Los títulos del Barça de Guardiola no tienen validez
Los que, como José Mourinho, pusieron en tela de juicio de manera visionaria la limpieza deportiva del Fútbol Club Barcelona se merecen un desagravio.
Los que intuíamos con fuerza que pasaba algo con el Barça y los árbitros no podíamos imaginar que la realidad superaba con creces nuestras sospechas más bestias.
Dábamos por cierto lo que Alfredo Relaño bautizó como el villarato, es decir, un sistema por el cual la cúpula del estamento arbitral manipulaba a los colegiados (utilizando el sistema de designación, ascensos e internacionalidades) para que favorecieran al Barça.
Pensábamos que tal cosa sucedía a consecuencia del apoyo en el último minuto de Joan Laporta a Ángel María Villar en las célebres elecciones a la presidencia de la RFEF en 2004. Al depender los árbitros de la RFEF, la conexión entre las variables estaba clara.
Resulta que aquel turbio tejemaneje explicaba las anomalías estadísticas solo en parte. No era lo único, ni muchos menos lo más escandaloso. Aquellas cúpulas arbitrales no solamente presionaban a sus trencillas para que beneficiaran al Barça en virtud de aquel siniestro pacto institucional de 2004, sino que se lo llevaban (presuntamente) crudo, literalmente. Que estaban (presuntamente) untados. Que se cobraban (presuntamente) el favor en pasta, de manera lisa y llana.
Esto no entraba, lo admito, ni en nuestros cálculos más salvajes. La realidad vuelve a superar la ficción más fabulosa, y vuelve a depararnos razones más poderosas para no creer en el ser humano que el delirio más mostrenco. Sobre todo cuando el ser humano viste de azulgrana.
Hablo de "cúpulas arbitrales" y no específicamente de Enríquez Negreira (vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros y receptor, por lo que se sabe hasta ahora, de más de siete millones de euros por parte del Barça) porque a nadie en su sano juicio se le puede ocurrir que el sistema funcionara sin la participación de gente situada aún por encima en el escalafón. Es decir, aquellos que verdaderamente influían en las actuaciones arbitrales por medio de las referidas designaciones, ascensos e internacionalidades.
Es obvio que el sistema funcionaba porque los pagos se repetían año tras año. Y no podía funcionar solo con Negreira.
Hemos llegado a preguntarnos si de la guita recibida (presuntamente) por Negreira brotaría una agraviada lluvia para subordinados fieles. Pero descuento que con el sistema de premio/castigo sobre sus carreras había suficiente. El dinero, si acaso, se propulsaría verticalmente.
"El mundo entero ha asistido atónito a la demolición del edificio fraudulento del prestigio culé"
En cualquier organización delictiva, ¿para qué sirve un vicepresidente si no es para asumir los riesgos, poner la cuenta, portar los maletines y borrar las huellas? Lo malo fue que Negreira adoptó el discutible sistema de borrado de huellas del burofax airado.
Hay en todo esto una impudicia tragicómica de ladrones de comedia bufa. Pero también la pasmosa seguridad de salirse con la suya de quienes llevan años y años nadando en impunidad. Impunidad multicolor: negra, blaugrana y estelada.
"No va a pasar nada", aseguran los cínicos y los resignados. Sin calcular tal vez todo lo que ya ha pasado sin que haya marcha atrás, sin reparar en que, pase algo o no, en el fondo no hace tanta falta que ocurra nada en concreto. Porque el mundo entero ya sabe lo que hay.
El mundo entero ha asistido atónito a la demolición del edificio fraudulento del prestigio culé. Muchos, que lo pusieron en tela de juicio de manera visionaria, recibiendo a cambio burlas y/o denuestos, se merecen un desagravio, empezando por José Mourinho.
[El Barça, sin penaltis en contra durante 2 años mientras pagaba al exvicepresidente del CTA]
Dicen que esto es el comienzo de lo que va a salir. Pero tiene más bien toda la pinta de un desenlace. El FC Barcelona ha sido sorprendido con las manos en la masa de un fraude de casi dos décadas, como mínimo, de duración. Tiempo que además coincide con el de su presunta plenitud futbolística.
Alguien determinará (o no) que toda la cosecha de títulos de Messi, Guardiola, Piqué, Xavi y compañía es ilegal. Pero en realidad no hace falta que ninguna instancia decrete que son títulos ganados de manera espuria y que, apelando al mínimo espíritu de limpieza que debe regir el deporte, no tienen validez. Es así: sencillamente, no la tienen.
Alguien aducirá, con comprensible frustración, que cómo no va a tener validez el regate de Messi o el arabesco de Iniesta que desembocó en este o en aquel gol. Qué quieren que les digamos: no haber comprado (presuntamente) a los árbitros.
*** Jesus Bengoechea es escritor, colaborador de Real Madrid Televisión y fundador de La Galerna.