Las mal llamadas primarias del PP no pasarán a la historia por el número de afiliados que van a elegir al nuevo presidente del partido en sustitución de Mariano Rajoy. Pero sí que pasarán por dejar al descubierto la gran mentira de los más de 800.000 militantes que supuestamente tenía el principal partido de la derecha española. Una gran farsa fabricada bajo el mandato del ya ausente y de su secretaria general y candidata a sustituirle María Dolores de Cospedal.
Que al final sólo vayan a poder votar 66.384 militantes del PP para elegir al sucesor del actual registrador de la propiedad de Santa Pola, exactamente el 7,6% de los supuestos 869.535 afiliados que Génova decía tener este pasado 6 de junio, pone de manifiesto, entre otras cuestiones, que “no han limpiado a los muertos del listado”, en palabras de uno de los candidatos, y que la apatía, desmovilización y desilusión de los ‘populares’, tras el reinado de Rajoy, es tal que ni tan siquiera se han apuntado para votar en uno de los momentos más trascendentales de la historia del partido.
Ridículo democrático
Pablo Casado acusaba ayer sin citarlas a María Dolores de Cospedal y a Soraya Sáenz de Santamaría de ser las grandes beneficiadas de este raquítico censo electoral. Aseguraba que de los 66.384 que van a votar, casi la mitad son cargos públicos del partido que a buen seguro han aupado una u otra.
Todos los candidatos han pedido –unos de verdad y otros con la boca pequeña– que se abra la mano y se permita votar a todos los que se declaren militantes el próximo 5 de julio, independientemente de que estén o no al corriente de sus cuotas. Si al final no es así y la elegida o elegido lo es con el apoyo de apenas el cuatro o el cinco por ciento de los pretendidos militantes, el ridículo democrático de quien obtenga la victoria pesará como una losa en el futuro inmediato de la formación.
Sirva como ejemplo que en las primarias del PSOE, que en mayo del pasado año dieron la victoria al hoy presidente del Gobierno Pedro Sánchez, votaron 149.951 militantes socialistas, casi el 80 por ciento de los oficialmente afiliados. El ganador obtuvo el 50 por ciento de los votos, 74.805, una cifra bastante más alta que los 66.384 votos que se van a repartir entre los seis precandidatos del PP.
¿Y si al final el voto militante no sirve para nada?
Pero esta ridícula participación no es el único problema con el que se pueden tropezar los populares en su congreso extraordinario del 21 y 22 de julio. Aún más grave será que el resultado de la votación de esta reducida militancia no coincida con la preferencia de los compromisarios en dicho congreso, que tendrán la última palabra en la segunda vuelta.
Ya sucedió el pasado año en las primarias para elegir a la dirección del PP de Jaén: uno de los candidatos obtuvo mayor número de apoyos entre los militantes y el otro entre los compromisarios, siendo este último quien finalmente se alzó, como mandan los estatutos, con la dirección popular en la provincia andaluza.
El descrédito será enorme si ocurre algo parecido en el congreso del mes que viene. Un momento tan crítico como el que atraviesa el Partido Popular, donde hasta el expresidente ha salido huyendo a la carrera, no se soluciona con unas primarias de cartón piedra como las que se adivinan.