Cuando se tramitó la ley del Banco de España (BdE) en la transición siendo yo diputado centrista (UCD), la preocupación era preservar la independencia. Evitar que sucumba a las directrices del Gobierno de turno. Algunos de los periodos inflacionistas de nuestro país se debieron a lo que se llamaba “darle a la maquinita” del dinero.
El responsable de la política monetaria debe ser independiente de las necesidades de un Gobierno que busque: a) exceso de gasto público; y b) llenar el bolsillo del ciudadano, para evitar malestar social. Medidas que generan inflación y, en consecuencia, empobrecen a ese ciudadano solapadamente.
Cuando se construyó el Banco Central Europeo (BCE) muchos pensamos que era un buen paso. El BdE, a pesar de su ley, estaba demasiado cerca del Gobierno como para ser totalmente independiente. En consecuencia parecía que el BCE iba a serlo más que lo había sido el BdE.
El BCE tiene como misión principal controlar la inflación alrededor del 2%. Una cifra adecuada para el buen funcionamiento de una economía.
Eso parecía haber ocurrido en la zona euro hasta hace un año y medio aproximadamente.
El BCE tiene como misión principal controlar la inflación alrededor del 2%.
Bien es cierto que muchos criticábamos su laxa política del “quantitative easing” y tipos de interés cercanos al cero o negativos. La crítica se basaba en dos razonamientos.
El primero era que, tarde o temprano, el exceso de liquidez del sistema produciría inflación. Es la ecuación cuantitativa: si aumentas la masa monetaria y permanece fijo el volumen de transacciones y bienes producidos, subirán los precios. Lo aprendieron hasta los teólogos de la Universidad de Salamanca en el siglo XVI que veían subir los precios de los productos en Sevilla cuando llegaba el oro de América.
El segundo razonamiento era que una política de intereses tan bajos castigaba al ahorro y premiaba el gasto. Lo denominé: ¡Vivan las cigarras, mueran las hormigas! Algo que, tarde o temprano, deterioraría la propensión al ahorro. Ahorro que es la palanca de la inversión básica para el desarrollo.
No obstante, el miedo a una recesión mantuvo la política de tipos de intereses bajos junto con la compra de deuda pública estatal, especialmente de los estados del sur (España entre ellos). Haciendas estatales que se endeudaron por encima del 60% del PIB aconsejado por los tratados europeos (España está al 118%).
Con la pandemia empezaron las “vacaciones fiscales” y los déficits públicos de esos Estados crecieron. “Los hombres de negro”, aquellos que disciplinaban a los gobiernos gastadores, dejaron de visitarlos.
El BCE no era el único responsable de esa política monetaria laxa. Pero cuando la inflación se hizo manifiesta, tanto la Reserva Federal americana, como el Banco de Inglaterra, dejaron de comprar bonos públicos y anunciaron y subieron los tipos de interés. ¿Por qué no lo ha hecho aún el BCE?
La señora Lagarde ha sido parca en sus medidas y las anunciadas serán insuficientes
Dicen que los “halcones” del BCE están pidiendo subir el tipo básico de interés. Pero la Sra. Lagarde ha sido parca en sus medidas y las anunciadas serán insuficientes. Un 0,25% de aumento para julio es hacer cosquillas a la inflación. Debería haber hecho esta subida en el primer trimestre del año y no tan tarde. Ahora debería estar cerca del 1%.
¿Por qué no lo ha hecho? Porque los miembros del comité ejecutivo han dejado se ser técnicos, para ser “políticos”. Su trabajo debe ser contener la inflación. El mantenimiento y crecimiento del PIB es función de los Gobiernos de los Estados y la Comisión Europea.
Si estos Estados se han endeudado en exceso, o tienen un déficit que no permite mantener y aumentar el PIB, debería ser la Comisión Europea la que tomase las medidas oportunas. Primero ayudando a las poblaciones en riesgo de exclusión. Pero, sobre todo, disciplinando a las haciendas públicas (la española entre ellas).
Ademas, al haber un alto diferencial entre los intereses del BCE y los de la Reserva Federal, el dinero, naturalmente, se va a América. Por eso el euro ha bajado hasta casi la paridad con el dólar. Eso en un momento en el que Europa compra energía y materias primas encareciendo sus importaciones y, en consecuencia, cebando la inflación.
En resumen: al arrogarse en parte el mantenimiento del PIB y su evolución, el BCE no está cumpliendo su misión. No sirve.
*** J. R. Pin es profesor del IESE.