Pablo Casado ha emprendido una regeneración profunda del PP. Que Rafael Hernando, Martínez-Maillo, José Luis Ayllón, Fátima Báñez, Alicia Sánchez-Camacho, Ignacio Cosidó, Celia Villalobos, Dolors Montserrat o Méndez de Vigo pasen a la segunda fila política -cuando no directamente a la jubilación- es una prueba de la poda a los restos del marianismo que ha acometido el presidente del partido.
Algunos de estos nombres van a parar al dorado retiro del Senado o a Europa, y su salida no es, evidentemente, ni tan brusca ni tan radical como la que Pedro Sánchez ha implantado en el PSOE para amoldar la formación socialista a la medida de sus intereses. Pero el cambio de caras da idea de que la apuesta de Casado va en serio.
Renovación
La renovación del PP, congruente con el mensaje de cambio transmitido en la Convención del pasado mes de enero, incluye un elemento novedoso. Pablo Casado ha buscado en los medios de comunicación a personas que encarnen su proyecto y le den más visibilidad: ahí está el caso del fichaje de los periodistas Pablo Montesinos o Vicente Azpitarte.
Ahora bien, esta decisión entraña un riesgo, el de la falta de cultura de partido e inexperiencia de las incorporaciones. Que el presidente busque fuera del PP puede leerse, también, como que la formación anda escasa de valores, acaso una de las principales consecuencias de ese mismo marianismo que dejó al PP en un estado catatónico y con una sangrante anemia ideológica.
Tutelas
Todo cambio es, en principio, una oportunidad y contribuye a la regeneración de los proyectos y de los estilos. Sólo el tiempo dirá si la opción del nuevo presidente es una operación cosmética o ayuda verdaderamente a esa segunda refundación de un PP que necesitaba encontrarse a sí mismo.
Por ahora, Pablo Casado, y tal y como le recomendó José María Aznar en IFEMA haciendo un guiño a las palabras de Fraga, anda libre de "tutelas y tutías" para escribir el futuro del PP en un contexto de fragmentación del centroderecha en España.