración Op. 24, obra temprana del gran compositor bávaro dedicada a su amigo Friedrich Rosch, y en la que se representa la agonía y la muerte de un artista, experiencias que consigue plasmar con asombrosa verosimilitud en la partitura a pesar de su juventud y de las cuales se reafirmaría poco antes morir. 

Director y orquesta salieron a escena profundamente concienciados de la profundidad abisal del poema versificado por A. Ritter en cuatro secciones. Con el Largo inicial el público se vio obligado a contener la respiración ante el delicadísimo pianíssimo con el cuerdas acariciaron el silencio de la sala, realizando un crescendo sin fisuras, de exquisita y perfecta homogeneidad dirigiéndose al allegro molto agitato donde estalla la batalla entre la vida y la muerte. 

En esta segunda parte se volvió a constatar la principal cualidad de esta formación y sello personal de la batuta que la guía: la absoluta comunión entre instrumento y mano que consigue proyectar una sonoridad redonda y rotunda, perfectamente empastada en un todo único, pero, destacando, a su vez, la calidad de sonido personal de cada instrumentista en los pasajes "a solo". En esta obra cabe mencionar el relevante papel que jugó el clarinetista Jorge Ripoll a cargo de los "solos" del clarinete bajo que interpretó con gran delicadeza, profundidad y maestría. 

Seguidamente a este fantasmagórico inicio, el coso alicantino pudo volver a disfrutar del subyugante poder escénico de la mezzosoprano alemana Stefanie Irányi, que ya nos deleitó, en la pasada temporada, con un magnífico Mahler (La canción de la Tierra). En esta ocasión, se metió, y hasta los tuétanos, en el papel de Cleopatra, con el que realizó una magistral interpretación, tanto vocal como dramática, de la cantata La mort de Cleòpatra del inefable y fantástico Hector Berlioz, compuesta para el Premio de Roma de 1829. 

Esta pieza, de un dramatismo extremo, cualidad inherente e innata del compositor, presenta enormes dificultades técnicas vocales. Las líneas melódicas se desarrollan en un amplio ámbito, donde se suceden los registros extremos, siendo los profundos graves en pianissimo, el mayor reto para cualquier cantante, ya que, en multitud de fragmentos ha de luchar contra los metales. 

La Irányi es poseedora de un gran registro, de gran potencia y brillantez en los agudos, y de gran profundidad en el grave, gravedad que en determinados fragmentos resultó excesivamente débil ante una orquestación excesivamente recargada en los metales que carecieron del calibre necesario para acompañar el "dolor" cantado. A pesar de ello, la actuación fue de tal verismo, que el público dejó de latir casi al unísono con una Cleopatra sobrecogedora. 

La tercera y última pieza de la noche vino a culminar el halo de pasión y muerte que dominaba el ambiente. La sinfonía número 6 de Tchaikovski, conocida como La Patética, es la obra más personal y trascendental del compositor ruso. 

Considerada como un auténtico y desgarrador testamento musical, quizá por ello alteró el tradicional orden de los movimientos, situando los allegros en las partes centrales para plasmar con los adagios en la apertura y el cierre el devastador estado anímico que le invadía. Y para desgracia de la humanidad, la que dejó huérfana de su música, nunca logró superar, quitándose la vida pocos días después de concluirla. 

Si algo se debe subrayar, entre las múltiples cualidades artísticas, musicales y, sobre todo, humanas del maestro Josep Vicent, es su absoluto compromiso no sólo técnico, sino intelectual y ante todo espiritual con toda obra que dirija. Implicándose de tal forma por alcanzar su íntima esencia, significado y mensaje que, en ocasiones, roza la "paranoia" consiguiendo arrastrar a toda su orquesta con él. 

Y con esta premisa por bandera, bajo el influjo de la terrible connotación que lleva impresa esta sinfonía, salieron los músicos al escenario. Éxtasis al oír el primer tema interpretado por Mor Biron, fagotista de la Filarmónica de Berlín que no dudó en unirse al proyecto. Pasajes "a solo" de infinita belleza encomendó Tchaikovski al clarinete que Jaume Ivorra, bordó con su maravillosa sonoridad de aterciopelada emisión e hipnotizante interpretación, proyecta y transmite música con todo su ser.

Un vals espectacular, pocas veces oído con tanta grazia como especificó su autor. Como suele ser habitual, descolados dejó a los neófitos el tercer movimiento de una espectacularidad marcial, la misma marcialidad artística con la que trabaja esta orquesta, que rompieron a aplaudir fervorosamente en cuanto finalizó el movimiento. Aquí se pudo comprobar la uniformidad del conjunto viendo como los arcos rascaban las cuerdas con una precisión milimétrica siguiendo a su concertino Ayako Tanaka.

Tras la pausa que, obligada y previsiblemente, tuvo que realizar el Dux (término que en la enseñanza escolástica de la Música contrapuntística imitativa significa GUÍA), se abordó el trágico cuarto movimiento final, el adagio lamentoso, que devolvió al auditorio la seriedad y trascendencia con la que Tchaikovski quiso despedirse de este mundo y con la que una orquesta, ejemplo máximo de superación, "muere y se transfigura" en cada concierto para ofrecernos su máximo nivel. Grande Josep Vicent y grande cada músico de ADDA Simfònica.

Ficha

Muerte y transfiguración. 29 de septiembre, a las 23 horas.
ADDA Simfònica. Stefanie Irànyi, mezzosoprano. Josep Vicent, director titular.