El drama del pakistaní Ghulam en Tarrasa: sus hijas muertas y sus hijos presos por asesinarlas
El padre de las dos jóvenes asesinadas en Pakistán por oponerse a sendos matrimonios concertados se encuentra solo y abatido por lo sucedido.
25 mayo, 2022 01:41Noticias relacionadas
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Ghulam Abbas, de 52 años, pensaba que el peor día de su vida no volvería a repetirse: hace unos años perdió al mayor de sus seis hijos ahogado en un río en su Pakistán natal. El destino, sin embargo, le tenía preparado algo mucho peor. El viernes pasado, una llamada poco antes de las 17:30 de la tarde (las 20:30 en Kharian, desde donde le llamaban) le comunicó que sus dos hijas, Uruj y Anisa Abbas, de 24 y 21 años respectivamente, habían sido asesinadas.
La mala noticia no quedó ahí: entre los responsables del crimen estaban dos de sus hijos varones, Shehryar y Asfandyar, de 25 y 18 años, ahora encarcelados en Pakistán y con el oscuro horizonte de la horca por delante. Así, en una tarde fatídica, Ghulam se partió en dos.
Todos los años de esfuerzo titánico por reunir a su familia y darle una vida mejor en Terrassa (Barcelona) se esfumaron por la imposición de unas leyes feudales que condenaron a sus hijas tras haber roto el “honor” de la familia. Uruj y Anisa se habían casado con dos de sus primos en Pakistán, pero su nueva vida en España les hizo abandonar el destino que su familia había previsto para ellas, y ambas decidieron comenzar una relación con otros hombres pakistaníes residentes en España. Aquello terminaría por costarles la vida.
Las hermanas abandonaron el hogar familiar en Terrassa y dejaron de hablarse con su padre y con sus hermanos. Sin embargo, Ghulam aceptó que sus hijas viviesen libremente con sus nuevas parejas y no quiso forzarlas a cumplir su promesa matrimonial. El hombre tenía miedo de que, reteniéndolas, sus hijos varones cometieran una salvajada. Entre los hermanos, el mayor, Shehryar, se había mostrado especialmente agresivo hacia ellas. Es más, llegó a ser denunciado por apuñalar al novio de una de ellas en España.
Con todos estos antecedentes, las dos hermanas aparecieron de forma incomprensible en Kharian el 19 de mayo. Kharian es el pueblo original de la familia, ubicado en el distrito de Gujrat, dentro de la región pakistaní del Punjab. De aquella zona procede la mayoría de la comunidad pakistaní asentada en Cataluña, sobre todo en Barcelona y sus alrededores. En el pueblo también se encontraban sus hermanos y su madre, los cuales viajaron a finales de marzo y en abril para pasar una temporada de vacaciones.
Según la versión de la Policía del Punjab, los hermanos y la madre estuvieron todo aquel tiempo con sus tíos y con sus primos Hasan y Atiq, con quienes sus hermanas estaban casadas. Juntos habrían conspirado para engañar y tender una trampa a Uruj y Anisa, y así atraerlas hacia un callejón sin salida.
A miles de kilómetros de su vida en España y sin posibilidad de volver atrás, a ambas hermanas no les quedó más remedio que enfrentarse a la ira de su hermano Shehryar. Este quiso obligarlas a honrar sus compromisos matrimoniales. Su plan era que dejasen a sus amantes y regresaran a Terrassa con sus maridos legítimos. De esta forma, y a través de los permisos residencia de ambas, facilitarían que sus primos pudiesen entrar en España de forma legal.
Una vez superada esta fase, Shehryar tenía previsto devolver a sus hermanas a Pakistán junto a sus padres, mientras que él, Asfandyar y un tercer hermano menor de edad, llamado Fakhar, de 13 años, volverían a Terrassa. Desde allí se encargarían de trabajar junto a sus primos y a mantener a toda la familia mediante remesas de dinero.
Uruj y Anisa, sin embargo, no estaban dispuestas a amoldarse al plan de su hermano mayor. Es más, expresaron su intención de divorciarse y de continuar con sus amantes en España. Su postura desató la agresividad de Shehryar que, junto a Asfandyar, sus primos (los propios maridos de las jóvenes) y sus tíos, estranguló a sus hermanas. Las torturaron durante horas para hacerlas cambiar de opinión. Al ver que tampoco así dieron su brazo a torcer, su tío Mohammed las mató de dos disparos mientras dormían, según relató la Policía punyabí tras interrogar a los implicados.
La madre, Azra Bibi, se encontraba en la casa y quiso impedir que se ejecutara el “crimen de honor” contra sus hijas. Sin embargo, la mujer fue silenciada y encerrada en una habitación. Lo escuchó todo. Fakhar, el menor de los hermanos, también presenció la macabra escena; aunque, presumiblemente, no participó en ella.
Una “familia feliz”
El padre de las jóvenes, Ghulam, conocido como “Ali” por sus amigos, llegó a Terrassa hace 13 años, en 2009, con la intención de ganarse la vida. Después de varios trabajos irregulares, legalizó su situación y encontró empleo en la tienda de alimentación de Ulfad Faruk, un compatriota suyo de la ciudad de Sargodha instalado en el municipio barcelonés y que abrió su local en 2010. Ghulam comenzó a trabajar en este establecimiento hace "seis o siete años", según el dueño.
“Es un hombre muy trabajador que lo ha dado todo por su familia. Todos estos años… y ahora esto. Está destrozado, fuera de sí. A veces ríe, a veces llora, no come. Le di unas galletas y ni las probó. Está encerrado en casa completamente solo, porque su familia está allí, con dos hijas muertas y dos hijos en la cárcel, mientras que su mujer y el otro hijo están intentando volver”, dice a este periódico Ulfad.
Ghulam llamó a su jefe el pasado viernes nada más enterarse de la terrible noticia. Se limitó a decirle que se encontraba mal, que iba a cerrar la tienda y que acudiría al hospital. Porque Ghulam era un hombre discreto y poco sociable que no aireaba los problemas de la familia con nadie. Más tarde, un amigo en común llamó a Ulfad desde Pakistán y le puso al corriente de todo lo que se sabía. Fue un desenlace fatal para una familia a la que el propietario de la tienda recuerda “feliz”. “Siempre estaban muy contentos”, dice el hombre.
La rutina de Ghulam en Terrassa era trabajar a destajo, “a veces incluso en jornadas de 18 horas”, afirma Ulfad. Compaginaba ese empleo con la venta callejera de rosas en Barcelona algunas noches y los fines de semana. Fuera del trabajo, lo único que hacía era deporte en el gimnasio cercano Gym Shark, ubicado en la misma Rambla de Francesc Macià de Terrassa donde se encuentra la tienda. También cumplía a rajatabla sus obligaciones religiosas. Un comerciante marroquí del mismo barrio de Sant Pere Nord lo recuerda viniendo a por dátiles, lo único de lo que se alimentaba durante el Ramadán.
Tras dos años trabajando con Ulfad, Ghulam trajo de Pakistán a la pequeña de las hermanas, Anisa, junto a Shehryar. Dos años después, vino Uruj, la mayor, también por una reagrupación familiar. Esta “trabajó cuatro o cinco meses en la tienda nada más llegar”, apunta Ulfad. Finalmente, Ghulam trajo a su mujer, Azra, y a sus otros dos hijos menores, Asfandyar y Fakhar.
La familia llevaba una vida no muy diferente a la de sus compatriotas instalados en la provincia de Barcelona: apenas se relacionaban y se dedicaban a trabajar. Al igual que su padre, los hermanos mayores lo hacían en otro local de alimentación y en un supermercado Condis regentado por otros paisanos pakistaníes. También iban al mismo gimnasio, donde uno de los entrenadores los recuerda como "poco regulares" y "poco habladores". El padre, de hecho, los tutelaba en casi todo: pagaba su mensualidad en el centro deportivo, entre otras cosas. Por su parte, la madre era ama de casa y las dos hermanas hacían algunos trabajos esporádicos. Residían todos juntos en un pequeño piso cercano a la tienda de Ulfad.
Matrimonios concertados
Algunas informaciones apuntaron, en un inicio, que los matrimonios se habían celebrado de forma remota hace un año e incluso sin el conocimiento de las jóvenes. Sin embargo, se casaron con sus primos de forma presencial en Pakistán. Uruj lo hizo con Hasan, hijo de un hermano de Ghulam, antes de mudarse a España. Por su parte, Anisa, después de un año en Terrassa, viajó a su país de origen para formalizar su enlace con Atiq, hijo de otra hermana de Ghulam.
“En la foto de la boda se las ve contentas”, dice Ulfad en referencia a la imagen de ambas hermanas en la boda de Anisa que difundió la Policía del Punjab. “Yo mismo felicité a Anisa después de su matrimonio y no se mostró contrariada”, prosigue el hombre.
Sin embargo, la percepción del jefe de su padre estaba del todo equivocada. Tras años de vida en España, las jóvenes vieron que podían emanciparse como mujeres independientes y desafiaron las leyes de la familia. Hace un año, Anisa abandonó el hogar de sus padres y se fue a vivir con su nueva pareja. Siete meses después la seguiría su hermana mayor Uruj, desatando un cisma en la familia.
“Después de que se fueran de casa, Ghulam dejó de hablarse con ellas. Anisa llegó a denunciarle para que la dejara en paz, porque él estaba a favor de los matrimonios que habían contraído en Pakistán y les insistía en que recapacitaran. Pero para evitar que Shehryar tomara represalias, las dejó hacer su camino. No supo adónde se fueron. Unos dicen que se mudaron a Valencia, otros que a Barcelona… Les perdieron la pista hasta que aparecieron en Pakistán sin que nadie entendiera nada”, explica Ulfad.
Según los datos del gimnasio, la última visita que los hermanos Shehryar y Asfandyar registraron a las instalaciones deportivas fue en marzo. A finales de ese mes, ambos viajaron con su madre a Pakistán a visitar a sus parientes. En abril, Ghulam mandó a su hijo pequeño Fakhar a reunirse con el resto de la familia. La madre tenía previsto quedarse ahí, pero los hermanos iban a regresar a España el 5 de mayo. Ghulam les compró billetes para esa fecha, pero peridieron el avión.
Así, el padre sacó nuevos boletos para sus tres hijos para el 19 de mayo. El mismo día que tenían que estar de regreso en Terrassa, aparecieron Anisa y Uruj en Pakistán. Su padre no se lo explica: las hijas a las que dejó marchar para protegerlas, a pesar de su rechazo a la vida que habían elegido, se habían metido solas en la boca del lobo. Sus parientes en Kharian tampoco fueron capaces de darle una explicación.
Obviamente, los tres hermanos varones perdieron de nuevo el avión de forma intencionada, porque eran quienes estaban detrás de la trampa mortal que les habían tendido a sus hermanas. Tenían el fin de forzarlas a volver con sus maridos, sin conocimiento de su padre.
“Shehryar no es violento, quería a sus hermanas. Siempre quiso protegerlas, pero pasó todos los límites. Ahora lo que le espera es la horca, porque en Pakistán las cosas se hacen así”, relata Ulfad.
Por su parte, Ghulam fue a declarar el lunes a una comisaría de los Mossos d’Esquadra de Terrassa. A pesar de todos sus años en España, no habla castellano y, al no haber ese día un traductor de urdu, regresó este martes a las dependencias policiales. Ya con la ayuda de un intérprete, pudo explicar a los agentes el periplo por el que ha pasado su familia desde que pusiera un pie en la localidad barcelonesa. Paralelamente, la Fiscalía de Terrassa investiga el grado de implicación de todo el entorno familiar en que las jóvenes volasen a Pakistán, según informó El País.
Solo y lejos de sus seres queridos, Ulfad, su único amigo, ha aconsejado a Ghulam que no vuele a Pakistán. “Las cosas podrían empeorar”, advierte el jefe. Allí, además de sus dos hijos, estarían detenidos la madre y el padre de los primos casados con Uruj y Anisa, que al mismo tiempo son hermanos de Ghulam. Este extremo no ha sido confirmado. En total, se han producido al menos seis arrestos gracias a la señal de los teléfonos móviles de los presuntos autores.
Mientras, continúa la búsqueda de otros familiares relacionados con el crimen, a quienes la madre, a pesar de estar horrorizada por lo que presenció, no denunció por tratarse de parientes. Fue la propia Policía quien presentó cargos.
Más casos en Cataluña
Los “crímenes de honor” son una realidad de numerosas zonas rurales de Pakistán, donde las leyes de los clanes locales todavía tienen un enorme peso y gozan de un gran respeto social. Históricamente, las autoridades han hecho la vista gorda ante este tipo de situaciones, que se resuelven en muchos casos con el perdón de los padres de las víctimas a los asesinos. Este perdón suele ser sonsacado tras presiones y amenazas.
A pesar de que una reforma legal de hace cinco años ha puesto más difícil que estos crímenes queden impunes en Pakistán, solo en 2021 se registraron 478 asesinatos de mujeres que rompieron el “honor” de sus familias al negarse a contraer matrimonios concertados.
Pese a la lejanía, estas situaciones se extrapolan muchas veces a las comunidades migrantes pakistaníes en Europa. En concreto, en Barcelona, Huma Jamshed, presidenta de la asociación de mujeres pakistaníes ACESOP, está al corriente de, al menos, tres casos similares al de Uruj y Anisa, localizados en L'Hospitalet de Llobregat, Barcelona y Tortosa. Afortunadamente, su desenlace no ha sido fatal. Por la seguridad de las afectadas, no se dan más detalles.
“Las familias se suelen imponer a la voluntad de las hijas, las cuales, la mayoría de veces, aceptan el matrimonio que sellaron en Pakistán impuesto por sus familias. Si gana la hija, esta queda condenada al ostracismo, sufre el abandono social de la comunidad y se queda completamente sola en una sociedad muy diferente de la suya, en la que va a tener muchas dificultades para integrarse. Los familiares las acosan y las buscan hasta que, arrinconadas, ceden a su voluntad”, explica Jamshed a este perióidico.
Así, la muerte de Uruj y Anisa es solo la punta del iceberg de un fenómeno silenciado y de grandes dimensiones, fruto de un arcaico y complejo sistema social. Un sistema que, en apenas unas horas, destrozó la vida de Ghulam Abbas y la de sus hijas. Él solo quería sacar adelante a su familia trabajando duro lejos de su país. Ellas solo quisieron ser libres.