Recep Tayyip Erdogan

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Europa

Erdogan, el "hombre fuerte" de Turquía al que Occidente 'excusa' su deriva autocrática

El mandatario turco, que lleva 20 años en el poder, está en Madrid para reunirse con Pedro Sánchez en una cumbre bilateral de carácter económico y comercial. 

13 junio, 2024 02:27

Recep Tayyip Erdogan. Recep Tayyip Erdogan. Recep Tayyip Erdogan. El mandatario turco estampó su firma tres veces seguidas en el documento con el que se autodesignaba presidente del fondo soberano turco. Era 2018 y el líder del partido islamista AKP acababa de jurar el cargo como presidente tras una reforma constitucional que le otorgaba amplios poderes ejecutivos. En ese papel manchado de tinta, la culminación de un proyecto político en el que llevaba más de una década trabajando: la instauración de una "nueva Turquía" bajo la batuta de un único sultán

Hoy, Erdogan sigue al frente de lo que oficialmente se conoce como Türkiye -nombre con el que el Gobierno rebautizó al país para que, entre otras cosas, no hubiese confusión en su forma anglosajona, que también significa "pavo" ("turkey")-. Y salvo imprevistos, seguirá al mando el próximo lustro. Pero si Turquía ya no es Turquía, Erdogan tampoco es el que era. 

En las dos décadas que lleva en el poder (11 años de ellos como primer ministro), el líder turco ha gobernado el país, primero con guante de seda, luego con mano de hierro. Precisamente, fue su deriva autoritaria, que se exacerbó tras un intento de golpe de estado en su contra en 2016 y el posterior decreto de un estado de excepción, la que dañó la confianza de Turquía con sus aliados occidentales. 

El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan.

El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan.

Sin embargo, si la relación es todavía hoy turbulenta no es por el cada vez más descarado hostigamiento a la oposición. Tampoco (o no sólo) por los continuos recortes de los derechos LGTBI y de las mujeres. Sino, sobre todo, por la cambiante y contradictoria política exterior de un país con una geografía estratégica y que es miembro de la OTAN y el G20, además de eterno candidato a la UE. 

Esa diplomacia con sello personalista es la misma que este jueves ha llevado al líder turco a viajar hasta Madrid para celebrar junto con su homólogo español, Pedro Sánchez, una Reunión de Alto Nivel orientada a estrechar las relaciones entre ambos países en el terreno económico y empresarial. El objetivo de la cumbre es alcanzar un volumen de intercambios bilaterales de 25.000 millones de euros (5.000 más que en la actualidad) y firmar acuerdos de colaboración en diversas áreas. Una profundización de la "asociación integral" entre ambos países que llega en un momento delicado para Erdogan. 

¿Todavía un 'hombre fuerte'?

A sus 70 años, el mandatario turco ha ganado 17 jornadas electorales consecutivas. Una buena racha (a priori inalterable) que tocó fin en los comicios municipales del pasado marzo, cuando su partido perdió por primera vez las principales ciudades del país y provincias clave a manos de una oposición unida y conformada en parte por exiliados de su propio Gobierno.

Hay quien ve en este batacazo electoral un voto de castigo por la grave crisis económica y del coste de vida que está azotando a los ciudadanos y que los movimientos que ha impulsado Erdogan no logran suavizar. Y es que el Gobierno lleva tiempo insistiendo en aplicar una política económica poco ortodoxa basada en la bajada de los tipos de interés y en la devaluación de la lira turca. Una maniobra contraria a la teoría económica dominante que se ha traducido en un aumento constante de la inflación -que ha llegado a superar el 85% (actualmente roza el 70%)-, y del desempleo. 

La deblace de Erdogan en las urnas se produjo apenas un año después de que los electores turcos le reeligieran como presidente. Entonces la economía ya llevaba tiempo en caída libre y el país estaba inmerso en una profunda crisis humanitaria por los desastres provocados por el terremoto de inicios de 2023. Así, una de las lecturas más extendidas de este triunfo es que los votantes pensaron menos en los aspectos económicos y más en sus preocupaciones nacionalistas. Es decir, que muchos votaron al candidato al que, en un contexto internacional tenso, percibían más capaz de garantizar su seguridad.  

Precisamente, uno de los grandes éxitos que se le puede atribuir a Erdogan es que a pesar de los vaivenes (pasó de una política de "cero problemas" con los vecinos a querellarse con todo su entorno), ha sabido robustecer la talla geopolítica de Turquía. Lo ha hecho sobre todo a través del fortalecimiento de la industria militar nacional.

Hoy por hoy, cuenta con el segundo mayor ejército de la OTAN y sus Fuerzas Armadas utilizan una gran variedad de armamento sofisticado fabricado en casa. Además, el país ha cogido un fuerte impulso en proyectos nacionales como el de los drones Bayraktar TB2que se han convertido en la punta de lanza de la resistencia aérea de Ucrania ante la invasión de Rusia. 

El difícil equilibrismo turco 

Detrás de la ambición de conseguir una autonomía militar no sólo se encuentra la necesidad de responder a las pulsiones nacionalistas de una buena parte de la población, sino también a la de realzar la figura de Erdogan en la escena mundial. Una estrategia orientada, a su vez, a proyectar más poder en casa. Porque para Erdogan todo se reduce al "interés nacional". 

Sólo hace falta ver la postura de Turquía en la guerra en Ucrania. Desde que empezó el conflicto, el presidente turco se ha negado a posicionarse en un bando u otro. En teoría, como miembro de la OTAN, debería estar alineado con el gobierno ucraniano, afín a los valores europeos. Unos valores a los que, sobre papel, Turquía intenta acercarse desde 1999, cuando fue reconocida como candidata oficial a la plena adhesión a la Unión Europea.

El presidente turco, Tayyip Erdogan, y el mandatario ruso, Vladimir Putin en una foto de archivo.

El presidente turco, Tayyip Erdogan, y el mandatario ruso, Vladimir Putin en una foto de archivo. Reuters

Lo cierto es que Turquía se ha convertido en un proveedor de armamento clave para Kiev y ha mediado en las conversaciones que permitieron reanudar las exportaciones de cereales ucranianos. En enero de 2024, después de un largo periodo de negociaciones, aprobó la solicitud de adhesión de Suecia a la OTAN. Previamente dio el visto bueno a Finlandia tras meses de bloqueo. Lo hizo, eso sí, a cambio de que ambos países extraditaran a las personas acusadas de actividades terroristas en Turquía y EEUU le vendiese aviones de combate F-16. 

Sin embargo, mientras ha ido reforzado su compromiso con la Alianza, Ankara ha seguido estrechando sus lazos tanto con el presidente ruso, Vladímir Putin, como con Irán, país al que Occidente acusa abiertamente de promover el terrorismo. ¿Los motivos? Principalmente comerciales. Desde hace una década Turquía es un importante importador de gas ruso, por lo que desde el principio se ha negado a aplicar sanciones a Moscú, con quien ha continuado haciendo negocios. 

Este doble juego de Erdogan lleva a preguntarse dónde quiere realmente estar Turquía. Y quizá, la respuesta más sencilla sea en ninguna parte que no sea en casa, donde Erdogan sigue siendo el hombre más poderoso de Turquía desde que Mustafa Kemal Atatürk fundó la república hace ya 100 años.