Adentrarse en la casa de Paloma Parra implica dejarse sumergir en un universo insólito en el que colisionan el plano físico y el espiritual. A quien cruza el umbral de su puerta lo recibe un altar místico con una mezcla de velas e inciensos que purifican la energía, un paragüero lleno de espadas que defienden la casa del mal karma, una campanita dorada que cada vez que se agita ahuyenta los malos espíritus y una colección de brujas y gatos negros que observan desde las esquinas o de entre los balaustres de las escaleras en un tono vacilante e inquisidor; de fondo, Risto Mejide lanza soflamas a través de su Todo es mentira y, de noche, no falta en la televisión una sesión de First Dates.
"Me gustan mucho los personajes peculiares y creo en las energías", confiesa Parra mientras remueve con el dedo un puñadito de sales. "Antes era muy devota, me llamaban 'la beata', pero cuando me encontré con un niño de 10 años con cáncer terminal, me dije: ¿Cómo va a haber Dios si permite sufrir a una criatura de esa forma? Nunca podré olvidar esos ojos apagados, inexpresivos, que no querían ni llorar". Suspira. Además de ser campeona nacional de culturismo y vencedora mundial de body fitness, es una persona sensible y entregada que trabaja como técnico de enfermería en una ambulancia y, por ello, está acostumbrada a contemplar el dolor terrenal. "Ni te imaginas la cantidad de cosas que he visto. Hay veces que sólo te queda relativizar. Con sólo pensarlo se me ponen los pelos de punta, mira".
Se señala el antebrazo derecho, extremidad que desde hace meses tiene dolorida por culpa de una rotura de hombro que sufrió entrenando press de banca con 35 kilos en cada mano. "Los años pesan. Hay que ir adaptando los ejercicios a tu edad. Así evitas que te pasen estas tonterías". Resulta entonces inevitable desviar la mirada hacia sus bíceps, exageradamente musculados, surcados por grandes venas que son como una hiedra salvaje que bombea dopamina y que se esconde tras las cicatrices de tinta negra que graban su extremidades, su cuello, su costado; tatuajes de calaveras, sirenas, figuras tribales, espadas y hasta unas alas de querubín que evocan la figura de su ángel guardián, su padre, fallecido hace más de dos décadas.
Paloma Parra tiene 57 años, pero en su forma de hablar y sus movimientos, eléctricos y nerviosos, vibra la energía de una mujer de 30. Entrena dos horas al día, los siete de la semana, en el gimnasio particular que él y su novio, Rubén, han construido en la segunda planta de su dúplex, situado en el municipio madrileño de Leganés; un espacio atestado de máquinas de color rosa barbie a juego con su deportivo descapotable. Allí hay pesas de 10, 20, 30 y hasta 50 kilos; cintas para correr, bicicletas, estaciones de poleas; decenas de diplomas colgados de las paredes que certifican su participación, y victoria, en numerosos campeonatos nacionales y mundiales; pósteres con su cuerpo en bikini y su piel bronceada con tintes de competición; no falta una botica con decenas de frascos de suplementación y vitaminas.
Es imposible enumerar todos los campeonatos nacionales, europeos y mundiales en los que ha participado. De la larga lista, escoge unos pocos como referencia: en 2001 ganó la Copa de España y el Campeonato del Mundo Wabba; en 2004 fue Miss Olympia por la Asociación Española de Fisicoculturismo y Fitness (AEFF) y miss universo por la Asociación Nacional de Culturistas Aficionados; en 2008 se alzó con la Copa de España que otorga la Federación Internacional de Fisicoculturismo (IFBB); en 2009, con el campeonato del mundo de la IFBB y, en 2018, con el premio Verónica Gallego Miss Olympia, que le abrió las puertas a competir en Las Vegas, "los Óscar del culturismo, donde siempre ganó Schwarzenegger", uno de sus ídolos.
"En Estados Unidos puedes vivir de esto, pero en España es imposible. Ganas un campeonato y te dan 1.000 o 2.000 euros", lamenta la deportista mientras se sienta sobre la toalla negra que hay en uno de sus bancos de entrenamiento. "Para mí el culturismo es un deporte de longevidad. Siempre he pensado en el futuro. Por supuesto que hay que vivir el presente, pero para llegar a mañana debes cuidarte desde ahora. Alimentarte bien, entrenar mejor; es una carrera de fondo. Hasta una persona de 80 años, aunque no haga deporte con la misma intensidad, debe andar, hacer algo de pesas, incluso usar los aparatos que ponen en los parques. Debemos cambiar nuestra mentalidad, adaptarnos".
A pesar de ser una de las profesionales más reputadas de España en su área, su formación profesional está vinculada al mundo sanitario, y a ello se ha dedicado en cuerpo y alma desde hace casi dos décadas, siempre movida por la ambición de ayudar a los demás. "Empecé en Cruz Roja y acabé en una UVI Móvil del SUMMA. Fui tardía, porque arranqué con 38 años. Antes había sido auxiliar de clínica. Comencé haciendo una FP de Peluquería, pero no era lo mío, así que me hice Auxiliar de Enfermería, luego cursé un módulo de Administración de Empresas y, finalmente, me saqué el Técnico de Emergencias. Después me especialicé en dietética y nutrición e hice un curso de Educación de Disminuidos Psíquicos".
Hoy, además de salvar vidas entre sirenas y desfibriladores y conquistar algún que otro campeonato, se gana el pan preparando entrenamientos personalizados y rutinas alimentarias y de ejercicios para clientes muy selectos. Son muchos los que escogen a Parra para domar y amaestrar su cuerpo. Sin ir más lejos, el mundo de las celebrities y los políticos está hoy salpicado de músculos idealmente esculpidos que pasaron por su taller de orfebrería deportiva. Aunque, de momento, ningún presidente se ha puesto bajo sus órdenes. "No lo necesitan, porque están bastante en forma. Mira a Abascal, o a Sánchez, son súper deportistas. Parece que es lo único en lo que se pueden poner de acuerdo".
A quien sí ha entrenado Parra es a Alaska, a prácticamente todos los integrantes de Medina Azahara, a Marina Gracia, a Txus de Mago de Oz. "Pero también a ministros, algunos muy conocidos, pero cuyos nombres no puedo dar. Cuando quedaba con ellos, solía hacerlo en el gimnasio Coliseum de Alcorcón, porque soy muy sibarita y no me desplazo. Al coger confianza, hasta los escoltas se ponían a entrenar. Aquí nadie se libra", bromea, haciendo gala de la férrea disciplina que, se dice, deben mantener sus alumni.
Ese saber hacer ha convertido a la campeona mundial en una estrella de la televisión y en una influencer en redes sociales, donde cosecha cientos de miles de seguidores, especialmente en TikTok, lo que ha llevado a personalidades de la talla de Sonsoles Ónega, Pablo Alborán o C. Tangana a reclamarla para sus programas en prime time y videoclips musicales.
Enfrascada en un look elaborado por María Escoté y Palomo Spain, dirigida por Eduardo Casanova y acompañada en el set por Úrsula Corberó y el actor Lle Godoy, en 2018 Parra lució músculo, convertida en La Piedad, en el vídeo musical Cuando me miras de El Madrileño; antes ya había participado en Médico de familia; Jesús Quintero la había invitado a El loco de la colina; tampoco ha sido raro verla en los platós de Telecinco, de Cuatro, de Antena 3; este pasado miércoles, sin ir más lejos, era la invitada estrella de Ahora Sonsoles y paseaba su musculatura frente a un público atónito.
PREGUNTA.– De culturista a celebridad deportiva. No faltas en ningún plató y cosechas cientos de miles de seguidores. ¿Qué tal es tu relación con la fama?
RESPUESTA.– Tiene cosas buenas y malas. Hace poco, por ejemplo, rodamos con Pablo Alborán, que es genial. A Rubén [su novio] y a mí nos vistieron muy rococó para un videoclip en el que él nos casaba. También hice uno con C. Tangana, que ya no me cae tan bien, porque es un poco prepotente y estirado. Antes de eso, salía mucho en televisión, pero es que me parece un mundo tan superficial... Siempre tuve la sensación de que corría el riesgo de estropear el respeto que me había labrado con mi trabajo. Un día me llamaron para participar en la 'Aventura en pelotas' esa y me negué; después me pusieron en un plató para hablar de salud y enfrente me colocaron a una chica gordita con la que, básicamente, me pedían que me metiera por su físico. Ahí ya empecé a decir basta. No me gusta hacer el mamarracho.
P.– Cumples 58 años en unos meses. ¿Cómo se adapta el culturismo a tu edad?
R.– Lo primero que uno debe hacer es trabajar de forma diferente. En lugar de dedicarle 45 minutos al día, yo ya debo practicar entrenamientos más largos, con series más extensas, para poder coger menos peso. Esta lesión de hombro me la hice hace dos años con un press de banca inclinado. Tres años con el hombro roto. Hay que adaptarse. Sin embargo, es importante recordar que cualquiera puede ganar músculo hasta con 70 años. La sarcopenia, la pérdida de masa muscular, empieza a partir de los 35, pero si trabajas los músculos puedes generar volumen. Yo recuerdo a un competidor, Manuel Valbuena, que se mató en un accidente de tráfico en 2016, que empezó con 50 años después de llevar una vida dada al alcohol y a los excesos. Terminó siendo segundo campeón del mundo. No hay límites.
P.– ¿Cómo te enamoraste del deporte?
R.– Yo jugué en primera división de fútbol desde los 19 hasta los 31. Hoy las chicas de la selección se quejan de lo poco que tienen, pero si viviesen lo que yo he vivido... Mi primer contacto con el deporte fue la gimnasia rítmica, cuando era niña, que complementaba con el balonmano. Después, a los 17, fui madre, así que tuve que hacer un parón de dos años. Descubrí el fútbol, pero, como en cualquier deporte, necesitas musculación, así que empecé con las pesas, especialmente para potenciar las piernas, porque siempre las había tenido delgaditas, de espárrago, y me rompía mucho en los entrenamientos. Con 30 años colgué las botas. Ya ves, hacía dos deportes de élite y alta competición al mismo tiempo; fui campeona de España de culturismo jugando al fútbol. Para mí era una lucha tremenda, porque son dos mundos muy distintos.
P.– Hazme una pequeña diferenciación entre culturismo, body fitness y otras categorías en las que se suele participar dentro del mundo del 'culto al cuerpo'.
R.– Culturismo es todo. Es, como su nombre indica, el propio culto al cuerpo; tú lo esculpes. Por eso se llama body building: construyendo tu cuerpo. Una vez dentro, tú lo orientas hacia el Culturismo, que implica estar más fuerte. Luego está la categoría de Women Physique, que es estar fuerte pero no excesivamente; después, el Body Fitness, que es una línea más estética, donde se te ve más tonificada, con muchas más formas; en cuarto lugar está el Wellness, que es una categoría desproporcionada, porque la parte de arriba es mucho más grande que la de abajo; y, finalmente, está la Bikini, de nuevo, algo más estético, gente con cuerpos de bikini, de los que verías en una playa.
P.– Unos dicen que es aconsejable entrenar 30 minutos al día; otros, 45; los hay que apuestan por una hora, pero tú haces dos horas. ¿Cuál es la receta de la eterna juventud?
R.– Mira, yo siempre entreno igual, esté o no en competición, y sí, lo hago unas dos horas al día. Pero el tiempo es el que uno necesite. Hay personas que deben descansar más porque sus músculos son más largos. Rubén, mi pareja, tiene un músculo redondo y necesita menos tiempo, porque se congestiona antes y se cansa fácilmente; los míos son muy largos, por lo que tengo más aguante. Hacer ejercicio al menos 30 minutos al día es lo aconsejable, pero el entrenamiento varía según las características físicas de cada uno. Por eso, cuando viene un cliente, estudio sus necesidades, hábitos, problemas de salud, lesiones y busco la forma de que llegue a los objetivos por la mejor vía. Después, hay que comer de todo, pero siempre eliminando las harinas, los azúcares, las grasas saturadas. Con eso, y con el ayuno intermitente, que es estupendo, lo tienes casi hecho.
P.– Tengo entendido que eres muy selectiva con tus clientes. ¿Cómo los escoges o descartas?
R.– No cojo a todo el mundo, porque a mí me gustan los retos. Por ejemplo, me encanta la gente con sobrepeso. Las personas piensan de forma errónea que es porque sólo les gusta comer, pero el sobrepeso suele ir asociado a problemas psicológicos. Salvo por una enfermedad, nadie tiene sobrepeso porque sí. Muchas veces hay una depresión, problemas en el trabajo, con tu pareja, en casa, y eso lleva a descuidarse y a engordar. Me viene gente de todo tipo, desde personas mayores desesperadas por adelgazar hasta otras que han perdido a sus perritos y necesitan apoyarse en algo como el deporte. Y qué bonito aprender a ser más feliz a través del ejercicio, ¿no?
El fichaje de Abascal en Leganés
Los platós y los gimnasios no han sido el único fetiche de Paloma Parra: también la sedujo la política, hasta el punto de que el equipo de Santiago Abascal la contactó para ficharla en las listas de Vox por Leganés, concretamente en el puesto número 10. Si se afilió no fue en respuesta a un ferviente militarismo ideológico; al contrario, no cree que deba prohibirse la eutanasia, como defienden sus dirigentes, ni tampoco tiene problemas con el colectivo LGTBI, los matrimonios homosexuales ni cree que los hombres no pueden adoptar hijos. Su adhesión al partido viene por la tragedia personal que le tocó vivir en 2018, cuando conoció a su actual pareja. "Rubén estuvo tres años y tres meses en la cárcel por una denuncia de violencia de género falsa".
Al otro lado del gimnasio, Rubén mira de reojo, con una mueca triste en los labios. "Él estuvo con una chica venezolana durante tres años. La madre de ella quería que se casaran, porque si a él un día le pasaba algo, ella se quedaba sin nada. Rubén tenía dos casas, el gimnasio-club que aún tiene en Almería, pero él no quería. La madre insistía en que quería empadronarse, pero él dijo que no viviría en su casa. ¿Qué pasa? Que si denuncias, tienes el tema de la reunificación familiar, una pensión de 422 € y un alquiler social. Le puso tres denuncias, una por violación. El médico forense y el psicólogo forense dijeron al juez que no había violencia de género; tampoco hubo parte de lesiones. Pero al magistrado le dio igual: 'Creo en el desgarrador testimonio de la víctima', dijo. Luego nos enteramos de que él fue al tercer hombre que denunció esa chica".
Rubén no tenía antecedentes. Tampoco se declaró culpable de algo que, según su versión, nunca hizo. "Lo primero que me hizo cuando le conocí fue contarme toda la historia", interviene Parra. "Yo siempre le he creído. Al final entró en la cárcel, a pesar de que no había pruebas suficientes para inculparlo. Años después conocimos a un socio del club de Rubén en Almería que había sido alumno del juez que le sentenció. Nos dijo que el caso no se recurrió. Que el abogado presentó el recurso fuera de plazo. No nos lo podíamos creer. Si su expediente llega al Supremo, no hubiese entrado en la cárcel".
Parra asegura que sigue en las listas de Vox por ese mismo motivo. "Lo que le pasó a Rubén es lo que me hizo ser más extremista. No es tanto por ideología, porque yo votaba a Los Verdes en su día, y jamás en la vida podré marginar a nadie por su ideología, condición social, religión o color de piel. Me da pena todo el mundo. Yo he arreglado papeles a gente que ha venido de fuera. Nadie me podrá criticar por eso. Pero con lo que sí me he vuelto muy reactiva es con lo de la violencia de género, porque no paro de ver injusticias a uno y otro lado".
P.– ¿Te han criticado alguna vez por tu físico?
R.– Mucho. Me han dicho eso de que soy poco femenina por tener demasiado músculo. ¿Y qué pasa, que un hombre que no lo tiene es poco masculino? Nos costó quitarnos de aquella obsesión que tenía la alta realeza de ser blancas porque lo contrario implicaba estar trabajando todo el día en el campo y eso estaba mal visto. A ver si lo de no ser suficientemente femenina por estar fuerte pasa a la historia de una vez. De todos modos, ¿qué es ser femenina? Para el hombre, ser una mujer fácil de dominar. Pero nada más lejos de la realidad. Yo creo que es una actitud que se lleva por dentro, quizás una forma de ser: más frágil, más sensible, más empática.
P.– ¿Te consideras feminista?
R.– Por supuesto que soy feminista, porque defiendo los derechos de las mujeres. Sin embargo, los extremos se terminan tocando, y si eres extremadamente feminista acabas yendo en contra del feminismo real. No podemos atacar a los hombres. Para mí, el feminismo implica poner por delante la equidad, no la igualdad, ya que un hombre no es igual a una mujer; biológicamente no son lo mismo. En condiciones iguales, yo nunca voy a poder tener la misma fuerza que un hombre, igual que tú nunca vas a poder parir porque no eres una mujer. ¿Mismos derechos? Sí. Iguales, imposible.
P.– ¿Has sufrido en tus carnes el machismo?
R.– Yo siempre he tenido suerte, porque en todos los trabajos en los que he estado he cobrado igual que ellos y nadie me ha tratado mal. Sin embargo, en el fútbol sí sentí muchísimo machismo. En el culturismo, no. Yo recuerdo oír desde la grada eso de 'que te vayas a fregar'. Aunque seas deportista y estés fuerte, eres una mujer frágil; luego, cuando desarrollé este cuerpo, la gente dejó de decir esas cosas porque se pensaban que les iba a pegar un bofetón y tirarlos al suelo. El feminismo ha logrado que todo esto cambie, pero no podemos llevarlo hasta el punto de acorralar a los hombres. De hecho, hoy, al que es machista, se le apedrea, y así debe de ser. Que me encuentre yo con uno, eh. Pero no los convirtamos a ellos en el anticristo.
P.– Más allá de jugar en primera división cuando el fútbol femenino era residual, y después meterte en culturismo... ¿Qué otros techos de cristal has roto a lo largo de tu carrera?
R.– Bueno, cuando era joven tenía una moto, una 1.100 que era un pepinazo. En las concentraciones me dieron trofeos por ser la motera con la moto más grande. Pero, claro, pesaba 50 kilos, y si me caía no podía levantarla (ríe). Después, antes de entrar en primera división de fútbol, jugué al béisbol en la Liga Nacional, hice lucha libre y, con 17 años, como te decía, fui madre. Ahora, que soy abuela, estoy preparando mi próxima competición. En septiembre me voy a San Antonio, Texas, y después a Florida. Llevo sin competir desde 2022 por esta horrible lesión de hombro.
Paloma Parra siempre ha buscado ser un referente, una persona que inspire a mujeres adultas y a jóvenes a seguir rompiendo todos los techos de cristal que se encuentran en su camino. Tras una hora de confesiones, la culturista nos acompaña a la salida de su casa. Sorprende que en la cara interior de la puerta haya pegados unos cincuenta trozos de cartulina de colores cortados en forma de corazón.
"¿Qué son?". "Son las cartas de amor que me enviaba con Rubén cuando estaba en la cárcel. Nos escribíamos a diario". Abre una y comienza a leerla en voz alta; de fondo, él, que aún porta en su pierna una tobillera de geoposicionamiento, prepara la cena en una pequeña olla plateada. "Aún la tendré que llevar hasta octubre", lamenta.
"¿Qué es lo que más te llena en esta vida?", le pregunto, de pronto, y a modo de despedida. "¿Del culturismo? ¿O de la vida en general?", responde ella. "Lo primero que te venga a la mente, aparte del deporte". Reflexiona unos segundos, saca su teléfono móvil y enseña la foto de una niña.
"Hace unos días me contactó el padre de esta niña. Ocho años atrás estaba trabajando en la ambulancia cuando me dieron un aviso. Una mujer se había puesto de parto en mitad de la calle. Cuando llegamos, yo la asistí. La criatura salió disparada a mis brazos. No dio tiempo ni a llevarla al hospital. El padre nos sacó una foto que se hizo viral. No volví a saber nada de la pequeña hasta hace unos días, cuando el padre, que había conseguido mi teléfono, me envió la foto de su hija. Mírala". Sonríe, y muestra a una criatura con un vestido rojo y negro y los cabellos ondulados. Quizás es a esto a lo que se refería con el karma. Dios, energía, destino: algo inexpicable, sensible, subyace a todos nosotros. Parra, entonces, se despide con dos besos. Ahora debe ir a entrenar.