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El primer antepasado de Julio Pinedo que llegó a América no se apellidaba así. De hecho, el primero no tenía ni derechos ni apellido, pero sí un nombre para recordarlo: Uchicho. A Uchicho lo cazaron de noche en su aldea, ubicada en un lugar indeterminado entre Senegal y el Congo. Imposible precisarlo, porque en 1820 no existía el mapa político que cauterizó África con fronteras lineales. Hombres traidores a su raza arrasaron su poblado, lo agarraron y lo golpearon. 

Lo hicieron sin distingos: seleccionaron a las mujeres y hombres jóvenes de su tribu, aparentemente sanos y fuertes, en edad de trabajar y procrear. Su eficacia era asombrosa. Lo hacían mientras descargaban machetazos, pateaban a las ancianas y prendían fuego a las cabañas. A los elegidos se les ató y se les condujo caminando, durante días, desde la selva hasta el mar. Por el camino fueron testigos de más razias atroces. La fila de maniatados, cada vez más larga, atravesaba la selva como una serpiente mortífera. 

Con la esperanza vana de regresar a su hogar algún día Uchicho soportó la durísima travesía en aquel barco negrero español hasta el Virreinato de Perú, donde se integraban ya débilmente países inexistentes todavía como Perú y Bolivia. Supo qué era el frío de verdad apelotonando su cuerpo semidesnudo contra otros cuerpos como el suyo, buscando enloquecidos algo de calor mientras bordeaban el cabo de Hornos. Hacía semanas que era inmune al olor a sudor, heces y vómitos, y había aprendido el de otras podredumbres de los hombres, como el de la maldad o la deshumanización creciente en la bodega del barco.

Al llegar a Lima ya estaba domesticado. Con docilidad se subió a una tarima, le abrieron la boca y obedeció. Le miraron los testículos y escuchó por vez primera que lo llamaban pieza de ébano. Su fuerte torso, lleno de escoraciones haciendo dibujos tribales, llamó inmediatamente la atención del hombre que le compró como esclavo. Uchicho era, oyó también, un alma en boca: una pieza de ébano con facultades plenas, sin tara alguna y óptimo para el trabajo.

El rey Julio I y su mujer, la reina Angélica, en la mesa de comedor de su casa.

El rey Julio I y su mujer, la reina Angélica, en la mesa de comedor de su casa. Susana Girón

Al joven aun le quedaba por sobrevivir a la dureza del trabajo de las minas de oro y plata y al mal de altura. A miles de metros sobre el nivel del mar aprendió que aquello que arrancaba de la tierra seccionaba vidas y que era lo que movía el mundo.

Posteriormente fue trasladado a las minas de Potosí y luego revendido al marqués de Pinedo para trabajar en su hacienda agrícola en Mururata, también en Bolivia. Fue allí, doce años más tarde, donde otros esclavos africanos le reconocieron por las escoraciones y dibujos de su torso mientras se lavaba en el rio: eran propias de la realeza tribal. Era el hijo de un rey, y con el respeto que da la añoranza de su cultura arrasada lo coronaron como tal. Uchicho, hasta el día de su muerte, fue tan monarca como esclavo.

Mururata es Macondo

Melquiades, el personaje de 'Cien Años de Soledad', dejó escrito en sus pergaminos en Macondo que la familia Buendía solo sobreviviría cien años. "El primero de la estirpe está amarrado a un árbol y al último se lo están comiendo las hormigas", dejó escrito el errante gitano corpulento, de barba montaraz y manos de gorrión en la monumental obra de García Márquez

Macondo no existe, pero sí la impronta entre la realidad y el ensueño del realismo mágico iberoamericano. El linaje de Uchicho así lo atestigua porque ha sobrevivido. Cien años después, el bisnieto de Uchicho, Bonifacio, fue coronado como el cuarto rey afroboliviano y adoptó como propio el apellido de su patrón.

A 111 kilómetros de La Paz y a 3.700 metros de altura, sigue existiendo la aldea de Mururata. Cual Macondo, es la capital de un reino simbólico y único en el mundo. En ella hoy hay una familia real y una corte. Julio Pinedo es el penúltimo de su linaje. Es agricultor de café, cacao y coca... y también es rey. Oficialmente.

El rey de los afrobolivianos,  en Mururata, con las hojas de coca que cultiva.

El rey de los afrobolivianos, en Mururata, con las hojas de coca que cultiva. Susana Girón

Nació como Julio Pinedo en Mururata en 1942. Fue coronado por su pueblo como Julio I en 1992 en la Hacienda del marqués de Pinedo. Pero en 2007 lo fue oficialmente en La Paz, la capital de Bolivia. Hoy tiene 83 años y sigue siendo el único monarca del continente americano, el representante de la única monarquía oficial en América y, quizá, el rey más pobre del mundo.

Su reinado lo ejerce de manera simbólica sobre los 27.000 afrobolivianos que viven hoy en la región, todos descendientes de esclavos llevados al continente por negreros españoles y portugueses. La figura de Julio I está reconocida oficialmente por el gobierno de Bolivia y por la Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

La desconocidísima y novelesca historia la sacó a la luz la fotógrafa Susana Girón. Para la Casa Real Afroboliviana es la fotógrafa oficial y su asesora de imagen. "Más allá de la prensa local, no se conocía todo esto", cuenta a EL ESPAÑOL. "Me encontraba en Argentina y decidí ir a Bolivia. Leyendo sobre el país, me enteré. Para poder ir, le escribí al canciller de la Casa Real, quien me puso una alfombra roja porque querían difundir su existencia".

La fotógrafa oficial de la Casa Real Afroboliviana, con el rey Julio I y la reina Angélica.

La fotógrafa oficial de la Casa Real Afroboliviana, con el rey Julio I y la reina Angélica. E.E.

El canciller y secretario de la Casa Real se llama Miguel Doncil. Español de raíces cubanas, dominicanas y bolivianas, detalla a este periódico que en 2012, su amistad con Francisco Javier de las Heras, diplomático de la Unión Europea, fue la que le llevó a visitar al rey Julio I a Mururata. "Fue en esa visita cuando surgió la idea de apoyar y difundir la Casa Real Afroboliviana". De las Heras falleció un año después en Uganda, de malaria, Doncil continuó con la misión. Pese a intentar contactar con Julio I, el canciller indica a este periódico que "vive en una zona montañosa, las comunicaciones son malas, por no decir nulas. Llevaría semanas poder organizarlo incluso por teléfono".

Un rey agricultor

La estructura de la Casa Real afroboliviana es simbólica. Porque Julio I no tiene asignación económica alguna. Vive de lo que cultiva, de su tienda y de una pequeña pensión. Es, ante todo, un agricultor, y por su cargo, un mediador en los conflictos de su comunidad y un representante de un legado cultural y étnico que va aparejado a la historia misma de Bolivia. "Cuando alguien escucha esto por primera vez le puede sonar hasta a ficción e incluso puede interpretarlo con suspicacia y extrañeza. Es peculiar, sí, pero los hechos son los hechos".  

El rey Julio I, con la reina Angélica, en una foto oficial de la Casa Real Afroboliviana.

El rey Julio I, con la reina Angélica, en una foto oficial de la Casa Real Afroboliviana. Susana Girón

Susana Girón, la autora de las fotos que ilustran este reportaje, las únicas oficiales, se quedó a vivir con el rey Julio I y su mujer, la reina Angélica durante un mes. "Me dio un cuartito muy humilde. Era entrañable. Es un rey con callos en las manos, de recolectar café y cortar hojas de coca con el machete. Es tan humilde que llevaba mal tener protagonismo, dice que solo sabe de plantas. Para él ser el rey de los afrobolivianos es un orgullo y una carga". 

La casa del rey en Mururata tiene dos plantas, es de ladrillo sin revestir y los suelos son de tierra, como las calles. Por las mañanas, Julio Pinedo se va a sus cultivos y trabaja. Siempre acompañado de su machete, también para acabar con las serpientes de cascabel que proliferan en la tierra. Por las tardes se ocupa de la pequeña tienda de alimentación que está en la planta baja de su casa, junto a la cocina, el salón y el cuarto de baño. Vende latas de atún, tomates, hojas de coca para masticar, pasta, aceite... Los viernes vende el pan que cuece en su horno. 

La designación de Julio I como rey fue sobrevenida. El último monarca fue Bonifacio I, quien tuvo varias hijas. "Nuestra historia es un poco triste. Ha habido que trabajar mucho. Esta historia tiene más de cuatrocientos años, cuando llegaron los abuelos, los bisabuelos… Mi abuelo fue rey. Su función era ser una autoridad en la comunidad".

En el 92, relata, "vino un señor y me dijo, tú tienes que tomar el mando de tu abuelo Bonifacio, porque tu abuelo ha sido el rey. Entonces, en el año 92 me coronaron rey de los negros bolivianos", contó al periódico La Nación.

La esclavitud

"Efectivamente", subraya Miguel Doncil. Antes de Julio I, "el último rey reconocido fue Bonifacio I. No con un nombramiento público y oficial como lo hay ahora, sino popular". Reinó entre 1932 y 1954, "y como tuvo varias hijas, la tradición marcaba que los reyes eran los varones. Julio era hijo de Aurora, la hija mayor de Bonifacio I. Abuelo y nieto tenían un fuerte vínculo. A Julio lo educó su abuelo el rey en sus primeros años de vida".

El rey Julio I sostiene en sus manos la carta de libertad de su abuelo, el rey Bonifacio I, fallecido en 1954.

El rey Julio I sostiene en sus manos la carta de libertad de su abuelo, el rey Bonifacio I, fallecido en 1954. Susana Girón

A Bonifacio I aun le recuerdan por su labor de intercesión entre esclavos y patrones. Sobre todo, porque dos años antes de su fallecimiento seguía siendo esclavo: en Bolivia la esclavitud se abolió en 1952, y fue entonces cuando adoptó el apellido Pinedo. "Era una figura de respeto", señala Susana Girón. "Él vivió todavía una época en la que había un régimen de semiesclavitud, si es que eso existe. Trabajaban tres días gratis para el patrón, tres días en los que cobraban el salario, y un día de descanso".

Así las cosas, a su muerte en 1954 la comunidad afrobolivariana se quedó sin rey. El señor que se dirigió a Julio en 1992 para decirle que era el legítimo heredero a la corona era un historiador que había estudiado su árbol genealógico. Y así fue como lo coronaron. La Casa Real tiene además ya heredero. El próximo monarca afroboliviano será el príncipe Rolando. Nacido en 1994, es sobrino de los reyes y ha sido adoptado por ellos, pues que no tuvieron hijos. Será el primero de su linaje que tenga estudios universitarios. 

"La historia podría ser anecdótica de no ser porque el Estado de Bolivia reconoce a Julio I oficialmente en 2007. Se pasó de lo popular a lo oficial. También fue reconocido por el Senado de Bolivia en 2013, y tras su coronación, en 2012, también lo hace la Unesco". No deja de ser sorprendente también "que una república como Bolivia reconozca la existencia de una monarquía. Sí, es de realismo mágico. No se mete en política, y su labor es la de ser una autoridad moral y representar la unidad en la diversidad".