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Pregunta.- Matías, ¿tú has sido un niño de cuna meneá’?
Respuesta.- No. Mi padre es exigente y yo se lo demando así. A mí me gusta que me apriete las tuercas, que me exija, que me corrija.
P.- Pero qué presión a veces, ¿no?
R.- Lo hace siempre de forma muy didáctica: es bastante indulgente, pero cuando me tiene que decir las cosas, me las dice. Los que me critican son los de las redes sociales o algunos compañeros y tal, porque es muy difícil quitarte la etiqueta de "enchufado, hijo de", y tal. Y yo lo entiendo.
Luego nos contará por qué lo entiende, porque Matías Prats Chacón (Madrid, 1985) no esquiva ninguna pregunta y habla con encantadora tranquilidad de lo que se tercie: de la bendición que le ha supuesto tener a un padre y a un abuelo maestros del oficio, pero también de la crueldad de las redes, de la persecución con lupa que le pisa los talones deseado pillarle en un fallo, de los propios colegas que le desdeñan en esta España nuestra de las pasiones y las envidias.
Matías es sonriente, afable y exquisito en sus formas a la vez que destila cierto aura progresista en sus visiones de la vida, luminosas y frescas como relámpagos: trabajando cuerpo a cuerpo en que el periodismo deportivo de nuestra televisión sea menos machista, por ejemplo, o defendiendo el título de Hija Predilecta de Madrid para Almudena Grandes, o poniendo en valor el cuidado de la salud mental, o asegurando que le gusta España sin tener que lucir una bandera por la calle; que desea el bien a sus compatriotas "pero también a la gente que viene aquí, inmigrantes que vienen a visitarnos o a vivir con nosotros", porque esta tierra es, sobre todo, "un crisol de culturas" y no quiere que "le cierre puertas a nadie".
Mientras conversamos, cerca del mediodía, el salón entero huele a gloria: su madre anda cocinando algo que no llego a ver pero que intuyo. Es el olorcillo del hogar, del amor que se cuece a fuego lentito. Nos ha recibido en casa de ella porque él anda de mudanzas. Su madre, Maite, es su faro, en verdad, su gran devoción: fue la primera persona que se leyó al completo su primera novela, la que ahora presenta -El futuro que olvidaste (Harper Collins)- y también la crítica a la que más temía porque sabía que se trataba de una lectora militante. "Me dijo 'Matius, la novela me ha encantado, me ha entretenido, es interesante'. Y ahí dije: 'Coño, si lo dice esta señora tan sabia… debe ser un elogio, porque ella no regala ninguno'", ríe.
El libro arranca con la desaparición de la prestigiosa tenista Paula Llorente en una playa del litoral catalán: todo parece apuntar a un suicidio, dado sus problemas de salud mental y las depresiones que arrastraba -como tantos deportistas de élite- desde hacía tiempo. Sin embargo, Rodrigo, un periodista en crisis laboral y afectiva, se obsesiona con el caso para preparar el reportaje perfecto, resultando, al final, un viaje y una expiación hacia sí mismo. Es un libro ágil, está bien escrito, tira con inteligencia de los tentáculos de la historia para abordar los grandes temas de la vida. Prats lo cuenta sin muchas pretensiones, con simpática humildad. "Me daba mucho miedo hacer el ridículo. Tengo un respeto reverencias por los escritores. Sólo pretendía hacer una novelita apañada", sonríe.
Por lo demás, es un chaval que madruga muchísimo, que hace deporte cuidándose la rodilla pachucha, que organiza comidas y sobremesas, que hace mucho que abandonó las pistas de baile y la juerguecita, que presenta el bloque deportivo en los informativos de fin de semana de Telecinco, que escucha a Bruce Springsteen, a los Rolling o a Fito y Fitipaldis en el coche y que, como tantos en su generación, siente que ha llegado un poco tarde a la vida que soñaba de niño: aún no hay por aquí matrimonio ni hijos, a pesar de su deseo, pero sí otras enormes satisfacciones. Continuará…
P.- Hablemos de tu relación con la literatura. ¿Cuáles son los primeros libros que recuerdas haber amado de niño?
R.- Era muy fantasioso cuando era niño. Recuerdo a Julio Verne. Y el leerle no fue por mandato imperativo del colegio, sino por decisión propia. Es verdad que los libros de niños fueron los típicos que lee todo el mundo: a nosotros en el cole, aunque suene raro, con 13 o 14 años nos obligaban a leer El Quijote, que yo le cogí manía hasta mucho después…
P.- Pero nadie se lo leía en realidad…
R.- ¡Yo me lo leí! (ríe).
P.- No existía el mítico ‘Rincón del Vago’ todavía, con todas las reseñas detalladas.
R.- (Ríe). Yo es que era un estudiante pedantillo, repelentillo. Luego ya me volví un poco más rebelde, pero era muy obediente y hacía todo lo que me decían. Así que me leí El Quijote. Y me vi la peli aquella de Alfredo Landa. También leí muy joven a García Márquez, Cien años de soledad, que me costó entenderlo y tuve que volver a él varias veces. Pero poco a poco se fraguó fuerte mi amor por la literatura.
P.- ¿A qué edad crees tú que habría que darle de leer a los niños o a los jóvenes El Quijote? Nos lo han metido hasta en papilla y recuerdo la celebración de su efeméride: ningún ministro lo había tocado.
R.- No es tanto la edad como la forma; hay que seducir al joven lector, no hacerle esto de "tienes que leer esto porque es el mejor libro de la historia". Hay que darle más argumentos para que vayan sintiéndose seducidos por los personajes y por la historia, por el autor… es una función más didáctica que práctica. Mira, 16 años, que parece algo más talludito, pero creo que tendría sentido.
P.- ¿Y ahora cuáles son tus autores favoritos? O los últimos libros que hayas leído y te hayan marcado.
R.- Pues mira, soy tan atrevido que me he sumergido en Don Winslow, que es un autor complicadísimo. Tengo que reconocer que lo leo con una libretita al lado y tomo nota de los personajes, porque si no pierdo referencias. Hay que leerle con los cinco sentidos puestos todo el rato. Si te despistas… te caes.
P.- Difícil eso ahora, en la era del entretenimiento, los móviles y la atención repartida, promiscua…
R.- Yo leo con el móvil en silencio y bocabajo. Tele apagada, radio apagada.
P.- ¿Y si te llega una exclusiva justo en ese momento?
R.- ¡Mala suerte! (ríe). Pero no creo. Leo muy entrada la noche. Tendría que ser una exclusiva muy gorda y a destiempo.
"Me pareció triste que se entregase a Almudena Grandes el título de Hija Predilecta con tanto barro político"
P.- Oye, y no me citas a ningún autor español o qué.
R.- Pues mira, soy poco original, pero me releí el otro día un libro de Almudena Grandes, Los besos en el pan, que no es uno de sus más famosos. He leído varios de ella a raíz de su fallecimiento porque me sentía en deuda con una autora tan importante de aquí, de Madrid.
P.- ¿Qué te parece que haya entrado en la categoría de Hija Predilecta de la ciudad un poco a trancas y barrancas por oposición del PP, triunfante, al final, mediante un chantaje político?
R.- Triste, porque creo que se lo merecía. Hay que distinguir mucho entre la ideología de una persona y su legado literario, y el de Almudena Grandes no lo puede discutir absolutamente nadie en este país. Yo me siento muy cercana a ella porque soy muy del Atleti también: ella era muy familiar en eso, siempre estaba presente en las peñas de los 50 y en el Calderón, con su marido, y a veces en sus novelas hablaba también del sentimiento sufridor de los atléticos. Creo que el hecho de que sea nombrada Hija Predilecta es un reconocimiento merecido, aunque llegó un poco feo, a trancas y barrancas, sí… ¡con barro!
P.- Esto de "si tengo que suplicarlo, ya no lo quiero".
R.- Sí, pero lo importante es que se reconozcan los méritos de Almudena.
P.- ¿Qué opinas del debate nacional inaugurado por Ana Iris Simón? ¿Vivimos peor que nuestros padres -es decir: ellos con veintipocos años ya podían tener un matrimonio, un coche, hijos, una casa en propiedad, cosas que muchos de nosotros tardaremos en tener, infantilizados perdidos, o directamente no tendremos nunca-?
R.- No la he leído, no voy a tirarme el pisto (ríe), pero en cuanto a lo que me preguntas… sí, yo eso lo miro con cierta envidia, aun siendo un privilegiado, porque yo encontré trabajo muy joven, empecé en lo que me gustaba, hice radio, hice tele… Pero sí observo a esa generación, sobre todo a la que viene después de la mía, que tienen ahora 22 o 23 y tienen lejísimos la posibilidad de pagar una hipoteca, de comprarse un coche, de formar una familia, de encontrar un trabajo que les llene… no quiero ser condescendiente, pero digo "menos mal que yo he venido un poco antes y que yo he tenido suerte".
Sí que creo que la pelota está en nuestro tejado y que tenemos que arrimar el hombro. No podemos dejar que sea una generación sin sueños, sin ambiciones, sin inspiración. Niños eternos. Antes con 35 la gente tenía tres hijos. Te confieso que con 37, los que tengo ahora, esperaba ser un padre de familia y tener una vida más estable, pero las circunstancias te llevan por otro lado. Por caminos más sinuosos.
P.- Pero es difícil planificar el amor, ¿no? Siempre pienso: ¿cómo hará la gente para enamorarse justo a la edad deseada para luego cumplir el resto de metas afectivas, como la boda o los hijos…? Es un reloj biológico emocional que me parece casi esotérico, casi médium.
R.- Desde luego, pero si tú dibujas tu figura con 18 años pensando en tus 30… yo me veía ya más estable y padre de familia. Y mira que soy un chaval serio, formal, y muy ordenado. Pero me apetecía ser padre joven y a eso ya no llego. Mi padre, joder, fue padre con mucha menos edad. Y me da envidia en ese sentido…
"Me apetecía ser padre joven y a eso ya no llego: en ese sentido, me da envidia mi padre"
P.- Leí por ahí que tenías ganas de dar ese paso ya.
R.- Pues no lo sé. Sí me gustaría, pero claro, son muchas las circunstancias que influyen. Ahora estoy en un gran momento. Ahora hago lo que me gusta, doy clases en la universidad, he publicado la novela…
P.- ¿Cómo surge el tema de la novela?
R.- Me llamaron, porque yo soy muy prudente… a mí la palabra "escritor" me queda muy grande, tengo un respeto reverencial por los escritores y los autores y nunca me hubiese atrevido a proponerme yo como uno de ellos. Ellos sí vieron algo de potencial en mí, se me ocurrió la historia en dos o tres días y me la compraron. Me animé, pero mi técnica ha sido improvisar.
P.- ¿Cómo fue tu método? Eso me sirve para preguntarte cómo es un día normal en tu vida. Me parece que esa pregunta tan sencilla habla mucho sobre la gente.
R.- No he tenido ninguna metodología, ningún orden. He sido un caos. Soy de impulsos. Si me levantaba a las seis de la mañana y me apetecía escribir, escribía. Otro día en casa de mi madre, otro día en la oficina, otro día en mi casa. En mi día a día, siempre empiezo haciendo deporte desde muy temprano. Ya he dejado de correr, porque tengo la rodilla destrozada, pero me engancho a la elíptica o a la bici. Madrugo además involuntariamente, me despierto solo antes de que suene la alarma. Luego leo los periódicos.
P.- Estarás suscrito a El Español, claro.
R.- ¡Por supuesto que lo estoy! Y ya lo que me toca: o radio, o tele, o universidad. También tengo días despejados. Soy muy de organizar comidas, siempre engaño a algún amigo a contrapié, porque ellos trabajan más durante la semana y yo el fin de semana. Al final siempre quedo con unos cuantos, compañeros del deporte, periodistas… intento que mi vida social, que desaparece por completo el finde, se centre en el martes o miércoles.
P.- ¿Cuánto hace que no vas a una discoteca?
R.- Muchísimo. Pero antes de trabajar en finde se me había pasado ya lo de las discotecas.
P.- Yo tengo 30. ¿Cuánto me queda?
R.- Nada. Meses.
P.- ¿Qué?
R.- (Ríe). Yo creo que sí. También es verdad que he salido bastante en mi vida y he bailado todo lo que tenía que bailar, así que soy más de irme al barrio, un aperitivo, un vermú, una cervecita… ya lo irás viviendo en tus propias carnes.
P.- Aún no noto la llamada, pero quién sabe. Hablemos de la tesis de tu novela: una famosa tenista desaparece y todo apunta a un suicidio porque padecía depresión. El tema de la salud mental está más que nunca sobre la mesa. ¿Cómo te llevas con tu propia cabeza? ¿Has recurrido en algún momento a terapias o antidepresivos?
R.- No me importaría confesarlo. Sí que reconozco que puntualmente he acudido a ayuda profesional, a psicólogos, a coaches… creo que estoy bien, pero a mí lo que me molestaba es que no se pudiese hablar sin tabúes de esto. A los deportistas les pasa muy a menudo, y no sólo en competición, sino el día que se apagan los focos, que se va la fama… muchos y muchas se sienten perdidos. La protagonista de mi novela, por ejemplo, no sabe ni sacarse un billete de avión. Está tan acostumbrada a estar arropada por su representante, por su entrenador, por sus padres, el fisio, el médico, etc., que cuando ya no tiene torneos, no sabe qué hacer ni cómo vivir.
Ha perdido la ambición. No sabe lo que quiere ser de mayor. Ten en cuenta que con 35 años se acaban las carreras de los deportistas y eso les resulta muy difícil, porque muchos no tienen formación, y con eso te has quedado sin la mitad de las opciones. Por culpa de eso hemos vivido trágicos finales. Blanca Fernández Ochoa, la primera que se me viene a la cabeza. Jesús Rollán, de waterpolo. Porque no se habla de salud mental. Hay que llamar a las cosas por su nombre también desde los medios. "Depresión" no es un "bajón anímico", es "depresión". "Suicidio" no es "se ha quitado la vida" o "no quería luchar", es suicidio.
P.- Ah, querido, el ancho mundo de los eufemismos…
R.- Sí. Nos estamos engañando a nosotros mismos. Hablé con una psicóloga deportiva sobre todo esto. Yo justo hablo de tenis y en estos últimos años hemos descubierto que Paula Badosa confiesa que ha tenido una depresión, la número uno del mundo, con 26 años, dice que se retira, que lo deja, que no encuentra motivación. A Naomi Osaka, también tenista, le agobian los medios de comunicación, le da pánico hacer entrevistas. Victoria Azárenka dice que necesita un descanso. ¿Qué está pasando en el tenis femenino? Es un reflejo de lo que nos pasa como sociedad: no hay un solo deportista de élite ahora mismo que pueda sobrevivir sin ayuda psicológica.
"Las niñas ahora quieren ser Alexia Putellas y no Messi porque se la hemos acercado: es responsabilidad de los medios"
P.- Ha habido un punto periodístico en este libro: te has fijado en un problema real.
R.- Desde luego. Yo quería que la protagonista fuese una deportista femenina porque me siento muy cercano al deporte femenino, y en mi informativo, aunque tengo pocos minutos y es un rinconcito ahí, de viernes a domingo, creo que tenemos la responsabilidad de ser altavoces del deporte femenino. De que la gente conozca a nuestras deportistas.
Las niñas ahora quieren ser Alexia Putellas y no Messi porque se la hemos acercado, porque hemos acercado al Barça femenino, y han visto que tienen el mismo talento, esfuerzo, calidad, físico… ¡y ya está! Como yo sé lo que se cuece en el deporte femenino, que son: Sandra Sánchez, campeona del mundo, Mireia Belmonte, Carolina Marín… lo que tenemos que hacer es ser didácticos y educar al público para que sigan a esas deportistas cada fin de semana y no sólo esperar a que en los juegos caigan medallas.
P.- ¿Así se genera demanda, crees? Ya sabes que el gran argumento de los detractores es que el fútbol femenino no vende -y no venderá nunca, señalan- como el masculino, y que lo demás es forzar.
R.- Eso es mentira. Es que la responsabilidad es nuestra. El público consume lo que le damos, no es al revés: no es "el público pide y nosotros le damos". Si sólo le damos Madrid, Barça y Nadal, eso tomarán. Hay mucho más allá. ¿Por qué te crees que se han triplicado no, lo siguiente, las licencias de bádminton en España? Porque había un referente que era Carolina Marín y porque nosotros nos hemos hecho eco de sus éxitos. Si no lo contamos, nadie se interesa por el bádminton ni por el deporte femenino. La gente tiene que dejar de pensar que el fútbol femenino es aburrido o que las porteras son malas o que siempre ganan las mismas. ¿Han visto algún partido alguna vez, han visto la competitividad que hay?
P.- ¿El periodismo deportivo sigue siendo machista?
R.- Cada vez menos, pero no creo que nos hayamos quitado la etiqueta de "machistas" todavía. Si nos comparas con hace diez años hemos mejorado. Si nos comparas con hace veinte, mucho, pero, ¿y qué? ¿Nos quedamos aquí, nos conformamos? Además las periodistas deportivas son buenísimas en este país, tengo la suerte de trabajar con muchas de ellas. Saben más que nosotros, o igual. Ya está bien eso de: "Ay, periodista de fútbol no, que seguro que no vio el mundial del 84". ¿Y tú qué sabes?
P.- Ojo, que también hay una enorme cosificación con las periodistas deportivas. Son todas unos pibones… Hay un reclamo físico muy importante que no se les exige a los hombres.
R.- A mí me gustaría pensar que todas las chicas que están al frente de un informativo de deportes o en la tele, en tertulias y tal, saben mucho de deporte. No sé bien cómo afrontar este debate.
P.- No estoy diciendo que no estén preparadas, sino que tienen una belleza insólita que ellos no. Eso dice algo sobre los criterios sexistas de selección.
R.- Desde luego, son mucho más guapas que yo, para empezar. Hay excepciones, claramente, pero tengo que reconocer que eso existe. La pelota también está en el tejado de las grandes cadenas, de los grandes medios, y empezar ya a ser más normales, ¿no? No hace falta más: actuar con normalidad, con criterio profesional. Además, yo que doy clases en la universidad orientadas al periodismo deportivo, te digo que ellas están perfectamente preparadas para golearnos a nosotros.
"Si no me he casado todavía, si no he tenido hijos, a lo mejor también es culpa mía"
P.- Hablemos del otro gran protagonista del libro. Roberto, el periodista. Un tipo que se obsesiona con el caso de la tenista desaparecida y que está deprimido con su trabajo, con su vida, con sus relaciones… primero abramos el melón del amor y luego el del curro. ¿Qué sabes ahora del amor que no sabías con 18 años?
R.- Que es más complicado de lo que parece pero que al final es amor. A lo mejor, oye, yo era más romántico con 18 que con 37.
P.- ¡Eh! ¿Qué ha pasado?
R.- No sé, alguna decepción. Quizás no he dado todo lo que se esperaba de mí. Hay que hacer autocrítica: si no me he casado todavía, si no he tenido hijos, a lo mejor también es culpa mía. Pero me considero un tipo apasionado.
P.- ¿Eres religioso? ¿Te preocupa el tema de la boda?
R.- Cero. No he soñado con mi boda ni un solo día. Lo que sí me ocupa es encontrar a la mujer ideal, con la que compartir una familia y un proyecto, y en ese sentido sí que soy más romántico, más idílico, pero he ido dando tumbos, ¡bastantes!, a lo largo de mi vida. Al protagonista también le pasa, a Rodrigo: se casa enamorado, tiene un hijo y luego las cosas no le salen muy allá.
P.- Como a tantos españoles, hijo… ya casi son mayoría.
R.- Eso es. He intentado hablar de cosas cotidianas. ¿Quién no tiene un amigo que se está divorciando, quién no tiene una amiga luchando por la custodia de su hijo o de su hija? Rodrigo está en un periódico en horas bajas, con un ERE…
P.- ¿Qué hay de la ilusión por el trabajo? ¿Cómo se mantiene viva?
R.- Yo soy un periodista vocacional, de cuna, con un factor genético indudable, porque vengo de dos maestros de la comunicación, y eso me ayuda a mantener viva la llama. Pero soy un privilegiado, me dejan libertad para elegir los temas… es fundamental no estar encorsetado, que te dejen ser polivalente.
P.- "Libertad" es una palabra muy grande, especialmente hablando de periodismo.
R.- De verdad. No es una libertad del 100%, porque nunca la he tenido ni la tendré, pero estoy en unos grandes números. Estoy contento por muchas cosas.
P.- Decías antes que no has sido niño de cuna meneá’, y que hasta entiendes la crítica de "enchufado". ¿Hasta cuándo con esa etiqueta, qué hay que demostrar? A ver si al final en vez de ser una bendición y un orgullo tener el padre y el abuelo que tuviste va a ser una carga insoportable.
R.- Yo lo llevo de forma muy natural, porque he crecido teniendo un padre y un abuelo famosos, reconocidos, y ellos me lo han puesto muy fácil, porque son gente que tiene el cariño de todos y son gente que ha tratado con respeto a su profesión, que la ha ejercido con libertad, con pasión, con oficio. Ahora, lo que yo no puedo evitar es que a mí me hayan dado más oportunidades que a otros, o al menos que la primera oportunidad me la brindasen antes que a otros con el mismo talento que yo y la misma capacidad de trabajo. ¡Y puede que tengan razón!
"Si me hubiera llamado ‘Joaquín Pérez’ no habría tenido tan pronto mi primera oportunidad laboral, pero luego todo ha sido trabajo"
Yo empecé muy joven en la radio, no había terminado la carrera. Si me hubiera llamado Joaquín Pérez quizás no me hubieran dado esa oportunidad. Soy el primero que lo reconoce y creo que es saludable decirlo. En ese sentido, tuve suerte. Pero me han exigido más después, me han buscado las cosquillas, me han mirado con lupa, me han puesto fino en las redes sociales… no me afectan las críticas, intento empatizar. Empatizo, por ejemplo, con nuestros compañeros periodistas que están en paro. Digo: "Si yo estuviese en casa y me viese en la tele diría: ¿por qué está éste en la tele y no estoy yo, que lo hago igual de bien?, será enchufado...". Eso hay que entenderlo.
P.- Lógico. Yo lo entiendo, pero también hay un componente fuerte de envidia, una característica muy cañí.
R.- Muy española, por desgracia. Pero no tengo la mochila llena de peso de ser el hijo o el nieto. A mí me fastidia sólo cuando se pasa la raya y vamos al insulto.
P.- Vayamos a lo bueno. ¿Qué es lo que más has aprendido de tu padre y de tu abuelo?
R.- Primero, que nunca les he visto ir con mala cara a trabajar. Siempre se han considerado afortunados por ejercer su oficio y no han puesto impedimentos a viajes, a horas… mi padre ha estado en muchos mundiales, en Eurocopas, en Juegos Olímpicos… y ahí es que ni duermes. Pues no le he visto quejarse nunca. Y no les he oído hablar mal de nadie: son tan respetuosos, tan comedidos, tan prudente. Me han enseñado a no poner a parir a la gente. Son gente muy sencilla. Nunca he escuchado a mi padre decir "soy el mejor", y lo podría decir, porque para mí lo es. Nunca han estado endiosados.
P.- Podrían haberse considerado estrellas del rock.
R.- No te digo que mi padre sea una estrella del rock, pero no es sólo un periodista, es un comunicador que ha tenido muchas facetas, mira ahora con la publicidad, que está en boca de todos, por cierto… ha ido añadiendo siempre registros, ha hecho deportes, informativos, todo tipo de narraciones, se le recuerda por el 11-S, por el 11-M…
P.- Y una cara familiar y confiable.
R.- Lo más importante en el periodismo es la credibilidad.
P.- Me acuerdo de cuando se escuchó a tu padre gritar "¿pero esto qué es?" cuando pensaba que el micro estaba apagado.
R.- Ahí se enfadó (ríe). El único día que le he visto enfadado.
P.- Hombre, no pasa nada, también le dio un poquito de humanidad al asunto.
R.- Se desnudó como personaje y se vio al Matías persona, pero es que no se cabrea nunca. Para mí también fue muy extraño verle tan cabreado.
P.- ¿Un periodista tiene ideología? ¿Es más fácil ser de izquierdas o de derechas en televisión?
R.- Un periodista y cualquier persona tiene ideología, eso que quede clarísimo.
P.- Ya sabes que en la universidad todavía nos contaban que no…
R.- Me parece una milonga. Un periodista tiene que tener ideología, pero tiene que contrastar las noticias. Igual que los medios de comunicación: tienen que tener su línea editorial, ¡es sano, es el periodismo de siempre! Pasa aquí, pasa en EEUU, pasa en Inglaterra. Hay que tener ideología y línea editorial, sin duda, pero no hay que presumir, ni desvelar, ni defender a ultranza. Creo que uno de los secretos de la longevidad televisiva de mi padre ha sido ese, que siempre ha sido prudente y no se ha mojado, que ha intentado no ofender y ese es un buen camino para mí. Yo siendo de deporte sí que dije hace muchos años que soy del Atleti, ya salí del armario con eso. Pero no creo que sea óbice para ejercer el periodismo con independencia y criticar al Atleti si hace falta o hablar bien del Madrid.
P.- Si no se cae en el hooliganismo…
R.- Yo me siento muy lejos del periodismo de bufanda.
P.- ¿Quién te presiona a ti? En el mundo del deporte se mueven esas fortunas, esos nombres intocables, esos jeques, esos oligarquitas…
R.- (Ríe). Sí. Pero yo tengo que decir que nunca he recibido presiones, pero también tengo que admitir que yo no soy tonto, sé que si voy a pisar un charco tengo que estar muy seguro porque hay gente muy poderosa detrás, hay mucho dinero en juego, hay intereses comerciales, empresariales… ejerzo mi periodismo con absoluta independencia y libertad pero no soy tonto.
P.- Lo has entendido sin que nadie te lance la llamada.
R.- Nadie me ha tenido que explicar nada. Soy muy observador. Me doy cuenta rápido de las cosas. ¿Que hay cosas que cambiaría? Seguro. Ahora, por ejemplo, estamos en medio de un terremoto informativo con Rubiales, Piqué y tal. Yo hubiera hecho las cosas de forma diferente, pero es que enarbolar la bandera de algo me cuesta: igual lo voy superando con los años. Me siento más cómodo yendo el segundo de la fila, siendo igual de crítico o de incisivo.
P.- ¿Qué hay de Piqué?
R.- Un gran jugador, una persona inteligente, pero creo que se lo ha comido el personaje porque ya ha dejado de ser un jugador de fútbol. Llega un momento en el que hay conflicto de intereses, como se está demostrando ahora: no puedes organizar una competición en la que estás participando, no puedes repartir los premios que a lo mejor se lleva tu equipo. Y por ahora parece que no hay nada ilegal, bueno, pero no es ético. Y en el deporte tenemos que dar ejemplo.
P.- Salió muy chulito la otra noche, a deshora, en Twitch: "¿Qué problema hay?".
R.- Las nuevas tecnologías. Él es muy echado para adelante, un poco chulito, sí, y de verdad creo que es buen tipo, pero llega un momento que no puedes estar jugando al fútbol y hacer todo esto. En el tenis sí, pero en tu mismo deporte no. Hay tantos intereses… es que estamos a esto, a esto, de meternos en un lío legal.
"A Piqué se lo ha comido el personaje: él es muy echado para adelante, pero lo que ha hecho no es ético"
P.- También es un hombre que cae mal a ciertos sectores porque se ha mojado políticamente.
R.- No, no, él se ha mojado a favor de un referéndum.
P.- Eso ya es mojarse, porque hay quien no tolera siquiera que se plantee esa posibilidad.
R.- Sí, pero yo fui el primer periodista que le preguntó en una rueda de prensa de la Selección: "Gerard, ¿tú eres independentista?". Y me dijo: "No te voy a contestar a esa pregunta" (ríe). Él no se ha significado, sólo estaba a favor de la libertad de expresión y de consulta del pueblo catalán. Eso hay que dejarlo claro. Lo que pasa es que a él le va la marcha. Le encanta que le piten en los campos, que le insulten, meterse en líos en redes sociales… no se siente incómodo con ese traje.
P.- Un poquito de política nacional para cerrar. Radiografía rápida de la actualidad. ¿Cuál crees que es el mayor error y el mayor acierto que ha cometido el Gobierno actual?
R.- Como acierto, ni siquiera se lo debo imputar al Gobierno, pero los fondos europeos para mí son el aire que necesitábamos en esta economía asfixiada después de la pandemia. Hay que gestionarlos de forma ecuánime y ahora la pelota está en el tejado del Gobierno. La negociación con Bruselas se llevó bastante bien y tengo que reconocerle al presidente que es un tipo que inspira seriedad, por lo menos en Europa, que las ha tenido de todos los colores con ellos y ahora parece que se fían más de él.
P.- ¿La fotogenia ayuda?
R.- No molesta, digamos. No creo que le hayan dado los millones por ser guapo, pero no molesta. El panorama político es apasionante desde el punto de vista informativo, con ese elemento Feijóo, con esa Ayuso que es un personaje que despierta tantas filias y fobias… es un caramelo para los medios. Gente que da batalla.
P.- ¿Qué hay de la crítica al Gobierno?
R.- La crítica va por lo que más nos afecta a todos los ciudadanos: el precio del gas, de la gasolina… las medidas han sido insuficientes. Hay familias de clase media-baja pasándolo muy mal. Gente que no va a poder pagar la factura del gas. El cambio se ha quedado en la orilla, hay que ir más allá y el esfuerzo lo tiene que hacer el Gobierno: si hay que recortar de otras cosas, que recorten, pero lo básico es que los ciudadanos puedan pagar el agua, el gas y la gasolina. Eso es urgente.
P.- Feijóo.
R.- Bueno, creo que le da una imagen de seriedad y firmeza al PP. No sé si podrá reinventar el partido, pero sí es alguien con un perfil más conciliador y negociador, que cae bien incluso al bando contrario, o mejor que quien estaba. Es un cambio lógico. Ha esperado unos años para lanzarse y ahora es un hombre preparado. Lo dejo ahí. Creo que al PP puede darle un soplo de aire freco.
"Me gusta España, pero no voy con la bandera por la calle"
P.- ¿Qué es España para ti, este país hermoso y a menudo esquizofrénico? ¿Tienes eso que llaman patria?
R.- A mí me gusta España, pero no voy con la bandera por la calle. Soy patriota en el sentido de que me gusta que le vaya bien a mis compatriotas, a los españoles, pero también a la gente que viene aquí, inmigrantes que vienen a visitarnos o a vivir con nosotros. España para mí es un crisol de culturas que cada día nos enriquece más y me gustaría no cerrarle las puertas a nadie. Me gustaría que España fuera un país de oportunidades, como lo llegó a ser. Me aburren las trifulcas, las batallas, los enfrentamientos. Es el momento de tener altura de miras.
P.- ¿A quién harías ministro o ministra de Cultura?
R.- A Matías Prats, a mi padre.
P.- ¡Qué bueno! ¿Querría?
R.- Ni de coña (ríe), pero creo que lo haría muy bien. Creo que pondría de acuerdo a gente insospechada y que concitaría apoyos de diversas índoles.