La sombra de Trump se alarga en las 'midterms', aunque el dinero lo ponen el resto de republicanos
Aunque Trump se lleve todos los focos de la derrota o de la victoria de sus candidatos, lo cierto es que es el Partido el que le está pagando la fiesta.
9 noviembre, 2022 02:00236 de los candidatos a las primarias de este verano en el Partido Republicano consiguieron el apoyo explícito de Donald Trump. Aspirantes a senadores, congresistas, gobernadores, fiscales… todos recurrieron al expresidente como reclamo, teniendo que aceptar a su vez todo el credo trumpista: negar el resultado de las elecciones de 2020, insistir en que hay que "salvar América" y atacar constantemente al gobierno demócrata, especialmente sus políticas económicas y de inmigración. De los 236, sólo 19 perdieron sus primarias. Los otros 217, es decir, el 92%, ganaron y se presentaron este martes a sus distintas elecciones.
Aunque 61 de esos candidatos no tuvieron que enfrentarse a oposición alguna, la cifra no deja de ser impresionante. Entre los esponsorizados por Trump hay figuras más o menos conocidas como Sarah Palin o Marco Rubio, pero también un gran número de desconocidos, fanáticos de Trump con pasado generalmente en las fuerzas armadas o en algún medio de comunicación, provenientes de zonas rurales y prácticamente todos de raza blanca. Sin Trump, es muy probable que jamás hubieran conseguido siquiera la financiación necesaria para emprender una carrera de ese tipo.
Ahí es donde entra la organización Make America Great Again Inc., convertida ahora en Save America Inc.. Se trata de lo que se conoce en Estados Unidos como un PAC (Comité de Acción Política), organizaciones privadas que gestionan las donaciones electorales para los distintos candidatos. Según datos recopilados por el Washington Post, Trump, a través de MAGA, habría recaudado 161 millones de dólares en este ciclo electoral… de los que 92 quedarían aún por gastar, presumiblemente reservados para su propia candidatura de 2024. En otras palabras, no ha aportado a sus candidatos ni al partido la mitad siquiera de lo que dispone.
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El The New York Times expuso recientemente un ejemplo muy claro de lo que ha sido la política de Trump respecto a las midterms: durante los meses de agosto y buena parte de septiembre, seis candidatos republicanos a la gobernatura de sus estados no emitieron ni un solo anuncio en televisión tras conseguir su nominación en primarias. Los seis habían sido apoyados en su momento por Donald Trump, quien a continuación había cerrado el grifo del dinero. El rival parecía estar dentro del GOP y, una vez derrotado, el resto no importaba tanto.
Que paguen los críticos
Trump puede permitirse esto por dos razones: una de ellas es puramente política. Considera que su apoyo personal ya es suficiente premio como para no necesitar de más ayudas. La otra es, obviamente, económica. Una vez sus candidatos han sido elegidos, entiende que es responsabilidad del Partido Republicano y sus grandes donantes encargarse de financiar sus campañas, llenar las televisiones de anuncios y potenciar su imagen pública mediante mítines, fiestas y actos de todo tipo.
Así ha sido. Atendiendo solo a la carrera por el Senado, el PAC de Trump habría gastado 14,8 millones de dólares en todo el país. En comparación, los grandes donantes del Partido, entre ellos SLF, American Crossroads o Faith & Power PAC habrían colaborado con 238 millones… solo en siete de las elecciones más reñidas: Ohio, Carolina del Norte, Pensilvania, Wisconsin, Georgia y New Hampshire. Se da la circunstancia de que, en esas siete elecciones, el candidato elegido es un candidato de Trump, cuya organización ha aportado solamente 10,9 millones de dólares.
En resumidas cuentas, aunque probablemente Trump se lleve todos los focos de la derrota o de la victoria de sus candidatos, lo cierto es que es el Partido el que le está pagando la fiesta. Y algunos lo hacen encantados, pero otros más a regañadientes. El caso más llamativo es el de Ken Griffin, fundador del fondo de inversión Citadel y considerado el tercer mayor donante al Partido Republicano. Griffin ha sostenido en repetidas ocasiones que hay que dejar atrás la retórica de que las elecciones de 2020 fueron un robo y que Trump tiene que dar paso a gente más sensata y con mayor sentido democrático.
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Todo eso no le ha impedido donar hasta sesenta y ocho millones de dólares a distintos PAC para apoyar a candidatos republicanos por todo el país. En principio, su motivación declarada es luchar contra "el aumento de la criminalidad y los problemas de la educación", pero lo cierto es que ese dinero al final ha ido directamente a las campañas de los Oz, Masters y compañía, todos ellos altavoces de las teorías de la conspiración de Trump, sin que este tenga que poner un dólar a cambio.
El dilema con Mitch McConnell
La ironía llega hasta el punto de que, más allá de los donantes privados y sus distintas opiniones, la gran mayoría del dinero recaudado para estas elecciones está centralizado en la figura de Mitch McConnell. McConnell, líder de la minoría republicana en el Senado y, a sus 80 años, probablemente la segunda figura más poderosa del partido, tiene amigos hasta en el infierno. Y amigos poderosos. Él controla y exige a los principales PACs, él decide dónde se gasta ese dinero y él gestiona, hasta cierto punto, cuánto conviene invertir en cada carrera electoral.
Eso implica, como hemos visto, destinar cientos de millones de dólares en apoyar a los 217 candidatos de Trump. Le va mucho en ello. Si quiere seguir ocupando su puesto en la nueva legislatura, los senadores le tienen que deber algo. Tienen que percibir que Trump es poderoso a su manera, pero McConnell también lo es a la suya, es decir, aportando dinero. La revista POLITICO estimó en septiembre que los congresistas demócratas habían recaudado más dinero que los republicanos en 56 de las 65 elecciones más competidas. En el Senado, la situación era parecida: el Wall Street Journal publicó en octubre que, solo desde el 4 de septiembre, los demócratas habían recaudado 175 millones de dólares por 77 de sus oponentes republicanos.
Sin embargo, todo cambia cuando se atiende al dinero gastado en anuncios… y ahí marcan la diferencia las reservas de McConnell y todo el trabajo de zapa de la legislatura con los distintos y poderosos PACs. El gasto en publicidad en las mencionadas siete carreras más disputadas ha sido de 202 millones de dólares por 127 de los demócratas. Ahí es donde cuenta tener una buena organización detrás y no depender de los impulsos del momento. Ahí es donde McConnell se convierte en imprescindible.
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El problema aquí para el GOP es que McConnell y Trump son enemigos irreconciliables. De hecho, en plena campaña, Trump ha criticado abiertamente a McConnell y ha pedido su cabeza en el Senado como recompensa. Los nuevos senadores de MAGA se encontrarán así con un primer dilema nada más tomar posesión: ¿Mostrar lealtad a quien les ha apoyado con su imagen y su discurso… o mantenerse del lado de quien ha pagado sus campañas y les ha permitido ganar sus estados? En la resolución de ese dilema está el futuro del GOP, del Senado y probablemente de la democracia estadounidense. Si Trump sigue ganando poder, el Partido Republicano como tal corre serio peligro de convertirse en otra sucursal de su imperio.