La 'paradoja Stormy': los pagos de Trump le llevan al banquillo pero no le alejan de la Casa Blanca
El Partido Republicano ha cambiado en apenas diez días y eso que el expresidente aún no ha sido detenido ni se sabe qué cargos se le imputan.
1 abril, 2023 02:50Lo que hace una semana era precaución, incluso distanciamiento, hoy es un puño cerrado clamando justicia para Donald Trump. Así ha cambiado el Partido Republicano en apenas diez días y eso que el expresidente aún no ha sido detenido ni se sabe con exactitud qué cargos se le imputan. Si en su momento decíamos que su caso y, sobre todo, su petición explícita de una respuesta popular violenta, podían dividir al GOP y, en consecuencia, debilitar su posición como líder del partido, lo que nos llega desde Estados Unidos parece ir en sentido contrario.
Uno podría esperar en “el partido de la ley y el orden” un cierto respeto por la ley y el orden, pero hace años que eso no es así. Las tibias reacciones de Kevin McCarthy o de Ron DeSantis cuando Trump denunció por primera vez su inminente detención han dado paso a las soflamas de FOX News y a mensajes como el de la congresista Marjorie Taylor Green, quien escribió en redes sociales que estaría la semana que viene en Nueva York para participar de las protestas frente a la corte civil del distrito de Manhattan, donde presumiblemente se informará a Trump del inicio formal del proceso de acusación.
Taylor Green, representante del estado de Georgia, se define en su biografía como “pro-vida, pro-armas, pro-Trump” y es parte del ala más radical del Partido Republicano, el más vinculado a las milicias rurales. En ese mismo extremo se encuentra el analista televisivo Tucker Carlson, quien confiaba ayer a sus espectadores que el procesamiento de Trump demostraba que “este no es el mejor momento para deshacernos de nuestros AR-15” en referencia al arma preferida de estos grupos de tendencia paramilitar.
Pence y DeSantis, en la lucha
Ahora bien, Carlson y Green no están ni mucho menos solos. La expresión “caza de brujas” es la que más se repite entre los corrillos republicanos, no ya entre determinados grupos de votantes sino en las propias instituciones. Todo esto, hay que recordar, cuando ni siquiera se conocen los términos de la acusación ni las pruebas que la sostienen y teniendo en cuenta que el abogado de Trump ya pasó dos años en prisión por esta misma causa, precisamente cuando el multimillonario ocupaba la Casa Blanca. De hecho, hasta este mismo viernes, el fiscal general del distrito de Manhattan, Alvin Bragg, no ha recibido autorización judicial para anunciar públicamente el procesamiento.
Voces más moderadas, en principio, como la del exvicepresidente Mike Pence, se han sumado al corro del alboroto. En palabras de Pence, que tenía pensado presentarse a la nominación como candidato republicano a las elecciones de 2024, pese a su mala relación con Trump y la mala imagen que tiene entre los trumpistas por negarse a consumar el intento de golpe institucional del 6 de enero, “El hecho sin precedentes de procesar a un expresidente de los Estados Unidos por un asunto económico de su campaña es un escándalo”.
[Donald Trump, primer expresidente de EEUU imputado: "Esto es una caza de brujas contra mí"]
Pence repite así un “adagio” que nos es familiar: el escándalo no está en que el poder judicial haya visto pruebas suficientes para imputar y detener a Trump, sino en la imputación en sí, vista siempre como un ataque político. Incluso el gobernador de Florida, Ron DeSantis, ha tenido que salir a la palestra en favor de su antiguo amigo y hoy más feroz enemigo político: “Utilizar el sistema judicial como arma para hacer cumplir una agenda política pone patas arriba la legalidad en nuestro país”, escribió en Twitter. Recordemos que, según Trump, su imputación convierte a Estados Unidos en un país del tercer mundo.
Lo complicado es anticipar con certeza cuáles serán las consecuencias políticas de esta imputación. Está todo demasiado reciente y eso hace que las reacciones viscerales cobren más importancia en los análisis. Un estudio de esta misma semana de Ipsos/Reuters afirmaba que el 75% de los votantes republicanos estaban de acuerdo con la frase “Algunos miembros del Partido Demócrata y de las fuerzas de seguridad del estado están trabajando juntas para deslegitimizar al presidente Donald Trump a través de investigaciones con fines únicamente políticos”.
The weaponization of the legal system to advance a political agenda turns the rule of law on its head.
— Ron DeSantis (@GovRonDeSantis) March 30, 2023
It is un-American.
The Soros-backed Manhattan District Attorney has consistently bent the law to downgrade felonies and to excuse criminal misconduct. Yet, now he is…
La propia cadena FOX News publicaba este viernes un sondeo por el cual Trump superaba el 50% de intención de voto en las primarias republicanas, treinta puntos por encima de su máximo rival, el citado Ron DeSantis. El sondeo se llevó a cabo entre el 24 y el 27 de marzo, es decir, cuando ya se sabía que la imputación era inminente, pero aún no se había confirmado. Ahora, habrá que ver si la imputación y detención hacen que Trump suba aún más en estas encuestas o no. Todo hace pensar en lo primero.
¿Por qué? Por la propia reacción de sus rivales. Si nadie ha querido plantar cara al desafío de Trump y mandar un mensaje cuando menos de tranquilidad y confianza en el sistema de garantías estadounidense, es porque nadie está dispuesto a dar batalla política al expresidente. En consecuencia, si nadie está dispuesto a contrarrestar su discurso y devolver al GOP a la cordura, si todo el mundo insiste en la paranoia, el alboroto y la acusación gratuita… lo normal es que el votante acompañe. Y en ese terreno, nadie se mueve mejor que Trump.
La deriva
En ese sentido, se puede decir que, al contrario de lo que hubiera pasado en otro momento de la historia de Estados Unidos o con otro candidato, el escándalo Stormy Daniels no solo no aleja a Trump de la Casa Blanca, sino que le acerca. Al menos, en lo que tiene que ver con la nominación republicana. Otra cosa será convencer a los independientes y a los demócratas desencantados con Biden de que tienen que tragarse el sapo de la autocracia y la megalomanía por encima incluso de la ley y la constitución. Será difícil. Trump ya ha perdido el voto popular por varios millones en las dos elecciones a las que se ha presentado y, bajo su mandato, el GOP se pegó un batacazo tremendo en las midterms de 2018 y estuvo a punto de hacer lo propio en las de 2022.
Las alternativas que se presentan mientras los republicanos sigan entregados a la extrema derecha, la conspiración y la milicia no son precisamente halagüeñas. En los años noventa, Pat Buchanan estaba considerado un loco cuyo discurso no podía ser aceptado por un partido que quisiera gobernar el país. Hoy, no chocaría verle aspirando a la Casa Blanca. Del mismo modo, todo lo que nos chirriaba de Trump en 2015 y 2016, ahora nos resulta incluso moderado.
En las próximas elecciones, llegarán los Carlson y los Green y serán aclamados por buena parte del electorado republicano. Hay congresistas insistiendo en que el país está al borde de la guerra civil y que el culpable es el gobierno federal. Da la sensación de que dos de las cuatro ruedas que dirigen el coche de la democracia estadounidense se han salido por completo de su eje. Durante tantos años se ha jugado la batalla del odio y de la mentira que ya es imposible apelar a la verdad, ni siquiera a los mencionados conceptos de la ley y el orden, para tranquilizar a las masas. Y esa deriva no suele llevar a nada bueno.