A Fernando Trueba la Historia del cine lo absolverá por mucho que sus amigos agraven el fracaso de su último estreno con el oprobio de una supuesta conspiración. Fidel Castro encontró en el imperialismo yanqui un pretexto para perpetuar su dictadura verdeoliova, del mismo modo que Juan Cruz o Ramón Colom -por citar sólo dos nombres- han hallado en el #BoicotATrueba la mano rojigualda que mueve la indiferencia o el aplauso de las taquillas.
Es verdad que ha existido el hashtag contra el estreno de La reina de España porque Trueba dijo que no se ha sentido español ni cinco minutos en su vida, como antes lo hubo contra Pedro Almodóvar por su progresismo offshore, o contra Willy Toledo porque un día empezó a interpretar a Gabriel Rufián y quedó atrapado en el personaje.
En un país educado en las banderías y los corporativismos, y cuyas gentes del cine se han erigido tantas veces en vigías del progresismo, del pacifismo y de la bondad, tampoco puede extrañar que haya quienes trompetean en las redes contra la ceja. Pero la efectividad dudosa de estas vendettas vía Twitter resulta menos contrastable que el agrado con que directores y actores se acogen al burladero de su victimización.
Trueba está "triste" -dice- porque el "ruido en las redes" le priva del fruto de su talento. Es humano que alivie su desengaño buscando culpables en las sentinas de Forocoches. La autocompasión es la oblea de quienes confunden -o confundimos- a Dios con Wilder, Onetti o Chet Baker por citar tres divinidades paganas.
No he visto aún La reina de España, que cuenta como garantías haber sido dirigida por Trueba y ser una secuela de La niña de tus ojos. Habrá tiempo porque el arte es largo y no todos los fines de semana son ríos que van a morir al bar. Tampoco siento pena o satisfacción por el porrazo de esta película en las salas tras su promoción estomagante. Digamos que, como el atribulado director, soy un apátrida del ocio y la cultura que elige sus butacas sin pensar "ni cinco minutos" en el lugar de nacimiento o la filiación política o sexual del autor de turno.
Del asunto Trueba divierte, maliciosamente, que fue él quien en es este periódico dijo aquello de que "si no te gustan las películas de la Guerra Civil -o de la posguerra- no vayas a verlas". También resulta gracioso que quienes alertan del supuesto boicot españolista -es decir, sus amigos- traten de contrarrestar la presunta conspiración con un llamamiento a las salas más propio de marchantes de quesos con denominación de origen que de personas interesadas y comprometidas con la cultura en un mundo globalizado.