Emma Igual, nieta de una víctima del Holocausto: adoptó a una refugiada y murió por un misil ruso
La joven, dedicada al trabajo humanitario, atravesaba una zona de conflicto cuando el vehículo en el que iba fue alcanzado por un misil ruso.
10 septiembre, 2023 20:08La furgoneta de Emma Igual atravesaba este sábado, y como era habitual, una zona del frente de guerra de Ucrania. Con tres compañeros voluntarios en la ONG que ella misma fundó hace un año –Road to Relief–, se dirigía a ayudar a los civiles atrapados en el fuego cruzado de la ciudad de Ivanivske, en la región de Bakhmut. Pero no pudieron llegar. Un misil ruso impactó en el vehículo, que volcó y comenzó a incendiarse.
La vida de Emma, de solo 32 años y de Barcelona, llegaba así a su fin. Giammarco Sicuro, amigo de la cooperante asesinada por Rusia, solo tiene palabras de reconocimiento y orgullo de la catalana. La conoció en mayo de hace un año, poco después de que Rusia invadiera Ucrania. Trabajaron juntos en el frente de guerra. Él como periodista para la RAI, la televisión pública italiana, y ella como voluntaria en la evacuación de soldados heridos y víctimas atrapadas en las zonas de conflicto.
“Hemos estado en zonas del frente muy peligrosas”, cuenta a EL ESPAÑOL. Recogían a familias, niños y personas mayores en las zonas más afectadas del país ucraniano. Empezó con una furgoneta, pero poco después –y gracias a las donaciones– pudo contar con más vehículos, con ambulancias y con médicos que prestaban asistencia a los heridos. “En los últimos meses, han evacuado a personas con discapacidad, a mayores y personas muy frágiles”.
[Con los supervivientes del ataque en el que murió Emma Igual: "¿Dónde está la cuarta persona?"]
Para el italiano, Emma era una mujer “muy valiente” y “con un gran corazón”, porque “había decidido dar su vida por ayudar a los demás”. De hecho, apunta que “cada vez que hablaba con ella, estaba en operaciones de evacuaciones. Era una dedicación total”. Primero, compañero y, después, amigo, Sicuro recuerda una anécdota que vivió con ella en la ciudad ucraniana de Siversk, cerrada desde hace meses y en la que todo estaba destruido.
No había agua, ni hospitales. Caían bombas por todos lados. “Era una situación muy peligrosa”, reconoce el italiano. Pero Emma ya estaba acostumbrada a vivir ese tipo de situaciones. “Fuimos con una ambulancia y la furgoneta en la que íbamos con ella, mientras sonaban los bombardeos de los rusos que intentaban atacarnos”, relata el amigo. Aún recuerda a la joven catalana con los nombres de las personas que debía evacuar escritos en un papel. No podía dejarles allí.
“Recuerdo la desesperación de Emma, porque en esa situación era muy difícil encontrar a la gente, por las prisas y por las bombas”, asegura Sicuro. Era importante encontrarlas en poco tiempo y regresar a un lugar seguro, así que la joven corrió por todos lados, búnkeres y edificios vacíos gritando “¡evacuación!”, pero no había nadie. “Era como el desierto”, recuerda el amigo. Sin embargo, ella, en un momento dado, advierte algo que se mueve: era un niño con toda su familia. Estaban escondidos.
“Había una persona que era muy, muy mayor, y Emma se acerca a ayudarla. Era difícil correr o caminar rápido. Avanzaba con ella muy lentamente”, cuenta, “y los rusos comenzaron a bombardear la ciudad muy intensamente”. Finalmente, consiguieron llegar todos sanos y salvos a la ambulancia y pudieron evacuarles. “Esta gente ahora vive segura en otra zona de Ucrania”, asegura el italiano. Para él, la joven es “una heroína de nuestro tiempo”, porque gracias a ella, se ha podido salvar mucha gente.
Lo cierto es que Emma lleva toda una vida dedicada a los demás. Como cuenta a este periódico Jordi Varkas, otro amigo de la fallecida, la joven era nieta de una víctima del Holocausto. Su abuela era judía, de apellido Epstain, y huyó del Holocausto cuando era adolescente. En los campos de concentración fue donde perdió a toda su familia. Más tarde, fue adoptada por una familia en España y fue en Barcelona, donde la madre de Emma y la joven catalana crecieron y desarrollaron su vida.
Voluntaria, 'madre' y profesora de inglés
En una entrevista que dio la joven a The Jewish Chronicle, en julio de este año, reconoce que el pasado de su abuela, fallecida hace dos años por Covid-19, ha sido una gran inspiración para ella. Como aseguró a este medio, “crecí con esos antecedentes, sintiendo lo que debía suponer ser un refugiado o un huérfano, así que sentí que tenía que ayudar a las personas en una situación similar a la de mi abuela”.
La joven, de orígenes judíos, lo tenía claro. Con diversos estudios en trabajo social, internacional y ayuda humanitaria, se especializó en Protección Infantil en Emergencias (CPiE) y ayuda a Refugiados/PDI. Como ella misma cuenta en sus redes, durante años colaboró con varias ONG en Myanmar, Kenia, Marruecos o Grecia, entre otros.
Como cuenta Varkas, amigo de la catalana, fue en un campo de refugiados griego donde conoció a Mary Joyce. En su día, la mujer decidió adoptarla. Hoy ya tiene 19 años. De hecho, en algunas de las imágenes que publicó la cooperante en sus páginas personales, se la puede ver junto a ella y con el comentario “a tal palo, tal astilla”. “La trataba como si fuera su verdadera madre”, cuenta.
Además de colaborar con varias organizaciones como voluntaria, Emma trabajó como investigadora asociada en varias universidades y agencias de las Naciones Unidas durante más de cinco años. Como relata en su LinkedIn, allí escribió, tradujo y editó varios artículos académicos, muchos de los cuales fueron publicados en periódicos y revistas académicas especializadas. Entretanto, también ofrecía clases particulares de inglés, como aún puede verse en su página.
Fue en 2022 cuando ya decidió dar el paso definitivo y fundar su propia ONG junto con el francés Henri Camenen. Juntos, decidieron apostar por una organización dedicada a la evacuación de ucranianos y por la entrega de ayuda humanitaria a las áreas más afectadas por la invasión rusa.
En esta organización, la joven guardó una intensa relación con sus compañeros. Entre ellos, con Kateryna Bosyachenko, una de las voluntarias que se incorporó en abril de este año a Road to Relief. “La admiraba porque había hecho mucho por mi país. Se estaba sacrificando”, confiesa la ucraniana, que siempre recuerda a Emma sentada en su escritorio y trabajando.
“Lo conocía todo de mí, y era muy buena con los chistes”, cuenta, aunque lo habitual era verse inmersas en la ayuda humanitaria, la clínica móvil y la evacuación de puntos críticos que llevaban a cabo en la organización. “Emma literalmente dio su vida por ayudar”, pero por ella, cuenta, “seguiremos trabajando y ayudando a Ucrania a ganar esta guerra, como lo hacen todos los voluntarios que vienen aquí”.
Como cuenta Giammarco, Emma siempre era consciente del riesgo que conllevaba lo que hacían, pero sigue sin asumir lo ocurrido. “Planeaba todo con mucha seriedad. Era una apasionada y, además, era la jefa de la organización”, reconoce. “Fue un honor para mí trabajar con ella”.
"Hasta ahora he tenido suerte"
En una entrevista con The Jewish Chronicle, Emma contaba cómo muchos de sus compañeros y buenos amigos habían sido asesinados en el frente de guerra mientras intentaban evacuar a las personas atrapadas en el conflicto. Recuerda, por ejemplo, al británico Chris Parry, de 28 años, también trabajador humanitario.
De él recuerda cómo él junto a otro compañero murieron cuando les alcanzó un misil en un puesto de control cerca de Bakhmut. “Hasta ahora he tenido mucha suerte, ni un rasguño”, reconocía la joven, unas palabras que daban cuenta de esa consciencia del riesgo que describía su amigo Giammarco. Para ella, su abuela la estaba protegiendo desde el cielo.
En esa misma entrevista, la joven veía la guerra en Ucrania como una auténtica “brutalidad”, como si estuviera sacada de la Primera Guerra Mundial. “Los soldados aquí incluso se ponen a pie de trinchera y la barbarie que vemos también es terriblemente perturbadora”, apuntaba.
No obstante, una de las cuestiones de las que más orgullosa estaba era que con su organización nunca dejaron a nadie atrás. Como relataba en julio de este año, “a veces tenemos que volver una y otra vez a una persona enferma o herida hasta que evaluamos que el riesgo de conducir hacia un lugar seguro no es en sí mismo más peligroso para el paciente o para nosotros que quedarse quieto”. Hoy, a pesar de su fallecimiento, quedan su legado y los innumerables mensajes de amigos y conocidos por su importante labor. Todos coinciden en que era un ejemplo de vida.