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Parece ser que hay libros que aún se quieren prohibir, como en los viejos tiempos sombríos. Parece ser que hay debates intocables y malditos: estudios que se intentan vetar, preguntas que se intentan capar, preferiblemente, antes de que cojan demasiado vuelo.
Le sucedió a la periodista de The Wall Street Journal Abigail Shrier -progresista, bueno es precisarlo- cuando publicó Un daño irreversible (Deusto), un polémico ensayo que alertaba sobre las niñas que se hacen trans porque "está de moda". Le ocurre ahora a los prestigiosos psicólogos y profesores de la Universidad de Oviedo José Errasti y Marino Pérez, que acaban de lanzar Nadie nace en un cuerpo equivocado (Deusto).
"Nuestros amigos nos han dicho que estamos locos, que no sabemos la que nos va a caer", sonríe Errasti en conversación con EL ESPAÑOL | Porfolio. "¡Pero al final no sabíamos la que nos iba a caer… de apoyos!”, apostilla, sorprendido. Apoyos inesperados. "Sí que hay quien dice que estos análisis deberían ser censurados. Pero no vamos a consentir que no se nos permita debatir. Que nadie invente en nosotros odios que no existen: lo que nos interesa, verdaderamente, es el bienestar de las personas".
Aclaran, por si las moscas -las moscas son los "malpensados" que tratan de refutar cualquier argumento bajo la excusa de "ese es un discurso del odio"-, que ellos son los primeros que procuran el respeto y los derechos de las personas trans. Celebran también que el activismo se esté canjeando en "tolerancia social" hacia aquellos que experimenten "disforia transgénero" [es decir, la incomodad o angustia que sienten las personas que se identifican con el sexo contrario al que les fue asignado al nacer].
Todo plácido. Bien. Entonces, ¿cuál es el punto, cuál la problemática, de dónde viene tanto zafarrancho? Sucede, simplemente -no tan simplemente, en verdad-, que Errasti y Marino señalan que la disforia se debe a "la rigidez de las categorías varón-mujer, que acaban expulsando a muchas personas", no al hecho de nacer en un cuerpo que no te identifica. Es decir, que éste es un problema social y no médico-quirúrgico y, que, como tal, lo deseable es repensar cómo paliar el malestar -que viene de afuera hacia adentro- antes de embarcarse en hormonaciones y operaciones que puedan ser irreversibles y perjudiciales para la salud. Sucede que cuestionan la Ley Trans de Irene Montero y la autodeterminación de género. Y que, en los tiempos que corren, eso es más que mucha madera y gasolina para ir prendiendo la hoguera.
¿Y si hablamos de casos conocidos por todos? ¿Caitlyn Jenner, Jedet, Chaz Bono -en la imagen de apertura, arriba, de izquierda a derecha-, Daniela Requena, Bibiana Fernández o La Veneno -abajo, de izquierda a derecha-, que aparecen en este orden en la foto que inaugura el texto? ¿Todos ellos y ellas han nacido en cuerpos equivocados… o no? "No, ninguna de estas personas ha nacido en un cuerpo equivocado en ningún sentido: ni su desarrollo sufrió ningún proceso patológico anómalo, ni en el momento de la concepción, cuando se decidió el sexo que finalmente tendría esa persona, algo fue disconforme o incongruente con una ‘persona previa’ que pudiera existir", mantiene Errasti.
"Otra cosa diferente es que estas personas, por sus biografías concretas y particulares, hayan vivido formas diferentes de socializarse y formas diferentes de aprender los estereotipos sexuales propios de la cultura en la que han nacido, cuyo determinismo no es exacto: no es que al 100% el aprendizaje social siempre haga encajar a las personas en los estereotipos", explica. "Esto no es geometría, sino psicología y sociología. Puede darse el caso de que algunas personas, por su socialización y sus circunstancias vitales, hayan asimilado e interiorizado el estereotipo sexual propio del otro sexo -eso que ahora se llama “género”-. No hay ningún problema en reconocer que eso ha sido así, ni ningún problema en aceptar su condición de personas trans: sentimos hacia ellas el mayor respeto del mundo", recalca.
Aquí el matiz fundamental: "Pero en una sociedad sin estereotipos sexuales o donde estos estuvieran atenuados, o en donde el vestido, el maquillaje, las formas de comportarnos, los gustos, las formas de pensar, los aspectos laborales… no estuvieran separados para hombres y para mujeres, probablemente estas personas serían simplemente personas, ni trans ni no trans, como todos. Todos hemos tenido procesos de socialización diferentes y hemos aprendido unas cosas u otras". Entendido. Ahora, al lío.
Respeto a las personas trans
Pregunta.- ¿A quién molestará este libro?
Marino.- No debería molestar a nadie, porque nadie encontrará aquí ninguna falta de respeto a las personas trans. Hablamos desde un plano académico y científico y tratamos de clarificar un fenómeno muy complejo. Tratamos de poner al servicio de la sociedad nuestros conocimientos como especialistas. Pero está molestando al activismo queer, que no se identifica con lo que decimos, y que incluso ha tratado de refutar el libro antes de que saliera.
P.- ¿Prevéis sanción por transfobia?
Errasti.- Recibimos acusaciones de transfobia porque el debate académico ha degenerado y ya no se centra en la confrontación de argumentos, sino en acusarnos de "malas personas". No hay ninguna motivación malvada aquí.
P.- Es el primer libro escrito en España que trate con tanta profundidad y seriedad esta problemática. En él os quejáis también de la infantilización de la universidad, de la muerte de la discusión argumentada. ¿Qué habéis encontrado en vuestras clases, qué habéis leído en vuestros alumnos que os motivase a publicar este ensayo?
Marino.- Yo soy profesor de Terapias Psicológicas y me llamó la atención encontrarme con una terapia llamada "terapia afirmativa": consiste en afirmar y apoyar los sentimientos y las declaraciones de cualquier niño o niña, de cualquier adolescente, acerca de sus deseos de cambiar de sexo. En realidad esta terapia no supone ninguna ayuda psicológica, sólo afirma un proceso de transición que implica intervenciones farmacológicas y quirúrgicas que pueden ser irreversibles si no satisfacen a la persona que se somete a ellas. Un principio fundamental de todas las terapias psicológicas es estudiar cada caso antes de aplicar la ayuda necesaria. Hay que analizar la disforia, hay que detenerse. La transición no es una talla única: puede ser, a veces, una solución, pero no siempre.
Errasti.- Mi asignatura es más abstracta, más teórica. Yo explico Psicología de la personalidad, que trata acerca de la formación del yo. El "yo" es una construcción social que aprendemos a partir de la interacción con el medio, a través de nuestras relaciones con las demás personas a través de la ideología social imperante en cada momento, de forma que nuestra identidad va de "fuera" hacia "dentro". Nos afectan los estereotipos de lo que supone ser varón o ser mujer. Así que llevo ya 30 años criticando en clase las visiones conservadoras o individualistas que entienden que la persona viene ya dotada con una esencia, como si la identidad fuese de dentro hacia afuera. Deslizan que hay un error en la fecundación, que alguien puede nacer varón cuando debería haber nacido mujer, o viceversa. Eso presupone incluso una ‘persona previa’ a la concepción. Es absurdo.
P.- Para un reportaje que publicamos en esta sección acerca de las personas trans arrepentidas, hablé con una alumna tuya, Errasti, que contaba que estuvo a punto de transicionar a chico pero escuchándote empezó a entender que era una mujer lesbiana.
Errasti.- Sí. Se trata de una alumna particularmente brillante y despierta que padeció mucho malestar en la adolescencia. Pero bueno, ¿quién no? En la adolescencia lo raro es encontrarse bien con el propio cuerpo. A raíz de mis clases entendió que su yo no estaba manifestándose de forma esencial, sino que estaba repitiendo los esquemas machistas de siempre: a ella no le gustaba la ropa típicamente femenina, vestía holgada, con chándal, no le gustaba maquillarse, no se sentía integrada con otras mujeres… y como no se ajustaba al estereotipo machista de lo que se supone que una mujer debe ser -y de lo que le debe gustar-, llegó a plantearse que había nacido en un cuerpo equivocado. No era así. Había nacido en una sociedad equivocada.
Machismo en el movimiento trans
P.- ¿Cómo se manifiesta ese machismo?
Errasti.- Decimos muchas veces que detrás de este movimiento trans se oculta el sexismo y el machismo de toda la vida, al que se llega por detrás, por la espalda. Si a un niño a los tres o a los cinco años le gusta vestirse con los vestidos de su hermana, o pintarse las uñas, o ponerse tacones… resulta que habrá que empezar a plantearse la posibilidad de que sea una niña. Intentando librarnos de los estereotipos vinculados a los sexos, hemos acabado en los sexos vinculados a los estereotipos. Es igual de machista que decirle a una niña que no puede jugar al fútbol siendo niña, que eso es "cosa de chicos" y que a lo mejor es un chico si tanto le gusta ese deporte.
P.- Hay un melón ahí como sin abrir. ¿Cómo es posible, siguiendo esa lógica, que los gays y las lesbianas no se rebelen más contra los postulados trans? Por ejemplo: llevamos décadas diciendo que un chico gay no es "menos hombre" por ser gay, o que una mujer lesbiana no es menos mujer por su orientación sexual. Ni la orientación sexual, ni los gustos, ni las elecciones a la hora de vivir o de vestir… remiten el sexo de alguien. El machismo siempre ha llamado "nenazas" a los gays y "marimachos" a las lesbianas.
Marino.- Eso es interesante. Hay una contradicción interna en el colectivo LGTBIQ, de las muchas que existen. Estaba establecido que el movimiento LGTBIQ quería romper el género binario, pero el movimiento trans, al final, es binario: promueve la transición de un género a otro. Es extraño, porque el movimiento trans también asume que todo está construido socialmente, que todo depende de las normas convencionales establecidas… todo, excepto la identidad de género, que es algo "interior", no influido por el "exterior". Todo eso hace que el colectivo LGTBIQ haya dejado de ser una unidad en movimiento. Ya no lucha por lo mismo. Está enfrentado.
Errasti.- En realidad nunca fueron lo mismo, porque unos hablan de orientación sexual y otros de identidad de género. El transactivismo se metió ahí, con la L, con la G, con la B… cuando sus temas son diferentes.
"El colectivo LGB y el movimiento trans nunca fueron lo mismo: unos hablan de orientación sexual y otros de identidad de género"
P.- ¿Cuáles son las razones por las que el fenómeno trans está creciendo y, como señaláis en el libro, cada vez haya más niños y adolescentes con disforia de género -aunque, como también señaláis, la gran mayoría de los casos desaparece con el tiempo y queda en un malestar transitorio-?
Marino.- Una razón es que se está convirtiendo la infancia y la adolescencia en un campo de batalla de los problemas de identidad de género, cuando antes estaban circunscritos a la vida adulta. Nosotros estamos de acuerdo con que había que desestabilizar las convenciones y superar el sexo normativo: y así se ha hecho en muchos sentidos, pero la propuesta de la agenda queer es, digamos, más rompedora. Y acaba cayendo en actitudes individualistas, subjetivistas, y en el imperio de los sentimientos frente al criterio de la verdad o el razonamiento. Tiene sentido, encaja perfectamente en esta sociedad del consumo hipercapitalista, en esta sociedad neoliberal que nos genera tantos deseos y tantas maneras -pagadas- de satisfacerlos. Es estupendo para la industria farmacológica y para la quirúrgica.
Errasti.- Las redes sociales son un factor importantísimo de influencia para los adolescentes: horas y horas, días y días. En ellas se forman grupos donde el más extravagante resulta ser el que más destaca. Es una sociedad difícil donde los adolescentes cada vez tienen más problemas de salud mental y están sometidos a discursos más agresivos, a tensiones más altas, a fenómenos como el porno -y otras formas violentas de mostrar la nueva realidad del sexo-. Es curioso que la inmensa mayoría de chicas que desean transicionar a chico no lo hagan tanto por sentirse atraídas por la masculinidad sino repelidas por la feminidad. La menstruación, el crecimiento de los pechos, la violencia de las redes sociales, la misoginia de la sociedad, la hipersexualización… generan sensaciones incómodas.
No a la transición rápida
P.- Asumís en vuestro discurso que hay personas para las que transicionar sí es un éxito, o, al menos, la mejor forma de paliar su malestar. En otros casos, pedís reflexión y tiempo antes de tomar la decisión adecuada. Supongo que la pregunta es: ¿cómo distinguen estos casos, cómo discernir si el malestar es persistente o es transitorio?
Marino.- La respuesta, como indicas, tiene que ver con el tiempo. Lo que es llamativo es que ahora se promueva ejecutar esa transición lo más rápido posible, sin pensar en cómo esa experiencia puede afectar a los niños. Un estudio en Canadá que siguió a 139 chicos desde 1975 hasta 2009 -es decir, un poco antes de la explosión de este movimiento- señaló que el 90% de ellos resolvieron esa disforia, es decir, se reconciliaron con el propio cuerpo. Algunos continuaron con su orientación sexual como gays o lesbianas -cosa que inicialmente no tenían clarificada-, otros tenían algún problema psicológico que nada tenía que ver con la disforia… nada es fácil de predecir. Hay que ir caso por caso.
Errasti.- Son necesarias las evaluaciones individuales. Algunos han tenido problemas en su infancia pertenecientes al espectro autista u a otros tipos de problemas emocionales. Lo razonable es evaluar cada caso con el tiempo suficiente, pero por primera vez en la historia se está blindando por ley un tratamiento de talla única que obliga a que todo profesional asienta a la transición y la aplique al margen de su propio juicio clínico y sin que tenga lugar un proceso de evaluación. Una compañera andaluza ha sido recientemente expedientada por la Junta de Andalucía por hacer este tipo de declaraciones, es decir, por pedir una evaluación minuciosa, detallada y personalizada.
Marino.- Otra gran contradicción del activismo queer: por un lado defiende la no patologización de la disforia de género -estamos de acuerdo, nosotros mismos no creemos que sea una patología ni un trastorno mental-, pero a la vez promueven el tratamiento con base a la medicación y la cirugía. Es puro capitalismo fármaco-quirúrgico.
"Un estudio en Canadá que siguió a 139 chicos desde 1975 hasta 2009 señaló que el 90% de ellos resolvieron esa disforia"
P.- En septiembre de 2018 fue retirado de las calles de Liverpool un cartel en el que se podía leer la definición de mujer que da el Oxford English Dictionary —"Mujer: hembra humana adulta"—, al ser considerada tránsfoba. ¿Se pueden ver mermados los derechos de las mujeres si se cuestiona ya la definición de la palabra "mujer"?
Errasti.- Los términos "varón" o "mujer" pierden significado si cualquier cosa que siente alguien le convierte en una de esas dos cosas, si siente algo que esa persona rotule como "masculino" o "femenino". A partir de ahí todo el análisis feminista se viene abajo. Si ser mujer es un sentimiento, la agenda feminista queda descabalgada y desmontada. Ahora participan varones biológicos en deportes femeninos: un nadador, el año pasado, estaba alrededor del puesto 400 en el ránking mundial de natación masculina y este año es uno de los primeros del mundo en el ránking de natación femenina. Esas extravagancias. Hay agresores sexuales masculinos que cumplen sus condenas en cárceles femeninas porque el día del juicio declaran que son mujeres. De pronto, ser mujer no significa nada. Se están borrando a mujeres desde muchas instituciones y se las está sustituyendo por varones que se sienten mujeres.
Los intereses de la nueva izquierda
P.- Comparáis la problemática de la identidad de género con el "frikismo" y el "terraplanismo". ¿Por qué triunfa tanto, entonces, entre una izquierda que siempre fue científica y cada vez se muestra más magufa?
Marino.- Dentro de la izquierda hay que distinguir a la izquierda de siempre -la única que existía-, que era una izquierda interesada en la igualdad, en la justicia, en la verdad, en la universalidad, en la lucha de clases, en la crítica a la sociedad capitalista… de la izquierda pos moderna e identitaria que basa todo en las identidades subjetivas y que no cree que exista una verdad más fundamental que otra, sino distintos discursos. Creen que con las palabras o el lenguaje se cambia la realidad o que los individuos se definen por sus sentimientos, generando, desde esta perspectiva, una lucha de tribus. Esta izquierda identitaria no es progresista ni liberadora, es retrógrada y opresora, porque impone un discurso y una talla única para los problemas de la disforia de género que tantos niños no tenían hasta ahora.
Errasti.- Esta nueva izquierda se siente atraída por todo lo que suene a transgresión o a sofisticación o a discurso avanzado, elitista. De hecho, su discurso viene de las élites intelectuales más brillantes del mundo (ironiza), allá en los campus norteamericanos, ¡que resulta que están pagados por el señor Rockefeller! La izquierda cede, sin criterio, a todo lo que venga de este supuesto progresismo norteamericano del gran capital, es inaudito.
Marino.- Esta izquierda no está interesada en los problemas reales de las personas, sino en su propia agenda política.
Errasti.- Hablábamos antes de esa alumna mía que pensó en transicionar. Cuando pensaba en hacerlo, recibía muchísimo apoyo por redes sociales. Frases como "si dudas si lo eres, lo eres; no te quepa duda, transiciona". Cuando desistió, todo fue al contrario: fuertes ataques, "nunca fuiste trans, así que mantente en silencio para no confundir a las nuevas chicas que van a llegar ahora y a las que vamos a decirles que sí lo son"…
P.- ¿Qué hacemos con la Ley Trans, pues, de Irene Montero?
Errasti.- Nosotros tenemos ya una ley de 2007 que permite el cambio de sexo en el registro civil y que pone ciertos requisitos, como una permanencia en el tiempo del deseo de cambiar. También controles de tipo médico. Es una ley que funciona. Pero con la nueva ley, basta con la manifestación de un adolescente o un niño para que se le considere automáticamente una persona transgénero. Los padres no pueden oponerse. Todo está encarrilado a esa dirección. Nosotros pensamos que es una pena que los aspectos clínicos -que tienen que ver con el bienestar de muchas personas- estén siendo legislados políticamente. La ley de 2007 puede mejorarse, claro: pero para eso deben ser consultados los especialistas. No debe ser motivo de lucha política. Hay que atender al sufrimiento real de estas personas.
En la imagen de portada
Caitlyn Jenner. Comunicadora, deportista y política estadounidense del Partido Republicano. Operaciones: cirugía de nariz, implantes mamarios, afeitado traqueal, remodelación de la mandíbula, eliminación de la barba y cirugía de reasignación de sexo en 2017. "Estaba cansada de tener esa maldita cosa todo el tiempo".
Jedet. Actriz y cantante española. Operaciones: operación de nariz, feminización facial (liposucción de papada, injerto de pelo para crear un nuevo nacimiento en la frente, limadura de hueso en frente, cejas, mandíbula, mentón y nuez), prótesis de pechos, vaginoplastia, relleno con ácido hialurónico de labios, pómulos y ojeras, bótox en entrecejo, frente y patas de gallo, blanqueamiento dental y depilación láser en todo el cuerpo. "Mi cuerpo ha costado 100.000 euros".
Chaz Bono. Hijo de la cantante Cher y Sonny Bono, activista estadounidense. Operaciones: más allá de la hormonación, se conoce que pasó por quirófano en el año 2010 para la reasignación de sexo. "Me ha acogido una nueva comunidad. Eso es lo que sucede cuando finalmente eres honesto acerca de quién eres; que encuentras a otros como tú".
Daniela Requena. Periodista, activista trans y política del PSOE de Valencia. Operaciones: habla con naturalidad en su cuenta de Tik Tok sobre su hormonación y su vaginoplastia. "Mi transición ha sido un camino de rosas".
Bibiana Fernández. Actriz, presentadora, modelo española. Operaciones: tras años de tratamientos hormonales y cirugías estéticas, se conoce que se practicó la vaginoplastia en 1994. "Pienso, siento y sueño como una mujer. ¡Qué importa que tenga el órgano masculino! No me gusta que me califiquen como travesti porque yo me siento mujer", manifestaba en 1978.
La Veneno. Actriz, modelo, prostituta y vedette española. Operaciones: hormonas, cirugía estética facial… y hasta veinte operaciones de senos. Nunca se practicó la vaginoplastia. "Mujer es mi madre, yo soy un pedazo de maricón castrado".