El hotel Claridge’s de Londres está situado en pleno corazón del barrio de Mayfair. Es un establecimiento de lujo, con cinco estrellas y un aire victoriano por fuera ideal que se transforma en moderno y dinámico en su interior. Este lugar está estrechamente ligado a la vida del Rey Emérito, Juan Carlos I. Han sido muchas las ocasiones en las que se ha hospedado en él cuando, antes de su exilio a Abu Dabi, viajaba a la capital inglesa. La última vez que lo hizo fue la semana pasada cuando para sorpresa y tensión del resto de la Casa Real, acudió al funeral de la Reina Isabel II.
El viaje del Emérito, Sofía, Felipe y Letizia a Londres ha dado mucho que hablar. Este es el relato y los entresijos de las casi 30 horas que centraron la atención mediática en toda España al producirse una inesperada instantánea: la de Juan Carlos y Sofía sentados en la abadía de Westminster junto a su hijo Felipe y la Reina Letizia.
Volvamos al Claridge's. Fue aquí donde en 1961 un joven Príncipe de Gerona y la hija de Pablo de Grecia se hospedaron, por separado, claro, antes de asistir a la boda de los duques de Kent, donde se conocieron. Un año después regresaron a este mismo hotel, ya como novios. La Reina Sofía siempre se alojaba en el hotel cuando viajaba a la capital británica para visitar a su hermano Constantino tras la declaración de la República de Grecia en 1974. El hermano de Sofía ha vivido en Londres hasta hace algunos años, cuando obtuvo el permiso del gobierno griego para vivir en su país natal.
Pero también fue este mismo lugar el elegido en 2020 por Corinna zu Sayn-Wittgenstein para ofrecer la entrevista al Paris Match que desató la tormenta en la que el Emérito sigue inmerso. A pesar de este detalle, a nadie le ha extrañado que los eméritos hayan elegido este hotel para pasar las poco más de 24 horas que estuvieron en Londres juntos para asistir al sepelio de la soberana inglesa. Cuando menos, fue allí donde se conocieron en una época dorada ya muy lejana. "Estaba tan claro que ni protocolo de la Casa Real británica lo dudó y lo pusieron como punto de recogida de don Juan Carlos y doña Sofía", nos apunta una persona cercana a Juan Carlos.
30 horas en Londres
El domingo 18 de septiembre, tras aterrizar en el aeropuerto de Londres-Luton en un jet privado prestado por su anfitrión en Abu Dabi, el jeque Mohamed bin Zayed, Juan Carlos se marchó directamente al Claridge’s para instalarse en la suite Royal, su favorita. La Reina Sofía, es decir, su mujer, llegaría tres horas más tarde desde España. Ella volaba desde Madrid en un avión de la Fuerza Aérea Española que aterrizó en la base militar de Northolt, acompañada por su hijo, el Rey Felipe VI y la Reina Letizia.
Esta habitación tiene todo lo que los eméritos pueden necesitar. Su tamaño es de más de 200 metros cuadrados y, sobre todo, cuenta con dos habitaciones separadas. Es un espacio inspirado en la ceremonia de coronación de la reina Isabel II y tiene comedor, salón, dos baños y vestidor. "Cuando se encontraron fue como si nada. La Reina Sofía tenía ganas de ver a su marido, la última vez que se vieron fue en mayo, en Madrid, durante la polémica visita de don Juan Carlos a España. Ella venía de Nueva York y había dado positivo en Covid-19 por lo que en esa comida en Zarzuela estuvo con la mascarilla puesta y con la distancia de seguridad. Su relación es así desde hace muchos años, así que se dieron dos besos con cariño, charlaron [hablan por teléfono de forma habitual] y se cambiaron para asistir a la recepción de Carlos III en Buckingham. Sin más", explica la misma persona.
Aunque algunos medios aseguraron que los Reyes Eméritos iban a acudir esa misma tarde a la capilla ardiente de Isabel II, ese momento no estuvo en el orden del día en ningún momento. La explicación es muy simple: ese hecho estaba reservado solo para los jefes de Estado que querían acudir a presentar sus respetos, cosa que sí hicieron el rey Felipe y su esposa, Letizia.
"Para él esto es una humillación, sobre todo cuando ve todo lo que ha sucedido en Inglaterra con la muerte de la Reina. ¿Qué va a pasar con él?"
Hubo varios mandatarios que declinaron la invitación, y que hicieron como el exjefe del Estado español y doña Sofía, y se marcharon directamente a Buckingham. Esto también ayudó a que Zarzuela respirara tranquila durante unas horas más. Los horarios de padre e hijo no iban a coincidir el domingo. Sin embargo, la imagen que todos temían dentro del recinto de El Pardo tendría lugar al día siguiente.
"Parece que he matado a alguien", aseguraba Juan Carlos a un amigo por teléfono el sábado por la noche. La referencia la hacía porque se había pasado todo el día discutiendo con el equipo de Felipe VI la agenda y los horarios de Londres, porque desde Madrid querían evitar la imagen que el lunes voló rápidamente por todos los medios de comunicación españoles: los cuatro reyes juntos. "Estaba enfadado, pero sobre todo, triste. Para él todo esto es una humillación, sobre todo cuando ve, porque no ha perdido detalle, todo lo que ha sucedido en Inglaterra con la muerte de su Reina. ¿Qué va a pasar con él?", se pregunta un amigo del Emérito, en conversación con esta revista.
El exjefe del Estado y su mujer, doña Sofía llegaron al palacio de Buckingham en uno de los autobuses que la Casa Real británica dispuso para los invitados a la recepción con el nuevo Rey británico. Sus dificultades de movilidad obligaron a Juan Carlos en ir en todo momento con su bastón -cosa que detesta, según su entorno- y del brazo del teniente coronel de la Guardia Civil Vicente García-Mochales, al que todo el mundo llama con cariño ‘Mochi’. Es su jefe de seguridad también en Abu Dabi, lo que le obliga a pasar largas temporadas allí. 'Mochi' también estaba con él en Botsuana cuando la famosa caída del Emérito. Ahora mismo es la persona en la que más confía.
"Mucha gente, sobre todo en las redes sociales, se preguntaba por qué no iba del brazo de su esposa, pero hay que pensar en la edad que tiene doña Sofía, no puede sostener el peso de su marido, que necesita mucho apoyo para caminar y que se niega a usar una silla de ruedas. Le aterra la imagen de su madre, la condesa de Barcelona, en el final de su vida, sentada en una’ asegura la misma persona.
Una hora después de que sus padres traspasaran el umbral de Buckingham, lo hacía Felipe VI con su esposa, Letizia. Ambos de riguroso luto y con el rostro serio, ya sabían que dentro del reciento se iban a encontrar con Juan Carlos, pero también estaban tranquilos porque la señal de la BBC que retransmitía en directo la recepción no tenía permiso para transmitir el interior.
Los dos Reyes se encontraron dentro y hablaron, de forma cordial, sin problemas, aunque no hubo ningún encuentro a solas, debido a que en la sala se encontraban todos los invitados al acto. También Juan Carlos saludó a la Reina Letizia, "aunque en este caso, la cordialidad no creo que sea la mejor forma de describirlo. Digamos que fue un encuentro correcto", aclara la fuente.
El protocolo británico
El domingo por la noche los Eméritos se marcharon a su hotel mientras que Felipe VI y su mujer dormían en la residencia del embajador español en Londres. Hasta el momento,. Zarzuela estaba tranquila: había conseguido contener el tsunami. Lo que no sabían en Zarzuela es que tan solo habían logrado retrasarlo 24 horas más.
Porque no se le puede poner puertas al mar y todos sospechaban que el momento llegaría. Zarzuela se enteraría el sábado por la tarde, porque en el funeral de una Reina, las familias reales van por delante de cualquier otro invitado. Fue culpa del protocolo británico que fuera posible la primera imagen, en más de dos años, de los cuatro Reyes, Felipe y Letiza sentados junto a Juan Carlos y Sofía en la abadía de Westminster. Como manda la tradición de los Windsor, las otras casas reales europeas, desde Guillermo de Holanda hasta Simeón de Bulgaria -que no tiene reino- se situaron frente a la familia real británica, al otro lado del féretro de Isabel II.
La idea era clara: por encima de la condición de jefe de Estado, los monarcas europeos van por delante por ser jefes de una Casa Real. Por eso, el presidente de Estados Unidos, el de Canadá o el francés, ocuparon un espacio más atrás. El honor de custodiar el cuerpo de la soberana británica es de la familia, razón por la que en ese sitio tampoco estaba el emperador de Japón o el rey de Jordania, ya que no son europeos y no tienen consanguineidad con los Windsor.
"El Rey ya sabía que esto iba a suceder, pero la que se enfadó muchísimo fue la Reina Letizia. Además, sabía que a ella le iba a tocar al lado. Felipe sabe mantener mejor esas tensiones y situaciones, su cara no refleja su estado de humor o si algo le sienta mal, sin embargo, su mujer es mucho más visceral, se notaba en su cara el enfado que tenía, lo incómoda que se sentía. Si te das cuenta, ella sabe perfectamente donde está la cámara de la BBC y al tener el féretro tan cerca, tenía claro que, con la fallecida, en España iban a ser la imagen del día", explica, por su lado, una persona cercana a la Letizia.
Las cámaras del canal público británico sí captaron la tensión en el rostro de la esposa de Felipe VI, pero lo que no pudieron retrasmitir fue la conversación que tras la misa en memoria de la soberana inglesa mantuvieron padre e hijo. "Nadie escuchó lo que se dijeron antes de despedirse, pero estuvieron hablando un rato cuando salieron del funeral. Después se dijeron adiós porque el Rey Felipe se iba al entierro con doña Sofía y él se marcha a Abu Dabi", revela la misma persona.
Madre e hijo acudieron juntos al servicio religioso de carácter familiar que se celebró en la capilla de San Jorge antes de la inhumación de Isabel II, pero el Emérito no fue por su vuelo con destino a la que es ya su residencia oficial. Tampoco acudió Letizia, ya que, a media tarde, en un vuelo comercial de la British Airways, viajó hacia Nueva York, donde ha participado durante dos días en varios actos convocados por Unicef y la FAO en el ámbito de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Dos días después saltó la noticia de que la Reina Margarita había dado positivo en coronavirus, y todos los miembros de las familias reales europeas habían estado con ella tanto en la recepción de Carlos III como en el funeral de Isabel II. Sin embargo, tanto los actuales reyes como los eméritos se encuentran bien, según confirman fuentes de su entorno a esta revista.