En época de elecciones americanas siempre pasamos revista a las primeras damas. El modelo es Jackie Kennedy. Lógico. Tiras de hemeroteca, o de fonoteca, y te sale todo el culebrón de los Kennedy, que eran unos golfos maravillosos.
Ella tuvo la suerte de coincidir con una época que le era propicia, con el aún reciente milagro de la televisión. Los medios de masas jugaron a su favor: el medio, el mensaje, la Biblia en verso.
Si Jackie Kennedy iba de interesante, no les cuento lo de Eleanor Roosevelt, una rica heredera que se casó con un primo y fue llamada “la primera dama del mundo”.
Era un fenómeno, la Roosevelt. Activista social, columnista, escritora, delegada de los Estados Unidos en la Asamblea general de la ONU, donde fue impulsora y supervisora del texto llamado a convertirse en la Declaración de los Derechos Humanos.
A todo esto y más le dio tiempo, contando con que sobrevivió 17 años a su marido.
En las ruedas de prensa, Eleanor convocaba sólo a mujeres periodistas para crear oficio. Tenía una columna (My day) que publicaba en los periódicos más importantes de América. Recorría el país para conocerlo de primera mano, interesándose de paso por las políticas de ayuda.
Era lesbiana y permaneció tres décadas (que se dice pronto) con la misma amante, Lorena A. Hickok. Para compensar, su marido estaba liado con la secretaria, y Eleanor se desquitó volcándose intensamente en la vida pública. Una forma más de olvidar la tragedia de su padre, que se arrojó por una ventana.
A lo que iba. Joe Biden se estrena hoy en la Casa Blanca con título de casado en segundas nupcias. La afortunada es una maestra llamada Jill Tracy, una docente de Virginia. Sólo hubo un precedente de soltería en la Casa Blanca. Se llamaba James Buchanan.
Atrás quedan Donald y Melania Trump, dos gigantes que tal vez celebren su salida con un divorcio. El entrecomillado de esta semana va precisamente dedicado a la modelo eslovena y dice así: "Melania desnuda es como una visita privada y nocturna al Partenón".
Yo pensaba que lo había escrito Donald Trump en homenaje a su chica, pero me equivocaba. Ha salido de la pluma de Juan Abreu, un cubano de La Habana. Se conoce que Melania le gusta. No me extraña. Es toda una mujerona, un poema blanco y abismal con factura de jaca.
¡A galopar!