La 'pasión turca' tras la desaparición de la sevillana Sandra y su hija
La mujer, de 26 años, vivía con un hombre turco de 55 con antecedentes por narcotráfico y que también está desaparecido. Aunque la Policía no descarta ninguna hipótesis, se sospecha que huyeron los tres de un ajuste de cuentas.
22 septiembre, 2017 10:49Sandra Capitán Capitán, una sevillana de 26 años embarazada de tres meses y madre de una hija de seis años con la que permanece desaparecida desde el sábado, sufre el turbulento drama de su propia ‘pasión turca’. Sin salir de España. A diferencia de la ficticia Desideria Oliván, protagonista de la novela ‘La pasión turca’ de Antonio Gala, Sandra no tuvo que ir a Estambul para enamorarse de su ‘Yaman’, sino que lo encontró sin salir de su barrio, en el Polígono Sur de Sevilla. Aquí conoció a un hombre de nacionalidad turca, de 55 años, casi 30 mayor que ella, con el que se fue a principios de 2017 a vivir juntos en un piso alquilado del cercano barrio de Bellavista, llevándose consigo a su hija, Lucía Begines, de seis años, nacida de una relación anterior de ella.
Todo iba, aparentemente, bien. Sandra, embarazada desde el principio del verano, iba a traer nueva descendencia al hogar fundado con su compañero turco. Pero desde el sábado 16 de septiembre a las 14.30 horas el rastro de los tres se ha perdido y, aunque la Policía no descarta oficialmente ninguna hipótesis, las sospechas apuntan a que la desaparición de la familia está relacionada de alguna manera con el lado más oscuro del amante turco: que ha sido, y quizás es aún, un traficante de drogas que por su oficio las ha involucrado en una peligrosa escapada. El hombre, a quien el grupo de Homicidios del Cuerpo Nacional de Policía de Sevilla –el que se encarga por protocolo de denuncias de desaparecidos– tiene identificado pero cuya identidad no ha revelado, cuenta con varios antecedentes policiales, al menos uno de ellos, dice una portavoz policial a EL ESPAÑOL, por tráfico de drogas.
El turco fue detenido en una redada en 2001 por un delito contra la salud pública, aunque no ha trascendido que tenga casos pendientes en la actualidad. Al compañero de Sandra, según informa Diario de Sevilla, lo investigan por su relación con un grupo dedicado a distribuir y vender drogas desde el Polígono Sur de Sevilla, donde vivían Sandra y su hija hasta mudarse con su nueva pareja fuera del barrio. El Polígono Sur de Sevilla es un gran sector con más de 50.000 habitantes que sufre mala fama desde hace décadas porque en algunas de sus calles se refugian importantes clanes de narcotraficantes, que a veces dirimen sus diferencias a tiros en reyertas y ajustes de cuentas, y buscan vengarse del rival en la persona de sus parientes. Como lo saben, los implicados, cuando se produce un conflicto grave, salen en ocasiones en estampida incluso si son parientes lejanos. Y dejan pasar el tiempo hasta que pase el peligro.
Una línea de investigación es que los tres huyeran a toda prisa de una situación de las de a vida o muerte, como la amenaza de un ajuste de cuentas relacionado con el narcotráfico. Así se explicaría por qué Sandra se fue del piso –que no estaba forzado– dejando en la cocina una freidora encendida con las patatas del almuerzo y en la encimera una hamburguesa medio hecha, y que se llevara sólo su bolso. Pero no se fueron en sus propios coches. En la calle quedaron aparcados los dos vehículos que usaba la pareja, que la Policía Científica ha retirado y está analizando. Como el móvil de Sandra daba señal de apagado y no respondía a los mensajes de Whatsapp –su última conexión en esta red era del sábado a las 14.30-, su madre, Josefa Raquel, y su tía Silvia Capitán Dama, fueron al piso a buscarla y comprobaron que la madre y la hija se habían ido sin avisar. O se las habían llevado a la fuerza. El lunes, la familia de ella y el padre español de la niña fueron a la Policía a denunciar su desaparición.
"Estamos destrozados"
No creen que se trate de un caso de violencia machista cometido por la nueva pareja turca, pero sí que han podido sufrir un secuestro o una retención violenta por otro motivo. Del compañero con antecedentes por narcotráfico la familia no habla. ¿Cómo se llama? No lo dicen. La madre responde por teléfono que los familiares han decidido guardar ahora silencio durante unos días y dejar la línea del móvil abierta a la espera de que Sandra o alguien llame dando noticias sobre su estado. “Estamos destrozados”, dice sólo la madre, excusándose por no dar más información.
Sandra, Lucía y el hombre turco aún sin nombre vivían en el piso 5º 3 del bloque 10 del conjunto Nueva Bellavista, en la barriada periférica sevillana de Bellavista, frente al hospital de Valme, a diez minutos en coche del Polígono Sur. En el portal, una mujer que se identifica como la vecina que vive justo debajo de los desaparecidos dice que jamás en “los ocho o nueve meses” que los nuevos inquilinos llevan viviendo encima les ha oído ninguna pelea ni gritos, ni ha visto que recibieran visitas sospechosas. Al hombre lo describe como más bien grueso, de estatura media, sin barba ni bigote. Otra vecina de la misma planta corrobora que el hombre, al que recuerda sólo volviendo “con las bolsas de la compra”, no ha dado ningún problema. “Apenas lo he visto. Incluso si lo viera ahora, no sé si podría reconocerlo”, apunta. Ni en la calle ni en las escaleras oyeron ningún alboroto escandaloso a la supuesta hora de la desaparición. La posible huida tuvo que ser sigilosa.
Sandra luce varios tatuajes, como uno en el hombro derecho un tatuaje con el nombre de su hija Lucía y otra frase en el antebrazo izquierdo. Mide 1,75 y tiene el pelo castaño largo y ondulado. Lucía tiene un brazo escayolado. Si alguien tiene noticias de ella, la Policía pide que llamen al 062, 112 o 091.
La bicicleta morada de la pequeña Lucía asoma a la calle desde el balcón del piso, que da a las traseras del bloque, donde han montado las atracciones para la verbena del barrio de este fin de semana. Es una zona tranquila, popular, sin graves incidencias. Aunque se da la casualidad de que en el bloque colindante, el número 11, se produjo un homicidio en las navidades de 2011. Entonces, una mujer de 51 años mató a su pareja, la mujer de 53 con la que convivía. “Sí. Era mi amiga”, dice una vecina asomada al balcón cuando el periodista le pregunta si se acuerda de ese crimen. Ahora asiste a otra historia de miedo protagonizada por vecinas de un barrio normal y corriente: la desaparición de la embarazada Sandra y su hija Lucía. Aunque todavía no está escrito el final de su 'pasión turca'. La familia sigue pegada al móvil, esperando la llamada del final feliz.