A las cuatro de la tarde el sol cae a plomo sobre los campos de Navalmoral de la Mata. Algunos chavales llegan a pie por las aceras polvorientas, manchadas de arena procedente de las vías del futuro tren de alta velocidad, y a otros les traen sus padres en coche con el aire acondicionado al límite de su intensidad. Media hora más tarde prosiguen los exámenes de la EBAU en el IES Zurbarán, el mismo centro donde muchos terminarán formándose para trabajar en la nueva planta de baterías para coches eléctricos que promete transformar la zona. El porvenir de toda una comarca pasa en estos momentos por este instituto.
Tampoco tienen muy claro Álvaro Martínez y Rocío Mérida que el futuro sea suyo, entendida la frase casi como un claim publicitario, pero por si acaso ellos empezarán desde ya a dirigir sus carreras en esa dirección. Él quiere estudiar ingeniería industrial y ella una ingeniería mecánica. Ambos tienen 18 recién cumplidos y, nota mediante, están a punto de ingresar en la Universidad. “Yo ahora mismo me veo trabajando fuera, en una ciudad grande, pero está claro que la futura planta va a mover mucho dinero y eso es bueno para el pueblo. Puede que un futuro se convierta en una opción también para mí”, dice Álvaro, entusiasmado. “No lo he pensado mucho, pero sí, puede ser”, replica la joven, en actitud bastante más pasiva.
A los que les vaya bien en el examen les espera otra dimensión: la facultad, salir del pueblo, la vida adulta; aunque a veces de todo eso también se vuelve. Pero quienes no consigan la nota o directamente prefieran especializarse en un oficio, aquí mismo tienen su alternativa. El Zurbarán acoge casi a un millar de alumnos, entre secundaria, bachillerato y FP. Y el año que viene los ciclos formativos orientados al trabajo en una planta como la de fabricación de baterías se duplicarán, en sesiones de mañana y tarde.
“Son las FP de Técnico Superior en Automatización y Robótica Industrial, la de Técnico Superior en Sistemas Electrotécnicos y Automatizados y la FP de Mecatrónica Industrial”, detalla el director del centro, Roberto Correas. Se acaban de abrir los plazos para inscribirse, por lo que todavía no tienen datos de la demanda. “Pero básicamente son los mismos estudios que antes cursaba la gente para trabajar en la central nuclear y que ahora servirán para la fabricación de baterías eléctricas. Nosotros ya estamos preparados para ello, a nivel de contenido y profesorado. Son cursos de dos años y como la fábrica debería abrirse en un plazo similar, es el momento para que los chicos comiencen a formarse en estas materias”.
El tiempo es ahora. Aunque en Navalmoral hay algo gattopardiano en el ambiente: cambiarlo todo para que todo siga igual. Seguir estudiando lo mismo para que nada muera, la gente no se vaya y el pueblo se mantenga en pie. Cuestión de supervivencia, pese a que la transformación que viene por delante marque el final de una era y el principio de otra. Este municipio extremeño de poco más de 17.000 habitantes se ha convertido en un microcosmos de los grandes desafíos de Europa y el mundo. Suena exagerado, como todo fenómeno histórico, pero así de radical es también el cambio.
El pasado nuclear
En 1973, cuando se comenzó a construir la central nuclear de Almaraz, los habitantes de Navalmoral no llegaban a 10.000. Y hoy, en un desafío a las leyes no escritas de la despoblación del entorno rural, el censo supera las 17.000 personas. “Hubo que adaptar carreteras, cambiar cosas, y en ese momento el pueblo empezó a crecer y crecer hasta convertirse en capital de la comarca. El desarrollo económico vino con la planta de Almaraz y desde entonces nuestra economía se ha basado en la central y en el sector servicios”, sintetiza desde su despacho el alcalde de Navalmoral de la Mata, Enrique Hueso, del Partido Popular.
Hueso, como la mayoría de vecinos, es pronuclear. Durante años resultaba extraño encontrar a alguien por estas calles que no tuviera un familiar o amigo que trabajara en Almaraz, a 20 kilómetros del núcleo urbano de Navalmoral. Ahora mismo la planta, plenamente operativa, da trabajo a casi 3.000 personas de forma permanente y a cerca del doble durante las varias paradas que se realizan cada año, en las que es necesario realizar exhaustivas tareas de mantenimiento para las que se necesitan desde ingenieros a peones.
Pero dentro de tres años todo eso se termina. El 1 de noviembre 2027 se debe apagar el primer reactor de la planta y un año más tarde, el segundo. En 2019 la actual ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, hoy cabeza de lista por el PSOE a las elecciones europeas, acordó con las principales compañías energéticas un calendario de cierre para las nucleares. Y pese a que en el Parlamento Europeo se llegó a considerar la energía nuclear como verde, tras un encendido debate entre los Estados en función de sus principales fuentes de producción, el horizonte de cierre para Almaraz se mantiene en 2027. El debate en la UE, en el marco de la dependencia energética y la transición ecológica, continúa abierto.
“Desde el Gobierno central nos dijeron que la construcción de una gigafactoría para la fabricación de baterías eléctricas vendría a sustituir a la nuclear. Nosotros estamos encantados con esa otra planta, le ponemos la alfombra roja porque creará muchos puestos de trabajo, pero pensamos que no son incompatibles. Extremadura necesita una industria y la forma de crear riqueza es que existan las dos cosas a la vez”, defiende el alcalde.
El futuro eléctrico
La gigafactoría a la que se refiere es una enorme planta para la fabricación de baterías de litio, que promete empleo directo para unas 3.000 personas cuando funcione a pleno rendimiento. De momento no hay una sola piedra, sólo están los terrenos disponibles a la entrada del pueblo, aunque las previsión es que las obras comiencen a partir del próximo mes de julio. La inversión total es de unos 2.500 millones de euros, de los que 300 proceden de fondos públicos. De estos últimos, 200 son en concepto de subvenciones y 100 en préstamos, aprobados en la segunda edición del PERTE para el desarrollo del vehículo eléctrico y conectado.
Las ayudas vienen directamente de la UE y se incluyen dentro del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia del Gobierno de España. Mientras, la compañía, Envision, tiene sede en Shanghái. Es decir, gigante chino con experiencia en la fabricación de baterías busca un lugar para expandirse en territorio europeo, escoge un punto en el mapa de Extremadura y la UE lo subvenciona porque sabe que en esta industria se juega su futuro energético. Todo un resumen de los tiempos.
El desarrollo económico vino con la planta de Almaraz y desde entonces nuestra economía se ha basado en la central y en el sector servicios
Ideado en los despachos de Bruselas, trazado en lo que era suelo rústico de Navalmoral de la Mata y soñado en la hoja de vida laboral de Rubén, un demandante de empleo de 44 años que sale de las oficinas del paro poco antes del cierre. “Yo he sido peón muchos años, tengo un curso de soldador. Normalmente me apunto a las paradas de la central nuclear, donde se gana bien pero es trabajo sólo para 20 días o un mes, y ahora claro que me gustaría entrar en esta fábrica de baterías. Pero es algo de lo que se lleva hablando mucho tiempo y yo no me fío; hasta que no lo vea, no terminaré de creérmelo”, cuenta.
La empresa Envision continúa negociando contratos con proveedores, las principales marcas de coches interesadas en sus baterías eléctricas, mientras mira de reojo a lo que ocurre en la capital de la provincia. Hace unos años la compañía Extremadura New Energy SA (filial de la australiana Infinity Lithium) presentó un plan para extraer litio de una mina ubicada en un entorno natural a escasos kilómetros del centro de Cáceres, donde consideran que se encuentra el segundo yacimiento más grande de Europa de este mineral.
Y la nueva fiebre del litio
El proyecto se encuentra en punto muerto, a expensas de que la empresa presente varios estudios que deben examinar los técnicos del Gobierno, y bajo una fuerte oposición de colectivos medioambientales. “Todo el mundo habla del vehículo eléctrico, de las baterías de litio, pero hay un elefante en la habitación, que es de dónde sacamos el litio”, dijo hace poco el director de Extremadura New Energy, Ramón Jiménez. A la espera de conseguir los permisos necesarios, la explotación de esta mina se antoja más lejana, pero el futuro de la megaplanta para la fabricación de baterías parece ligado a la extracción del mineral en el territorio.
De nuevo Extremadura como campo de pruebas de las políticas europeas, ya que la UE está perdiendo la carrera con China en todas las pistas en las que compite. El litio es fundamental para la electrificación del conjunto del parque móvil, una aspiración de momento para Bruselas y una realidad mucho más cercana para las marcas chinas, favorecidas por las subvenciones estatales. Pero, por un lado, la UE ahora mismo importa el 80% de los derivados de esta materia prima, procedentes fundamentalmente de Australia, Chile y China; y cuando los países europeos se plantean explotar sus propios yacimientos, como ya está haciendo Portugal o como se plantea España, las empresas chinas ya están al acecho para sacar partido.
“Tenemos muchos indicios de que en los próximos años se va a producir un terremoto económico y social en nuestro territorio, de modo que tenemos que estar preparados para subirnos a los nuevos tiempos”, asegura Ramón Barbado, presidente de la asociación empresarial Círculo Moralo, creada recientemente con la bendición de la Cámara de Comercio de Cáceres. La patronal, formada por empresarios de los sectores más significativos de la comarca de Navalmoral, nace con la idea de proteger el medio rural ante el empuje de un nuevo modelo productivo.
“Al margen de la central nuclear, ésta es una zona eminentemente agrícola, tenemos también toda una serie de extensiones para el cultivo de tabaco, y hablamos de unos puestos de trabajo que hay que proteger. Cuando se ponga en marcha la gigafactoría, probablemente será muy cool ir a trabajar allí, así que por un lado habrá que formarse para ello, pero por otro tampoco podemos abandonar el campo”, insiste el representante de los empresarios locales.
En los próximos años se va a producir un terremoto económico y social en nuestro territorio. Tenemos que estar preparados para subirnos a los nuevos tiempos
El discurso de Ramón Barbado, que durante su carrera se ha dedicado a llevar la tecnología al sector agropecuario, no es un canto a la nostalgia del pasado: “Lo que queremos es trabajar y el mundo rural está ante una oportunidad que no tenía hace unos años, que es la de la revolución digital. Si los fondos europeos sirven para financiar estos proyectos pueden ser nuestra tabla de salvación, pero hay que tener claro que el objetivo es contar con una industria respetuosa con la zona. En Navalmoral tenemos agua con el embalse de Valdecañas, tenemos el terreno, tenemos luz y pronto tendremos el tren”.
El dilema de la movilidad
El tren, ese animal mitológico en Extremadura. Una reivindición histórica para una comunidad que aspira a estar conectada con Madrid por una vía de alta velocidad. El proyecto de la línea -que debería llegar hasta Lisboa- lleva años estancado, con inauguraciones parciales, y ahora que empieza a vislumbrarse tiene a todo un pueblo levantado. “Sí al bulevar, no al muro, soterramiento ya, Adif se burla de Navalmoral”, se lee en los carteles que empapelan el pueblo. El trazado actual de las vías convencionales secciona el municipio en dos y en ese mismo tramo hay ya unos obreros adaptando las infraestructuras para llevar la alta velocidad por medio del pueblo. Por motivos de seguridad, será necesario levantar un muro junto a las vías.
“Nosotros presentamos un plan para soterrar un tramo de 1,7 kilómetros, al paso de la alta velocidad por el pueblo. Es algo en lo que estábamos de acuerdo todos los partidos, pero ahora el Ministerio no nos escucha. Tienen prisa por avanzar con las obras porque dicen que se les acaba el plazo para recibir los fondos europeos, pero lo que propone la UE son ciudades más sostenibles, habitables y no creo que aislar a una parte de los vecinos de un municipio de 17.000 personas cumpla ese objetivo”, expone el alcalde.
El mantenimiento de la central nuclear y el soterramiento de las vías del tren son sus principales caballos de batalla. La construcción de la gigafactoría para la producción de baterías eléctricas, su gran esperanza, aunque prefiere no explayarse demasiado “hasta que no esté levantada la última piedra”. “Los fondos europeos han sido históricamente una oportunidad para nosotros, pero Extremadura sigue siendo una comunidad de segunda”, zanja el edil del PP.
Aquí no se ven banderas de la UE, ni tampoco demasiados carteles de los candidatos a estas elecciones, aunque lo que se decida en Bruselas determine por completo lo que pasa en Navalmoral de la Mata. Por la calle Antonio María Concha, su vía principal, pasea una joven llamada Clara Hidalgo, que trabajaba en el pueblo como educadora social para la Fundación Mujeres, dependiente también de los fondos europeos, hasta que este año redujeron las subvenciones y con ellas el personal.
“Yo hace años me fui de aquí porque no tenía oportunidades, estudié fuera y ahora había vuelto para trabajar. Confío en que esto de la fábrica sea al menos una oportunidad para otros”, explica. En ese viaje de ida y vuelta el mundo ha cambiado, Europa trata de adaptarse a esas transformaciones y en este pequeño rincón al suroeste de su geografía esperan que los cambios no se lleven por delante su futuro.