Había un día en el que los reyes salían de palacio y se acercaban al pueblo. Sonaban trompetas, la gente vestía lo mejor que podía y la ciudad brillaba como Vigo en Navidad. Con el tiempo, cambiaron las costumbres pero no las monarquías. Existen leyendas de royals que escaparon de sus aposentos para mezclarse con la gente corriente y poder festejar como Dios manda por un rato, como Isabel II y su hermana Margarita antes de la coronación de la dama de Windsor. En Arteixo esta liturgia ocurre, al menos, una vez año. Siempre por estas fechas. El patrón abandona entonces su invisibilidad y se rodea de su gente. Hay caballos, familias que vienen a pasar la tarde, juegos para niños, sonrisas, vino blanco, camisas de lino y una brisa marinera. Son los únicos días en los que Amancio Ortega se deja fotografiar. Sólo hay algo más eficaz que ocultar el poder tras un halo de misterio: mostrarlo únicamente a cuenta gotas, en las ocasiones indicadas.
En el centro hípico de Casas Novas huele a mar. Desde sus prados se ven al fondo esas aguas embravecidas donde comienza la Costa da Morte. Abajo, en Arteixo se extiende el imperio Inditex; y en lo alto, en la pedanía de Larín, estas modernas instalaciones sirven como patio de recreo desde donde admirar la obra. Antes, literalmente, todo esto era campo. En 1999 Amancio Ortega compró este espacio de 12.000 metros cuadrados en los que se ubicaba la granja de O Corzo para regalárselo a su hija Marta, amante de los caballos. Según publicaron los periodistas Xavier R. Blanco y Jesús Salgado en su libro 'De cero a Zara' (La Esfera de los libros, 2011), Ortega pagó unos 10 millones de euros por transformar unos establos malolientes donde pastaban las vacas en un centro de alto rendimiento para el exclusivo mundo de la hípica, que abrió sus puertas en el año 2000.
Hoy unos 170 caballos de élite pasean por el complejo. La mayoría vienen de otros países de Europa, desde donde han viajado varios días por carretera para llegar hasta aquí. El aparcamiento parece el backstage de un gran concierto en un estadio. Decenas de camiones, equipados con todo lo necesario para que el animal viaje cómodamente, estacionan en fila. Más que esos cubículos que vemos por las autopistas con los caballos asomando la cabeza por unas rendijas, son una especie de hoteles móviles para animales. Transportan su propia comida, sus suplementos alimenticios y todo un equipo detrás. Con ellos viaja siempre el mozo, y en algunas ocasiones traen fisioterapeutas, propietarios y otros asistentes. “Los caballos de competición son como atletas, que requieren una preparación exhaustiva antes y después de las pruebas”, señalan desde Casas Novas.
Antes de eso pasan por un control veterinario. Se les toma la temperatura y comprueban que no han sufrido ninguna lesión antes de saltar a la pista. “Number 202, ok”, se escucha en uno de los picaderos cubiertos de las instalaciones. Pasan uno tras otro, exhiben sus virtudes y le ceden el turno al siguiente, como en un casting de OT. Un purasangre de un marrón intenso no se resiste a dar un par de galopadas al superar la prueba. Los equinos lucen un brillo intenso, un porte y un ímpetu especial. Son los mejores del mundo en la modalidad de salto.
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La prueba que se celebra este fin de semana, la Longines Global Championship Tour, es conocida como la ‘Fórmula 1 de la hípica’. No se trata sólo de un campeonato del mundo con los mejores deportistas, sino que desprende el glamour de los emplazamientos más exclusivos. El circuito recorre las playas de Miami Beach, los alrededores de la Torre Eiffel, el puerto de Mónaco, el mar turquesa de Cannes y se rodea de la belleza de Praga o del poder del petrodólar en Doha y Riad. En primavera el ‘gran circo’ de los caballos también había pasado por el Club de Campo de Madrid. Sin embargo, este año se canceló la habitual cita de Nueva York y los organizadores pensaron que la mejor alternativa era la antigua granja de Arteixo. Todo para mayor gloria de Amancio Ortega y su pueblo.
Cayetano y el vecino de Arteixo
A diferencia de las pruebas que se organizan en otras ciudades, cualquiera que quiera venir a esta cita puede hacerlo reservando su entrada de forma gratuita en la web de Casas Novas. Hay unas 15.000 invitaciones disponibles. “Cuando la familia Ortega decide construir este centro aquí en La Coruña, la idea principal era acercar este deporte que, efectivamente era elitista, hacia un público más general. Marta Ortega montaba a caballo, es una apasionada de este deporte, pero querían también que la gente tuviera acceso a competiciones internacionales y pudiera venir a conocerlo mejor”, asegura Gonzalo Marcos, gerente de la hípica.
Desde la zona VIP en la que charlamos hay una excelente panorámica de la pista. Están confirmados para la competición Cayetano Martínez de Irujo, Carolina Aresu García-Obregón -sobrina de Ana Obregón- o Eduardo Álvarez Aznar, número uno del ranking nacional de salto y uno de los herederos de las Bodegas Marqués de Riscal, el vino que se sirve en las instalaciones. Esta vez no acudirán la infanta Elena ni el jinete Sergio Álvarez-Moya, ex marido de Marta Ortega. Aunque su ausencia o su participación obedecen a razones estrictamente deportivas y no tanto a su caché como parte de la socialité.
Ellos, los VIP, son parte del paisaje. Como también las actividades para niños, los ponis, las reuniones entre amigos, las apuestas benéficas que van a parar a la Cocina Económica de La Coruña o las vistas al mar desde los montes verdes de Larín. Para la familia Ortega esto no es un encuentro de la jet al que se viene a socializar. “Lo utilizan como centro de reunión para una fiesta, para invitar a sus amigos, a su familia y a todos los ciudadanos de Coruña que quieran participar de ello. Es una ocasión para el esparcimiento y el momento en el que muestran su accesibilidad”, añade Gonzalo Marcos. Se trata de un día de campo, la ocasión en la que el señor que se hizo rico vendiendo camisones y la misma señora gallega que los compraba pueden unir sus caminos.
"Lo utilizan como centro de reunión para una fiesta, para invitar a sus amigos, a su familia y a todos los ciudadanos de Coruña que quieran participar de ello. Es una ocasión para el esparcimiento y el momento en el que muestran su accesibilidad"
También en esto hay algo de aspiracional, de alimentar el mito. Aunque en estas tierras la leyenda de los Ortega tiene una lectura diferente que en el resto de España. Tanto él como Marta, su heredera y actual presidenta de Inditex, llevan una vida reservada, alejada de los focos. Pero la discreción aquí no se traduce en esa fascinación por lo que no se ve. Marta viaja todos los días de Coruña, donde vive, a Arteixo, donde trabaja en la sede de la empresa; y Amancio ha sido durante muchos años un patrón omnisciente. Aquí no es el filántropo que hace cosas, sino que esas cosas se perciben. Su poder en el territorio es más tangible, sobre todo porque se extiende de forma física por un polígono industrial que se ve desde la carretera, porque no hay negocio que se le resista en la zona y porque a las 6 de la tarde desfilan por Coruña autobuses de personal en los que se lee: Pull&Bear 4. Salen del trabajo “los Inditex”, esa especie que viste bien, va a sitios cool y tiene un buen salario. Una tribu urbana de la que cada uno puede tener su opinión, pero que ha transformado ese paisaje de Coruña, que creció alrededor de su industria portuaria.
Los caballos de Marta
Lo de los caballos, volvamos a ellos, es un acto celebrativo de todo este fenómeno. La prueba de este fin de semana es excepcional, aunque en realidad lo que ocurre es que la tradicional cita de julio esta vez forma parte de un campeonato con mayor prestigio. Todos los años se celebran dos premios pertenecientes al campeonato del mundo: uno en verano al exterior y otro en invierno en una pista cubierta que también tiene las instalaciones. “Y de normal tenemos una escuela de equitación, especializada en salto, con unos 300 alumnos, en la que también damos clases de equitación terapéutica para niños con alguna discapacidad del espectro autista”, puntualiza Gonzalo Marcos. Él llegó a Casas Novas hace siete años procedente de las oficinas en París de la rama inmobiliaria de Pontegadea, el holding que maneja las inversiones de Amancio Ortega, y que también controla la gestión del centro hípico.
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Marcos ama los caballos desde niño, pero no es más que un gestor. Huye del protagonismo, como marca la política de empresa en el imperio de los Ortega. Por las pistas saluda a jinetes, mozos y cuidadores. Ellos son, dice, los que permiten que éste sea un centro de élite. En la pista de entrenamiento están Eric Van der Vleuten y su hijo Maikel, que montan a Icarrone, Beauville y Dreamland, los caballos más preciados de Marta Ortega. Ella se retiró ya de la competición, pero deja que sean estos jinetes holandeses quienes defiendan el honor de la familia en la arena. En Casas Novas residen normalmente otros 68 caballos, entre los que se encuentra Carlo, un ejemplar blanco de la raza holsteiner que Amancio Ortega le compró a su hija y por el que pagó 12 millones de euros -según publicaron varios medios-, que ahora vive jubilado en sus cuadras tras toda una vida dedicado a la alta competición. Carlo fue un regalo de boda en el matrimonio entre su hija y el jinete Sergio Álvarez-Moya, y aunque fue éste quien lo montó en las competiciones de mayor prestigio, el animal quedó en manos de Marta Ortega cuando ambos se separaron.
“Es un lujo estar aquí con los mejores y que los caballos se encuentren tan a gusto, porque es fundamental para que luego confíen en ti durante la prueba”
A esas glorias aspira en un futuro -a las deportivas, no a las matrimoniales, que todavía es muy joven- Carolina Villanueva, una asturiana de 22 años, considerada como una de las amazonas más prometedoras del panorama nacional. Asturiana por decir algo, porque ha estudiado en Estados Unidos y a su edad ya ha vivido en 15 países distinos. “¿Qué significa el caballo para mí? Oh, my good, my best friend”, responde. Cuenta que empezó a montar cuando tenía apenas tres años y que de todas las competiciones a las que ha acudido, la de Casas Novas cuenta con “las mejores instalaciones posibles”. “Es un lujo estar aquí con los mejores y que los caballos se encuentren tan a gusto, porque es fundamental para que luego confíen en ti durante la prueba”, asegura. Carolina acaricia a Levisto y Voice de Chenaie, con quienes pasa unas dos horas diarias, pero quien de verdad los atiende es su cuidador, Edy, un brasileño que dice haber estado más tiempo con ellos que con su hija de cinco años.
Los ganadores de este fin de semana se repartirán cerca de un millón de euros en premios. Los trofeos los entregarán Marta Ortega y su madre Flora Pérez, quien se encarga también de gestionar la hípica, en perfecta comunión con los caballos, el entorno y el público. Amancio Ortega, que ya se dejó ver por aquí este viernes, observará desde un lugar de privilegio. Cuentan en Casas Novas que el mejor caballo de saltos en la actualidad se llama King Edward y que no estaba predestinado para ello, sino que lo encontraron hace años en el patio trasero de una casa y lo entrenaron hasta convertirse en campeón. Una buena biografía para triunfar en casa del empresario que comenzó vendiendo batas y terminó tomando el sol en un hipódromo desde el que observa el alcance de sus fronteras. Unos kilómetros al norte, Arteixo y la sede de Inditex; y unos pocos más al este, Finisterre, donde pensaban que terminaba el mundo antes de la expansión internacional y la globalización.