Alay, el historiador que juega a ser el James Bond del separatismo y define la estrategia de Puigdemont
Casado con una tibetana, el hombre cuyos consejos sigue el expresident es un experto en procesos de autodeterminación en todo el mundo.
10 septiembre, 2023 02:01Detenido dos veces por la policía española, señalado por presuntos contactos con el Kremlin, profesor universitario, historiador, escritor, viajero, políglota, obsesionado con los procesos de autodeterminación de pueblos sin estado, nacionalista acérrimo, agitador… Josep Lluís Alay (Barcelona, 1966) es un personaje ecléctico que sueña con una Cataluña independiente. Y desde que Carles Puigdemont le nombrara jefe de su oficina en 2018, ejerce el papel de conspirador en la sombra como principal agente internacional del separatismo.
Tras el nombramiento, Alay se convirtió en el hombre de máxima confianza del expresident: este vio que la única forma de llevar a cabo la independencia era la internacionalización del procés. El prófugo vio en el profesor a alguien viajado, que sabía moverse en los círculos internacionales y, sobre todo, que conocía al milímetro la hoja de ruta de los procesos separatistas en el mundo en los que tenía que mirarse Cataluña, si quería separarse de España en pleno siglo XXI.
El desconocido profesor se convirtió en el centro de atención el 25 de marzo de 2018, cuando fue sorprendido por la policía alemana junto a Puigdemont, dos mossos d’esquadra y el empresario Josep Maria Matamala, en un coche camino a Bruselas. Los cinco venían de Dinamarca tras participar en una conferencia en Helsinki, cuando se activó la euroorden contra el expresidente. Tres días más tarde, la Policía Nacional detuvo a Alay en Barcelona por un presunto delito de encubrimiento de rebelión, causa que fue posteriormente archivada.
Aquella imagen en el coche dejó algo claro: desde que le nombró jefe de su oficina –según un destacado político del Parlament que habla con EL ESPAÑOL bajo condición de anonimato– Puigdemont no toma una sola decisión sin consultársela antes a Alay. Y es este quien también guía sus acciones.
Así, las condiciones que el expresident ha enviado a Pedro Sánchez desde Waterloo llevan también la firma de su multifacético asesor: una amnistía que permita al líder independentista regresar a España para que, mientras apuntala un nuevo gobierno de Sánchez a cambio del perdón, pueda negociar un referéndum.
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La llegada de Alay al círculo cercano de Puigdemont no partió ni desde una amistad de la infancia, ni se produjo de forma meteórica. Fueron muchos los pasos que dio este profesor de Historia Contemporánea y experto en la Región Autónoma del Tíbet (China) para alcanzar el núcleo de poder del movimiento separatista catalán.
Profesor y viajero
Alay se matriculó en Física en la Universidad de Barcelona (UB), carrera que terminó en 1989. Continuó por el camino académico: obtuvo el doctorado en Física por la misma universidad en 1993 y, el mismo año, también logró el título de doctor en Ciencias por la Universidad Católica de Lovaina. En esta ciudad belga permaneció cinco años, donde trabajó como físico en el Centro Interuniversitario de Microelectrónica (IMEC, por sus siglas en inglés).
Sin embargo, además de las ciencias, sus grandes pasiones siempre fueron el lejano y el próximo Oriente. También los viajes. Alay participó en expediciones al Tíbet y se trasladó a Japón, donde estudió tibetología en el departamento de Filosofía India de la Universidad de Hiroshima. Allí residió dos años como profesor invitado.
De vuelta a Barcelona, en 2001, asumió la dirección del Observatorio del Tíbet y Asia Central adscrito a la UB. Alay tenía 35 años. De la mano del Observatorio, entró como profesor asociado en la Facultad de Geografía e Historia de la misma universidad como profesor de Historia Contemporánea del Tíbet y de Mongolia. Mientras, amplió sus estudios con una licenciatura en Filología Hebrea (2006) y un tercer doctorado, esta vez en Historia (2010).
“Es alguien con una inteligencia extraordinaria: tiene tres doctorados; habla seis idiomas… Cuando le conocí era una persona cercana, accesible y normal que tomaba cafés con sus alumnos y otros profesores. Empezó a cambiar cuando entró en política, momento en que adoptó una actitud más prepotente y altiva”, dice un compañero suyo, miembro del claustro de Geografía e Historia de la UB a EL ESPAÑOL.
En el mismo sentido se expresa el político del Parlament, que ha tratado con Alay en diferentes momentos: “Es un tipo inteligente y astuto, pero con una profunda intransigencia y fanatismo. Es seco y desagradable en la mayoría de ocasiones”.
Para Alay, Cataluña es una región cuyo recorrido es paralelo al Tíbet: España es un país invasor y Cataluña una nación oprimida sin estado
Antes de entrar en política, Alay participó en las Jornadas de Derechos Humanos y Cooperación que celebraba la UB durante su escuela de verano en L'Hospitalet de Llobregat (Barcelona). También viajó con asiduidad a Lhasa, capital del Tíbet, donde desarrolló varios proyectos de investigación y cooperación; realizó expediciones recreando las rutas del jesuita catalán Antoni de Montserrat en los valles del Himalaya, escribió y tradujo libros del tibetano…
En estos viajes fue donde conoció a quien más tarde se convertiría en su mujer, la tibetana Sonam Drolkar. En la actualidad, Drolkar es profesora de chino y tibetano en Barcelona, y trabaja en el área de Programas Educativos de Casa Asia en la ciudad condal. Con ella ha vuelto en numerosas ocasiones al Tíbet.
Ambos tienen una hija, de nacionalidad china y española, hecho con el que bromea su compañero de facultad: “Le tomábamos el pelo diciendo que su hija era ciudadana de los estados que él considera opresores por excelencia”.
Su profundización en la realidad del Tíbet, región duramente reprimida por el régimen comunista chino a lo largo de la historia, fue a la par que su radicalización nacionalista. Para Alay, según muestra en sus publicaciones y actividad en redes sociales, Cataluña es una región cuyo recorrido es paralelo a la tibetana: España es un país invasor y Cataluña una nación oprimida sin estado.
Radicalización
Como profesor asociado, la vinculación de Alay con la universidad era mínima. Nunca se implicó en actividades políticas ni en grupos nacionalistas universitarios. De hecho, la Facultad de Geografía e Historia de la UB no es especialmente un hervidero independentista, según explica su compañero profesor: “En las últimas elecciones a delegados, los nacionalistas sacaron tres representantes y los no nacionalistas otros tres”.
En la misma facultad imparte clases, por ejemplo, Agustí Colomines, también colaborador de Puigdemont, quien pidió en un artículo “hacer mear sangre al estado” y que dirigió una fundación vinculada con el caso de corrupción del 3%, con un sueldo cercano a los 6.000 euros mensuales. Pero también hay profesoras como Rosa Lluch, hija del ministro socialista asesinado por ETA, Ernest Lluch y simpatizante de En Comú Podem.
La entrada de Alay en política se produjo a través de la órbita de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) de Sant Cugat del Vallès, la adinerada ciudad dormitorio de Barcelona en la que reside el asesor, de aplastante mayoría convergente. “En Sant Cugat se acercó al entonces alcalde Lluís Recoder, comenzó a participar en manifestaciones nacionalistas y otras actividades políticas”, dice, por su parte, otra fuente de su entorno.
Con las credenciales de sus padrinos de CDC en Sant Cugat, Alay dio el paso definitivo a la política en 2011: el recién elegido Xavier Trias le nombró director de Patrimonio, Museos y Archivos del Ayuntamiento de Barcelona. En esta etapa, el estratega de Puigdemont comenzó a mostrar su cara más radical, a la par que Artur Mas daba el pistoletazo de salida al proceso independentista.
La participación de Alay en el área de Cultura durante la alcaldía de Trias no estuvo exenta de polémica: en 2013 se opuso, por ejemplo, a que la serie ‘Isabel’ (sobre Isabel la Católica, producida por TVE), se rodase en los salones del Museo de Historia de Barcelona (Muhba), anejo a la plaza del Rey, escenario de varias escenas reales de la vida de la monarca.
“Era una serie con producción catalana, con actores catalanes y su postura generó malestar. A Trias y al concejal de Cultura les encantaba la serie y lo desautorizaron. Alay ya había emprendido entonces en una política de ‘cuando menos español, mejor’”, dice la fuente de su entorno.
Alay entró en política de la mano de Xavier Trias en Barcelona, donde impidió el rodaje de la serie 'Isabel', dedicada a Isabel la Católica.
Los exabruptos de Alay sólo han ido en aumento desde entonces: el más reciente, recriminar a la futbolista Alexia Putellas que no se expresase en castellano cuando mostró su apoyo a su compañera Jennifer Hermoso, tras la polémica con el presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) Luis Rubiales.
Alay dejó el Ayuntamiento en 2015, tras la victoria de Ada Colau. Entonces, Mercè Conesa, sustituta de Recoder al frente del consistorio de Sant Cugat y posterior presidenta de la Diputación de Barcelona, fichó a Alay como comisionado del ente provincial, un cargo eventual en el que cobraba un sueldo bruto anual de 80.000 euros.
“Nunca ha tenido dificultades económicas. Estando en la Facultad salieron unas plazas de profesores con contrato indefinido y dijo que para qué las iba a pedir, si con un sueldo de 2.000 euros al mes no podía mantener su nivel de vida en Sant Cugat”, explica su compañero de claustro.
Alay se mantuvo en la Diputación mientras compaginaba su actividad académica y se acercó a Puigdemont de la mano de sus contactos convergentes. Fue entonces cuando la policía alemana lo sorprendió junto al expresidente fugado. Después del referéndum del 1-O, Alay ya viajaba con asiduidad a Bruselas para reunirse con Puigdemont, pese a que la Diputación justificó que sus viajes se debían a las actividades de la institución en Bélgica.
En junio de 2018, el presidente Quim Torra lo nombró coordinador de Políticas Internacionales de Presidencia de la Generalitat con un sueldo de 105.676,38 euros. Apenas un mes después, Puigdemont lo designó jefe de su oficina, posición desde la que ha desarrollado, hasta la actualidad, una intensa actividad en la sombra. Ésta ha llamado la atención de la inteligencia y la justicia españolas, para quienes Alay comenzó a partir de entonces a jugar a los espías, erigiéndose en una especie de James Bond del separatismo.
La trama rusa
Después de su primera detención por acompañar a Puigdemont, el nombre de Alay ha resonado en los titulares por su supuesta implicación en la conocida como trama rusa del procés, así como por ser el supuesto interlocutor del presidente fugado con la organización Tsunami Democràtic, según un informe de la Guardia Civil. Su relación con el llamado ‘caso Voloh’ por el presunto desvío de fondos públicos para financiar actividades ilegales le valió una segunda detención el 28 de octubre de 2020, tras la que quedó en libertad con cargos.
El diario The New York Times publicó en 2020 que Alay se reunió con personajes vinculados al presidente ruso Vladímir Putin. Entre ellos había miembros del servicio secreto, lo cual dio indicios a la justicia de que Puigdemont y Alay tendían puentes con actores cercanos al Kremlin para provocar un estallido social en Cataluña después de la sentencia contra los líderes independentistas.
Alay reconoció la veracidad de los encuentros, pero rechazó que éstos persiguiesen la interferencia rusa en el proceso independentista. “Son historias de fantasmas que Madrid intenta explotar respecto a la relación entre Rusia y Cataluña”, aseguró en una entrevista a TV3 tras la publicación del periódico estadounidense.
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Lo que explicó el rotativo es que, entre 2019 y 2020, Alay realizó tres viajes a Moscú, que participó en un cuarto encuentro en Ginebra en presencia de Puigdemont y en un quinto en Barcelona. El estratega del expresident se reunió con el empresario ruso afincado en Barcelona Alexandr Dmitrenko, quien luego le facilitó el acceso a periodistas, académicos y espías rusos.
Alay dijo que sus lazos con el empresario se limitaron a que este ejerciera de cicerone para promover la causa independentista en medios y universidades del país. Sin embargo, en las conversaciones entre Dmitrenko y Alay reveladas en el contexto del caso, el asesor y el empresario también hablaron, por ejemplo, de una venta millonaria de petróleo ruso a China. La operación finalmente fracasó y quedó archivada por falta de indicios sólidos.
Gracias a la intercesión del Dmitrenko, Alay se reunió también con Sergei Sumin y Artyom Lukoyanov, de quienes se sospecha que estén vinculados al servicio secreto. Ambos volaron a la capital catalana en 2018, justo dos días después de que Tsunami Democràtic tomase el aeropuerto de El Prat. En este encuentro también participó Dmitrenko.
Meses después de aquella reunión, Alay viajó de nuevo a Moscú con la intención de participar en un debate en la Universidad Mgimo, reconocida dentro del campo de las relaciones internacionales. En aquella ocasión, Dmitrenko hizo de traductor.
Pero en ese viaje, el jefe de la oficina de Puigdemont también contactó con Andrei Bezrukov y Elena Vavilova, una pareja de exespías detenida en Estados Unidos que inspiró posteriormente la serie ‘The Americans’. El motivo detrás de su relación, según Alay, era la traducción del libro de Vavilova al catalán “El secret de la clandestina”.
La justicia se volvió nuevamente contra Alay por un viaje en 2018 como observador internacional al referéndum de autodeterminación de Nueva Caledonia, en la Polinesia Francesa. Alay fue a juicio por un presunto delito de malversación, al haberse usado fondos públicos (4.580 euros) cuando trabajaba en calidad de jefe de la oficina de Puigdemont, sin vinculación –al menos oficial– con el Gobierno autonómico.
“Su gran obsesión son los procesos de independencia en otros lugares del mundo que sirvan como modelo a Cataluña. Fue Nueva Caledonia, fue Quebec en Canadá… Ninguno ha resultado exitoso”, explica la fuente de su entorno.
Sin casos de éxito que seguir, Alay se aferra al viento de cada circunstancia para seguir en el empeño independentista. La última, la posibilidad de una amnistía para el hombre que más confía en sus consejos, por parte de un PSOE al que llamó “gentuza” hace unas semanas. “Pronto te la vamos a romper [España] no te preocupes”, dijo Alay a Sánchez apenas unos meses antes.