Hoy, 3 de marzo de 2021, se cumplen 25 años de la primera victoria de José María Aznar. La "amarga victoria", como la bautizó Pedro J. Ramírez en 1996, tras un triunfo electoral que supo a poco en comparación con las expectativas generadas por los sondeos preelectorales entre amplios sectores de la sociedad española.
Con Aznar, en cualquier caso, llegó a la Moncloa un proyecto de centroderecha liberal que EL ESPAÑOL recuerda hoy con una entrevista a fondo con el expresidente.
El éxito de José María Aznar en 1996 consolidó la joven democracia española al demoler dos tabús del escenario político español que parecían indestructibles.
El primero era el de que el PSOE de Felipe González era invencible. Incluso a pesar del paro, los GAL y la corrupción, así como del atrincheramiento del socialismo en el poder.
El segundo, el de que España corría serio riesgo de quiebra social si la derecha ocupaba el poder. Un tabú, este segundo, alimentado por la propaganda (el famoso anuncio del dóberman) de una izquierda que caricaturizó desde el primer minuto a Aznar como el heredero de un franquismo trasnochado, pero tan dañino como el original.
Pero si algo demostró la victoria de José María Aznar es que la realidad suele refutar con llamativa facilidad los peores augurios de los fatalistas de la política.
Una máquina de prosperidad
Como ha explicado Pablo Casado, Aznar se convirtió en 1996 en el líder de un proyecto de centroderecha liberal que fue en busca de los votantes españoles al lugar en el que estos se encontraban en ese momento: el centro.
Desde ese centro, Aznar pudo reducir el intervencionismo que acogotaba la economía española y convertir al país, como dice él mismo en su entrevista con EL ESPAÑOL, en "una máquina de prosperidad".
Con Aznar, el PIB creció un 64% en ocho años. El PP demostró también que el paro no es una maldición de la economía española de la que es imposible librarse, sino el producto de políticas ineficaces, sectarias y paternalistas. En lo tocante a la corrupción o el terrorismo de Estado, su conducta personal es intachable.
Con Aznar, el centroderecha aglutinó a liberales, conservadores, tradicionalistas y derechistas clásicos. Todos ellos se reunieron bajo el ala del PP hasta que Mariano Rajoy les echó de malas maneras en 2008 abriendo la puerta a la irrupción, años después, de Ciudadanos y de Vox en su caladero tradicional de votantes.
Entre los logros de aquel PP de Aznar está, en fin, la consolidación de un centroderecha liberal de gran espectro.
Para ganar las elecciones, José María Aznar tuvo que renovar el partido, desarrollar una nueva imagen y dejar atrás las siglas de Alianza Popular, con la bendición de Manuel Fraga en el X Congreso del PP en Sevilla y su célebre "ni tutelas ni tutías".
El escaso margen de su victoria en 1996 obligó a negociar los apoyos de CiU, PNV y Coalición Canaria. Eran otros tiempos, pero el país no estaba para experimentos y no quedaba más solución que el pacto. El pacto del Majestic implicó la domesticación temporal de aquel nacionalismo, entonces moderado.
Actor internacional de peso
Aznar logró una victoria que transformó España. No sólo bajó el paro hasta el 13,6%, sino que fue capaz de mantener el crecimiento económico, sanear la seguridad social y situar a nuestro país como un actor internacional de peso.
Especialmente meritoria fue su relación con Francia. Aznar consiguió implicar a nuestro país vecino en la lucha contra ETA como no lo había conseguido el PSOE en toda la década anterior.
La decisión de apoyar a George W. Bush y Tony Blair en la invasión de Irak fue el primero de los grandes errores de su mandato. La paradoja es que el mismo Aznar que dijo que no cabían "atajos" en la lucha contra ETA buscó uno para convertir "una gran nación [España] en un gran poder".
El segundo gran error de Aznar fue atribuir la masacre del 11-M a ETA. El expresidente, es cierto, había sido víctima de un atentado de ETA y había visto morir asesinados a Gregorio Ordoñez, Miguel Ángel Blanco y el matrimonio Jiménez-Becerril.
Pero el presidente escogió el peor momento posible para abandonar su naturaleza habitualmente prudente y recelosa. Sobre todo cuando los datos hablaban de una probabilidad del 50% para ETA y de otro 50% para Al Qaeda. Quizá, es cierto, su equipo le dijo a Aznar lo que creía que él quería oír. Pero su error contribuyó sin duda alguna a laminar las posibilidades del PP en las elecciones de 48 horas después.
Aznar y su equipo de gobierno demostraron que era posible una alternancia en el poder pacífica y sin aspavientos. Algo que nos confirmó como una democracia adulta frente a la UE. En tiempos de tribulaciones conviene recordar las bondades de la alternancia política, en contraste con el relato apocalíptico de los nuevos actores políticos.
En el 96 no hubo turnismo, sino el ejercicio de la libre voluntad de los españoles para consolidar los logros consagrados 18 años antes. En esto también hay que ser consecuentes y ver aquellos acontecimientos con verdadera memoria histórica.