Mariano Hortal

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Reportajes

La maratoniana jornada de Mariano Hortal: se ha leído 363 libros en un año y 3.200 en toda su vida

Cinco días es el máximo periodo de tiempo que recuerda que estuvo sin leer una sola línea.

15 septiembre, 2023 03:16

Su primer recuerdo como lector le remite a los regalos que siempre le hacía su tía cuando era pequeño. Ya fuera por su cumpleaños, haber sacado buenas notas o el día de Reyes, ahí estaba un preadolescente Mariano Hortal ávido de nuevas lecturas con las que viajar a mundos insospechados. A sus 47 años, este profesional de las telecomunicaciones atesora miles de libros en su buhardilla, donde con esmero y cuidado coloca todas y cada de las publicaciones que pasan por su mano. El año pasado consiguió batir su récord: se leyó 363 libros.

“Sé que La historia interminable fue el primer libro con el que dije: esto de leer me encanta. Luego mi tía me regalaba otros libros de fantasía y ciencia ficción. Ese creo que fue el punto de partida como lector”, rememora el protagonista de esta historia. Por aquel entonces, Hortal tenía 10 años y enfilaba el instituto. “Yo ya leía bastante. Tenía mi lista de libritos y cada año me leía unos cuantos”. Tal es así que todavía guarda con ahínco unas hojas algo rasgadas y roídas, fechadas en 1996, en las que apuntaba los títulos ya devorados, entre los que se encuentran Los pilares de la Tierra y El club Dumas. Ahora, en la biblioteca virtual Goodreads, tiene apuntados 3.200 títulos.

Tuvo suerte. En el segundo curso de BUP dio con un profesor de Literatura al que también le gustaba mucho leer. “Aunque eran obligatorios, yo disfruté mucho con El Quijote, imagínate ya el patrón que empezaba a haber”, dice un Hortal dicharachero. Poco a poco, fue añadiendo otro tipo de lecturas a este abanico infinito de posibilidades. De la ciencia ficción pasó a la fantasía del terror, donde Stephen King jugó un papel importante. “Luego estudié la Técnica de Telecomunicaciones, algo alejado a la literatura. A mí me gustaba leer, no tanto que me obligaran a ello. Quería escoger mis propias lecturas, pensarlo como una parte de mi ocio”, relata. Ya con un trabajo asentado, decidió estudiar Filología inglesa a distancia, casi como un hobby añadido a su gran hobby: “Así podía leer a muchos de los autores que más me gustan en inglés, su lengua materna”.

Vida social

Para leer 363 libros en 365 días la rutina es algo que debe estar medida a la perfección. “De joven me ayudaba mucho el transporte público, así iba a la universidad, incluso al principio de mi trabajo también lo utilizaba. Tanto de ida como de vuelta, esa era mi actividad, igual que se escuchaba música o ahora se ven series”, añade.

La llegada de la pandemia hace tres años creó una nueva configuración del tiempo para Hortal con el asentamiento del teletrabajo, pues eso le permite ponerse a leer en cuanto termina su horario laboral. “Yo me levanto muy pronto y llego una hora y media antes al trabajo. Es una doble victoria, porque me evito el tráfico y me cojo un café tranquilito y me pongo a leer hasta que empieza la jornada”, explica. Ese primer café sale de la máquina a las 6:30 horas, de lunes a viernes.

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Prefiere leer con luz natural y reconoce que, encarando el medio siglo de edad, por las noches cada vez se le juntan más las letras. Sea cual sea el libro que tenga en la mano, Hortal siempre está pensando en el siguiente. Es una de sus herramientas para que la motivación lectora vaya a más. Eso no quiere decir que los tiempos dedicados a la vida social y familiar se resientan.

Imagen de archivo de Sant Jordi.

Imagen de archivo de Sant Jordi. EFE

“Si hay que cuidar al niño o llevarlo al colegio, se hace, o limpiar la casa, eso no puede interferir con mi ocio”, dice. Tampoco es demasiado casero: “La vida social tampoco puede desaparecer. Yo voy a un coro de polifonía de la Universidad Politécnica de Madrid, que son dos ensayos a la semana más los conciertos, por ejemplo”. Lo que nunca puede faltar es un libro bajo el brazo. “En cualquier momento puede surgir un tiempo muerto y es una buena ocasión para leer unas paginillas”, aduce.

Inversión del tiempo 

Miles de títulos asolan una buhardilla en la que todavía queda espacio para unos cuantos libros. Y es que, para bien y para mal, siempre hay un lugar para un ejemplar más. Hortal selecciona sus lecturas por épocas. “En estos meses antes de Halloween leo muchos libros de terror, igual que en verano me decanto por la novela policíaca”, ilustra. Para elegirlos bien, también invierte tiempo en revisar casi todos los catálogos de casi todas las editoriales. “Me fijo especialmente en las pequeñas e independientes. Prefiero comprar ahí porque lo necesitan más”.

De todas formas, él mismo sabe que quizá 363 libros en un año es demasiado. “Lo que no puede ser es que la cantidad se supedite a la forma en que leo o el tipo de libros. No puede ser una dictadura de la cantidad, así que ahora leo cualquiera que me apetezca en cualquier momento, independientemente del número de páginas”, agrega. Eso sí, a lo mejor se lee dos o tres libros al mismo tiempo.

Todos los meses caen en sus manos entre 25 y 30 libros nuevos, por lo que Hortal prefiere no echar los cálculos de cuánto se gasta. “También voy a ferias de viejo y segunda mano, sobre todo buscando novela policiaca descatalogada y algunos clásicos”, explicita. Aunque siempre le dicen que es una adicción, él responde que se asemeja más al respirar. “Para mí, leer es tan necesario como respirar”.

Lectores en una librería. EFE.

Lectores en una librería. EFE.

Si continuamos con ese paralelismo, el mayor periodo de tiempo que estuvo Hortal sin respiración coincidió, precisamente, con el año que más libros leyó, este 2022. “Fuimos de viaje a Orlando, en Estados Unidos, y aquello fue un no parar. Llegaba tan cansado al hotel que no era capaz de leer ni una línea. Estuve sin leer nada unos cinco días, pero volví a hacerlo en cuanto me subí en el avión de vuelta a España”, recuerda.

Menos “bicho raro”

Este hobby alguna que otra vez le ha hecho pasar a Hortal como un extraño: “La llegada de internet y las redes sociales ha ayudado a normalizarlo. Ahí encontré a otros “superlectores”, como mi librero, que siempre me recomienda nuevos títulos en base a mis gustos”. Cercano a sus iguales, al menos telemáticamente, no se sentía tan “bicho raro”, como dice el propio Hortal.

La mayoría de personas a su alrededor ya saben de su afición desaforada. Él prefiere no sacar demasiado el tema, en realidad. “Si alguien me pregunta, pues charlamos sobre ello, pero tampoco quiero ser un plasta. Quitando la lectura, a la que dedico tanto tiempo, tengo las mismas aficiones que pueden tener los demás”, sostiene.

Preguntado por cómo se imagina su futuro dentro de dos décadas, cuando haya llegado a la seguramente tan ansiada jubilación, Hortal lo tiene claro: “Estaré leyendo, aunque quizá ya no compre tantos libros en físico por problemas con el espacio, aunque los libros de terror, que no le gusta ver a mi mujer, los tengo en cajas en el sótano, así que es una posibilidad”, concluye en tono socarrón.