¿Ha muerto la 'nueva política' de Ciudadanos y Podemos?
Ciudadanos y Podemos han pasado de tocar el cielo a descender a los infiernos. Ambos tienen muy difícil afrontar unas elecciones generales con unas mínimas garantías.
El término 'nueva política' comenzó a sonar en España tras las elecciones generales de 2015, cuando dos nuevos partidos, Ciudadanos y Podemos, entraron con fuerza en el Congreso de los Diputados. Las dos formaciones representaban, desde distintas perspectivas, una nueva filosofía de hacer política.
Pero durante estos ocho años, por factores tanto internos como externos, ambas fuerzas se han desangrado elección tras elección. Y los comicios del 28M las han herido de muerte.
Ciudadanos ha pasado de los 2.787 concejales de 2019 a los 392 en 2023, dejando de estar presentes en todos los ayuntamientos de las grandes capitales de provincia, además de en los doce parlamentos autonómicos que estaban en juego.
Podemos y sus confluencias han perdido el protagonismo adquirido en las elecciones municipales y autonómicas de 2019. Ahora ya no son decisivos en la formación de gobiernos de calado (Aragón, Baleares o Valencia) y deben resignarse a ser residuales.
Ciudadanos y Podemos han pasado de tocar el cielo a descender a los infiernos. Y ante este panorama, ambos tienen muy complicado afrontar las elecciones generales del 28M con unas mínimas garantías.
"Cuando un partido político sufre este desplome electoral emergen los conflictos internos. Muchos de sus cargos públicos ven truncadas sus carreras políticas y se ven obligados a reinventarse"
Tras estos resultados electorales, los dos partidos dejarán de contar con los recursos económicos que son esenciales para la viabilidad de sus proyectos (y para abordar la campaña electoral que se avecina). Porque, por mucho que se diga, los famosos crowdfunding no garantizan los recursos económicos necesarios para sufragar los gastos electorales de unas elecciones generales. Sobre todo cuando ambas formaciones se encuentran en retroceso y perdiendo militancia.
Cuando un partido político sufre este desplome electoral emergen los conflictos internos. Muchos de sus cargos públicos ven truncadas sus carreras políticas y se ven obligados a reinventarse. Esto genera malestar y desata guerras internas. Otros muchos aprovechan para bajar del barco antes de que se hunda.
Valgan de ejemplo esos concejales de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Madrid que se integraron en las listas del PP antes del 28M. Cabe pensar que los traspasos de unas formaciones a otras se acentuarán durante los próximos días.
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Además, tener una organización territorial estable y consolidada es esencial para sobrevivir y resurgir tras un grave retroceso electoral. El problema es que sólo los partidos tradicionales disponen de una organización de tal calibre, ya que las nuevas fuerzas se han despreocupado de estas cuestiones en aras de la idea de una organización menos jerarquizada y más participativa.
El adelanto electoral tampoco favorece a ninguno de los dos partidos. Tras el 28-M, Ciudadanos carece de capacidad logística y de efectivos para concurrir a estos comicios. Ahora mismo, los naranjas no tienen la implantación territorial necesaria para cubrir las listas electorales en todas las circunscripciones. Tampoco suficientes candidatos para concentrar el voto en las circunscripciones que les permitan obtener representación.
La decisión de no acudir a esta cita electoral, aunque lógica, puede suponer el fin de Ciudadanos porque deja al partido fuera de la primera línea del panorama político durante casi un año y medio.
"Sumar no dispone de una organización que le permita encabezar con garantías la coordinación una campaña electoral nacional con otras fuerzas políticas que tienen sus propios intereses"
Podemos no tiene más remedio que llegar en menos de diez días a un acuerdo con Sumar. El problema es que, tras los resultados del domingo, llega a la mesa de negociación más debilitado que nunca y tiene complicado poder imponer sus siglas en las listas de Sumar, lo que equivale a no poder colocar a sus primeros espadas en los puestos de salida. Más aún cuando los principales apoyos de Yolanda Díaz también han experimentado un retroceso electoral (Ada Colau en Barcelona o Compromís en Valencia) que exigirá la recolocación de algunos de sus dirigentes en las listas de Sumar.
Tampoco cabe duda de que, con el adelanto electoral, Pedro Sánchez pretende apaciguar las turbulentas aguas socialistas y movilizar a la izquierda frente al contundente triunfo del PP y los posibles pactos con Vox.
Pero también está intentando pillar con el pie cambiado a Sumar. Porque el partido de Yolanda Díaz no dispone de una organización que le permita encabezar con garantías la coordinación una campaña electoral nacional con otras fuerzas políticas que tienen sus propios intereses. Tampoco cuenta con la implantación territorial suficiente para poder concurrir en todas las circunscripciones, incluso con las posibles confluencias, hecho que sin duda debilita su fuerza política y la hace más dependiente de estas formaciones. Además, su proyecto no va a disponer ahora del paraguas mediático socialista.
El PSOE intentará aprovecharse de esto. Apelará al voto útil y polarizará la campaña electoral, hecho que tampoco desagrada al PP. Cuando los dos grandes partidos consiguen monopolizar las elecciones, como ha sucedido en estas con la ley de vivienda, las candidaturas de EH Bildu y etcétera, ensombrecen en gran medida a las otras fuerzas y se acercan al número de votos cosechados antes del fin del bipartidismo. Es decir, los 14 millones votos entre ambos. Como ocurrió, por ejemplo, en las elecciones municipales y autonómicas de 2011.
*** Gema Sánchez Medero es profesora de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Complutense de Madrid.