José Ramón de la Morena (Madrid, 23 de febrero de 2021) se asoma a la ventana de su casa. Mira por unos prismáticos junto a su padre e imagina que es el capitán Garfio avistando un navío en alta mar. Sin embargo, lo único que se acerca por la carretera es un coche. Pronto suena el timbre y su padre le hace acompañarle para abrir la puerta.
Aparecen dos forasteros que han pedido ir al huerto de su padre, que se llama como él: José Ramón de la Morena (Brunete, 21 de noviembre de 1956). Él no sabe muy bien a qué se dedica su progenitor, aunque ya le ha preguntado a Alexa y le ha dicho que trabaja en la radio. Simplemente, se une a todos camino al huerto mientras cuenta que de mayor quiere ser Spiderman, que no Peter Parker, para detener a los malos.
El padre le guía de la mano. Va explicándole determinadas cosas que ocurren a su alrededor mientras les hacen fotos. Por supuesto, no imagina que hasta su nacimiento su padre era uno de los reyes de la radio nocturna en España, que revolucionó el formato y otras tantas historias, pero que lo dejó todo para remendar errores del pasado y estar con él.
De repente, una hormiga se le mete en el zapato al pequeño y comienza a picarle. Se sienta y se queja: no entiende lo que ocurre. José Ramón de la Morena padre hace lo que ha hecho toda la vida: contar lo que está pasando. La única diferencia es que ahora solo tiene un oyente. "Has estado encima de un hormiguero", dice antes de concluir: "No pasa nada. Las hormigas no muerden ni te hacen nada, solo pican".
Han pasado tres años desde que dejó El Transistor, en Onda Cero, y no ha vuelto a las ondas —"no lo echo de menos"—. Ahora, el locutor que transformó la radio deportiva con El Larguero es horticultor y, lejos de dar datos de audiencia a los periodistas que han venido a entrevistarle, presume de tener "los mejores tomates de la zona" —buenos están, desde luego— y dedicarse en cuerpo y alma a su huerto.
—Hace dos años que estuvimos aquí por última vez. Cómo pasa el tiempo...
—Esto cada vez va más de prisa y, lógicamente, cada vez es todo mucho más corto. Veo envejecer a mis amigos, pero no me veo envejecer a mí. Evidentemente, lo hacemos todos. Han sido dos años muy rápidos, pero muy disfrutones, muy chingones.
—¿Echas ya de menos la radio?
—No. Tengo la necesidad de ser sincero. Echas de menos la sintonía con los oyentes. Pero, aún así, tengo una popularidad muy discreta, muy suave y muy agradable; no soy un tío al que la gente conozca. De vez en cuando sí, pero me resulta cómodo y hasta agradable. Ni echo de menos esa popularidad de antes ni nada, esto es muy cómodo y muy agradecido. Estoy agradecido.
Pasa la vida
La vida de José Ramón de la Morena ahora se basa en su cuarto hijo —tiene tres mayores de edad de su matrimonio anterior—, su huerto y su fundación. Trata de hacer todo lo que le piden y se presta a todo lo que le da tiempo. En una mañana de verano donde el calor no aprieta demasiado, va narrando que siempre está ocupado porque "se me van ocurriendo cosas".
Además de los torneos de niños, ahora quiere hacer algo con el pádel. "Parece mentira que esto no esté más lanzado. Sobre todo con la televisión, porque al ser reducido es más fácil de televisar y más vistoso que el tenis", dice. Quiere hacer algo en septiembre, en Brunete, como siempre.
También está inmiscuido en las galas al altruismo. Habla de distintos protagonistas y nombra al chef José Andrés antes de referirse a su José preferido, el padrino de su boda con Laura Vázquez, José Tomás, al que premió con anterioridad. "Donó todo a una ONG de niños cuando toreó seis toros en Barcelona. Digo: manda narices, hay que tener valor para donar todo y cubrir tú los gastos. Él lo pagó todo y dijo: "Más mérito ha tenido la cuadrilla que ha donado también todo lo suyo"".
Con la paternidad tan a flor de piel, piensa en las madres de los guardias civiles asesinados por los narcotraficantes en Barbate. Los mandos no le han respondido y se ha dirigido a ellas directamente.
—Está en una fase de ayudar.
—Bueno, tampoco quiero ir yo ahora de Fray Escoba, no soy ese. A mí la vida me ha dado mucho más de lo que nunca soñé. Como diría Iñaki: nunca llegué a pensar que ganaría lo que le pago a Hacienda en un año. Y no creo que sea porque lo merezca más que los demás. Es un don que te da un hada madrina cuando estás en la barriga de tu madre. No creo que haya hecho yo más mérito que los demás.
Hay una cosa que sí que tienes que tener tú, que es una vocación extremadamente grande. Yo me olvidaba de casi todo lo de alrededor: familia, amigos… Eso sí que te deja y te toca un poco la conciencia —baja el tono—, de sentimiento de culpa, de resentimiento… Y ahora desde la tranquilidad dices: tengo la posibilidad de ayudar. No significa que salga con una hogaza repartiendo pan...
—Una especie de redención…
R.-Sí, algo así. Es esa especie del Nuevo Testatemento: ¿cuánto debes a mi amo? ¿40? Pues págale 20. Algo así.
—Pero lo disfruta, ¿no?
—Sí, sí, muchísimo. Hasta juego al mus de otra manera.
—¿Cómo es la vida como horticultor?
—Me gusta mucho pero soy malo. Eso sí, estoy bien asesorado. Tengo a mi Javi Colomo, de Navalcarnero, que es quien me dice cómo, cuándo y de qué manera. Ya has visto que son los mejores tomates de la zona, salen camiones para Bruselas (risas).
—Supongo entonces que está concienciado con las reclamaciones de los agricultores.
—Mucho, es muy duro, hasta para los que lo hacemos por gusto. Los que lo hacen por obligación… Cultivarlo, recogerlo y venderlo y que en el mercado valga 4, 5, 6 u 8 veces más después de tener que estar pendiente del cielo, del granizo, del hielo, de las tormentas... Soy un ferviente admirador de los agricultores. Mi abuelo era agricultor y eso me hace darles toda la solidaridad del mundo.
—¿Cómo cambia cuidar a un niño de un año a uno de tres?
—La primera parte fue observarlo mucho. Los primeros días le pasaba la mano para ver si veía o no. Mi mujer me decía: si todavía no puede ver. Esta mañana me ha dicho que había visto a Garfio con un catalejo y le he estado explicando lo que se ve con unos prismáticos. Estábamos en esas cuando habéis llegado. Luego, pensaba que hablaba poco; ahora es un loro, no para de hablar.
Hace poco iba a aparcar y me dijo: ahí tienes un hueco. ¿Pero tú sabes lo que es un hueco? Dice: "Eso". Claro, joder: eso. Me llamó la atención. Digo: joder, macho, el día que pueda leer…
No tuve la suerte de ver ese aprendizaje con los hermanos mayores, de poder seguirlo tan de cerca, porque yo estaba en otras y con él lo he observado bastante. También veo que ahora la metodología en los colegios está mucho más afinada, depurada, es mucho mejor, claro. Los colegios son mucho mejores.
Yo hacía COU en los Escolapios y nosotros decíamos: "¿tú meterías a tus hijos a un internado?". Nosotros sí, claro, éramos supervivientes. Pero había muchos que se habían ido de mala manera. Y quedaron muy tocados. Sobre todo por cosas que entonces no se sabían y ahora se saben, llámese pederastia, malos tratos… Muchas cosas.
Yo tuve suerte de que no me tocó nada de eso. Coincidí con el padre Isidro que fue un personajazo y aún nos reuníamos con él tres o cuatro de la clase cada dos meses a comer con él. Con 90 y tantos años era hablar con Unamuno, porque tenía una sencillez y una paz para explicarte las cosas prodigiosa. Además, él me hizo del Atleti, que me bautizó en las aguas del Manzanares.
—Nos quejamos mucho de la educación de ahora: la tecnología, las pantallas...
—Es que una cosa es la educación de los colegios, que es fantástica, y otra es la que damos en casa. Claro, venimos de matrimonios donde la mujer viene reventada de trabajar y el hombre igual. Entonces, tú también estás cansado y la anestesia es la tablet. Es una manera de tenerlos entretenidos porque si no están peleando, si no...
Con estos nuevos entretenimientos lo que pasa es que luego no se especializan en la lectura, sino que se especializan en la cibernética. Manejan una tablet como nadie y a los 9 años son hackers. Yo que soy un cenutrio pues no deja de asombrarme.
—Vaya, que no ve a José Ramón quitándole el móvil.
—No, no está muy enganchado. La madre tiene bastante cuidado con eso. Pero después vendrá la play, supongo, y eso me da un poco más de miedo.
—¿Por qué?
—Me da vértigo ese mundo, quizás porque yo he sido un cateto y no me he asomado nunca. Veo a la gente tan enganchada a ese universo que yo desconozco hasta el lenguaje.
Soy más de leer, de desarrollar un poco la imaginación. Si lees, el escenario lo tiene que poner tu imaginación. Si estás con una novela de Pérez Reverte que te explica cómo es el Estrecho, con los buzos, pues ves la negrura de la noche, imaginas el viento que hace allí… Si lo ves en la tablet, no imaginas.
—¿Está preparado para que esté en redes sociales?
—Pues es una especie de ventana a la que a veces te asomas y te puede caer un huevazo, ¿no? Es un poco como la propia calle. Lo único que tengo contra las redes es que no haya un castigo contra el insulto o la difamación. Ese es el único hándicap: la impunidad, la cobardía. Pero siempre tienes la oportunidad de enterarte de cosas. Muchas noticias salen en redes sociales al instante. Antes era la radio, ahora son las redes.
—¿Cómo está su relación con la radio?
—Poca, poca. Me da un poco de vértigo ir ahí. Es como mirar atrás, al pasado, siempre tienes la tentación de enjuiciar. Escucho radio porque en el coche y la mesilla la tienes, pero no es la obligación que tenías antes de escucharlo todo. Ahora lo veo con bastante distancia. Leo más: casi todos los periódicos todas las mañanas en la cinta. En los digitales se lee muy bien, el papel para mí desapareció hace mucho… Relaño me decía el otro día que para él el papel… Yo no…
—Siempre rompedor.
—Para leer en la cinta no… Debe ser muy cómodo el periódico para estar aquí sentado, pero me da la sensación de más abuelete. Ahora me iré de vacaciones y me llevaré la tablet más cascada que tengo y me subo al vagón de la generación futura.
—La Eurocopa sí la habrá visto.
—La he disfrutado, como todos. El fútbol siempre viene al rescate de la sociedad española. La Eurocopa del 2008, Mundial de 2010, Eurocopa de 2012… Porque el Covid fue malo, pero aquello parecía que nunca terminaba. El fútbol nos anestesió un poco y nos hicieron salir a la calle. Hicieron mucho más por el nacionalismo que Vox y todos estos. Ellos nos demostraron que hay más cosas que nos unen de las que nos separan.
La tristeza también nos une a todos. Si en Cataluña o País Vasco hubiera pasado una desgracia como la del chapapote, ojalá que no pase, habríamos podido demostrar que les queremos, que nos necesitan y que los necesitamos.
Pues el fútbol igual: nos ha unido. Ha aparecido una generación de futbolistas que solo la esperaba Luis de la Fuente. Los tuvo en la sub-16 y ha apostado por ellos.
Siempre que hay un Seleccionador que tiene una actitud normal, que tiene contacto con la afición y con la prensa, que no declara una guerra civil como hizo aquel célebre Clemente, parece que… La Selección es de todos y todos queremos que gane.
Luis de la Fuente lo que ha hecho es devolver la Selección al pueblo. Veníamos de la soberbia estúpida de Luis Enrique, que parecía que te perdonaba la vida cuando te contestaba una pregunta, y ahora ves a un entrenador normal.
Estos chicos tampoco esperaban… Ganan con una facilidad asombrosa a Italia que no la golean porque Dios no quiere, luego Alemania y Francia, que eran las finales de la Eurocopa, y en la final ganan a Inglaterra con una comodidad en la que nunca piensas qué miedo.
—El debate en torno a esta Selección ha sido el estrellato de Lamine Yamal y Nico Williams, hijos de inmigrantes.
—Un chico de 16 años y otro de 21, creo.
—Sí, pero me refería a las opiniones sobre una España plural.
—Leí un artículo de Juan Soto Ivars con el que estoy totalmente de acuerdo. Se reía un poco de los supuestos racistas y especialmente de algunas racistas que salieron inmediatamente sin tener ni idea, no de fútbol, sino de la Eurocopa. No habían visto ni un partido e intentaron apropiárselos. Es como si dijeran: estos son nuestros y los otros son unos racistas.
No creo que España sea racista. El racismo existe como los malos tratos y la delincuencia. ¿Que hay racistas? Claro, pero no es una cosa general de la izquierda, el centro y la derecha. Somos un país bastante tolerante que hace algunas cosas mal, pero que hace otras bien porque somos generosos y amables para todos los que vienen de fuera.
—Luego llegó el saludo de Carvajal a Pedro Sánchez.
—A mí no me escandalizó. Cada uno es libre, siempre y cuando se haga con respeto. Yo no vi que Carvajal le hiciera un desaire. ¿Qué pensaban? ¿Que se tenía que cuadrar y dar un taconazo? No sé. Si no está de acuerdo con el actual gobierno y su presidente, pues se comporta como él tiene que comportarse. No me escandalizó para nada.
—¿Y el cántico de Rodri y Morata de Gibraltar es español?
—Fue simpático (risas). Rodri lo sabe bien, que tiene que volver ahora a Mánchester. A mí me parece que ha sido el mejor jugador de la Eurocopa y es fantástico. También estuvo con los niños, cuando estuvo con la escuela del Villarreal. Es hijo de ingeniero y médico y tenía una cabeza privilegiada. Entrevistar a Rodri con 22 o 23 años cuando estaba en el Villarreal y luego cuando vino al Atleti, pues estabas entrevistando a un universitario de altura. El tipo contestaba como podría hacerlo ahora Valdano.
Y el tipo juega al fútbol como el mejor que puede haber ahora mismo. Es el mejor centrocampista del mundo. El haber estado ahora mismo en un equipo como el City y tener a Guardiola de entrenador le ha pulido muchísimo… Se me hizo gracioso.
Deberíamos jugarnos el Peñón al fútbol. Estoy seguro que los ingleses no se escandalizarían mucho. Podríamos jugarlo a doble vuelta y con valor doble de los goles en campo contrario. Sería buena idea. Estoy seguro de que nos atreveríamos (risas).
—El que ya no está en la Selección es Luis Rubiales.
—Pensaba que lo veía en la cárcel, que haría el paseillo. Luego, pasó lo que pasó y ya no sé qué habría ocurrido. Espero que los tribunales terminen la investigación que se le está haciendo. Afortunadamente, Rubiales salió. No de la forma que yo pensaba que iba a salir, debía haber salido antes por cosas más graves que lo que pasó en esa final de la copa del mundo, que no fue poco. Porque lo del beso y lo de los tocamientos fue la actitud normal de un macarra, no de discoteca, sino de bar de carretera.
En cuanto a Rocha, era su vicepresidente económico. Ahora, vestirse de San José de Calasanz para parecer que no ha roto un plato… Esto no se va a arreglar hasta que no haya unas elecciones limpias, pero no se atreve nadie. No me digas el porqué, pero nadie se atreve. Esto sería tan fácil como hacer unas elecciones limpias. Un federado es un voto. ¿Quién iba a estar en contra de eso? ¿La UEFA? ¿La Fifa?
—Las federaciones territoriales.
—Ya, pero ¿qué iban a decir? Que no quieren que al presidente del fútbol lo elija el fútbol. ¿Quieren mangonearlo ellos en los despachos? Con lo fácil que sería salir de esta situación con unas elecciones limpias. El que entre ya está bajo sospecha. Yo echo de menos a un presidente honesto, en el que todos creyéramos, en un Vicente del Bosque, por ejemplo. Digo Del Bosque como Luis de la Fuente o cualquier persona que es una persona honesta, ¿no? Gente que conozca el fútbol y sea nuestro representante. Alguien que no tenga la necesidad de robar. Alguien que veas su foto y digas: de este me fío.
Pero ves la pinta de Rocha, que parece un Cerezo de todo a 100 y dices: ¿ahora vamos con esto? Me da la sensación de que promete a todos los que tiene alrededor de que hará lo que ellos digan, pero que luego les hará una pedorreta a todos. Me hacía gracia cuando decía: me he bajado el sueldo. Sí, claro, vale, pero te lo has dejado en 400.000 euros. No está mal. Es acojonante.
A Rocha hay que ir a Google para saber quién es y es difícil. Ha debido ser un sastre decente, pero como presidente, me parece que alguien que ha estado con Rubiales no puede ser demasiado decente, ¿no?
—Fuera del fútbol, ¿qué le hace disfrutar? Los toros, el flamenco...
—No, no, no. Hablo con José Tomás, porque escucharle hablar de la vida, de la muerte, de la paz, la honestidad y la verdad… Él no lo sabe, pero lleva dentro un filósofo. Quizás, el más honrado que yo haya conocido. Termina siempre en la limpieza y en la verdad, en la búsqueda total de la verdad, y te emociona.
Siempre pensé que yo era un tipo que buscaba siempre la verdad y que no siempre la encontraba; nunca mentí adrede. Me pude equivocar, pero mentir adrede no lo hice en mi vida. Y, por supuesto, estoy a bastante distancia de él, de su manera de expresarse, de su pureza, de hablar, de vivir… Me parece que nos conocemos hace casi 30 años y es cada vez más admirable.
—En esa búsqueda de la pureza y la verdad, supongo que no cabe tener enemigos. ¿Solo le queda Javier Clemente?
—No, no, no. Yo no soy enemigo de Javier Clemente. Obviamente, no somos amigos, pero no lo considero mi enemigo. Mi mundo no es su mundo y tenemos otros credos totalmente distintos. Cuando llegas a determinadas edades y estadios, no digo edad porque él es mayor que yo, y la vida te ha dado tanto, no miras la libreta de deudas.
—Entonces, ¿qué disfruta el horticultor De la Morena?
—Sobre todo a mi hijo pequeño. Eso sí que es la auténtica verdad; la ingenuidad. Los niños son egoístas, pero ingenuos y al mismo tiempo generosos. Parece que es todo lo que les apetece, de repente les ves caprichosos, pero de repente todo lo que tienen te lo dan. Una flor a su madre, o una hoja… ¿Cómo se valora eso? ¿Cómo se mide? Pues eso es lo mejor que tiene y lo mejor que te da. Un abrazo, un beso… Esa pureza… Disfrutar eso es un poco padecer el miedo a que le pueda pasar algo.
—¿Lo había sentido alguna vez?
—Sí, claro. Lo sentí muy agudo antes de nacer. Y luego, la primera vez que se puso enfermo, con 39 de fiebre, te pones siempre en que estás siempre en buenas manos, que los médicos de este país son espectacularmente buenos, pero nosotros en Madrid tenemos el Hierro, 12 de Octubre, la Paz, Niño Jesús… No sé lo que habrá en Houston, pero aun así… Aun así tienes ese miedo. Un atragantamiento… Ayer mi mujer me decía: un niño de 14 años en coma en una piscina.
—¿A qué le gustaría que se dedicara? Supongo que no quiere que sea periodista.
—Siempre decimos que sea lo que a él le guste. Es lo mejor que te puede pasar. ¿Qué profesiones estaríais dispuestos a ser sin ganar dinero? ¿Cuál querrías hacer? Y mirar a ver. No creo que yo tuviera ningún talento especial, sino unas ganas tremendas. En mi familia no había ningún antecedente de nada. Debió ser un hada madrina, que dijo: a ti te tiene que gustar esto. Yo ya con 7 años buscaba y decía: a ti te tiene que gustar esto. A mí me enganchaban la radio, los periódicos…
—¿Qué le pide al futuro José Ramón de la Morena?
—Podría decir cursiladas, pero es que es lo que más me preocupa. Me encantaría que terminara la guerra de Ucrania cuanto antes. Supongo que también habrá alguna manera de hacer entender a israelíes y palestinos. Yo con que se apagaran esos dos incendios estaría más tranquilo. Si no, nos vamos a fastidiar el resto y, sobre todo, a la gente inocente que padece aquello.
—¿Lee las crónicas de guerra?
—Sí. Hay gente admirable haciendo un periodismo fantástico. Me parece que el mejor periodismo que se ha hecho ha sido el deportivo, pero el más admirable ha sido el bélico. Desde los tiempos de Pérez Reverte ha habido muy buenos periodistas españoles.
—Ha terminado esta entrevista y, aunque parezca increíble, no hemos hablado casi del pasado ni de José María García.
—(Risas). La semana pasada estuvimos hablando de lo divino y de lo humano y me reí un rato con él. Él tiene más fe que yo. Yo la tengo, pero no tan enfervorizada como la tiene él. No sé si a Dios, como no le cumplo todos los mandamientos y me lo acoplo a mi manera para no sentirme tan pecador... Fue divertido, echamos un rato bueno con ellos.
Te das cuenta de que escuchar una conversación con alguien que te interesa es un placer. Es un placer que te permite luego paladear después al recordarlo. Ayer, una conversación con José Tomás, en la que estuvimos a lo mejor 4 horas, porque él habla con verdad y se permite el lujo de decir lo que piensa por muy exagerado que te pueda parecer a ti, pues es admirable.
José Ramón de la Morena se despide de los reporteros dándoles verduras de su huerto. La puerta de su casa se cierra de nuevo y él vuelve con su niño y sus quehaceres de agricultor. Ha podido comprobar que la vida es mucho más que un programa de radio y hay que disfrutarla. O como diría la sintonía que siempre acompañó a su programa:
No hay que confundir melenas,
gente rara y gente buena...
Los buenos son futbolistas,
los machos son futbolistas;
los raros somos artistas.
Ra, ra, ra...