Francisco José Carretero.

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El milagro del 'armao' de la Macarena: Francisco resucitó tras un infarto y 25 minutos sin oxígeno

Francisco José Carretero, Carre, celebra los diez años de su nueva vida tras despertar de una parada cardiorrespiratoria hablando con EL ESPAÑOL.  

5 abril, 2023 03:06

Francisco José Carretero Díez, el Carre, celebra dos cumpleaños: uno, por el día en que nació en Sevilla, el 14 de enero de 1969; otro, por el día en que nació por segunda vez al mundo, cuando a las once de la mañana del 5 de octubre de 2012 despertó del coma en una cama de la UCI del Hospital Virgen del Rocío y reconoció al pie de la cama a su capitán en la centuria de los Armaos romanos de la Macarena. Había pasado doce días inconsciente después de sufrir, el 23 de septiembre, una parada cardiorrespiratoria y de permanacer veinticinco minutos sin oxígeno. En su segunda vida ya tiene diez años y suma en total 54.

"Yo estaba desahuciado. Ese día me iban a desconectar de las máquinas. Los médicos le decían a mi familia: 'Pedidle a Dios que lo recoja, porque si vive, se va a quedar como un vegetal'", cuenta Carretero, o Carre, como pide que lo llamen, a EL ESPAÑOL, sentado ante una cerveza sin alcohol en una terraza de la plaza de San Juan de la Palma de Sevilla, por donde pasaba vestido de romano en Semana Santa en la procesión del Señor de la Sentencia y de la Virgen de la Esperanza Macarena.

Brindamos a su salud porque él está celebrando, como hace cada día en la prórroga de su existencia terrenal, que ha cumplido diez años de vida extra desde su resurrección. Tanto si uno es creyente como si no, se puede aceptar que Carre está vivo de milagro, si se tienen en cuenta dos de las acepciones de la palabra "milagro" que recoge la Real Academia: "Hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino", y "Suceso o cosa rara, extraordinaria y maravillosa". Como locución verbal, la definición de la RAE de que nuestro protagonista está vivo de milagro es cierta: "Haber escapado de un gran peligro".

Además de al equipo médico que lo atendió, y a la Ciencia en que se apoya, Carre, que es creyente, le da las gracias por su milagro a tres mujeres: a la madre que lo parió, Claudia Díez Maldonado, que fue "la única" convencida de que no moriría; a la Virgen de la Esperanza, la Macarena, a la que él dice que vio mientras estaba en coma, y a la monja y madre general de las Hermanas de la Cruz de Sevilla, María de la Purísima, a cuya intervención divina desde el cielo (murió en 1998) el Vaticano atribuyó oficialmente su extraordinaria recuperación.

La Consulta Médica de la Congregación para la Causa de los Santos, en Roma, estudió el caso del armao de Sevilla, entrevistó al paciente, a los sanitarios, a amigos y familiares, y certificó que se trataba de un milagro obrado desde el más allá por María de la Purísima de la Cruz.

Francisco José Carretero Diez, 'Carre', en una procesión como armao de la Centuria de la Macarena de Sevilla.

Francisco José Carretero Diez, 'Carre', en una procesión como armao de la Centuria de la Macarena de Sevilla. Álbum personal

Estampa de santa María Purísima de la Cruz, con la Esperanza Macarena en sus manos.

Estampa de santa María Purísima de la Cruz, con la Esperanza Macarena en sus manos.

En virtud de este milagro católico, la Iglesia la declaró santa y la canonizó en una ceremonia en la plaza de San Pedro que ofició el papa Francisco el 18 de octubre de 2015, a la que asistió Francisco José Carretero, también conocido en su familia como Pachi. Era la segunda santa en la orden, después de la mujer que la fundó en 1876, santa Ángela de la Cruz. La monja a la que rezaron por la salvación de Carre se llamaba en su vida laica María Isabel Salvat Romero (Madrid, 1926 - Sevilla, 1998). Ella murió de un cáncer a los 72 años.

Superviviente

A los diez años de escapar él de la muerte, en ese hito que le cambió la vida e hizo santa a María de la Purísima, el superviviente hace balance de su existencia y de esta última década en el mundo. Lo más urgente, además de rezar y celebrar que vive, es acudir a la cita que tuvo en el Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla el pasado octubre a fin de que le cambien la pila del desfibrilador automático que tiene implantado desde hace diez años para mantener latiendo su corazón.

Se abre la camisa y enseña en el lado izquierdo del pecho la cicatriz de cuando se lo implantaron, cuando iba a morir; bajo el cuello le cuelga el rostro plateado del Señor de la Sentencia, el Cristo de la Hermandad de la Macarena. Más arriba, en la garganta, se señala la cicatriz del agujero ya cerrado de la traqueotomía que le hicieron en el hospital. 

La cicatriz del desfibrilador en el pecho de Carre y su medalla del Señor de la Sentencia, el Cristo de la Macarena.

La cicatriz del desfibrilador en el pecho de Carre y su medalla del Señor de la Sentencia, el Cristo de la Macarena. Eduardo del Campo

En octubre, explica, empezó sentir y escuchar unos pitidos; era el desfibrilador, que avisaba de que se le estaba acabando la batería. Por suerte, hizo caso, fue al hospital y le dieron cita para la intervención. Será poca cosa, decía antes: "Es cirugía ambulatoria, me abren un poco por aquí encima, me la cambian y me voy a casa". Es curioso que el final de la duración de la batería, diez años, haya coincidido con su celebración de la década que ha transcurrido desde su milagro.

Carre es un protagonista popular y querido en la poliédrica cultura cofrade de Sevilla, un tipo que encarna de maravilla el relato de lo mágico, divino y legendario que corresponde a un hecho inexplicado o inexplicable. Vivió sus primeros años en el cercano barrio de la plaza del Pumarejo, territorio entonces que era los bajos fondos de la ciudad, y se crio en la vecina y pintoresca calle Feria, donde el mercadillo del Jueves.

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Su padre, Francisco Carretero Pulgarín, era albañil. "No lo conocí. Mi madre estaba embarazada de mí de seis meses cuando mi padre murió, a los 33 años. Fue 'de un infarto', decía mi madre". Su padre era altísimo, medía casi dos metros, dato que deduce que su madre le contó que "su ataúd medía 2,02 metros". El hijo único y póstumo, que mide en torno a 1,86, heredó en buena medida la estatura del progenitor, y, lo que es peor, su patología cardiaca. Su padre murió fulminado y él estuvo a punto de correr el mismo destino.

A los 24 años empezó a salir como armao de la Macarena, donde destacaba por su porte fuerte y alto. También había procesionado como acólito. Además de pertenecer a la cofradía del barrio, era hermano de la hermandad del Museo, como devoto de su Virgen de las Aguas. Enseña el álbum que ha traído con las fotos de cuando salía de armao, con su penacho blanco, su casco, su peto, el fabuloso traje de centurión romano. Posan con él su madre, sus amistades, sus compañeros de la Centuria Macarena, entre ellos su capitán de entonces, Ignacio Guillermo. No volvió a desfilar de armao tras su experiencia al borde de la muerte, aunque sigue sintiéndose como uno de ellos y cada Jueves Santo los acompaña caminando delante de ellos, vestido él de civil con traje y corbata, en el paseo de tarde por el centro de Sevilla que precede a la procesión de la Madrugada.

Francisco José Carretero, Carre, con su madre, Claudia Díez, en la basílica de la Macarena.

Francisco José Carretero, Carre, con su madre, Claudia Díez, en la basílica de la Macarena. Álbum personal

Salvo el paréntesis de la Madrugada cada Semana Santa, cuando desfilaba al son de los tambores, y una temporada en que fue auxiliar en el archivo clínico del Hospital Virgen Macarena, Carre se pasaba su primera vida trabajando de lunes a domingo como camarero y recogevasos en bares castizos de Sevilla, varios ya desaparecidos, como La Bañera, La Espadaña o la antigua bodeguita en la plaza del Salvador, su destino laboral más frecuente. Ganaba 500 euros a la semana, un buen dinero, reconoce, pero a cambio se le iba el día recogiendo vasos de cerveza.

Estresado

Cuenta que trabajaba mucho y estaba estresado. Su manera de relajarse era fumando, "un paquete y medio o dos paquetes de Chester al día, aunque muchas veces le daba dos caladas y lo tiraba", y bebiendo seis o siete cervezas, fuera del horario laboral, y algunos "cubatas de whisky con Coca Cola" más allá de la medianoche. Al cerrar la taberna donde estaba empleado, se iba a diario al bar del cantaor y tabernero Pepe el Peregil, y de allí empalmaba con sus amigos periodistas deportivos del Diario de Sevilla que habían terminado la edición y se distraía un rato con ellos antes de irse a dormir. "Era mi manera de soltar presión, como una olla exprés", recuerda.

El domingo 23 de septiembre de 2012 no tenía que trabajar en la plaza del Salvador pero un amigo dueño de un bar en el barrio de Los Bermejales, cerca del estadio del Betis, el club de su alma (su móvil luce una carátula con su escudo), le pidió el favor de ir a trabajar con él unas horas para sustituir a alguien. Su novia de entonces lo llevó en coche desde el pueblo de Tomares, donde vivía, al bar, del que no recuerda su nombre ni dónde estaba. 

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En las semanas o meses previos ya había notado que a veces se quedaba sin aire y el corazón sufría una arritmia; entonces tosía y recuperaba el aliento y el ritmo del corazón. Le pasó lo mismo ese domingo. "Eran las cuatro de la tarde, estaba recogiendo, me acuerdo de que solo quedaba una parejita en una mesa. Sentí que me faltaba el aire, me fui adentro a la cocina, me senté, y ya no recuerdo nada más". Luego supo que el joven de aquella pareja entró a ayudarlo. "Él fue el que me hizo el masaje cardiaco y me mantuvo vivo. Llamó al 112 y la ambulancia tardó cuatro minutos en llegar. Si ese día llega a haber partido del Betis...", apunta en alusión a que, en ese hipotético caso, por el tráfico, la ambulancia se habría retrasado y él habría muerto camino al hospital.

Entró en el limbo del coma, entubado en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Virgen del Rocío. A su cargo estaban el médico José Pérez Bernal y otros dos facultativos. Dice que los médicos informaron a su madre y otros familiares de que tenía "un uno por ciento de probabilidades de sobrevivir", y que si vivía, se iba a quedar en estado inerte y totalmente dependiente de por vida. Por eso les decían, añade, "pedidle a Dios que lo recoja", porque sería mejor morir.

Carre se había declarado desde antes como donante de órganos, así que estaba previsto que su cuerpo sirviera para trasplantes en cuanto expirara. Su prima Isabel, fisioterapeuta, iba a hacerle masajes en los miembros para que no se atrofiaran, y ella le dijo luego que, al tocarlo, apreciaba un cierto estímulo en la línea plana del sensor en la pantalla. Su amigo y capitán de la Centuria, Ignacio, que trabajaba en el hospital como administrativo, informaba en las redes sociales a los amigos, muchos de ellos armaos, sobre la evolución del paciente casi desahuciado, y se esforzaba por transmitir un mensaje de esperanza.

Las monjas

Otro amigo, Fali, con buena relación con las hermanitas de la Cruz, fue a pedirle a las monjas que intercedieran por su amigo Carre. "Es armao de la Macarena, hijo único, su madre es viuda y se va a quedar muy sola", les dijo, según recuerda el beneficiado. Las religiosas atendieron su ruego y celebraron una novena a la difunta madre general María de la Purísima de la Cruz, que ya era beata desde 2010, dos años antes, al haberse reconocido un primer milagro con la curación de Ana María, una niña del pueblo onubense de La Palma del Condado (la beatificación se celebró en el Estadio Olímpico de Sevilla y a ella acudió en procesión la Macarena). En la novena, las hermanas le pedían a su antigua superiora su intercesión celestial en favor del armao que agonizaba. A la vez, su propia madre, Claudia, también rezaba, confiando en la curación. 

La madre general de la orden de las hermanas de la cruz, María de la Purísima, con el papa Juan Pablo II en Sevilla en 1982.

La madre general de la orden de las hermanas de la cruz, María de la Purísima, con el papa Juan Pablo II en Sevilla en 1982. Hermanas de la Cruz

Madre María de la Purísima de la Cruz, con el paso de la Virgen.

Madre María de la Purísima de la Cruz, con el paso de la Virgen. Hermanas de la Cruz

Al cabo de las nueve misas de la novena, cuenta Carre, ocurrió lo siguiente el 5 de octubre: "A las siete de la mañana, las hermanas rodearon, como siempre hacen, el lecho de muerte de una monja muy viejecita que se estaba muriendo, y le dijeron: 'Hermana, usted que va a subir al cielo, pídale a Madre María de la Purísima por la recuperación de Carre, que es hijo único y la madre se va a quedar sola'. Muere la monja a las siete de la mañana, y a las once de la mañana, aproximadamente, abro los ojos en el hospital"

"La enfermera que me ve abrir los ojos en la UCI se llama Esperanza. Ella fue a avisar a los médicos, y llamaron a mi amigo Ignacio, para ver si yo regía". Querían comprobar si era consciente y lo reconocía, o la apertura de los ojos era solo un acto reflejo. "Recuerdo que Ignacio, vestido con la bata verde, estaba a los pies de la cama y me preguntó: '¿Carre, aquí quién manda? ¿Quién soy?'. Yo, moviendo los labios, le respondí: 'Mi capitán'".

Rodeado de amigos en el hospital, tras despertar del coma el 5 de octubre de 2012.

Rodeado de amigos en el hospital, tras despertar del coma el 5 de octubre de 2012. Álbum personal

Carre, en la cama del Hospital Virgen del Rocío, después de despertar del coma el 5 de octubre de 2012, acompañado de su amigo Ignacio Guillermo y su madre, que le da la mano.

Carre, en la cama del Hospital Virgen del Rocío, después de despertar del coma el 5 de octubre de 2012, acompañado de su amigo Ignacio Guillermo y su madre, que le da la mano. Álbum personal

Los médicos estaban asombrados, porque, aunque con secuelas, Carre se había recuperado. Le dieron el alta el 18 de noviembre de ese año. Estaba muy delgado, pero hablaba, caminaba, se valía por sí mismo. Con el tiempo, le reconocieron una invalidez laboral completa por la que cobra una pensión de "setecientos euros y pico, y el pico es pequeño". No ve bien de noche, pero de día, apoyado en su bastón, recorre a pie ligero el centro de Sevilla en su habitual peregrinaje, que lo lleva a visitar de lunes a viernes al Jesús, el Señor de la Sentencia, y a la Virgen en la basílica de la Macarena (donde estaba enterrado hasta hace poco el general golpista Queipo de Llano).

José Francisco Carretero, Carre, ante la Macarena en su basílica de Sevilla.

José Francisco Carretero, Carre, ante la Macarena en su basílica de Sevilla. Álbum personal

Otra estación de su procesión cotidiana es el convento de las hermanas de la Cruz, adonde va cada semana para honrar, meditar, rezar, ante la tumba de la santa de su milagro, enterrada junto al cadáver incorrupto de su antecesora y también santa Ángela de la Cruz.

Segunda vida

Aunque no trabaja, se ocupa de asuntos domésticos, ayudando en el hogar que comparte con su nueva pareja, Sandra, y con los dos hijos que ella aportó a la familia (él no tiene hijos biológicos y nunca se ha casado). Por ejemplo, antes de la entrevista ha llevado a la niña a una cita médica. Viven todos en el piso antiguo de alquiler en la calle Feria donde Francisco José Carretero creció y vivió con su madre. Es una vivienda con historia, porque antes, dice citando a vecinos más antiguos, fue un prostíbulo y luego el hogar de "un banderillero de Chicuelo o de Joselito el Gallo". 

Francisco José Carretero, Carre, en octubre de 2022, diez años después de su recuperación considerada un milagro por el Vaticano. A su espalda, el convento donde están enterradas las dos santas de las hermanas de la cruz.

Francisco José Carretero, Carre, en octubre de 2022, diez años después de su recuperación considerada un milagro por el Vaticano. A su espalda, el convento donde están enterradas las dos santas de las hermanas de la cruz. Eduardo del Campo

Carre camina por la calle Santa Ángela de la Cruz de Sevilla.

Carre camina por la calle Santa Ángela de la Cruz de Sevilla. E. del C.

Su curación en 2012 fue gran noticia en Sevilla; tan popular y mediática se hizo, que la Iglesia local promovió el episodio aunque sin dar publicidad al proceso canónico como prueba para que el papa hiciera santa a María de la Purísima. El capuchino fray Alfonso Ramírez Peralbo fue el postulador ante la Congregación para las Causas de los Santos, secundado como vicepostulador por el deán de la Catedral hispalense, Teodoro León Muñoz. Citaron al antiguo enfermo, a los sanitarios, incluidos "algunos médicos agnósticos", a familiares y demás testigos para que dieran su testimonio ante los enviados del Vaticano. "Les conté lo mismo que a ti. Todos coincidíamos". Los instructores religiosos establecieron que el despertar de Carretero era un milagro obrado por María de la Purísima gracias a los rezos a ella.

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La camiseta del Betis para el papa Francisco que el armao del milagro guarda para entregársela algún día.

La camiseta del Betis para el papa Francisco que el armao del milagro guarda para entregársela algún día. Álbum personal

El 18 de octubre de 2015 Carre asistió en el Vaticano, acompañado por su capitán de la centuria, Ignacio Guillermo, a la ceremonia de canonización. "Vi al papa Francisco como de aquí a esa furgoneta", dice señalando la cercanía en la plaza de San Pedro. Lamenta que no pudo hablar con el pontífice y darle la camiseta del Betis que traía para regalarle, con el nombre del jugador "Papa Francisco" y el número 3, el de Rafael Gordillo, impresos en la espalda. Guarda la camiseta en casa a la espera de la ocasión para cumplir su objetivo.

Carre, a la derecha, con su antiguo capitán de los armaos de la Macarena, Ignacio Guillermo.

Carre, a la derecha, con su antiguo capitán de los armaos de la Macarena, Ignacio Guillermo. Álbum personal

El armao del milagro, Francisco José Carretero, Carre, a la derecha, con su amigo Ignacio Guillermo en Roma en 2015, cuando acudieron a la canonización de santa María de la Purísima.

El armao del milagro, Francisco José Carretero, Carre, a la derecha, con su amigo Ignacio Guillermo en Roma en 2015, cuando acudieron a la canonización de santa María de la Purísima. Álbum personal

Hace tres años perdió a su madre, que padecía alzhéimer. Murió a los 83 años en la residencia que las hermanas de la Cruz tienen colindando con la Casa Madre de la orden, donde están enterradas las dos santas.

¿Qué balance hace de estos diez años el hombre que sobrevivió de milagro? "Que no hay que correr tanto", responde. Desde entonces, "exprimo la vida a mi manera". "Con lo que tú te coges un rebote, yo me río", dice, sonriendo, a la puerta del convento de las hermanas de la Cruz, donde está enterrada su benefactora celestial.

Con la Macarena

Deja para el final una clave de su historia: "Yo la vi". ¿A quién? "A la Virgen de la Esperanza". Dice que la Macarena le salvó la vida también, y que se le apareció mientras él tenía los ojos cerrados y estaba sumido en el coma en la UCI del hospital, no sabe en qué día de los doce o si ocurrió cinco minutos antes de abrirlos. ¿Cómo fue su visión cerebral? Recuerda que estaba viendo la procesión de la Macarena de regreso a su basílica, él de pie, en segunda o tercera fila, junto al Arco de la Muralla, en la calle entre el público, y que se preguntó, extrañado, qué hacía él de espectador en lugar de estar en el desfile marchando como armao romano. En vez de nazarenos con antifaz y capirote, los penitentes iban con el rostro al aire, y "eran calvos y con los ojos en blanco, como en la película El pueblo de los malditos".

El armao Francisco José Carretero, Carre, junto a la Virgen de la Esperanza Macarena, años antes de su parada cardiorrespiratoria.

El armao Francisco José Carretero, Carre, junto a la Virgen de la Esperanza Macarena, años antes de su parada cardiorrespiratoria. Álbum personal

Carre pidió paso y entró por en medio de la multitud en la basílica. Se fijó en que las paredes de las capillas estaban vacías, como si se hubieran desplazado. Vio entonces en su sitio a la Virgen, que, cobrando vida, le abría los brazos hacia él y le espetaba un contundente sermón. "La Macarena me abre las manos hacia mí y me dice: '¿Qué coño haces aquí?'. Mire usted, yo he seguido a la gente... '¡Pues vete de aquí a tomar por culo, porque no tienes que venir por aquí hasta que tengas setenta y cinco años!', me dijo, con estas palabras. Me salgo fuera hacia la puerta. Estaba abierta y se veía la luz al fondo. Si es la claridad al final del túnel como dicen, yo la he visto. Y esto es lo que te puedo contar. Lo mismo que le conté a Roma y tienen guardado en un libro rojo con letras doradas".

El armao del milagro de María de la Purísima enseña la cicatriz de su desfibrilador implantado, antes de operarse para que le pongan una batería nueva para los próximos diez años de vida.

El armao del milagro de María de la Purísima enseña la cicatriz de su desfibrilador implantado, antes de operarse para que le pongan una batería nueva para los próximos diez años de vida. Eduardo del Campo

Desfilando como romano de la Centuria Macarena.

Desfilando como romano de la Centuria Macarena. Álbum personal