Cómo conocer la Turquía moderna a través de su cine y sus series de TV
Los seriales turcos reflejan a la perfección y con alta calidad las contradicciones y complejidades de la Turquía moderna.
Este domingo se celebran elecciones locales en Turquía. Esto poco o nada importa a los lectores españoles, ya que casi cada año hay elecciones en el país euroasiático y siempre ganan los mismos.
Pero vamos a dar algunas claves a través del cine y de las telenovelas turcas para comprender mejor Turquía, esa gran desconocida, y para que los suscriptores de EL ESPAÑOL farden de connoisseurs en las barras de los bares de Semana Santa.
Una vez más, se espera que el AKP del sempiterno presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, gane las elecciones. Pero la alcaldía de Estambul, la mayor ciudad del país, en manos del opositor Ekrem Imamoglu (del partido de centroizquierda CHP) desde 2019, está muy reñida y el AKP podría recuperarla con su exministro de Urbanización Murat Kurum como candidato.
Estas son las claves fundamentales de cara a los comicios del domingo.
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Vayamos al mundo del cine y la televisión.
A pesar de que algunos culturetas ibéricos consideran que los seriales turcos son una invención para exportar que no representan la realidad del país, lo cierto es que una buena parte de ellos no solamente reflejan a la perfección y con alta calidad sus contradicciones y complejidades, sino también el afán de algunos cineastas locales por agradar a Erdogan. Un líder que durante su mandato de más de veinte años ha intentado, sin éxito, recuperar para Turquía el esplendor del imperio otomano, en detrimento de otros momentos esplendorosos pero más occidentales, como el Bizantino.
Uno de los principales productos de esta propaganda o "poder suave" oficial es la gran saga Resurrección: Ertugrul (2014-2023), que narra las aventuras del iluminado y religioso Ertugrul, padre centroasiático del primer sultán otomano, Osmán I, quien en el siglo XIII sembró en Anatolia las semillas del imperio en su lucha contra los mongoles, los cruzados y los bizantinos.
Esta serie es agriamente aborrecida por los turcos seculares, agrupados principalmente bajo el CHP, heredero del kemalismo.
[Nota: Turquía es una república secular, aunque la mayor parte de la población es catalogada como musulmana, incluidos aquellos que beben alcohol y sólo visitan las mezquitas en los entierros. Pero atención, ministro Urtasun: Turquía fue un imperio y sus museos tienen piezas de los actuales Egipto, Siria, Irak, Líbano, Irán, Grecia y otros países europeos].
La saga de Ertugrul, producida por Mehmet Bozdag y protagonizada por el atractivo Engin Altan Düzyatan, tiene entre sus más acérrimos fans al presidente venezolano, Nicolás Maduro, gran amigo de Erdogan en el continente latinoamericano, y que en uno de sus múltiples viajes a Estambul visitó el escenario donde se filmó la serie, los estudios de Riva.
"Los turcos no son árabes, y aunque muy mezclados por sucesivas oleadas de migración durante siglos, sitúan su hipotético origen en Asia Central"
Aunque claramente Ertugrul es una ficción histórica que mezcla aventuras con un fervor religioso tan del gusto del líder, hay que destacar que todos los detalles de atrezzo y vestuario fueron creados con el asesoramiento de historiadores y son muy realistas.
La serie tuvo tanto éxito en todo el mundo, incluido Oriente Medio, que algunos países opositores a Erdogan, como Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí, emitieron una fatua en 2018 para prohibir la emisión de la serie y contrarrestar así la propaganda neoimperialista del líder turco.
[Nota: Los turcos no son árabes, y aunque muy mezclados por sucesivas oleadas de migración durante siglos, sitúan su hipotético origen en Asia Central, concretamente en las Montañas de Altái. De ahí que su idioma tampoco sea el árabe, sino el turco, perteneciente a la familia turco-altaica. Pero esto fue una invención identitaria de Atatürk para desvincular su nueva república del imperio otomano].
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En esta misma línea de grandeur otomana se cuenta la segunda parte de la saga de Ertugrul, titulada Establecimiento: Osman, otra ficción histórica que como cabe esperar narra las peripecias del homónimo para establecer el imperio otomano.
Su producción supera cualquier hollywoodiense y se considera la serie más vista en la historia de Turquía, con una media de 25 millones de espectadores por semana.
Estas sagas históricas de tremendo éxito internacional se iniciaron en 2011 con Suleimán, el gran Sultán, mucho menos religiosa y con mayores cantidades de sexo, lujo y asesinatos en los pasillos del poder otomano, por lo que la propaganda erdoganista decidió contrarrestarla con producciones de puritanismo.
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Entre estas últimas se cuenta una serie reciente, Kübra, que podría considerarse un exitoso ejemplo de Proyecto Hombre versión musulmana y en la que el protagonista, Gokhan, es un traumatizado veterano que supera su adicción al alcohol entregándose a la religión. A partir de ahí, recibirá mensajes de Dios a través de su móvil prediciendo el futuro. Sin duda algo muy del gusto de los turcos, que viven pegados a sus teléfonos como si les fuera la vida en ello.
[Nota: A pesar de los esfuerzos del gobierno de Erdogan por atajar la producción y el consumo de alcohol y encarecerlo mediante impuestos cada vez más elevados, al menos un 10% de los turcos consumen alcohol, que además se vende hasta altas horas de la madrugada y con entregas a domicilio. El fundador de la República, Atatürk, era un gran consumidor del licor nacional, el raki, y murió de cirrosis en 1938].
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Dejemos ahora de lado estas grandes superproducciones, que han convertido a Turquía en el tercer mayor exportador de series del planeta, por detrás de Estados Unidos y Reino Unido, y de las que España es uno de los principales compradores. Hagamos un repaso por sus mejores cineastas, los galardonados en festivales de cine.
El turco-alemán Fatih Akin está considerado como el Almodóvar turco, aunque no es ni turco ni gay. Akin ganó fama internacional en 2004 con Contra la pared, imprescindible para comprender el choque generacional entre los emigrantes turcos en Alemania (unos siete millones), el de unos padres conservadores con sus hijos ya europeos.
En la película, unos inolvidables Sibel Kekilli encarna a una joven ávida de aventuras y sexo que acuerda un matrimonio de conveniencia con el personaje interpretado por Birol Ünel, turco-alemán alcohólico.
Esta cinta tuvo una enorme influencia entre los jóvenes turcos de los 2000, que veían reflejado su deseo de libertades individuales y su europeísmo siendo aplastado por el conservadurismo tradicional y religioso de la otra mitad de Turquía.
Akin tiene otra película dedicada a la diáspora activista kurda, Al otro lado (2007), y un documental delicioso sobre la mezcolanza musical de Estambul, Crossing the Bridge: The sound of Istanbul (2005). Pero el de Hamburgo es un cineasta aventurero que se atreve con todo y que ha evitado encasillarse en asuntos turcos.
[Nota: Estambul no es la capital turca, lo es Ankara. Y los turcos seculares, decepcionados con la falta de avance del acceso a la Unión Europea, ya no aspiran a que su país sea aceptado por Bruselas, sino a obtener visados que les permitan huir de la bancarrota económica promovida por Erdogan. El resto de la población se ha refugiado en el nacionalismo conservador, religioso y antioccidental de Erdogan].
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Otro de los grandes nombres de la cinematografía turca es Nuri Bilge Ceylan, pero como bien explica Iván Cerdán en su maravillosa crítica de Sueño de invierno (2014), Ceylan (cuyo nombre sólo los iniciados pronuncian correctamente), es más bien en espíritu ruso o sueco, porque su cinematografía no se entiende sin Chéjov, sin Dostoyevski, sin Shakespeare y sin Bergman.
"Nadie pronuncia bien los nombres turcos, ni siquiera los dobladores españoles y latinos de películas turcas"
Sin embargo, sus tramas son locales y actuales: la falta de esperanza y asfixia de la Turquía rural (El peral), la desorientación de los que emigran a Estambul y la hipocresía de la élite secular (Lejos), la corrupción política (Tres monos, Érase una vez en Anatolia).
[Nota: Nadie pronuncia bien los nombres turcos, ni siquiera los dobladores españoles y latinos de películas turcas. La "ğ" con sombrerito de Erdoğan no se pronuncia, la "c" es una "dj", la "ç" es una "ch". Esto también es sólo para iniciados].
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En la lista de cineastas excepcionales está también el italo-turco Ferzan Özpetek (Istanbul Kırmızısı), el esmírneo Semih Kaplanoğlu (Trilogía de Yusuf: Huevo, Miel, Leche), Ferit Karahan (Mi mejor amigo) y la maravillosa Ceyda Torun (Gatos de Estambul).
En cuanto a las series y películas recientes que mejor reflejan esta compleja sociedad, que se define como puente entre Oriente y Occidente, ese cliché, en los últimos años se han producido Nos conocimos en Estambul y Burning Days, ambas de gran calidad.
La primera, dirigida en 2020 por Berkun Oya, describe con maestría las vidas cruzadas de varias mujeres y hombres que representan el choque entre la Turquía pobre, religiosa y conservadora con la rica, educada y secular: una limpiadora, una psiquiatra, una actriz de telenovelas, un playboy, un religioso, una chica violada, una lesbiana. Una auténtica joya.
Burning Days, de Emin Alper (2022), es otra alhaja que refleja la lucha de un joven fiscal por hacer justicia en una Turquía rural plagada de caciques locales con privilegios.
En ese choque entre la modernidad europeísta secular y la ruralidad tradicional religiosa, la mujer turca es la que sale siempre perdiendo. Ejemplos inquietantes y bellos de esa injusticia es Mustang (2005, de la directora franco-turca Berkun Oya), o Dying to Divorce.
[Nota: Quién puede negar que las decenas de culebrones turcos sobre chica pobre que aspira a casarse con un hombre rico y guapo no representa una aspiración no ya turca, sino universal].
*** Marga Zambrana es periodista, corresponsal en China desde 2003 y en Oriente Medio desde 2013.