Para mí que Íñigo Errejón confía tanto en su capacidad oratoria que se reta a sí mismo antes de subir a la tribuna para comprobar hasta qué punto es capaz de retorcer una idea.
Ciertamente aún no ha intentado demostrar que una cabra es un rinoceronte, o una raqueta de tenis una señal de tráfico, pero siguiendo la máxima circense del más difícil todavía, su última proeza ha consistido en tratar de probar que Apple, símbolo mundial del capitalismo, es el mejor ejemplo del triunfo de la inversión pública. Lo ha hecho, nada menos, que en el Congreso de los Diputados.
Me lo imagino ante el espejo:
-¿Que no hay huevos? ¡Ahora verás!
[En realidad, él diría: ¿Que no me atrevo? Íñigo se cuida de utilizar expresiones machistas típicas de una sociedad heteropatriarcal. Evitarlas requiere en ocasiones disciplina y años de entrenamiento].
Según asegura, lo de Steve Jobs trajinando con chips en un garaje como ejemplo de emprendimiento es una milonga que nos han contado para ocultar la auténtica verdad: que muchas de las aplicaciones y desarrollos tecnológicos que incorpora el iPhone se han logrado gracias al impulso del Estado.
Pone el ejemplo de la pantalla mutitáctil, que se desarrolló en la Universidad de Delaware, que es pública. Y recuerda que internet y el GPS los desarrolló el Departamento de Defensa americano, que lógicamente también es público.
Lamenta por eso el "tópico cuñao" que dice que alguien de izquierdas no puede tener un iPhone. De sus palabras cabe deducir justo lo contrario: que la gente de izquierdas debería enorgullecerse de tener un iPhone, y los liberales avergonzarse por ello.
Hay que reconocer que Íñigo se pone a veces el listón alto, incluso para él.
Pero por no dejar cabos sueltos. Respecto a la Universidad de Delawere. Habría que apuntar que se gestiona de la forma más parecida a una empresa, como el resto de universidades de Estados Unidos. Tiene un consejo que recurre a un cazatalentos independiente para que busque al mejor rector, que saldrá de una minuciosa selección internacional de entre cientos de candidatos, y al que, una vez elegido, se le fichará por un periodo de unos cinco años, si bien se le podrá echar antes si defrauda las expectativas.
Es el rector el que se juega su puesto nombrando a los decanos. A los profesores se les examina de forma recurrente y están años a prueba antes de lograr la condición de titulares. Es habitual que a los mejores se los disputen varias universidades y que pujen por ellos, puesto que sus salarios no están fijados por la Administración.
Nada que ver por tanto con las publiquísimas y endogámicas universidades españolas, donde si tienes un profesor amiguete te puede fichar para que trabajes a distancia pese a tener un contrato que exige presencialidad. Sin ir más lejos es lo que le ocurrió a Errejón en la de Málaga.
En cuanto a los hallazgos del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, manda huevos (esto lo digo yo) que quien presume de antiimperialista, antibelicista y por tanto de antiamericano, pondere que por las venas de aquel corra el dinero público. El caso es que también circula, y a raudales, por las del Ministerio del Poder Popular para la Defensa venezolano o por el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias cubano, pero no ha sido ni en Caracas ni en La Habana donde germinaron internet y el GPS.
En todo caso, si el discurso del iPhone le sirve a Íñigo para dormir con la conciencia tranquila -al mirar el aparatito no ve el producto de una empresa privada que cuesta más de mil euros, sino "el rol central de un Estado emprendedor"- habrá que darlo por bien empleado. Pero que luego no me critique a Miguel Bosé.