8 cosas que hacíamos de niños y que ahora serían imposibles
En la Jungla. Todos hemos sido niños, pero los de ahora no son cómo éramos entonces. ¿Te acuerdas de todas esas cosas que hacíamos de pequeños y que ahora serían imposibles de realizar? Son más de las que piensas...
30 junio, 2018 13:32La nostalgia está de moda. No es cuestión de contar los años ni de lamentarnos por todo el tiempo que pasó desde nuestra infancia, pero resulta indudable que a todos nos despierta un escalofrío el recordar aquellos tiempos en los que éramos niños. Es lo que tiene la infancia, nos evoca esa inocencia que fuimos perdiendo conforme acumulábamos años en el carnet de identidad y en los michelines. Porque, ¿recuerdas cómo era el mundo cuando la única preocupación de tu vida era encontrar amigos con los que jugar?
Qué tiempos aquellos. Y qué diferentes con respecto a los de ahora, ¿verdad? Mirar hacia atrás desde nuestro puesto de padres nos pone en perspectiva de los cambios que se fueron sucediendo con el paso de los años. En realidad no es que los niños hayan cambiado, somos nosotros quienes percibimos variaciones porque ahora, en lugar de estar bajo la tutela de nuestros padres, debemos ejecutar nosotros dicha tutela. Y claro, qué diferentes son las cosas con ese punto de vista...
Sí, nos hemos convertido en nuestros padres. No es nada malo, es simple y pura ley de vida. Pero hagamos un ejercicio de retrospectiva y analicemos las circunstancias de entonces y las de ahora. Ya sea por la evolución de la sociedad, de las costumbres o por simples manías culturales, los niños de ahora no hacen lo mismo que nosotros hacíamos con su edad. ¿Nos subimos a la máquina del tiempo? Puede ser un DeLorean o el Seat Supermirafiori que sobrevivió a varias generaciones, lo mismo da.
Salir a la calle solos
Qué locura, estarás pensando. ¡Antes salíamos a jugar por la puerta de casa y a nuestros padres no les daba un síncope! Venían a buscarte tus amigos a las cinco de la tarde para que bajases a jugar y después volvías a las nueve sin ningún tipo de problema. No como ahora, que salen de casa con el móvil y la obligación de estar comunicados para que les enviemos un WhatsApp cada media hora.
No creo que nuestras calles sean más peligrosas ahora de como eran entonces, pero la sensación de que los niños no pueden salir de casa solos nos amartilla a todos los padres. Y no es que nuestros progenitores fuesen inconscientes en su momento, simplemente no había tanto miedo a los desaprensivos. ¿Niños que van solos a casa de sus amigos cuando ambos domicilios están separados a una o dos manzanas? Ahora es imposible, entonces no había problema.
Antes jugábamos sin estar delante de una pantalla
Pillar la pelota, la cuerda, una goma para saltar... y salir a la calle: podíamos estar todo el día corriendo los unos detrás de los otros mientras quemábamos más calorías que quien arma su piso entero con muebles del Ikea. Ahora lo más común es jugar con el móvil, la consola o el ordenador. Incluso jugar a distancia con amigos y delante de la pantalla: Internet y el modo multijugador lo hacen posible.
Gastarte tu paga en caramelos
Recuerdo babear delante de esas tiendas de "frutos secos" atiborradas de mil y una delicias de azúcar hiperprocesado. Entraba y me gastaba lo que tenía en una bolsa enorme de dulces, kikos y pipas sin ningún cargo de conciencia. Incluso podía enseñarla en casa sin que mis padres me regañasen. Ahora... Bueno, pobre de mi hijo como le vea con una bolsa de caramelos: se los estoy racionando hasta que cumpla los dieciocho.
Antes teníamos tiempo para nosotros mismos
Recuerdo salir de clase y, pese a tener los lógicos deberes, disponer de toda la tarde para mí. Podía ver la tele, merendar tranquilamente, salir a jugar con los amigos... ¿Y ahora? Metemos a nuestros niños en una espiral tal de clases extraescolares que llegan a casa de sus estudios más cansados que nosotros del trabajo. La generación de ahora sabrá matemáticas, tenis, taekwondo, danza, ballet, habrá aprendido a tocar el piano, a hacer encaje de bolillos... Vamos, que les llenamos el tiempo solo porque nos falta a nosotros.
Lo más tecnológico que llevábamos encima era un reloj calculadora
Yo nunca tuve uno, a lo sumo un Casio digital de los más sencillos, pero había quien engalanaba su muñeca con uno de esos relojes calculadora que abrían la puerta a los dieces en matemáticas. Los profesores los quitaban claro, igual que tienen que hacer ahora con el móvil, el MP3, el portátil, la tablet... La tecnología de un niño de ahora nos parecería ciencia ficción hace años.
Cuando quedabas con un amigo quedabas con él
Costaba hacer planes si no quedabas antes de separarte (esas tardes aguardando a que sonase el teléfono fijo), pero, cuando estabas con tu colega, no había nada que os distrajera de lo que tuvierais que contaros. Ahora tienen que compartir compañía con su móvil y resto de contactos que les bombardean las notificaciones.
Antes nos criaba la tele
Eso sí, dentro de unos horarios: nada de quedarse más allá de la cena. Veíamos cualquier cosa que echasen, no importaba el canal. Ahora la cosa cambia: ojo al canal que ponen los críos, da igual que sean las cinco de la tarde. Bueno, lo cierto es que ven cada vez menos tele: donde se ponga YouTube y los vídeos de Minecraft que se quite Telecinco.
No hablábamos de sexo porque no teníamos ni idea
El amor y el sexo es inherente al ser humano, por lo que todos lo descubrimos tarde o temprano. Cuando éramos niños resultaba más bien tarde, ahora es todo lo contrario: tienen más información que nunca e Internet les trajo el porno por más que los padres nos empeñemos en aplicar filtros parentales. ¿Cuándo descubriste el sexo y empezaste a hablar de él? Seguro que bastante más tarde de lo que lo hacen tus hijos.
Los niños de ahora no son peores de los niños de hace treinta años, simplemente la sociedad ha evolucionado hacia una vertiente sobreprotectora. Y con la enorme libertad que da Internet, el móvil y las aplicaciones resulta lógico que maduren (o hagan el intento) mucho antes. A saber qué hubiésemos hecho nosotros con un smartphone... Bueno, sí lo sé: exactamente lo mismo que nuestros hijos.