Los cambios de criterio y las contradicciones en las que ha incurrido José Manuel Soria desde que se le vinculó con los papeles de Panamá le dejan en muy mal lugar, porque, una de dos: o estamos ante un torpe o estamos ante alguien que trata de ocultar algo, lo cual abona inmediatamente la tesis de la evasión fiscal.
Primero, se defendió asegurando que desde que entró en política, en 1995, no había tenido más actividad que la pública. Se ha sabido después que en 1997, cuando era alcalde de Las Palmas, figuraba en Oceanic Lines, una "empresa familiar" constituida en Reino Unido, que sustituyó a otra anterior, UK Lines, dedicada a servicios marítimos.
El ministro había dicho también que en UK Lines no había tenido "ninguna función", y que si su nombre aparecía en el registro como secretario, tenía que deberse a "un error". Este miércoles ha trascendido, sin embargo, que su firma manuscrita está en un documento de la compañía.
La cantidad de "errores" que se cometen en el extranjero con el nombre del ministro es -si atendemos a su versión- ciertamente poco común porque, según dijo, el hecho de que figurara en la documentación sobre paraísos fiscales del despacho panameño Mossack Fonseca era otro "error".
Ahora, Soria ha pedido comparecer ante la Comisión de Industria del Congreso para explicar con detalle todos los pormenores, pero días antes se había negado a prestarse al "juego político" de la oposición, a la vez que negaba legitimidad al Parlamento, alegando que el Gobierno en funciones, elegido en la anterior legislatura, no está sometido al control de la nueva Cámara.
Si el incoherente relato de Soria responde a la torpeza -y acumula ya muchas a lo largo de su carrera-, no merecería ser ministro. Si trata de borrar un pasado turbio, merece ser sacado de la política.