Bajo la retórica tremendista y los habituales aspavientos de los partidos corren los ríos subterráneos de sus verdaderas estrategias políticas.
Como en un mito de la caverna de la España del siglo XXI, la propaganda de los partidos políticos equivale a las sombras con las que se pretende engañar a los ciudadanos que permanecen encadenados en el interior de la cueva, mientras en su exterior se desarrolla el mundo de las ideas.
Es decir, el de las verdaderas estrategias de largo recorrido de PP, PSOE y Vox.
Por más que el PSOE exhiba una y otra vez su supuesta indignación por la presencia de Vox en el Parlamento (una sombra), y que Vox haga lo propio con el PSOE y sus socios populistas (otra sombra), lo cierto es que ayer quedó meridianamente claro durante la sesión de control en el Congreso que a Pedro Sánchez le interesa Vox y a Vox le interesa Pedro Sánchez (el verdadero mundo de las ideas).
Esta extraña simbiosis entre contrarios no es tan nueva en nuestro país. Sólo hay que recordar la famosa pinza de José María Aznar y Julio Anguita al PSOE de Felipe González.
O, y este es un ejemplo todavía más ajustado al caso actual, el empeño que puso el PP de Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría en aupar a Podemos a partir de 2015 (la hemeroteca revela no pocos elogios parlamentarios de Pablo Iglesias al expresidente y viceversa) con el objetivo de neutralizar al PSOE.
Lo mismo puede decirse de Vox, al que una herramienta tan descaradamente partidista como el CIS de José Félix Tezanos suele engordar a beneficio de inventario mientras hunde sistemáticamente al PP y a Ciudadanos, siempre en función de las necesidades coyunturales del Partido Socialista.
Blanqueo coyuntural
Que Sánchez le está haciendo un Rajoy al PP con Vox está, en fin, fuera de toda duda. ¿Cómo se entiende si no ese arrumaco consistente en atribuirle a Vox "más sentido de Estado en un momento de lucidez" que a Pablo Casado?
El objetivo, obvio, es hundir al PP en las elecciones catalanas y facilitar el sorpaso de Vox. Algo que pondría en problemas muy serios a Casado y le obligaría, quizá, a replantear su estrategia de los últimos meses.
La primera sorprendida por la decisión de Vox de salvar en el Congreso el decreto de los fondos europeos debió de ser Moncloa. Pero el Gobierno sabe ahora que la consolidación de Vox y un cierto blanqueo (siquiera sea coyuntural) de esos a los que ha llamado franquistas, extrema derecha y ultraderecha ahonda en la división de la derecha.
Se trata, en fin, una nueva vuelta de tuerca al relato de la foto de Colón, que Moncloa explota conforme y según el momento.
Espacio de sensatez
Se pueden esgrimir razones instrumentales o vestir al muñeco como se quiera, pero este Frankenstein paralelo del PSOE con la derecha de Vox da algo más que oxígeno a ambos. De hecho, puede servirle a Vox para exhibir sentido de Estado frente al PP e incluso, cuando cambien las tornas, también frente a Ciudadanos.
Es precisamente el espacio de la sensatez el que PP y Ciudadanos no pueden concederle a Vox si no quieren que este arañe aún más votos de los que ya ha arañado. Porque Vox suele ser fiel a sus principios, por más que también pueda ser relativamente dúctil frente a las dramáticas circunstancias de la epidemia.
PP y Ciudadanos deberían tener en cuenta que en eso que algunos llaman la nueva política triunfa siempre la táctica del Caballo de Troya.
El PSOE debería, por su parte, recordar que también Rajoy propulsó a Podemos en la creencia de que los populistas de extrema izquierda nunca llegarían a la Moncloa. Y ahí están, deformando las políticas gubernamentales y haciendo más daño a la economía y al bienestar de los españoles del que los morados soñaban hacer en 2015.