Antich: "Felipe VI tomó las riendas y creó una columna con Lesmes, Marchena, Llarena y la Fiscalía"
"Creo que habrá sentencias duras en el juicio del 'procés'" / "Si Cs, PP y Vox hacen lo que están diciendo que harán, implosionará Cataluña y también España" / "El PSOE debería haberse abstenido en Andalucía para aislar a Vox" / "El independentismo no volverá a sus casas ni lo dejará a otra generación". / "Un problema de Cataluña es que no manda nadie, como en España... Torra y Sánchez mandan poco"
27 enero, 2019 01:52José Antich (Seu d'Urgell, 1955) es el director del diario catalán El Nacional. Lo fue anteriormente, entre 2000 y 2013, del diario La Vanguardia, de donde fue despedido por defender una línea editorial más cercana a las tesis del independentismo de lo que le habría gustado al Grupo Godó. Él se defiende apelando a sus lectores: "La Vanguardia estuvo durante un tiempo más cerca de sus lectores y compradores de lo que lo está ahora".
Dirige un diario nacionalista y sus ideas están meridianamente claras para cualquiera que lea uno solo de sus artículos. Antich, que viste una camisa con sus iniciales (JA), defiende una idea del periodismo más cercana a la del Walter Matthau de Primera Plana que al del periodista arquetípico de la CNN o el The New York Times, ese que supura tanta ideología como cualquier otro, pero que la reviste con proclamas de pureza deontológica más falsas que un duro sevillano.
Antich, en fin, no miente. Afirma que la verdad se puede explicar de muchas maneras y reconoce que él no quiere ser político, sino periodista, pero periodista con influencia. Cuando acaba la entrevista, agradece el tono (entiendo que se esperaba un Vietnam). Lo cierto es que el entrevistador tenía que escoger entre dos opciones: una entrevista a cara de perro, baldía, entre dos periodistas de ideas diametralmente opuestas, o una entrevista nutritiva con una de las personas que mejor conoce las tripas del procés catalán. El lector juzgará el resultado.
En menos de dos semanas empieza el juicio contra los líderes del 'procés'. ¿Qué espera de él?
Como periodista, y por la información que manejo, espero sentencias duras. Creo que las penas se van a distanciar poco de las peticiones de la Fiscalía y del juez Llarena. Como persona informada acerca de lo que ocurrió aquellos días, creo que lo máximo que hay es desobediencia a unas resoluciones del Tribunal Constitucional. Un delito que desde el punto de vista de las penas está topado y desde el de la inhabilitación, abierto.
¿Cree que las sentencias están dictadas de antemano?
Tal y como me formula la pregunta, sería muy duro decir que sí. Ahora, sinceramente, no puedo decir que no. Desde un primer momento ha habido un relato ficticio que la Justicia ha acabado haciendo suyo y que se ha impuesto también en la opinión pública española.
Independientemente de la calificación jurídica de los hechos, ¿no exige la razón de Estado…
Escarmentar.
…iba a decir "castigar", pero sí: escarmentar a quienes ponen en peligro la existencia misma de ese Estado?
Yo creo que el discurso del Rey Felipe VI del 3 de octubre marca un antes y un después. Hasta el discurso del Rey, este es un tema entre el Gobierno catalán y el español. A partir de su intervención, es un tema entre el Estado español y Cataluña.
Desde mi punto de vista, la intervención del Rey fue errónea, equivocada y sólo hizo que añadir leña al fuego. Sin ese discurso, el Gobierno de Mariano Rajoy hubiera tenido un mínimo margen de actuación. A partir del 3 de octubre, el Gobierno español desaparece y Felipe VI toma las riendas de la relación con Cataluña.
¿Las riendas? ¿A través de qué cauces?
A través de la Justicia.
¿Me está diciendo que la Corona influye de forma directa en la Justicia española?
La Corona toma una decisión equivocada y, a raíz de esa decisión, el Gobierno español desaparece de escena y se crea una columna vertebral. Una columna formada, de arriba abajo, por el rey Felipe VI; el presidente del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes; el presidente del tribunal del procés, Manuel Marchena; el juez instructor, Pablo Llarena; y la Fiscalía. El ministro de Justicia del PP, Rafael Catalá, es en este escenario un mero peón sin influencia.
Estamos en un momento en el que se escenifica mucho y se avanza poco. Aunque también se retrocede poco
¿Ha cambiado algo el escenario con la presidencia de Pedro Sánchez?
En las formas, sí. Ahora hay un presidente que rehuye el 155. Pero en el fondo, las dos posiciones están clavadas donde estaban. La española, en el no al referéndum. Y la catalana, en el sí al referéndum. Estamos en un momento en el que se escenifica mucho y se avanza poco. Aunque también se retrocede poco.
¿Habrá indultos?
Para que haya indultos, se tienen que pedir. Y yo creo que los presos independentistas no pedirán nunca un indulto.
¿Quizá una concesión de tercer grado muy rápida?
Si las sentencias no fueran tan altas como se espera, es decir, si nos situáramos en la hipótesis de unas condenas de entre cinco y ocho años, eso implicaría que, como cualquier otro preso, los líderes del procés podrían acceder al tercer grado a los tres años de condena. Teniendo en cuenta, claro, que llevarán casi dos cuando acabe el juicio.
Pero creo que esta no es la situación real. Creo más bien que el Gobierno de Pedro Sánchez ni debe, ni sabe, ni puede influir sobre la Justicia. La Justicia ya ha tomado la decisión. Será muy difícil que el juez Marchena desacredite al juez Llarena. Porque la instrucción ha sido hecha por este último, pero ha sido validada por el primero. El autor intelectual de todo lo que ha hecho Llarena es el juez Marchena.
¿Es cierta la guerra civil entre los sectores pragmático y ortodoxo del independentismo de la que hablamos muchos medios en Madrid?
En parte, sí. Yo no lo calificaría de "guerra civil", pero sí es verdad que hay una división a la hora de establecer las estrategias y de fijar una hoja de ruta compartida. Eso es obvio. Pero no es muy diferente a otras divisiones que el independentismo ha vivido a lo largo de estos últimos años. En enero de 2016, Artur Mas no pudo asumir la presidencia de la Generalidad porque la CUP vetó su candidatura. Después, asumió la presidencia Carles Puigdemont, pero no pudo aprobar los Presupuestos. Y tuvo que presentar una moción de confianza.
El independentismo ha avanzado a trompicones a corto plazo, y unido a largo plazo. Cada paso ha sido complicado, pero siempre ha superado los obstáculos. Como hizo el 1-O y también el 27-O, con la declaración de independencia, que se produjo sin fisuras entre los bloques.
¿Y cuál es su opinión? ¿Debe el independentismo optar por el pragmatismo o por la ortodoxia?
Me cuesta mucho responder a esta pregunta porque nunca me la he hecho. Pero, para mí, la mejor estrategia es la que unifique siempre al mayor número de personas. Es decir, la que no deje fuera a gente. A gente no ya del bloque independentista, sino a la que sin ser independentista está a favor del referéndum.
Yo creo que la gran apuesta del independentismo catalán ha de ser la de que se hizo un referéndum el 1 de octubre de 2017. Que ese referéndum no contó con el apoyo de todas las fuerzas políticas catalanas, pero sí con el del 60% del arco parlamentario. Que votaron dos millones de personas, que para algunos pueden ser muchas y para otros, pocas. Que ese bloque no se ha roto. Y que este es un proceso largo que sólo se solucionará con un referéndum acordado.
¿Pero ve próximo ese referéndum acordado?
No. Y por eso, precisamente, chocan las diferentes estrategias del independentismo.
Le pido una respuesta sincera. ¿Cataluña está mejor o peor que antes del 1 de octubre de 2017?
¿En qué sentido? ¿Social, político, económico?
En todos ellos.
Creo que sobre Cataluña se ciernen los mismos peligros que sobre España y sobre Europa. Es decir, una crisis económica que todos coincidimos en llamar "desaceleración" en vez de "crisis" para no asustar a la gente.
En cuanto a la convivencia, yo no la veo ni mejor ni peor. La veo igual, aunque creo que los políticos deberían tener cuidado y no llevar la confrontación a la esfera ciudadana. Tampoco tengo la impresión de que la economía catalana vaya diferente por el procés. Aquí se van algunas empresas, pero también llegan otras. Los últimos datos de visitas de turistas y de consumo por turista son esperanzadores. Y claro que hay incidentes y que hay huelgas, como la de taxistas. Pero también las hay en Madrid.
La posibilidad de acceder a la información es diferente para un periodista de Madrid y uno de Barcelona
¿No ha afectado el 'procés' a las relaciones personales?
Creo que hay mucha mitología sobre cómo afecta el procés a las relaciones personales. Yo soy hijo de un padre de lengua catalana y de una madre de lengua castellana hija de militar. En mi casa se habla castellano y catalán. Mi madre sigue viviendo en un pueblo de los Pirineos, la Seu d’Urgell, y sigue hablando en castellano con sus amigas. Lo que sí creo es que ha emergido una parte de la sociedad catalana que se ha decantado claramente hacia el independentismo y que expresa su opinión, cosa que antes no existía o que se daba en ámbitos muy reducidos.
Entonces, ¿no existe conflicto, según usted?
Que la situación política esté vibrante no me parece… Mire, yo viajé a Escocia durante el referéndum de independencia. Las dos posiciones eran muy beligerantes. Y eso se notaba en los actos políticos y en las calles. Y nadie decía que la sociedad escocesa estuviera dividida. Yo no le doy mayor importancia.
¿Tiene remedio el conflicto catalán o sólo se puede conllevar?
Yo creo que hay una situación anómala, que es la conllevancia, y una situación democráticamente entendible, que es que la masa independentista no volverá ya a cifras del 15%. Podrá ser del 47,8%, del 52% o del 45%, pero el bloque independentista catalán ha venido para quedarse. Y la sociedad española, la intelectualidad española y la clase política española deberán resolver esto algún día. Lo pueden hacer por la fuerza, que es lo que intentan PP, Cs y Vox, o lo pueden abordar con diálogo, que es como intentan hacerlo el PSOE y Podemos. El independentismo catalán no volverá a sus casas ni dejará este tema para otra generación.
¿Cree que es cierta la imagen que se tiene en Madrid de la prensa catalana? Es decir, la de una prensa sumisa al poder y dependiente económicamente de las ayudas de la Generalidad.
Yo he estado en cinco medios a lo largo de mi carrera: la agencia EFE, El Periódico de Cataluña, El País, La Vanguardia y, ahora, El Nacional. Siempre ha existido la idea de que en Cataluña hay un tipo de prensa diferente a la de Madrid. La idea de que la prensa catalana es dócil y la de que la de Madrid "va a matar". Y yo creo que ninguna de las dos ideas es exactamente cierta.
La prensa en catalán recibe subvenciones. Pero subvenciones regladas por ley. La prensa de papel recibe tanto por ejemplar, y lo recibe tanto La Vanguardia, como El Periódico de Cataluña, como lo recibía la edición en catalán de El País o la de El Mundo. También los medios digitales tenemos, en proporción a nuestro número de lectores, unas ayudas económicas. Pero nada más.
Y la publicidad.
Tenemos, obviamente, campañas de publicidad: campañas del Ayuntamiento de Barcelona o del Gobierno de España. Pero oye: el Gobierno de España, incumpliendo la proporcionalidad, no nos pone a nosotros ninguna publicidad. Nos debería poner poca o mucha, pero proporcional a nuestros lectores. Nos la tendrían que poner en la edición en catalán, que es una lengua española, y también en la edición en español, que también la tenemos. Pero no nos la pone, y me he de aguantar.
¿Que el Ayuntamiento de Barcelona y el Gobierno de la Generalidad ponen más publicidad en la prensa catalana? Sí. Pero la proporción entre un grupo tan alejado del independentismo como es el Grupo Godó de La Vanguardia y mi diario es de diez a uno. Estas son las reglas del juego en publicidad.
También se critica un segundo aspecto de la prensa catalana: el hecho de que hayan tenido que ser los medios de Madrid los que publiquen casi siempre los escándalos que han afectado a los partidos nacionalistas.
No sé si todos los casos han sido publicados por Madrid, pero seguramente debe de ser así, efectivamente. Aunque si fuéramos a mirar el escándalo de los ERE en Andalucía, veríamos que también ha sido publicado por la prensa de Madrid. O los escándalos de corrupción del PP en Valencia o en Baleares.
Todo eso tiene más de una explicación. Pero la principal es que todos, o la mayoría de los casos, son instruidos por jueces de Madrid. En la mayoría de los casos, la Fiscalía que actúa es la de Madrid. Y en la mayoría de los casos, la Policía que interviene es la Policía española.
Es decir que las filtraciones se producen donde se producen.
El foco está más en Madrid que aquí, sí. Ahora bien, eso no tapa los errores que hayamos podido cometer los periodistas catalanes al no intentar acceder a esa información. Pero también es cierto que la posibilidad de acceder a la información es diferente para un periodista de Madrid y uno de Barcelona. No competimos con las mismas armas.
Estoy seguro, y lo digo no porque esté ahora frente a mí, de que usted publicaría cualquier escándalo que afectara a Carles Puigdemont o a Oriol Junqueras si le llegara la filtración a su despacho…
¡Evidentemente! Yo he sido director de La Vanguardia durante catorce años y no hemos dejado de publicar ninguna cosa que afectara al Gobierno catalán. Es verdad que muchas veces te llega información que no tienes posibilidad de contrastar o que no sabes si es del todo cierta. Los que tenemos una cierta edad sabemos perfectamente cómo se ha practicado el periodismo de investigación durante los últimos veinte o treinta años. La aparición de actores como Villarejo, por ejemplo, ponen eso blanco sobre negro.
Como decía, estoy convencido de que usted lo publicaría. Pero… ¿pondría la mano en el fuego por otros en Cataluña?
Pues… no lo sé. En general, los grandes diarios, o los de larga tradición, tienen muchas ventajas y muchos inconvenientes. Los nuevos diarios digitales tenemos pocas ventajas, pero también pocos inconvenientes. Y eso vale no sólo para la prensa catalana, sino también para El País o el ABC.
Si vemos los escándalos que han afectado a la Corona nos daremos cuenta de que no han sido tratados igual por la prensa digital que por la de papel. Los corsés de la prensa de papel no los tiene la digital. Y eso no creo que sea un tema territorial.
Un problema que tiene ahora Cataluña es que no manda nadie. No hay una figura de la que se pueda decir: "manda éste"
Para preparar esta entrevista he hablado con varias personas que le conocen. Una de ellas me ha dicho algo muy interesante: "Vas a entrevistar al director de un diario que tiene mucho en común con tu propio director: los dos creen que el periodismo es política por otros medios". ¿Está de acuerdo?
[Se ríe] Yo nunca me he considerado un político, sino un periodista. Pero sí he tratado de ser un periodista influyente. Y eso quiere decir que el periodismo que yo he hecho no ha sido neutro desde el punto de vista de la veracidad, porque la verdad se puede explicar de muchas maneras. Como también ocurre con la mentira, por cierto.
Yo creo que la historia del periodismo en España no se puede explicar sin Pedro J. Ramírez, pero sí que se puede explicar la historia del periodismo en Cataluña sin José Antich. Yo aprecio y admiro a Pedro J. Creo que es un animal periodístico y que defiende lo que cree, y en eso nos parecemos. Ahora: seguramente lo hacemos de una manera diferente.
¿Cuánto manda usted en Cataluña?
Yo diría que no aparezco en la lista de los diez primeros, pero si miramos la de los cincuenta… tampoco. Los periodistas nos creemos que mandamos mucho. Los políticos, también. Pero mandamos mucho menos de lo que pensamos. Tanto es así que los políticos desaparecen con una enorme celeridad. Los periodistas no desaparecemos, pero nos reinventamos. Yo no creo que mande. Pero sí he intentando tener buenas relaciones con todos los que mandan en Cataluña.
¿Y quién manda hoy en Cataluña? ¿Puigdemont? ¿Junqueras?
Uno de los problemas que tiene ahora Cataluña es que no manda nadie. Yo le podría decir que en la época de Mas mandaba Mas, o que en la época de Puigdemont mandaba Puigdemont, o que en la época de Pujol mandaba Pujol, o que en la época de Maragall mandaba Maragall. No habría estado tan seguro de quién mandaba durante la época de Montilla. Pero ahora, en Cataluña, manda un poco el presidente de la Generalidad…
Se refiere a Quim Torra, entiendo.
Sí, a Torra. Manda un poco Puigdemont desde el exilio. Manda un poco el vicepresidente Junqueras desde la prisión. Manda un poco, en otros ámbitos, Isidre Fainé desde La Caixa. Manda otro poco el Grupo Godó. Manda otro poco, pequeño, Ada Colau. Y seguramente en ese poco restante que queda entramos otros muchos. Pero no hay una figura de la que se pueda decir, como en otras épocas, "manda éste".
¿Y en España quién manda?
Con Aznar mandaba Aznar. Llegó Zapatero y no mandaba tanto como Aznar. Vino Rajoy y se puede decir que mandaba Rajoy, pero menos de lo que lo hizo Aznar.
¿Y Sánchez? ¿Manda algo Pedro Sánchez?
De Sánchez se puede decir que es presidente del Gobierno, un cargo muy importante. Pero… ¿realmente manda? Yo creo que manda lo mismo que Torra. O sea psé. Manda un poquito. Pero hay otros actores que han entrado en juego y que no habrían entrado con una presidencia del Gobierno sólida. Así que el mando se ha parcelado.
En Madrid se habla mucho, y despectivamente, de la equidistancia. El paradigma de la equidistancia serían Enric Juliana y 'La Vanguardia'.
Bueno, durante mucho tiempo se dijo que La Vanguardia no era equidistante. Se decía que era independentista. Y fruto de aquella campaña hostil, y yo creo que injusta, acabé fuera del diario. Es verdad que, durante un tiempo, La Vanguardia estuvo más cerca de sus lectores y compradores de lo que lo está ahora. No lo digo como crítica, sino como constatación.
Nosotros, desde 2012, con el procés, sondeábamos a nuestros lectores y suscriptores. Y se producía la enorme paradoja de que los lectores de la edición en catalán veían la posición de La Vanguardia de una manera, y los de la edición en castellano la veían de otra manera. Una vez dicho eso, no hubo ninguna encuesta en la que la posición de La Vanguardia bajara con respecto a la encuesta anterior. Dicho de otra manera: la posición del diario respecto a sus lectores era impecable. Lo que ocurre es que no tiene la misma influencia un lector de Ripoll que uno de Sarrià o de Pedralbes.
¿Le preocupa la aparición de Vox?
A ver… me preocupa que haya mucha gente que pueda votar a Vox. No me preocupa que haya un espacio representado por Vox y que se acabe con esa idea de que toda la ultraderecha estaba en el PP. Que eso se normalice, y que haya una formación que lo represente, no me preocupa, aunque yo creo que Vox es en realidad más franquista que de ultraderecha. Pero que ese espacio sirva para conformar gobiernos, rompiendo los equilibrios en España, sí que me preocupa.
Yo creo que Andalucía necesitaba un cambio, pero me habría gustado que ese cambio se lograra con la abstención del PSOE. Yo creo que el PSOE ha hecho una mala lectura de la situación andaluza y que debería haberse abstenido para aislar a Vox.
¿Qué cree que ocurrirá en las próximas elecciones generales si PP, Cs y Vox suman mayoría absoluta?
Si hacen lo que están diciendo que harán, implosionará Cataluña y seguramente también España. No es verdad que ellos vayan a hacer un 155 para acabar con la situación en Cataluña. Lo que quieren es enmendar la España de las autonomías.
Yo creo que la ola de Rivera, y ahora también la de Casado, es una enmienda a la totalidad. Ya no hablamos de lo que pasará en Cataluña, sino también de lo que pasará en el País Vasco y en Galicia. ¿Cómo asumirán el cambio estas comunidades? Si algo hizo la Constitución es constatar que estas tres nacionalidades tenían una identidad propia. Y ahora se busca acabar con ello.
¿Cómo?
Se busca retroceder en el tema de la lengua en Cataluña. Pero es que estamos viendo lo que está pasando en Baleares. ¿Va a pasar en Cataluña y no en Baleares? Se busca con el tema de los Mossos. ¿Se va a hacer en Cataluña y no con la Ertzaintza?
Lo que se ha puesto en marcha es el pensamiento político de Aznar, que ha penetrado en todos los partidos de derechas, y que dice que esto de las autonomías se ha acabado porque es una broma. Los mismos que durante la Transición y por complejo no defendieron determinadas posiciones creen que, muchos años después, ya pueden por fin defenderlas.
¿Cómo valora usted el Estado de las autonomías?
Ha sido bueno para Extremadura, Castilla-La Mancha o La Rioja, porque ha acercado los centros de poder a esas comunidades, pero negativo para Cataluña o el País Vasco. Cataluña o el País Vasco no querían una descentralización administrativa, sino poder tomar decisiones reales. Sobre el aeropuerto de Barcelona, por ejemplo, o sobre su autonomía financiera. Se intentó con el Estatuto de 2016, pero Zapatero no tuvo coraje para imponer su voluntad en el grupo parlamentario socialista. Tuvo más fuerza Alfonso Guerra. Y, luego, el Tribunal Constitucional cometió el inmenso error de enmendar una votación popular, algo que no debería haber pasado jamás.
El famoso editorial conjunto.
El editorial tuvo una repercusión positiva en Cataluña y negativa en España. Pero si se lee hoy, casi diez años después, se ve que está pasando todo lo que se decía en él. No pretendía ser un editorial amenazante, sino uno que dijera: "Si el problema no se resuelve de una determinada manera, que es como lo han decidido las Cortes españolas y el Parlamento catalán, esto entrará en una espiral que no se podrá gestionar". Pero bueno, no se hizo caso, porque obviamente no tenían por qué hacerlo, y aquello fue el punto de arranque para todo lo que pasó luego.
El día que el nacionalismo vasco se sienta mal tratado irá hacia demandas similares a las de Cataluña
Hablemos de los Presupuestos de Sánchez.
Se puede discutir si se tiene que cumplir o no lo que dice el Estatuto de Cataluña o que la inversión del Estado deba ser proporcional al PIB. Pero… ¿es normal que la prensa catalana diga que los Presupuestos son insuficientes porque no respetan el Estatuto y en cambio la prensa de Madrid diga que Pedro Sánchez se ha rendido al independentismo? Eso es insólito. Algo anómalo está pasando. ¿Es posible que el bloque mediático de Madrid esté literalmente equivocado en su totalidad, o que lo esté el bloque mediático catalán?
Pero es que no son puntos de vista excluyentes.
Sí lo son.
Como usted ha dicho antes, la verdad se puede explicar de muchas maneras.
Ya, ya, ya. Eso es verdad. Pero es que en Madrid eso abarca desde La Razón hasta El País. Y en Cataluña eso abarca desde La Vanguardia hasta nosotros. Los bloques son monolíticos. Y por eso esto es tan difícil de deshacer, y por eso algunos de nosotros creemos que esto sólo se solucionará con un referéndum.
No parece haber consenso para ello, señor Antich.
Yo recuerdo que, en 2012, uno de los defensores de la idea de un referéndum no vinculante, pero sí informativo, para conocer la opinión de la ciudadanía de Cataluña era Francesc de Carreras. Y Francesc de Carreras no es sospechoso de independentismo. Y, en fin, han pasado muchos años y creo que ya lo puedo explicar: yo almorcé en 2012 con Albert Rivera y por aquel entonces él era partidario de un referéndum.
¿Rivera partidario de un referéndum de independencia? ¿Con qué argumentos?
Decía que España no podía defender de forma cobarde sus posiciones en Cataluña. Rivera estaba convencido de que ese referéndum lo iban a ganar los constitucionalistas. Y ya era presidente Mariano Rajoy por aquel entonces, pero Rivera no había dado todavía el salto a España, aunque Cs ya tenía una cierta importancia. Y esas dos posiciones, la favorable y la desfavorable al referéndum, no han ido evolucionando hacia el acuerdo, sino hacia el desacuerdo.
En el País Vasco la situación es ahora diferente.
Hay una situación de una cierta normalidad autonomista, sí. Es verdad que a los Gobiernos españoles esa normalidad les cuesta mucho económica y políticamente. Lo que no se ha querido hacer en Cataluña se ha hecho en el País Vasco. No es una crítica, es una realidad. Con el País Vasco se puede abordar todo, pero con Cataluña no.
¿Y a qué se debe eso? ¿A ETA?
En parte, sí. En parte, también, a que los intelectuales españoles nunca han visto el independentismo vasco como un peligro. Lo que han visto es terrorismo, pero nunca ha habido desde Madrid la misma mirada respecto a las reclamaciones del País Vasco que respecto a las de Cataluña.
En el 96, Aznar se sienta a negociar con Arzalluz y Pujol. Aznar ha sido el presidente del Gobierno que ha hecho más cesiones. Y eso que Arzalluz era infinitamente más radical que Pujol. Lo que ocurre es que el nacionalismo vasco se ha sentido siempre bien tratado. Han pensado que su situación financiera, con el Cupo, era más que satisfactoria. Aunque no tanto con el Concierto, que es algo más etéreo. Además, no ha pasado año sin que el País Vasco tenga más competencias.
Pero eso en Cataluña no ha pasado, aunque las realidades son prácticamente las mismas: una mayoría nacionalista, allí de PNV y Bildu, y aquí de JxCAT, ERC y la CUP. Pero el día que el nacionalismo vasco se sienta mal tratado, ¿hacia dónde irá? ¿Hacia el constitucionalismo? ¿Hacia el españolismo? No: irá hacia demandas similares a las de Cataluña. Cataluña no es cualquier comunidad autónoma. Ni lo es por población, ni por PIB, ni por impulso económico. ¿Puede asumir España que el foco catalán se contagie al vasco? Yo creo que no.
Señor Antich, sea realista. ¿Cree de verdad que Cataluña será algún día independiente?
Lo que yo creo es que todos los pueblos que han querido ser independientes lo han sido al final. La historia lo demuestra.