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Al margen de los 71.000 folios de sumario en el caso Nóos hay un trasfondo, tanto o más importante, que son los pactos y reuniones entre bambalinas; movimientos enfangados que, según desvela la periodista e investigadora Pilar Urbano, salpican al mismísimo trono de Juan Carlos I: “Existió una Operación Salvar a la Infanta”, resume con contundencia, en un argumento que implica al abogado Miquel Roca, al fiscal Pedro Horrach y a las más altas esferas de la Corona.
El juez José Castro ha sido el primero que ha sentado a un miembro de la familia real en el banquillo. Todos estos tejemanejes se produjeron en la trastienda de “la pieza 25”. Y ese es el título bajo el que se recoge, en forma de libro, la investigación de Pilar Urbano durante tres años, con tensas entrevistas a medida que iba tocando los resortes de la Zarzuela.
La pieza 25, Operación Salvar a la Infanta (Esfera de los libros) estará la próxima semana en los estantes de las librerías. Sus páginas contienen un laberinto enrevesado “al más puro estilo de la novela detectivesca, pero cero ficción, la vida real y afectando a muy altas instituciones”, afirma Urbano, de extensa trayectoria investigadora y autora de una docena de obras.
La periodista desgrana en EL ESPAÑOL las claves de esta pieza 25 a través de 25 preguntas, con las extensas entrevistas que mantuvo con el juez José Castro como elemento vertebrador y fundamental. El relato baila entre los nombres de Iñaki Urdangarin y Juan Carlos I, de Miquel Roca y Diego Torres, de Nóos y de Aizoon; nombres que giran en torno a una figura, la infanta Cristina: “El cerebro de la trama”, la define el juez Castro. “El revólver humeante”, añade Urbano.
“La infanta se dejó utilizar y lo hizo por amor”, sentencia la periodista. Porque la hija del rey emérito, en todo lo “inteligente” que es, se posicionó en “dos sitios clave” en el entramado: el Instituto Nóos y Aizóon. Si es así, ¿por qué quedó absuelta? “La infanta demostró su inteligencia al no dejar huellas”.
1. En el libro usted indica que el caso Nóos arrancó por un hallazgo casual, un dossier verde.
Por casualidad, completamente. La Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) y la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO) estaban terminando un registro relacionado con la empresa de comunicación Nimbus cuando dos agentes, en un archivo metálico, encuentran algo. De los cuatro cajones, los tres primeros estaban cerrados, pero el cuarto no cerraba del todo. Al tirar, encontraron oculto, detrás, un dossier verde, una carpetilla, donde pone “Govern de les Illes Balears” y dentro, en un par de folios, el nombre de Diego Torres. Allí estaban el fiscal Horrach y el juez Castro, comiendo un bocata y una cerveza. En principio, al juez aquello de Nóos le sonó a algo de enseñanza oriental, por el nombre. Pero esos policías, que llevaban tiempo destinados en Palma, sabían que Diego Torres era quien hacía negocios con Urdangarin: “¡A ver si hemos dado con el yerno del rey!”. Así arranca todo el caso.
2. Un caso que ha culminado con 71.000 folios de sumario. La pieza 25 va más allá de todos esos escritos y se centra en la trastienda de un complejo proceso judicial, el que terminó con la infanta Cristina en el banquillo.
La pieza 25 es toda esta investigación, aparte de la que consta en los 71.000 folios del Sumario. Y hay mucho que contar. La sociedad y los medios terminan por llamarlo “caso Urdangarin”, “caso infanta” o “caso Nóos”. Son los tejemanejes, lo que ocurre en la recámara. De cara al público, lo que se conoce es que hubo un caso delictivo que se juzgó: que Jaume Matas, expresident del Govern Balear, pagó con dinero público a Iñaki Urdangarin y al entorno de Nóos. No había pliegos de concurso, ni regulación… nada. “Al yerno del rey, lo que pida”, según dijo Matas a Pepote Ballester, director general de Deportes del Govern.
3. ¿De dónde venían las órdenes de poner alfombra roja a Urdangarin?
El juez Castro tuvo que hablar con todo el paisanaje de la burocracia para averiguarlo. Y todos decían que las órdenes “venían de arriba”. Me recordó al franquismo, donde la orden desde arriba era indiscutible e indiscutida. Hay una palabra clave que decía Matas: “Hágase”. El funcionario firmaba sin leer, falsificaba un dictamen jurídico… Era la gangrena del sistema, la que queda instalada y corrompe a la administración pública.
4.Según cuenta en su libro, el juez Castro recibió presiones a lo largo del procedimiento, mayores a medida que se acercaba a la familia real.
“Yo voy contra el delito”, me decía el juez. Manos Limpias pidió la imputación de la infanta Cristina en 2012, y entonces no vio motivos para hacerlo. Pero un año más tarde, con más documentación –facturas, movimientos bancarios, emails, documentos…-, sí los ve. “Debo imputar, debo investigar a la infanta”, dijo. Entonces se le acusó desde ciertos sectores de dar un bandazo, a lo que respondía: “¿Yo era monárquico hace un año y me he pasado al bando republicano? No, he visto elementos para la imputación”.
A partir de ahí empiezan a suceder cosas. Él no se da cuenta de que está siendo perseguido hasta que Toni Cerdá, comisario jefe de la UDEF, le dice: “Señoría, le están siguiendo y vigilando, y controlan su teléfono”. Luego llegó la evidencia material: le embadurnaron con excrementos humanos la puerta de su casa, taponaron su cerradura con silicona y palillos de dientes, le rasparon las puertas y rajaron las ruedas del coche de una amiga suya. También le llegaron amenazas por carta. Todo esto está comprobado por la Policía.
5. ¿Cómo llevó el juez Castro estas presiones?
“Yo debo de ser insensible a las presiones, porque seguro que me han presionado pero no me he dado cuenta”, me dijo en una ocasión. “Si yo sintiera miedo, colgaba la toga en ese momento”. A todo esto hay que sumar que el rey Juan Carlos I se había preocupado por lo que podía hacer el juez Castro, fundamentalmente sentar a la infanta en el banquillo. Un enviado de la Zarzuela quiso reunirse con él antes de que diera ningún paso. “Mira, no he oído nada”, respondió Castro a quien le hizo la petición. Y siguió trabajando.
6. En el libro, usted desglosa horas y horas de entrevistas y reuniones con el juez Castro. En una de ellas, le dijo una frase contundente: “La infanta era el cerebro de la trama”.
Él no tiene ninguna duda. Por supuesto, a la Infanta se la utilizó, pero ella se dejó utilizar. Y lo hizo por amor, para no perder a su Apolo. Su papel es pasivo, estar y ser. Estar, siendo quien es, la hija del rey. La infanta Cristina es muy inteligente. El dinero ilícito, negro, se obtenía a través del Instituto Nóos, donde ella era vocal. Este cargo no era necesario en los estatutos de la sociedad, que sólo exigían la presencia de un secretario, un presidente y un tesorero. Y también era copropietaria y socia de Aizoon S.L., donde se reciclaba ese dinero.
7. ¿Cuál era el papel de la infanta Cristina en todo este entramado?
El dinero que se obtiene en Nóos es ilícito en todo su proceso de obtención, porque no hay concurso público, ni control alguno… hay malversación de caudales públicos. El juez le imputó a Urdangarin un fuerte paquete de delitos. Y a ella también, porque era cooperadora no sólo necesaria sino indispensable. La Infanta está sentada donde tiene que estar para que Nóos obtenga el dinero público, negro. También en Aizóon, donde es copropietaria al 50% y secretaria general. Ahí es donde ese dinero se recicla y sale blanqueado. Ella está, pues, estratégicamente muy bien sentada en los dos sitios claves.
8. Y tras toda su investigación, ¿ha llegado usted a una conclusión similar a la del juez Castro?
Urdangarin apretó el gatillo. ¿De qué arma? El revólver es la infanta. El revólver humeante es ella. Él ha usado a la infanta como herramienta, como arma. Si uno se lee el interrogatorio a la infanta Cristina, ve que hay que ser muy listo para bandearse entre 1.060 preguntas y no decir más que lo que quieres decir. Porque son muchas horas ante un juez con mucho oficio. “Para esto, mejor que no hubiera comparecido”, pensó el juez Castro. Porque la infanta respondía una y otra vez “no me consta”, una expresión muy hábil, que tiene menos implicación que decir “no sé” o “no estuve”, pues se pueden saber cosas sin que de ellas haya constancia testifical o gráfica o escrita. No se contradijo ni perdió el porte regio. En cierto momento, llegó a decir: “Señoría, casi me ofende”. Al juez le chocó ese ‘casi’. O se ofende o no se ofende…
Además, la infanta demostró su inteligencia al no dejar huellas. Durante el juicio se vio que le escribieron cientos de emails; ella no contestó a nadie. O han desaparecido esas respuestas. Sólo hay un correo suyo, que es un chiste sobre José María Aznar, que lo recibe de una amiga y ella a su vez lo renvía a su padre el rey, a su hermano Felipe y a Iñaki, su marido. Una broma entre la familia. Más allá de eso, ni una huella. No como Urdangarin, que deja demasiadas. Entra como un plantígrado, revolviendo todo y dejando su rastro.
9. Hablemos del DNI de la infanta, el 00000014Z, presente en muchos de los documentos.
Iñaki Urdangarin y su asesor Miguel Tejeiro, fueron al notario Maciá a constituir Aizoon. Pidieron que la infanta figurase por delante y también su DNI. “¿Es por protocolo, por ser la infanta?”, preguntó el notario. No era por eso. Quieren que la infanta vaya delante por su DNI, el 00000014Z. Son seis ceros que la máquina de Hacienda escupe. Todos los DNIs de la familia real empiezan por seis ceros. Saben perfectamente que eso es un agujero negro, un blindaje.
10. ¿Y ella? ¿También lo sabe?
Ella también lo sabe, ¿cómo no lo va a saber? La Agencia Tributaria dijo que Aizoon era “una empresa ficticia, una pantalla, creada como herramienta defraudatoria”. En Aizoon hay muchos movimientos de dinero, cruce de facturas con el Instituto Nóos y las empresas de la trama de Diego Torres… ¿cómo no va a saber ella que en esa ‘oficina’ instalada con todo lujo en el Palacete de Pedralbes no hay clientes, no hay visitas…, porque es una empresa vacía, para sostener esos movimientos?
11. ¿Hubo una Operación Salvar a la Infanta?
Sí. La Operación Salvar a la Infanta para que no sea imputada, que no sea acusada, que no sea condenada. Se utilizan los recursos máximos. Ocurre en tiempos en los que había otros protagonistas: el rey Juan Carlos I, el fiscal general del Estado Eduardo Torres-Dulce, el ministro de Justicia Alberto Ruiz-Gallardón, el fiscal anticorrupción Antonio Salinas y el fiscal en Palma Pedro Horrach. En un momento dado, Horrach recibió una directiva o cambió de convicción y empezó a defender a la infanta. Él fue el autor material de un texto que se tituló “Manual para salvar a la infanta”. Parte se publicó en Interviú. Horrach siempre ha dicho que se lo robaron del disco duro. Seguí investigando y tuve la suerte de que una persona que no es de la judicatura me facilitase el texto completo, que sale íntegro en el libro. Me he entrevistado con Horrach en muchas ocasiones. Y me reconoció que el texto que yo tenía en mis manos era el que él escribió y estaba completo. Él es el autor material de la operación para salvar a la infanta.
12. El papel de Horrach...
Lo más grave de esto es el complot de Estado, la utilización de recursos extrajudiciales. Para comprender la situación hay que recurrir a un momento clave en el proceso, que refleja la tensión que se mascaba: el fiscal Horrach, en una conversación con el juez Castro, se metió una grabadora en el bolsillo de la chaqueta. “¿Pero cómo haces eso?”, le pregunté más tarde. “Es que ya no me fiaba de nadie”, contestó. Desde que imputan a la infanta, Horrach se convierte en su alfil defensor. Quebró su papel institucional y, a criterio de avezados juristas, su sometimiento a los principios de legalidad e imparcialidad quedó en entredicho.
13. ¿Cómo era la relación entre el fiscal Horrach y el juez Castro?
Cuando el juez Castro escribió el segundo auto de imputación de la infanta, en 2013, Horrach le mandó un SMS: “Enhorabuena, te lo has currado, me lo estás poniendo muy difícil. Un abrazo”. El juez Castro y Horrach habían trabajado muy unidos, pero por entonces las relaciones estaban tremendamente deterioradas. Por eso el juez Castro se alegró al recibir el mensaje, pensó que volvía la amistad que les unía. En esas, y yendo el juez por la calle, Horrach le llamó: “¿Podemos vernos hoy mismo?”. “Por mí, encantado”, dijo Castro. Tanto en la fiscalía como en el juzgado había mucha prensa, así que acordaron otro escenario para el encuentro. “Vete a la Audiencia. En la planta primera los fiscales tenemos una sala para las togas y demás. Vete ahí”, le dijo Horrach. Es en ese encuentro cuando Horrach prepara la grabadora en el bolsillo. Empieza la conversación: “Nosotros no recurrimos tu auto a cambio de que tú sobreseas a la infanta -le dijo Horrach-. Y ella comparece voluntariamente”. “No, ella acude porque la cito yo como imputada. Con todas las garantías, pero porque la cito yo”, respondió Castro. No salió nada de ahí.
14. ¿A quién se refería Horrach con ese “nosotros”?
El juez se quedó con dos frases de ese diálogo: el “nosotros” y el “a cambio de”. Horrach respondió a esas dos cuestiones. Dijo que mandaría un correo a Miquel Roca, abogado de la infanta, y que si el juez Castro aceptaba el acuerdo le escribiría para no recurrir el caso. Había un conchabeo clarísimo entre Horrach y Roca. Es gravísimo, porque la estrategia de defensa de la infanta se la da el propio acusador, el fiscal. La labor del fiscal es promover la acción de la justicia, no obstaculizarla, que es lo que ocurrió. Ese “nosotros” era “Roca y yo”. Esa conversación fue algo demasiado parecido a una invitación a prevaricar.
15. Miquel Roca jugó un papel trascendental en el proceso.
No jugó en sala, sólo habló ante la prensa. Iba con una toga flamante, pero no se le oyó en sala ni una vez. Llevaba un buen equipo de cerebros jurídicos que actuaban por él. Roca era el fenicio, el hombre de la estrategia. Desde el primer momento, trató de establecer un contacto secreto con el juez Castro. Para ello envió a un abogado que tienen delegado en Palma, Jaume Riutort, quien le transmitió al juez la voluntad de reunirse en un escenario secreto, al margen de los periodistas. “Yo lo recibo cuando él quiera, pero en el juzgado”. Y en esas condiciones, Roca no tuvo interés en tal encuentro.
16. Miquel Roca, hombre de confianza de Juan Carlos I...
Juan Carlos I pidió garantías sobre su hija, la infanta Cristina. Se reunió con el jefe de la Casa del Rey, con el ministro de Justicia, con el fiscal general del Estado… Da repelús. Lanzó un SOS colectivo. Era una injerencia borbónica -de quien reina pero no gobierna- en dos poderes del Estado: el judicial y el ejecutivo.
Es lastimoso que un rey como Juan Carlos, que con la monarquía parlamentaria hizo posible nuestra democracia y consiguió para nuestro país una aceptación internacional, impensable en los 40 años de franquismo, no haya sabido encontrar su sitio y su estado ‘senior’, ni utilizar su activo de experiencia y de contactos en provecho de España, por haber perdido su autoridad moral con una senectud frívola. Desearíamos ¡y mucho! que no fuese ni un rey para el olvido ni un rey para el desván. Quizá todavía esté a tiempo.
17. En apenas dos años, Juan Carlos I afrontó el estallido del caso Nóos y su accidente en Botswana, lo que a la postre le condujo a la abdicación en favor de su hijo.
A perro flaco todos son pulgas. Y esto fue una gran pulga para un perro muy flaco. Era una familia desguazada. Un rey que se había saltado a la torera todas las normas de la discreción con la comisionista Corinna. Hay mucha huella plantígrada de don Juan Carlos. En un momento dado, le buscó a Urdangarin un sueldazo en Telefónica. Utilizó a César Alierta en Telefónica y a otros muchos. Creo que no se dio cuenta de que el caso Nóos podía salpicar a la infanta y llegar a sentarla en el banquillo. Y que los jueces suelen ser honestos.
18. No hemos hablado de la reina Sofía.
En todo este escenario, la reina Sofía es quien tiene menos capacidad de maniobra. Ninguna. Pobrecita, hizo lo que pudo hacer. La reina no es tonta. Siempre ha defendido a Urdangarin en la medida que podía, porque sabía que tenía que hacerlo. En una conversación, en 2008, cuando ya se estaba descubriendo el pastel, me dijo de su yerno: “Es bueno, bueno, bueno, bueno, ¡buenísimo!”.
19. ¿Urdangarin llegó a sentirse inmune?
El gran error de Urdangarin es que se siente inmune y protegido bajo el palio de la realeza. Él aporreaba las puertas, privadas o públicas, y salían los doblones. “Yo no quiero ser abrepuertas”, decía, pero le contrataban por eso. Abruma ver que en 2002 deja la camiseta de balonmano y que en 2003 salta ‘al precipicio’ sin ninguna preparación para ser asesor de Telefónica, IBM, Volvo, Toyota, Altadis, Aerolineas, Repsol, Mixta Africa, Motorpress…, inmobiliarias, alcohol, armas, tabacos… ¿De dónde le viene la posibilidad de asesorar a grandes marcas y sobre asuntos tan diversos? Pero bueno, es un dinero privado y esos señores pueden hacer con él lo que quieran. Si quieren tener un florero que les abre puertas y un lujo en la mesa de administración, allá ellos. Lo malo es cuando en lo público se quiere que esté ahí el yerno del rey. En Mallorca lo hacían porque la imagen de Urdangarin y la familia real traían turismo first class y daban una imagen regia.
20. Y Diego Torres…
Es un gurú del marketing. Él ponía el talento, la experiencia y daba la cara en los negocios; el otro, Urdangarin, abría las puertas. Así como Urdangarin usa el S.A.R. de su mujer, Torres utiliza la agenda de Urdangarin. Es la llave que abre las puertas de los negocios.
21. Su esposa, Ana María Tejeiro, fue absuelta.
¿Qué pasó por las mentes de las tres juezas de la Audiencia de Palma que juzgaron el caso, empezando por Samantha Romero, que presidió el tribunal? Es ‘el milagro de Santa Samantha’. Ana María Tejeiro entró imputada y salió absuelta. Igual que la Infanta. No se hubiese entendido que sólo la infanta Cristina resultase absuelta, porque tenía, menos la evasión de capitales, las mismas imputaciones que Ana Tejeiro. Por eso, si la infanta sale absuelta, también tiene que hacerlo la mujer de Diego Torres. Solo puedo pensar que fue una ‘operación’. Una sentencia no es un dogma. Las sentencias serán muy respetables, pero también discutibles. Ese fallo tiene fallos. Me alegro de que las hayan absuelto, sobre todo por sus hijos; pero en el test de la Justicia hay dos manchas, que son más que dos incógnitas: la de la infanta y la de Ana Tejeiro. Yo lo veo como ‘Operación Esposas Libres’. Que paguen ellos, porque ellas son… las hijas de Eva.
22. La infanta sigue formando parte de la línea sucesoria en la Corona.
Ahí no puede decir nada Felipe VI, sería la infanta quien tendría que renunciar. Ella es infanta por ser hija de rey. Es genético. A la línea sucesoria puede renunciar ella. Su hermano puede quitarle el ducado, apartarla de la familia real, de la agenda, del museo de cera, ¡lo que quiera! Y lo ha hecho. Pero no puede apartarla de la línea sucesoria. Si doña Cristina tiene sentido de Estado y si quiere estar en sintonía con la intachabilidad que se le exige a la monarquía, tendrá que dar el paso de la renuncia, aunque sin lesionar los derechos de terceros, de sus hijos.
23. Si la infanta no da este paso, ¿el caso Nóos puede convertirse en un arma en contra de Felipe VI?
No, porque Felipe VI tiene una heredera, la princesa Leonor. Por cierto, habría que darle un poco más de vida a la princesa Leonor. Que su amante madre, la reina Letizia, la deje ser espontánea, como era ella, y como creo que sigue siendo en su casa, para que se gane a los españoles. Es un modo de ‘conquistar’ la continuidad. En mi opinión, con Felipe VI, la Corona puede tener futuro. Ha dado muestras de acertado coraje.
24. La Justicia y la Corona sufrieron con este caso una sacudida de todos sus cimientos.
En aquel momento se vivió un test nacional: “¿Será la Justicia capaz de poner en su sitio a dos personajes de la familia real, como Urdangarin y la infanta?”, nos preguntábamos todos. Y se escrutaba si la Corona estaba limpia o no… Fue necesario un cirujano de hierro que cortara por lo sano la situación, Felipe VI. ¡Chapó por él! A contracorazón, pero con gran sentido del Estado. Cuando Felipe VI es nombrado rey, se celebra una recepción en la que las autoridades acuden al saludo de rigor. Va también el fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce. Felipe VI le dice: “que a la infanta se le trate como a cualquier justiciable”. Felipe VI cortó el nudo gordiano ‘defensivo’ que había hecho su padre. Y marcó distancias. No como Juan Carlos I, que recibió a Urdangarin en el hospital San José, tras el accidente de Botswana. Felipe VI ha vomitado el elemento envenenado y nocivo, expulsando lo corrupto y lo manchado. Ha demostrado tener temple y energía. Lo mismo que el otro día, con ese discurso fuerte y bronco sobre el tema de Cataluña.
25. Precisamente, en el libro hace referencia a que la Justicia afronta hoy, con Cataluña, un examen similar al que pasó con el caso Nóos.
La Justicia es hoy la esperanza blanca de todos los ciudadanos. Tanto entonces el delito de corrupción como ahora el delito de sedición apuntan directamente a la Corona y la intentan licenciar. Y volvemos a preguntarnos si la Justicia sabrá perseguir un delito de sedición que afecta al corazón del Estado. Aunque un país se ponga tumultuario, la Justicia no puede ocultar la verdad. “Si por hacer justicia dejase de buscar la verdad, no sólo sería un mal juez, sería un mal hombre”, llegó a decirme el juez Castro. A todos conviene que esta idea prevalezca.