Josep Piqué, durante la última entrevista concedida a este diario.

Josep Piqué, durante la última entrevista concedida a este diario. Cristina Villarino El Español

LA TRIBUNA

Josep Piqué, humildad y curiosidad hasta el final

El autor de la tribuna recuerda la pasión de Piqué por la geopolítica, la labor compartida en la escritura de El mundo que nos viene y un deseo de saber que nunca abandonó.

8 abril, 2023 01:37

Josep Piqué, fallecido esta semana, ha recibido elogios unánimes en la opinión pública. Tanto por su trayectoria profesional en la vida pública y en la empresa privada, como por su labor más analítica en el mundo del pensamiento y la estrategia. También por su carácter sosegado. No es poco mérito en una vida pública como la española, donde, en muchos casos, el reconocimiento de un lado suele conllevar la sospecha, cuando no la condena, del otro.

En 2018 tuve el placer de colaborar con él como editor externo en uno de sus libros, El mundo que nos viene (Deusto), y desde entonces había mantenido contacto esporádico con él por correo electrónico. Cuando nos citamos en la agencia Thinking Heads, llegó con una chaqueta de espiga gris claro que, en mi recuerdo, forma parte indisociable de él. Me llamó la atención su afabilidad, expresada más en los gestos que en la voz, que mantenía siempre en un elegante tono bajo. Sentado, me explicó cómo había concebido él el libro, cuál era su interés y su objetivo. Perdía la mirada para concentrarse en las palabras, que pausaba con un corte muy característico.

Ejemplar de 'El mundo que nos viene', sostenido por su autor.

Ejemplar de 'El mundo que nos viene', sostenido por su autor. Deusto

Nos pusimos a trabajar y el libro quedó terminado en unas pocas semanas. Aprendí mucho de su visión panorámica de la geopolítica global, de la pujanza asiática, de su profundo conocimiento del islamismo radical y de su experiencia en el mundo económico. De economía era, sin duda, de lo que más discrepábamos. Insistía mucho a lo largo del libro en la importancia geoestratégica del Indo-Pacífico y, más en concreto, del estrecho de Malaca. Tal era así que a veces bromeábamos cuando hablábamos de algún otro tema personal, de algún acontecimiento irrelevante de nuestras vidas, y terminábamos diciendo que la causa había que buscarla en el estrecho de Malaca.

La tesis central del libro era valiente: según Piqué, la pujanza asiática nos llevaba, inevitablemente, a un mundo que girase sobre el eje indo-pacífico en lo económico y comercial, pero que podía y debía funcionar con los valores político-sociales occidentales. Era, más que un vaticinio, un desiderátum por el que luchaba.

La bibliografía de un libro es la radiografía intelectual de una persona. Piqué era ecléctico en sus fuentes, entre las que había autores contemporáneos como Robert Kagan, Pankaj Mishra, Robert Kaplan, Thomas Friedman o Niall Ferguson, y clásicos del pensamiento social, político o económico, como Hannah Arendt, John Maynard Keynes, Halford Mackinder o George Kennan, entre otros muchos. Y destacaba sobre todos Zbigniew Brzezinski, quien fuera consejero de seguridad nacional con el presidente Jimmy Carter.

Admiraba la claridad y la profundidad de su pensamiento, atento a las cuestiones de fondo, pendiente de una visión de país a largo plazo por la que siguió trabajando a través de sus libros al dejar el Consejo de Seguridad Nacional.

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Creo que ese ha sido el espejo en el que más le gustaba mirarse y sentirse reflejado. Aunque Josep Piqué fue en primer lugar ministro de Industria, siempre guardó para su etapa en Asuntos Exteriores el recuerdo más especial. Y el más duradero, pues, al igual que Brzezinski, quiso mantener su vínculo con las relaciones internacionales y la geopolítica más allá de los puestos públicos a través de sus libros, sus numerosos artículos, su presencia en foros y mesas redondas, y su labor como editor en la prestigiosa e imprescindible revista Política Exterior.

Muchos hemos sido estos años asiduos de sus “Apuntes del editor”, que a modo de newsletter nos llegaba al correo con regularidad. Confieso que, cada vez que los recibía, lo tomaba como un signo de salud si no buena, al menos estable. Lo suficiente para permitirle leer, pensar y escribir. Supongo que no con calma, pero siempre con lucidez.

En el mundo editorial es un lugar común hablar de lo complejo que es trabajar con bastantes personajes relevantes. Cuando se ponen pensamientos e ideas por escrito se suele ser en exceso celoso. Por eso el trabajo de editor o corrector suele ser tan discreto y silencioso, y así debe ser. Terminado el libro y ya en imprenta, Piqué me llamó para invitarme a comer para celebrarlo. Me llevó a un restaurante muy bueno, cerca del Bernabéu, y estuvimos hablando hasta la tarde, alargando la sobremesa. Le pregunté cosas sobre su paso por la política, aunque me daba la impresión de que no le era especialmente grato hablar de sí mismo, así que volvíamos al estrecho de Malaca.

Mi sorpresa llegó pocos días después, cuando la editorial me envió el libro a casa y, hojeándolo, reparé en una última página con un texto de agradecimiento expreso a mi trabajo. Un gesto que, lejos de hablar de mi colaboración, reflejaba su generosidad y, sobre todo, su humildad. La misma que, incluso en estados muy avanzados de su enfermedad, lo mantuvo vivo. Porque de la humildad nace la curiosidad, el deseo de seguir siendo y sabiendo. Descanse en paz.

*** Antonio García Maldonado es consultor, profesor de Asuntos Públicos y ensayista. Su último libro es El final de la aventura (La Caja Books, 2020).

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