Querido padre, querida madre, tu hijo no es tuyo. Lo siento.
No va a vivir aislado en una torre de cristal junto a los miembros de tu familia por los siglos de los siglos. No lo estás formando para que solo se relacione contigo.
Solemos creer los padres que los hijos son nuestros, pero en realidad los estamos educando para que sean ciudadanos sociales. Educados, empáticos, comprensivos, trabajadores si acaso. Buenas personas, idealmente.
Son nuestros el tiempo en el que los formamos hasta que son capaces de volar.
Anuncia Vox una ofensiva en las aulas, una propuesta en los parlamentos autonómicos para "garantizar el conocimiento previo y la aceptación de los padres de cualquier contenido afectivo sexual o ideológico que puedan recibir sus hijos en el aula". Busquen en la frase la palabra trampa. Aceptación. Derecho a veto, vamos. De cualquier contenido, cuidado. Porque la otra palabra trampa es ideología, y en ella cabe todo. Ideología es lo que no nos gusta. Y siempre es lo de los demás.
¿Qué es ideología?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es ideología? ¿Y tú me lo preguntas?
Ideología… eres tú.
Ideología puede ser —ya nos lo han dicho— explicarles a los niños y niñas que hay más opciones que sentirse atraídos por personas del mismo sexo, que no están enfermos, que no son raros —el suicidio es la principal causa de muerte entre nuestros adolescentes y jóvenes—.
Ideología puede ser, lo estamos viendo ya en Estados Unidos, algo tan sólido como la verdad científica irrefutable que es el proceso de evolución de la vida en la Tierra desde el primer ser unicelular hasta el ser humano actual —para un poderoso lobby de padres y madres y el ala radical del Partido Republicano nada que no sea Dios y su creación del mundo se puede explicar en la escuela—. Ideología es también, me lo acaban de decir con mucho convencimiento, celebrar Halloween. Porque empezamos en peras y terminamos en manzanas.
En Valencia, la consejera de Educación, de Vox, ha pedido a los centros que informen "de todo lo que hacen" a las familias, porque las familias tienen el derecho de que sus hijos "reciban la formación moral que esté de acuerdo a sus propias convicciones". Casualmente, las propias convicciones siempre son restrictivas con las libertades de los demás.
Situar a las familias por encima de la ley, no solo la educativa o la de un país, sino los derechos humanos básicos, es peligrosísimo. Situar a las familias, por encima de la sociedad, en la posición de decidir qué se explica o no en la escuela, nos llevará a cárceles ideológicas.
¿Qué es ideología? Ideología eres tú. Siempre tú. Nunca yo.