En la 'secta' todavía viva que fue parte de Izquierda Unida en el 86: "Mi hermano ha roto con todo"
EL ESPAÑOL acude a los cursos del Movimiento Humanista. El secretario general de su brazo político: "Si quieres te doy el número de mi suegra".
13 febrero, 2023 01:44Ocurrió en 1986: en los tiempos revueltos de la tierna democracia, Izquierda Unida concurrió a las elecciones generales albergando una supuesta secta entre los partidos de su coalición. Se trata del conocido como Movimiento Humanista o El Mensaje de Silo, que adopta distintos tentáculos para esparcir su doctrina.
Su brazo político se llama Partido Humanista y, junto al Partido Socialista Unificado de Cataluña, al Partido de Acción Socialista, a Izquierda Republicana, a la Federación Progresista, al Partido Carlista, al Partido Comunista de los Pueblos de España, al Colectivo de Unidad de los Trabajadores-Bloque Andaluz de Izquierdas y al PCE (Partido Comunista de España), acudió a las urnas bajo las siglas de Izquierda Unida y obtuvo el 4’6% de los votos.
El episodio no es muy conocido porque, en cuanto el partido liderado en aquel momento por Gerardo Iglesias supo de las sospechas en torno a la formación, les invitó a marcharse de la coalición.
Desde entonces, el Partido Humanista concurre de forma individual a todas las elecciones generales y autonómicas. Su papeleta luce al lado del resto de las opciones políticas del abanico electoral en todos los colegios.
Eso, a pesar de que el Movimiento Humanista o Movimiento Siloísta (del que el Partido Humanista es el brazo político) está calificado como "organización sectaria" desde 1999 por un informe de la Asamblea Nacional de Francia, así como también por parte de una comisión investigadora de la Cámara de Representantes de Bélgica en 1997. Estar en el ojo del huracán tampoco le impide seguir con una actividad incesante en el mundo y en nuestro país.
Orígenes
La fundación del Movimiento Humanista, Movimiento Siloísta o la también llamada La Comunidad corrió a cargo del argentino Mario Rodríguez Cobo en 1969. A Rodríguez Cobo se le conoció siempre como Silo –de ahí que su movimiento reciba también el nombre de siloísmo– o el "mesías de los Andes".
Su doctrina queda plasmada en sus documentos fundacionales, que afirman que La Comunidad es “el conjunto de personas orientado al estudio, perfeccionamiento y enseñanza de un sistema útil al equilibrio y desarrollo del ser humano". Lo que persiguen todos sus seguidores es "un gran cambio social" que anhelan lograr "mediante la transformación de las estructuras de decisión y poder del actual sistema". En resumen, poder e influencia social y política.
Desde su fundación en Argentina, el Movimiento Humanista se ha expandido por todo el mundo y cuenta con sedes en el resto de América Latina (donde el Partido Humanista ha llegado a obtener representación parlamentaria), África, Asia y Europa.
En España cuenta con diversas fundaciones y asociaciones, además de seis "Parques de Estudio y Reflexión", radicados en las provincias de Barcelona, Madrid, Málaga, Sevilla, Tarragona y Toledo. En sus centros se organizan talleres sobre los más diversos aspectos, desde elaboración de jabones, relajación o, incluso, sobre cómo obtener una renta básica universal.
El movimiento en España
EL ESPAÑOL ha tenido acceso en exclusiva al testimonio de una persona cuyo hermano ha cambiado radicalmente su forma de vida desde que forma parte del Movimiento Humanista, además de romper lazos con todo su entorno afectivo.
"Mi hermano es una persona vulnerable, está diagnosticado con un trastorno por estrés postraumático, y para esta gente es muy fácil atraer a gente como él", se lamenta Elena, nombre ficticio para proteger su identidad. "Mi hermano tiene ojeras, le falta sueño, trabaja para ellos continuamente, no se alimenta bien y eso hace que no se acuerde ni de sus hijas: está permitiendo que mis sobrinas se críen como quien deja una planta a la intemperie, de modo que si le cae lluvia crece y si no, no".
El hermano de Elena, como tantos adeptos a grupos similares a La Comunidad, rompió relaciones con su familia a los pocos meses de ingresar en el Movimiento Humanista. "Expresamente me llamó un día y me prohibió ponerme en contacto con él y con mis sobrinas. Y no solo ha roto con su familia, también con todas sus amistades y con su entorno profesional: se ha tomado tantas bajas laborales fraudulentas para recibir e impartir cursos del movimiento que menos mal que es funcionario, porque si estuviera en la empresa privada ya lo habrían echado".
Elena también sospecha que su hermano ha invertido el total de sus ahorros en la organización. A ella y al resto de su familia le preocupa la deriva que su hermano experimenta pero, sobre todo, sienten la repercusión que su elección está teniendo en sus dos hijas adolescentes.
"Hablamos de fracaso escolar, de intento de suicidio, de intento de autolesión, de malnutrición y retraso en el crecimiento… Las hemos visto en invierno con manga corta y en verano con sudadera… Y nada hace saltar las alarmas a los servicios sociales; nadie da de alta el protocolo, aunque el protocolo existe", protesta con desesperación.
Es precisamente Elena quien nos habla de las prácticas que se llevan a cabo en los llamados Parques de Estudio y Reflexión que La Comunidad o el Movimiento Humanista posee en España. La situación de su hermano le ha llevado a bucear en internet, donde la organización difunde profusamente sus actividades.
"Hacen cosas parecidas a bautizos. Les dicen a los miembros ‘trae a tus niños que, a partir de ahora, como vas a dejar a un lado a tu familia natural, los del movimiento vamos a ser tu familia: estos van a ser tus padres, tu hermano, y si el día de mañana te pasa algo nos haremos cargo de tus hijos’", desarrolla Elena.
Reproducimos el vídeo del que nos habla y esto es lo que vemos: bajo el pomposo título de Ceremonia de Protección, se reúne gente de todas las edades en un salón atestado. Todos están sumamente sonrientes y registran cuanto acontece con cámaras de vídeo y fotos (corre el año 2010 y, por aquel entonces, el smartphone aún no era el rey del evento público).
Una pareja sostiene a su hijo recién nacido en brazos mientras una mujer y un hombre, frente a ellos, leen una suerte de estatutos con solemnidad: "Esta es una ceremonia mediante la cual el estado de los niños cambia al convertirse en partícipes de una comunidad que se compromete a hacerse cargo de ellos en caso de que desafortunadas circunstancias los dejaran desvalidos", dice la oficiante.
La sala contiene la respiración y, tras unos segundos de meditación comunitaria, se insta a que, quien lo desee, le dedique unas palabras "a la vida que comienza". Algunos asistentes se acercan y llenan al niño de besos y parabienes, adorándolo como a un mesías.
Luego, directamente lo pasan de mano en mano y va recibiendo besos de todos los presentes, con los ojos cada vez más abiertos, mirando a derecha e izquierda, como tratando de entender. Todo termina en un estruendoso aplauso y en una larga cadena de abrazos entre unos y otros.
Además de los vídeos de Youtube, también encontramos mucha información en sus redes sociales, e incluso una especie de agencia de noticias propia en Telegram. "La captación al movimiento la hacen a través de los talleres, y tienen de todo tipo, desde cómo hacer los deberes con tu hijo hasta hacer jabones o aprender el español para gente extranjera. Incluso hay uno para obtener una renta básica universal", explica Elena a EL ESPAÑOL.
"La zona del Rastro, por ejemplo, la inundan con carteles. Los que están pegados con fixo los voy quitando; si por lo menos evito con esa acción que a otra persona le pase lo que a mi hermano, pues bienvenido sea".
Efectivamente, dando un paseo por la madrileña zona de Embajadores encontramos estos carteles. Los convocantes son la organización Convergencia de las Culturas, otro de los organismos que forma parte del Movimiento Humanista, tal como confirmamos a través de su página web.
En este caso, la convocatoria es para un taller cuyo lema principal es "¡Imagina!". En su propuesta podemos leer: "Imagina un taller cuya herramienta más poderosa es la imaginación. Imagina que esta herramienta fuera capaz de reconciliarte con el pasado. Imagina que, además, te permitiera proyectar un futuro abierto. Imagina que, solo por imaginar, ya estuvieras cambiando la ‘realidad’". No imaginamos más, y decidimos acudir.
Los talleres
Son las siete de la tarde en el madrileño barrio de Carabanchel. Callejeo buscando el local, situado a la espalda de la plaza de Oporto, y lo distingo a lo lejos por su letrero: El Mensaje de Silo. Bajo el cartel, de pie en actitud de bienvenida, tres personas muy sonrientes me preguntan:
–¿Vienes al taller?
Asiento. Me dan la bienvenida con efusividad y se presentan: son Milagros, Rufino y José. Los tres parecen organizadores. Lamento que no haya llegado ningún asistente más para que mi presencia se diluya un tanto, porque rápidamente me convierto en diana.
–¿Vives cerca?
–Trabajo, trabajo cerca.
Ante su mirada expectante, decido añadir algo más:
–Dando clases a niños, vaya. Por aquí y por otras zonas, pero por esta encontré el cartel que anunciaba el taller.
–Es que hemos pegado muchos carteles, pero muchos los quitan.
Pregunto por qué haciéndome de nuevas.
–No lo sé –dice Milagros.
–Porque el Ayuntamiento no quiere que esté todo empapelado –se apresura a decir Rufino.
Los organizadores aprovechan los minutos que siguen para contarme el proyecto del Movimiento Humanista. Antes, tantean hasta dónde conozco.
–¿Viste la página web?
–Sí, bueno, pero por encima. No sé mucho, quiero que me contéis…
Y me cuentan. Empiezan explicándome que Convergencia de las Culturas viene de una filosofía humanista. "Nosotros creemos en el ser humano y en su poder para cambiar las cosas", me espeta Milagros.
Me explican que, por definición, su asociación es un crisol de culturas y religiones que no discrimina a nadie. Y luego nombran las distintas ramas del Movimiento Humanista (del Partido Humanista, aunque concurre a todos los comicios, dicen que "se definen como un partido, pero sin ser política").
Sigue a esto una sarta de reflexiones cuyo nexo común es la obviedad: cosas como que es necesario tener una idea en mente, una imagen, para llevar a cabo una acción, o que cada uno puede darle a su vida el sentido que quiera o le sea útil. Yo asiento y recibo la instrucción con simulado agrado. Para mi alivio, pronto llega una participante más, una chica inglesa. Y al poco dos chicos, de unos treinta y tantos, que entran juntos. La última es una señora en torno a los 50 años. Ya somos ocho, pero aún no comienza la dinámica como tal.
Los organizadores dedican otros cuarenta largos minutos a divagar. Ahora toma la voz cantante José, que insiste en la necesidad de "diferenciar como seres sociales que somos lo que es una relación de colaboración o reciprocidad a lo que es una relación de manipulación o subordinación" porque, dice, "existe en el mundo de hoy un sistema de dependencias muy chungo".
El tono de los tres es calmado y amable (especialmente el de Milagros, que ríe tras cada afirmación que hace). El resto asistimos a sus explicaciones con esmerada atención, y eso les gusta. Solo cuando uno de los jóvenes disiente, argumentando que él no considera que dependamos de los demás de una forma negativa sino que estar en sociedad implica adaptarse los unos a los otros, el organizador le contesta con más firmeza:
–Uno necesita estar en relación con otro, pero hay que diferenciar entre una cosa y otra, ¿entiendes?
Establecido el rango, entramos en materia. En primer lugar, los organizadores nos proponen jugar a las palabras encadenadas. José lanza una primera palabra y, siguiendo el orden de las agujas del reloj, los demás tenemos que decir otra a la que nos haya llevado la anterior. Al terminar el pequeño experimento, nos explican que hay tres formas de asociar: por contigüidad, por semejanza y por contraste.
Tras cada ronda, nos hacen explicar el porqué de nuestra elección. Yo finjo que no me sé expresar muy bien, y el resto del grupo completa amablemente mis palabras.
–Bueno, elegí ‘confeti’ porque como la palabra anterior era tarta me pegaba por… por… –digo abriendo un arco imaginario con mis manos.
–¡Contexto! –corean todos.
Después, pasamos a realizar "dos pequeñas experiencias guiadas". Nos piden que cerremos los ojos y los organizadores nos leen sendos textos: en uno de ellos se nos invita a imaginarnos contando un "secreto oprimente" a una persona querida, para así liberarnos del peso que nos suponía tenerlo guardado.
En otro, nos sitúan en una "hermosa gruta tropical" y sugieren que nos imaginemos a "una señora muy bella de porte digno y amable" a la que vamos a confiarle "la vivificación" de las partes de nuestro cuerpo que consideramos "más débiles y menos saludables". Cuando la inmersión termina, vuelven a preguntar por nuestras sensaciones y desvelan el sentido de estas propuestas:
–Se trata de transferir esa energía, alimentarla hasta otro tipo de imágenes que buscan una sensación más positiva. A esto lo llamamos transferencia.
Terminada la sesión, nos vuelven a animar a que compartamos nuestras sensaciones y a hacer las preguntas que queramos. Yo lanzo una:
–¿Cuántos jueves van a ser…?
–Esto es todo lo que queramos –dice Milagros, y añade a su afirmación su habitual risa posterior.
–De momento hemos programado una parte de siete sesiones, de aquí a marzo. La última, que será la octava, queremos hacerla fuera de Madrid, un sábado, en el que hablaremos del espacio de representación que ocupamos en el Parque de Estudio y Reflexión de Toledo con otra gente que está haciendo lo mismo que nosotros –completa José.
Y aquí se cierra el círculo: nos explican que otros tantos grupos como el nuestro están trabajando en paralelo diversas cuestiones -como la renta universal o la no violencia- y que, tras estos talleres, todos vamos a confluir en uno de los Parques de Estudio y Reflexión en los que la organización aglutina a sus seguidores. Antes de despedirnos, nos hacen un último encargo: "La idea es que esto también les sirva a otros. Necesitamos más gente para seguir adelante, así que cada uno que invite a venir a todo el que pueda".
Salgo a la calle y respiro el aire que ofrece la noche cerrada de Carabanchel.
El presidente del Partido Humanista
Según nos dicen en el taller, el Partido Humanista no tiene vocación política, así que queremos conocer a qué se dedica exactamente y qué tienen que decir de las acusaciones que penden contra el Movimiento que lidera y que consideran que este no es más que la fachada de una secta.
EL ESPAÑOL se pone en contacto con José Luis Álvarez, su secretario general.
—¿Cuál es su cometido?
—El Partido es la expresión política del Movimiento. El Movimiento lo que pretende es colocar al ser humano como valor central, todos tenemos ejemplos a nuestro alrededor de que el principal valor no son las personas sino el dinero y otro tipo de intereses, y a raíz de eso nos organizamos para expresar eso políticamente. Tenemos propuestas desde lo laboral hasta la sanidad y todas giran en torno a colocar a la persona por delante de otro tipo de intereses.
—¿Habéis obtenido representación en algún comicio?
—En España no porque el nuestro es un partido internacional. En España arrancamos formando parte de IU en el año 82, luego ya no, luego hemos estado en coalición en otros comicios y llevamos presentándonos a todas las elecciones desde entonces. En España no hemos obtenido nunca representación, sí que hay otros países donde hay diputados del Partido Humanista, como en Chile donde han formado parte también del gobierno, o en Argentina. En España todavía no, digo todavía porque espero que algún día podamos tener un poco más de repercusión.
—¿Y qué es lo que sucedió en el año 86 para que IU os pidiera salir de la coalición?
—En el año 86 yo no estaba en el partido, no era mayor de edad así que no podía estar. Creo que hubo algún tipo de desaveniencias con temas económicos, pero pon todo esto con miles de interrogaciones porque te lo estoy diciendo de oídas. Sí que luego he estado con gente de IU en coalición, o sea que no ha habido ningún problema.
Después, le comentamos las acusaciones que Elena hace sobre el Movimiento.
—¿Se insta desde vuestra organización a romper lazos con el entorno afectivo?
—Para nada. Yo si quieres te puedo dar el teléfono hasta de mi suegra, que me quiere muchísimo… (Ríe y hace una pausa). Te digo esto porque si te llama un señor y te dice que su hija se ha hecho del PP y que ha roto los lazos con la familia, ¿llamáis a Feijóo para preguntarle qué tiene esto de malo?
—No, porque sobre el PP no penden sospechas de...
—(Interrumpiendo). Te diría yo que sobre el PP penden sospechas mucho más peligrosas.
—De otra índole, en todo caso. Yo pregunto si desde el Movimiento Humanista se anima a separarse de la familia, como denunciaba esta persona.
—No, por supuesto que no. Es justo al contrario: lo que yo buscaba cuando conocí el humanismo era tener un equilibrio en mi vida social y personal, a nosotros nos parece que las cosas van bien cuando van bien en conjunto, y eso es tener un ámbito familiar de relaciones sanas, nada tóxicas, y que te puedan arropar y que además puedas hacerlo siendo útil en tu comunidad, y que puedas ganarte la vida en un trabajo y que mantengas tus amistades. Si hay algo de lo que yo estoy contento es de tener relaciones con mis amigos del barrio que jugaban conmigo al fútbol con 10 años, y tengo 53. Así que cuando alguien está en lo nuestro es justo para lo contrario, para crear lazos, no para romperlos.
—¿De qué manera os financiáis? Tenéis, además del Partido Humanista como tal, los Parques de Estudio y Reflexión.
—El Partido se financia exclusivamente con las cuotas de los afiliados, que somos muy poquitos, en torno a los cien afiliados, todo lo levantamos cuando hay que hacer una campaña en base al músculo de los que estamos ahí. Los Parques de Estudio y Reflexión, que ya forman parte del Movimiento Humanista, todos se han levantado con aportaciones voluntarias de quienes lo han construido.
Antes de despedirnos, el secretario general del Partido Humanista formula una pregunta:
—¿La persona que ha realizado estas acusaciones que comentas será Manolo, nombre ficticio por petición del protagonista?
—Es una fuente, así que no voy a revelarlo.
—Ya, ya lo sé. Pero me entiendes que me parezca simpático, ¿no?
—No, no lo comprendo.
—A ver, que es una acusación anónima de una persona diciendo una cosa para acusar a una organización política. Solo que me parece simpático.
Después de agradecer que haya atendido a EL ESPAÑOL, nos despedimos del secretario general del Partido Humanista.