El beso del 'Ángel' de la Manada con el que empezó el drama de la chica de San Fermín
Es el más joven de los cinco acusados de violación. El viaje a Pamplona era su "prueba de fuego" para entrar en el grupo. Hablaba de utilizar retinoles o burundanga con las mujeres. Fue él quien la besó en la entrada del portal en el que ocurrieron los hechos.
10 diciembre, 2017 01:48Noticias relacionadas
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El infierno comenzó con un beso, un beso a la entrada de un portal. Ángel Boza fue el artífice. Pasaban de las tres y cuarto de la madrugada del día 7 de julio de 2016 en Pamplona. Primer día de las fiestas de San Fermín. Boza tiene 26 años y es complexión delgada, pequeño de estatura, lleva barba y tiene ojos azules. La historia previa y posterior ya la conocemos. Pero esta semana se sabe ya un detalle más con total certeza. Es él quien, a la altura del número tres de la calle Paulino Caballero, besa a C., la víctima de ‘La Manada’. Luego condujeron a la joven al interior del portal. Ahí empezó todo.
Ángel Boza es el menor de los cinco sevillanos juzgados en Pamplona y acusados de violación múltiple. Es el único que no pertenecía a La Manada. Boza es, también, el único que no participó de los abusos a una joven en Pozoblanco, por los que los otros cuatro serán también juzgados en los próximos meses. Sin embargo, tampoco es ningún santo. Como José Ángel Prenda, pertenece la peña ultra del Sevilla, Biris. Como Prenda, cuenta también con antecedentes por delitos de robo con fuerza y contra la seguridad vial.
Quizás sea del que menos se ha hablado en el último año y medio, pero su participación en la presunta violación fue clara. Lleva un año y medio en la cárcel por los hechos, “de extrema gravedad” según el juez instructor.
Ese beso con la chica es importante en el transcurrir de la situación y en los momentos previos a la presunta violación. Es el instante en el que aprovechan para hacerla entrar en el portal de aquel edificio cogida de la mano de uno de los chicos, pero sin que nadie la forzara. Es el momento preciso, también, en el que Prenda observa a una señora entrando en el edificio en cuestión. Ahí logra colarse.
Boza, en todo es e trayecto, es quien se besa con ella. Es el que llegaba a Pamplona en una especie de viaje iniciático un ritual de acceso al estrecho y oscuro círculo de La Manada. Boza es también reincidente en el delito de conducción bajo los efectos del alcohol y las drogas. Se negó en diversas ocasiones a realizar dichas pruebas ante la autoridad. Suma condenas de prisión de 9 meses. En algunos casos las saldó con trabajos para la comunidad. Este es Boza y así fue el momento en el que todo cambió en aquella noche. El instante en el que el joven besa a la víctima y en el que luego le franquean la entrada al portal.
"La prueba de fuego"
Boza acudía a Pamplona por primera vez, como el resto de los acusados. Aquello, dijo, iba a ser “la prueba de fuego”, su bautismo con el que entrar a formar parte de La Manada. Boza ya había hablado con ellos, en los chats que tenían en común, de usar burundanga y retinoles para mantener sexo con mujeres
Fue el 22 de junio del pasado año cuando se planteó la posibilidad de incluirlo en el reducido grupo. El objetivo: San Fermín. “Jaja, no, que aún no he hecho méritos para ser un lobo”, respondía Boza. El guardia civil del grupo, Antonio Manuel Guerrero, le respondió: “Estas vacaciones son la prueba de fuego”.
Mientras planificaban las vacaciones, Boza propuso llevar un kit de drogas a Pamplona. Era 22 de junio. Dos semanas antes de que le detuvieran junto a sus amigos. “¿Llevamos burundanga? Tengo reinoles (pastillas sedantes) tiraditas de precio. Para las violaciones”. “Yo llevo la pistola, no quiero mamoneos. Cuando estemos borrachos, se saca la pistola”, dice el guardia civil. Luego habla Prenda. “Como me vea acorralado, le meto un tiro en la rodilla a quien sea, jajaja”. Era la preparación del viaje de iniciación de Boza.
A la doce y media de la noche del día siete, tan solo dos horas y media antes de encontrarse con la víctima de la violación, Boza disfruta. Los planes de los cinco están cumpliéndose. Drogas, alcohol, desenfreno. “Las mejores vacaciones de mi vida. He estado en Cuba, Las Vegas, Los Ángeles, pero vaya despipote este viaje”, escribe Alfonso Jesús Cabezuelo, el militar del grupo. Le contesta un amigo.
-¿Robado y follado, mucho?
-Robado todos menos yo, responde el militar.
El amigo responde, esta vez dirigiéndose al novato, a Boza.
-Ángel, disfruta ahora que en la celda te acordarás de estos ratillos.
Presentación de Boza con la chica
“Entonces, ya yo me senté en el banco y estaba allí sentado un chico y me dijo: "Jo, menuda fiesta hay aquí montada en Sanfermines". Y le dije: "Sí, la verdad que sí, hay aquí una fiesta bastante grande". Y me dijo: "¿Qué has venido, tú sola? Y le dije: "No, no, yo he venido con un amigo, pero ya se ha ido al coche a dormir". Y me dijo: "Pues yo también he venido con unos amigos y tenemos que irnos a dormir nosotros también al coche". Me preguntó que de dónde era, le dije que era de Madrid. Yo le pregunté a él que de dónde era y me dijo que era de Sevilla. "Ah ya de Sevilla, ¿del Sevilla o del Betis?". Y me dijo: "Soy del Sevilla". Y le dije: "Bueno, no sé si nos vamos a llevar muy bien, que yo soy de Atleti".
Es un fragmento de la declaración de la joven víctima. Está hablando con Prenda. Es el primero en acercarse a la joven. Al momento, Boza se aproxima al banco. La chica sigue narrando. “Él estaba con sus amigos, que estaban en un grupo más alejado del banco y había veces que iban y venían. Hubo uno que vino, un amigo suyo vino y se quedó como... Si yo estaba sentada en el banco y aquí estaba el otro chico pues se quedó como aquí enfrente. Y me dijo: ‘Este es mi amigo’. Y le dije: ‘Ah, vale, encantada’”. Ese era Boza.
Boza es el único que se presenta a la chica después de Prenda. El líder de La Manada lo contó del siguiente modo en el juicio. “Cuando viene ángel le digo: ‘Este es mi amigo Ángel’”. El relato de Prenda continúa después por esa conversación sexual que nunca existió, tal y como explica la víctima. “Me acuerdo de la pregunta que le hice de "¿quién te gusta más?", yo le dije que ella me encantaba, que la veía muy guapa. Y Ángel, una de las veces... Ángel estaba seguro y le dije que quién le gustaba más, si Ángel o que si yo”.
La chica, cansada, comienza a andar y se va al coche. Tiene un camino de media hora a pie aproximadamente. Ellos deciden acompañarla un rato.
La joven toma una dirección correcta para llegar a donde tenía aparcado el coche con la intención de descansar. Su camino tenía que pasar, expresamente, por la calle Paulino Caballero. La chica lo había estacionado en Soto Lezkairu la tarde anterior. Para llegar a esa zona de la ciudad desde el centro, desde la entrada de la avenida de Carlos III, es preciso coger precisamente la calle Paulino Caballero hasta la rotonda de Conde de Rodezno. Es decir, la joven va por el camino que más le convenía. Es el recorrido básico para llegar a su destino.
Hay menos de diez metros entre el punto de la calle en el que Boza y la víctima se besan y el portal número 5, en el que entran y donde ocurre todo. Todo ocurre muy rápido. La joven, de 18 años de edad en aquel momento, se dirigía en busca de su coche para descansar.
Entonces llegaron al número 3 de esa calle, casi al principio de la misma. Ella va delante caminando con Boza. Prenda va y viene de vez en cuando. Los otros, a los que ni siquiera se ha presentado, caminan varios metros más atrás. En ese momento, la chica y Boza se besan.
Todo transcurre en cuestión de segundos. Mientras eso sucede, una mujer está entrando al número cinco y Prenda advierte ese detalle. Entonces, se adelanta, agarra la puerta y entra con ella en el edificio. En unos pocos segundos, la joven, que se estaba besando con Boza, acaba entrando. Él la agarra de la mano. Luego ocurre todo.
Otros aspectos aparte del beso
La importancia del beso se vio también en el tribunal, pero por la parte de los abogados de Prenda y el resto de la banda. Además del beso, durante el juicio, Agustín Martínez Becerra, el abogado de La Manada, trató de utilizar otros elementos inocuos para tratar de desacreditar a la víctima ante el tribunal: los programas de televisión que le gustaban, que cerrase los ojos y que entrase en pánico, una camiseta con la que aparecía en sus fotos, que después de la violación prosiguiera con su vida (tal y como el psicólogo le dijo que hiciera).
Becerra trató también de utilizar contra ella, por ejemplo, la forma de sentarse de la joven ante el juez. Un detalle sin importancia al que el letrado dedicó varias preguntas. A su juicio, debía de tratarse de algo muy relevante.
Detención y juicio
Los primeros días en la cárcel después de que el juez decretase prisión por “la extrema gravedad de los hechos” -había visto los vídeos- Boza sufrió lumbalgia y contó que padecía insomnio. El médico le aconsejó que cada noche se tomara dos comprimidos de medio gramo de Alprazolam, vendido comercialmente como Trankimazin.
Hace casi dos semanas, este reportero entró en la sala del juicio para ver las conclusiones del caso. Fueron dos largas jornadas. Los dos días, Boza tiene los ojos hundidos y mira sin mirar a la pared que tiene justo enfrente. No habla con nadie. Ni siquiera con los otros cuatro, quienes se sientan en el banquillo a su izquierda. No ha cambiado mucho de las fotos que hemos conocido de él a como se presenta en la sala.
Es una figura clave en el caso. Iba a cumplir su bautismo de fuego. Uno de sus amigos le advirtió, con sorna y cachondeo, de que fuera preparándose para la cárcel. Así acabó siendo.